lunes, 16 de febrero de 2015

LAS 4 LEYES ESPIRITUALES.

   Hay muchos creyentes, que después de que se les ministró sanidad interior, todavía siguen sintiendo que sus problemas no se han resuelto. Y una de las razones suele ser, que han violado las cuatroleyes espirituales, y de alguna manera, todos somos producto de ellas, según las respetemos o no.

«Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo». Efesios 6.1
«No os engañéis; Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará». Gálatas 6.7

«No juzguéis, para que no seáis juzgados, porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís se os medirá». Mateo 7.1, 2

«Por eso eres inexcusable, hombre, tú que juzgas, quienquiera que seas, porque al juzgar a otro, te condenas a ti mismo, pues tú que juzgas haces lo mismo». Romanos 2.1

Las cuatro grandes leyes bíblicas:

1. Honrar a padre y madre.

2. No juzgar para no ser juzgado.

3. Todo lo que el hombre siembra, eso segará.

4. Cuando juzgamos a otros, venimos a ser y hacer lo mismo.

Cada una de estas leyes espirituales es un principio de la palabra de Dios, y cuando son violadas, se recoge el fruto de ello.
Una ley siempre funciona y cualquiera que la aplique para bien o para mal, cosechará tarde o temprano el fruto de sus decisiones. Cada una de estas leyes amerita una explicación detallada, la cual veremos a continuación.
1. Honrar a padre y madre.
¿Qué significa honrar? Honrar significa: obedecer, valorar, estimar, respetar, amar, perdonar, y además, ayudar financieramente. Hay muchos padres que no se han conducido correctamente, pero eso no excluye a los hijos de la responsabilidad, como hijos de Dios, de amarlos y honrarlos.
«Honra a tu padre y a tu madre, como jehová, tu Dios, te ha mandado, para que sean prolongados tus días y para que te vaya bien sobre la tierra que Jehová, tu Dios, te da». Deuteronomio 5.16
Hay hijos que maldicen y maltratan a sus padres, tanto en forma verbal, como física. Algunos se atreven a levantar el puño en contra de ellos. De seguro, cada uno de estos hijos cosechará la deshonra que le da a sus padres. Cada persona tiene que entender que no puede vivir deshonrando sin sufrir las consecuencias que esto conlleva.
¿Cómo podemos honrar a nuestros padres?
• Emocionalmente. Mostrando amor hacia ellos en momentos difíciles y compartiendo tiempo con ellos. Algunas veces, los padres están pasando por un tiempo de prueba y soledad; es un deber de los hijos apoyarlos emocionalmente en esos momentos difíciles.
• Verbalmente. Muchas veces, los padres están equivocados en su manera de pensar, pero eso no le da derecho a los hijos de faltarles al respeto verbalmente. Ellos son una autoridad sobre los hijos, y éstos deben obedecerles respetarlos.
«Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo». Efesios 6.1
• Financieramente. Cuando los padres llegan a un momento en que no pueden valerse por sí solos, los hijos deben asumir una responsabilidad financiera con ellos y cubrir sus necesidades; esto le agrada al Señor.
«Honra a tu padre y a tu madre» — que es el primer mandamiento con promesa - ». Efesios 6.2
¿Cuáles serán los dos beneficios de cumplir esta primera ley?
Le irá bien y tendrá larga vida sobre la tierra. Sino le va bien en la vida, pregúntese si verdaderamente ha honrado a sus padres. Según lo que su conciencia le diga, pida perdón, respételos y comience a honrarlos y a darles su valor.No juzgar para no ser juzgado.
   La palabra juzgar significa hacer juicio; es sentenciar y condenar. También, es ponerse en posición de juez para decidir la culpabilidad o inocencia de otra persona.
«No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados». Lucas 6.37
«No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido». Mateo 7.1, 2
Habrá un juicio santo y correcto que los creyentes tendrán. La Biblia nos dice en Apocalipsis:
«Vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar». Apocalipsis 20.4
   Cuando juzgamos, corremos dos riesgos que pueden acarrear malos resultados para nuestras vidas y nuestro testimonio. Estos riesgos son:
Juzgar incorrectamente. Muchas personas se adelantan a juzgar la apariencia de otros sin conocer realmente lo que está en su corazón. El juicio que ilustra la palabra en la cita bíblica de Mateo 7.1-2, es un juicio que va acompañado de envidia y celos. La persona que tiene falta de perdón en su vida, tiene que arrepentirse y pedir perdón no sólo por la ofensa, sino por el juicio que ha hecho de la persona.
   Algunas de las personas o grupos que a veces juzgamos son: organizaciones, naciones, razas, líderes, políticos, jefes, cónyuges, pastores y otros.

Crear raíces de amargura y juicio. Éstas son otras de las consecuencias que puede traer a nuestras vidas, el juzgar. Hay personas que siempre están a la expectativa, pendientes de que algo malo les suceda. Por ejemplo, personas que están esperando ser rechazadas, traicionadas, heridas o criticadas. Estas personas, juzgan las cosas que aún no han sucedido y a las personas que ellas creen que las van a herir; alimentando, de esta manera, la raíz de amargura que las carcome por dentro y trayendo juicio sobre sí mismas. Cuando finalmente esto pasa, dicen: "Yo sabía que esto iba a suceder". Les sucedió lo que esperaban, y esto se les convierte en juicio.

¿Cómo las personas evaden su responsabilidad cuando juzgan?
• Justificando su juicio. Piensan que lo que están haciendo es lo correcto, pero esto no es razón suficiente para juzgar.

   Un buen ejemplo es, el de un pastor que había sido libre del hábito de fumar y, tres años después, se encuentra juzgando a otra persona por hacer lo mismo. Si bien, fumar no es correcto, eso no le autorizaba a él a condenar a su hermano, y mucho menos, cuando él mismo había cometido la misma falta años atrás; al contrario, debería sentir mayor compasión y deseos de ayudarlo a encontrar la libertad de esa atadura.

• Con comentarios o "críticas constructivas".
   Comentarios como: "esa persona no debería estar arriba cantando porque es mundana". Sigue siendo juicio, aunque su justificación, sea el interés que usted tiene por la santidad en el servicio al Señor.

• Usando una excusa antes de un comentario.
   Frases, tales como: "Yo nunca he hablado nada de nadie, pero..." "Yo nunca he juzgado a nadie y no es que esté juzgando, pero...". Muchas veces, simplemente quieren aliviar la conciencia antes de emitir el juicio.

Cuando juzgamos a otros venimos a ser o a hacer lo mismo que juzgamos.
   Para entender esto mejor, vamos a ver la historia de Jaime que es una buena ilustración:
Jaime, era un hombre casado que tenía una buena relación con su esposa; y era de apariencia seria y responsable; pero por las noches, frecuentaba bares donde consumía alcohol y conocía mujeres con las cuales cometía adulterio. Jaime realmente, no quería hacer esto, y se sentía mal porque amaba a su esposa, y ella confiaba en él. Él se repetía a sí mismo: "No me entiendo, no quiero hacer esto, pero no puedo parar". Lo que Jaime no recordaba, era que en el pasado, él mismo había juzgado diariamente a su padre por el mismo comportamiento. Su padre había sido alcohólico y mujeriego; este juicio había atraído sobre él el mismo espíritu que había dominado a su padre.

   Jaime, al juzgar a su padre, lo estaba deshonrando, pero, con el correr del tiempo, le siguió los pasos. Vemos cómo con la misma medida que midió, fue medido; lo que él tanto había criticado en su padre, le sucedió a él mismo. Gracias a Dios, se oró por Jaime, él se arrepintió y fue libre. Amén.

«Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo». Romanos 2.1

¿Cómo dejar de juzgar?
• Arrepintiéndose del pecado de juicio. Sea específico.
• Confesando su pecado.
• Rompiendo el juicio que hizo contra otra persona.
• Bendiciendo a las personas que juzgó.

   Cuando se juzga a una persona, se crea una pared invisible.

   Pregúntese si hay cosas en su vida que no están funcionando bien. Tal vez sea porque en esa área ha juzgado a alguien y está cosechando el fruto de su juicio.

Todo lo que el hombre sembrare, eso segará.
   Lo que esta ley significa, en realidad es el equivalente al dicho del mundo que dice: "No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti", y yo le agrego: "haz a otros lo que quisieras para ti o para los tuyos".

«Asi que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas». Mateo 7.12

   Sembrar es hacer o dar a otro algo, ya sea un bien, una buena dádiva o también un mal. Segar o cosechar es recoger o recibir. De la misma manera, en el mundo espiritual, se crea un ciclo donde siembras un bien y siegas, recoges bien, o por el contrario, siembras mal y recibes mal. Como todas las otras leyes, ésta tampoco falla. Lo que hoy vivimos, es el resultado directo de lo que hemos sembrado en otros en el curso de nuestra vida.

   Es importante revisar qué hemos hecho, qué hemos dado, con cuánto amor hemos tratado a los que nos rodean, conocidos o no. Si en su corazón siente que en esa área de su vida puede o debe cambiar, ¡hágalo! Su futuro y el de sus seres queridos cambiará porque también ellos cosecharán el bien que haga a otros.

¿Qué sembraremos? Amor, dinero, tiempo. Lo que sembremos, ya sea para el espíritu o para la carne, eso recogeremos.

«No os engañéis: Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; que a su tiempo segaremos, si no hubiéramos desmayado. Así que, entre tanto que tenemos tiempo, hagamos bien a todos, y mayormente a nuestros hermanos en la fe». Gálatas 6.7-10

  Muchas veces, cosechamos en el mismo momento en que sembramos, y en otras ocasiones, se toma tiempo, a veces meses y aun años; pero, eventualmente,la cosecha vendrá. A no ser, claro está, que no haya arrepentimiento en su vida.
Bibliografia.
Guillermo Maldonado. Sanidad Interior y Liberación. Sexta edición 2006.

No hay comentarios:

Publicar un comentario