sábado, 21 de noviembre de 2020

EL ESPÍRITU DE OPRESIÓN. Parte III

Egoísmo

   La opresión también produce espíritu de egoísmo. Si una persona oprimida que jamás tuvo nada, de repente logra tener algo, se aferrará a ello con todas sus fuerzas. Así es que la opresión promueve el egoísmo, y es por ello que las personas oprimidas pueden llegar a ser muy peligrosas. Porque si llegan a ocupar una posición de poder, habrá problemas para todos. La opresión alimenta la codicia.

   Cuando los oprimidos en su mente reciben algo que jamás tuvieron antes, lo protegen. Lo encierran con una muralla y ponen una cerca de alambres de púa. Si uno entra en su pequeño mundo, intentarán destruir al "invasor". La codicia genera más codicia. "Las cosas" comienzan a representar un falso prestigio y poder, y quienes amenazan la acumulación son vistos como una peste que hay que eliminar. Si no me cree, vea la historia del mundo: hay países que han ido a la guerra por un pedazo de tierra.

   El espíritu del egoísmo también se manifiesta en la actitud de gratificación inmediata. Es el deseo de obtener placer y satisfacción al instante. La opresión hace que el símbolo del opresor sea el objeto que el oprimido persigue, a costa del desarrollo, el crecimiento personal y la madurez.

Falta da creatividad

   Uno de los aspectos más terribles de la opresión humana es el pensamiento falto de creatividad que resulta de esta. El espíritu de irresponsabilidad que causa la opresión, trae como resultado falta de creatividad. Si toda su vida le han dicho qué hacer, ya no utilizará su mente.

   Los opresores no quieren que los oprimidos piensen por sí mismos. Así que los mantienen en la ignorancia, y hacen todo lo posible por evitar que puedan acceder a una buena educación. El opresor no quiere que el oprimido pueda expandir su mente y acceder al conocimiento. La ignorancia otorga y mantiene el poder de la opresión, por lo que se la utiliza como herramienta.

   Cuando las cosas se ponen difíciles, nuestros cerebros deberían comenzar a funcionar más activamente, para recurrir a la creatividad. Entonces es que logramos ver cómo traeremos comida a la mesa. Pero si nunca tenemos que hacer cálculos, nuestro cerebro se cerrará. Y es en estos momentos en que los que piensan libremente comienzan a coser, a cocinar, a vender tortas. Siempre harán algo. Dios nos hace industriosos cuando retira la plataforma del Faraón de  debajo de nuestros pies. Dios quiere que seamos creativos. Cuando somos liberados, nos dará una revelación de cuán creativos podemos ser. Es decir, Dios podrá hacer que se corte la electricidad, para que recordemos cómo encender un fuego y cocinar sobre el mismo. Mucha gente se molesta si intenta encender la hornalla de gas y esta no funciona. En lugar de enojarse, intente pensar. Piense durante un momento, cada vez que surja un problema. Corte leña, encienda un fósforo e inténtelo nuevamente. Utilice su cerebro. Sea responsable.

   Si pierde su casa, no se siente y comience a llorar. No tenía casa antes de tener la que perdió, ¿verdad? Alquile otra casa. Comience de nuevo, haga algo. No tire la toalla, no diga: "Ya está. Aquí termina todo". Muchas personas andan sin rumbo luego de ser liberadas. Dios nos ha dado cerebros fantásticos, así que seamos creativos. Al liberarnos, Dios permitirá que se nos presenten desafíos para que Él pueda reactivar nuestra creatividad, nuestra iniciativa y potencial intelectual. La opresión destruye la creatividad y genera dependencia.

   Dios le ha dado la capacidad de enfrentar efectivamente todo lo que se le oponga en el camino. Por eso, Pablo escribe:

   "Pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar" (l Corintios 10:13).

   Pablo quizá haya crecido en uno de los hogares mejor provistos en su época. Era ciudadano romano, judío de raza. Era doctorado en leyes y teología, y había estudiado en la mejor escuela, había ocupado un puesto importante en el gobierno hebreo.

   Luego un día Dios le quitó la alfombra de debajo de los pies. De repente ya no tenía hogar ni empleo, y había perdido a sus encumbrados amigos. Pero se sentía bien porque también había alcanzado la libertad. "Sé lo que es pasar necesidad, y también sé lo que es tener mucho -les escribió a los miembros de una de las muchas iglesias que había iniciado- o  En todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:12-13).

   Pablo era un opresor que en su liberación descubrió cuán oprimido había estado en verdad. Así que, después de su liberación, tuvo que cambiar su forma de pensar. Y si él pudo lograrlo, usted también puede. De repente su salario dependía de Dios, y nada más que de Dios. Tenía una buena educación, pero los guardianes del templo no querían a un cristiano converso como Pablo. Así que un día se le ocurrió una idea: carpas. Pablo recordó que sabía cómo hacer carpas. Y eso es lo que hizo para poder vivir y mantenerse.

   Dios no permitirá que usted sea tentado más allá de lo que pueda soportar. Y aún si comete usted un error, Dios ya sabía que lo haría, antes de que eso sucediera. Pero también sabía que le había dado la capacidad de salir del error en que se metió. Pablo cometió errores, pero también pudo salir de ellos. Usted también podrá hacerlo.

   Algunas personas han sido liberadas, pero siguen luchando contra la opresión y necesitan que se les enseñe cómo hacer todo. Su nivel de creatividad es tan bajo que no pueden tomar una indicación y llevarla a la práctica dependiendo de sus propios recursos.

   La persona oprimida que no tiene creatividad quizá pueda comprar tierra, pero no sabrá cómo usarla. Así que viene alguien y le compra la tierra, por cincuenta mil dólares. Oh, cuánto dinero, piensa el vendedor. Ahora, el hombre de Idaho cultiva papas, y la tierra crece en valor, hasta llegar a los quince millones de dólares. El oprimido no fue lo suficientemente creativo como para ver más allá de los cincuenta mil, así que los toma y deja que el pensador con mente de administrador acuñe el nuevo valor del terreno.

   El espíritu de la irresponsabilidad siempre dice: "No se puede. Nadie lo hizo antes. No podemos hacerlo. Esto no es posible". Pero el espíritu administrador de la responsabilidad sabe que todo es posible. El espíritu de la responsabilidad sabe que siempre hay una manera para lograr cualquier cosa que sea.

   A veces le pedimos a Dios que arregle algo, pero Dios quiere que utilicemos nuestro cerebro para que nos maximicemos: "¡Oye! -nos dice EI-. Te he dado un cerebro con diez mil millones de células. Te he dado imaginación. Te he dado conocimiento. Te he dado sabiduría. Te he dado entendimiento. Te he dado previsión. Te he dado retrospectiva. Te he dado la vista. ¿Por qué siguen viniendo a mí para que arregle las cosas? ¡Arréglalas tú! Utiliza tu capacidad de libre pensamiento. ¡Piensa ya!"

   El Espíritu Santo trabajará con el espíritu humano como miembro de este nuevo equipo de administración de la creación de Dios. Por eso se le llama el paracleto. Paracleto es "quien viene junto a ayudar". No ocupa nuestro lugar ni se hace cargo del negocio, no anda haciéndose cargo de nuestro hogar o de nuestros sueños. Viene a ayudar a que sucedan las cosas, para que sepamos administrar, porque Él es el Asistente ¡Espera usted a Dios? 

   Quizás su espíritu Santo lo espera a usted. Es su asistente. Pero no puede ayudar a quien no hace nada, claro. Recuerde la sabiduría de Cristo al reconocer los recursos y al sirviente que administraba bien, en la parábola de los talentos. Los pájaros y las flores nos enseñan el amor de Dios, y la confianza de la fe. Su parábola nos enseña que tenemos recursos desconocidos dentro de nosotros que Dios quiere que reconozcamos y desarrollemos. Así que comience a pensar como administrador, hoy mismo. ¿Qué puede hacer hoy para mejorar su situación? El Espíritu Santo lo ayudará cuando decida levantarse y ponerse en movimiento.

Desconfianza

   Cuando las personas han vivido bajo la presión, aprenden a desconfiar de sus hermanos a causa del espíritu de la supervivencia. El espíritu de la opresión y la esclavitud también produce celos, desconfianza, sospecha y odio. Cuando uno vive oprimido, lo único que quiere es sobrevivir ese día. Utilizará a quien sea para poder sobrevivir con un poco más de comodidad. Es por eso que quienes han vivido oprimidos suelen pelear entre sí. No hay confianza mutua, especialmente si uno de ellos comienza a avanzar. Temen un nuevo juego de poder, así que se unen para derrocar el éxito de cualquiera de sus hermanos.

Falta da iniciativa

   A causa de los efectos restrictivos e inhibitorios de la opresión, la tendencia de esta condición, por supuesto, elimina la iniciativa. Es esta iniciativa la que le haría hacer cosas por sí mismo. La gente que ha vivido en opresión durante mucho tiempo casi no tiene impulso personal. Se les dice cuándo levantarse, cuándo salir, cuándo picar piedras, cuándo descansar, cuándo comer y beber, y cuándo detenerse. Luego se les dice que pueden ir al baño e ir a dormir. y luego, se les dice "¡Hora de levantarse! ¡Es hora de fabricar más ladrillos para el Faraón!"

   Cuando el oprimido obtiene su liberación sigue queriendo que alguien le diga qué hacer. Cuando Dios dice "ocupaos en vuestra salvación" (Filipenses 2:12), entran en pánico y se quejan: "Jesús, yo creí que tú lo harías por mí".

   Si un individuo que sigue sufriendo a causa del espíritu de opresión no recibe la oportunidad de desarrollar su potencial luego de su liberación, se convertirá en un parásito que espera que otros se responsabilicen por su vida. Jesús nos guía y nos dice cómo hacer las cosas. Pero nos da la responsabilidad de hacer lo nuestro.

    Así que si no oramos, si no leemos su palabra, si no permanecemos juntos, si no seguimos las instrucciones de Dios, leyendo buenos libros y escuchando buena música para edificamos, estaremos a la deriva. La opresión que instaló el egoísmo, el miedo, la holgazanería, la mala imagen y el odio por el trabajo, ha arruinado muchas vidas. Pero la buena noticia es que la irresponsabilidad puede revertirse. Dios quiere mejorar la capacidad del responsable y darle nueva capacidad a quien no tiene ninguna. Quiere convertir al mal administrador en bueno, y hacer que todos sus hijos sean adultos responsables. Necesitamos actuar según nuestra fe. Cuando nos acercamos a Cristo debemos resistirnos al pensamiento opresor de nuestro pasado, y decidir quitarnos de encima la holgazanería. Debemos decidir levantarnos más temprano para poder leer esos libros que siempre postergamos, o para poder salir a correr. Debemos decidir que nuestra mente y nuestro cuerpo vuelvan a estar en forma. Siempre podemos decidir levantarnos más temprano, orar un rato más, fortalecer nuestra relación con Dios. Cuando lo hacemos, el Espíritu Santo nos ayudará. Pero la decisión siempre dependerá de nosotros.

   Ahora, avancemos al capítulo seis para ver algunas de las lecciones que el pueblo hebreo nos enseña durante su estadía en el desierto.
Myles Munroe. En busca de la libertad. Primera edición 2005. Editorial Peniel. Pag 112a la 117 . 

sábado, 14 de noviembre de 2020

EL ESPÍRITU DE OPRESIÓN. Parte II

Opresión y liberación: la mente en guerra

   Lo mismo sucede espiritualmente, después de que se liberan del pecado. Ven a alguien con quien solían andar o drogarse, y sienten miedo porque piensan que podrían caer en la debilidad de volver a estar con esta gente. A veces se resisten a los nuevos líderes de la iglesia y no quieren realizar tareas de voluntariado. Es por esto que Pablo le escribió a Timoteo: "Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder; de amor y de dominio propio" (2 Timoteo 1:7). Dios no le ha dado al creyente espíritu de miedo, sino de fe. 

   Una vez que nos sometemos a la tarea redentora de Dios en Cristo Jesús, necesitamos aceptar que anteriormente vivíamos en opresión. Como la liberación no implica libertad, debemos también embarcarnos en la aventura de aprender a caminar en la responsabilidad que en verdad nos haga libres. Como veremos en los capítulos que siguen, el desierto es el lugar donde nos preparamos para la libertad, aunque hay muchos que mueren allí sin llegar a ser libres.

   Este espíritu de opresión en el ambiente de la iglesia es fatal, porque impide que la gente haga aquello para lo que Dios los creó. Temen salir al nuevo territorio, el territorio que les traerá la libertad. y a menos que la revelación le haga cambiar de idea, el nuevo creyente, cuando se ve libertado del pecado, seguirá haciendo lo mismo que hacía antes, porque el pecado lo ha condicionado. Este es el poder de la opresión. El hombre que es liberado teme ser productivo porque tiene miedo de pasar las barreras que lo limitaban durante su opresión.

Baja autoestima

   La baja autoestima es otro de los efectos de vivir en opresión. SI alguien ha vivido oprimido comienza a pensar que no puede salir del pozo, porque allí está su lugar. Si se le invita a salir, dará una cantidad de razones por las que no puede hacerlo, porque no le corresponde.

   He observado este sentimiento de baja autoestima en muchas personas de mi país, de las Bahamas y de muchas otras naciones. La gente puede vivir oprimida por la ley, por un régimen político  por sus padres. Luego, cuando logran cierto grado de liberación, aún deben luchar con su espíritu de baja autoestima. Si uno los invita a un lugar bello, suelen responder: "Está bien, no hace falta que me invites Si uno les compra algo lindo, dicen que no hacía falta. Intentaran devolverlo. Y si uno logra que lo reciban, se disculpan por haberlo aceptado.

  Si la persona oprimida va a un palacio donde le sirven caviar, no lo comerá. Estará demasiado ocupada observando los tenedores de oro y los lujosos manteles. No cree que pueda comer algo tan rico, porque no cree merecerlo.

   El hombre libre y confiado en sí mismo quizá utilice su mejor porcelana todos los días. Pero el oprimido que nunca tuvo nada, no lo hará: guardará la porcelana en al armario. Le resulta difícil creer que tenga valor así que todo lo valioso le parecerá demasiado. Lo desafío a sacar los platos del juego de porcelana y a utilizarlos todos los días. ¿Por qué? Porque lo merece, nada más.

   Hace unos años le dije a mi esposa que nuestros hijos utilizarían todo. ¿Por qué? Porque no quería que los niños vieran los platos de porcelana creyendo que eran demasiado valiosos como para que los usaran. Ese es el pensamiento del oprimido. El rey no pone su copa de oro en el armario para utilizar una de plástico. Dice: "Soy un rey. Merezco la copa de oro".

   Esto puede parecer un asunto menor, pero no lo es, porque quizás no se sienta usted del todo libre hasta haber utilizado su mejor vajilla. Quizá no se sienta libre hasta haber puesto la ensalada en la fuente de cristal, para que sus hijos usen los cubiertos de plata, todos los días. Hágalo, use su mejor juego de porcelana. No está reservado para que lo use el príncipe de Francia. Úselo usted. Usted es el príncipe. ¿Hay habitaciones en su casa que no se utilizan? ¿Para quién las reserva? Camine sobre la alfombra. Siéntese en esas sillas. Gástelas, y Dios le proveerá otras. No se endeuda causando presión a su familia, pero si el Señor lo bendice, aprecie las bendiciones y disfrute de los beneficios.

   El opresor nunca permitirá que los oprimidos se igualen con él, porque esto minimiza su superioridad, la misma que utilizó para oprimir a otros. Debe reducirlos a menos de lo que son para justificar su opresión. Por ello los oprimidos no se estiman a sí mismos, porque no creen merecer nada bueno.

   La baja autoestima los persigue porque el opresor les hizo pensar que eran pequeños e insignificantes.

Pobre imagen de sí mismo

   Este también es uno de los frutos de la opresión. Hay personas a quienes se les ha dicho durante toda su vida que no valen nada, que jamás llegarán a nada. Y, por supuesto, llegan a creerlo. Y una vez que lo creen comienzan los problemas porque hace falta una generación entera para borrar este espíritu de la pobre imagen de sí mismos, a menos que haya intervención divina.

  Es importante recordar que todos los seres humanos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, y que por ello somos del mismo valor.

   Nadie puede hacernos humanos. Todos nacimos humanos. Así que nadie tiene derecho a asignarnos un valor o a desvalorizarnos. El valor humano no depende de lo que otros piensen de nosotros. Es inherente a lo que somos, a causa de la creación de Dios.

   El valor del anillo de oro que llevo en el dedo no se ve determinado por lo que usted piense de él. Quizá diga usted que el anillo es estúpido, o que no vale nada, pero seguirá siendo de oro. Quizá diga usted que es de plástico, pero sigue siendo de oro. Quizá diga usted que es feo, pero sigue siendo de oro. Lo que usted piense no tiene nada que ver con lo que en realidad es.

   Los derechos civiles pueden hacer que yo siga llevando el anillo, aunque el valor de la cosa siga en disputa. No confunda los derechos civiles con los humanos. En los Estados Unidos Martin Luther King, Jr. fue un liberador, pero la libertad para la que él abrió el derecho legal, todavía no es del todo entendida. Mi país se independizó de la corona británica en 1973, y recién hace poco hemos comenzado a entender la libertad nacional que nos permite pensar y trabajar como nación libre. Al principio hubo desfiles y algarabía, como sucedió con Miriam y los israelitas del otro lado del Mar Rojo. Pero cuando dejó de sonar la música, vimos cuánto había que aprender antes de llegar a ser libres de verdad. Necesitábamos educación y capacitación para prepararnos para ejercer la autoridad.

   Tuve el privilegio de trabajar durante un tiempo como asistente del Secretario de Educación del gobierno de mi país, y pude participar de muchos de nuestros nuevos programas de educación. El tema principal no son los derechos civiles, aunque son importantes, claro. El tema principal son los derechos humanos. Son los derechos humanos, y no los civiles, los que hacen libres a las personas. Podría yo darle a usted permiso para votar, y aun así seguir considerándolo inferior e inhumano.

   Su valor no se determina por lo que otros piensen de usted. Se determina por su origen, y usted vino de Dios. Fue creado a la imagen de Dios.

 Myles Munroe. En busca de la libertad. Primera edición 2005. Editorial Peniel. Pag 109 a la 112.

sábado, 7 de noviembre de 2020

EL ESPÍRITU DE OPRESIÓN. Parte I

  Despierten! despierten, esclavos! Son las 04:30, hora de levantarse. ¡Tú! Tienes el privilegio de ayudar a tus sucios amigos a levantar el pilar del Faraón, así que levanta tu inmunda carcasa y ve a ver al capataz, o te ayudaré con el látigo.

   Ha de haber sido así la vida en Egipto, mientras Israel vivía en la esclavitud. La única forma de que los capataces hicieran trabajar a los esclavos era mediante el uso del látigo. Los bueyes no tenían tiempo de ducharse o lavarse los dientes, así que los esclavos tampoco lo tenía: eran solo simples bestias de carga para el Faraón y sus malvados capataces. ¿Puede usted imaginar lo que habría sido despertar con un latigazo?

   Una vez despiertos, los israelitas eran llevados al campo, a latigazos. Allí pasaban el día entero, agachados, haciendo ladrillos de barro y paja. Odiaban hacerlo. El trabajo aumentaba su odio hacia la esclavitud. Esta es la razón por la que los oprimidos conservan su actitud negativa hacia el trabajo, aún después de liberados. Le recuerda a la opresión. La gente que ha vivido en opresión o bajo el espíritu de la esclavitud, llega a odiar el trabajo. para que siguieran trabajando. Los capataces querían trabajo, no descanso.

   Los hijos de Israel sentían agotamiento, bajo el rayo del sol que los hacía sudar, y el esfuerzo les causaba dolor de espalda. Pero el látigo seguía pegando continuamente, para que siguieran trabajando: _ Sigan trabajando, miserables esclavos, o les daré algo que realmente les hará lamentarse.

   Dos nombres, un mismo enemigo: opresión irresponsabilidad

   Cuando la gente es oprimida -en cualquier época y en cualquier lugar- suele desarrollar un espíritu de irresponsabilidad y odio hacia el trabajo. Muchas personas cargan hoy el peso de su anterior opresión. El trabajo no se ve como oportunidad de glorificar a Dios y recibir su promoción; se ve como obligación, solo como medio para pagar las cuentas.

   Después de un tiempo los israelitas sentían que el trabajo era igual al dolor. Siempre se veía acompañado de presiones, desesperación y el látigo, que causaba dolor. Cuando finalmente fueron liberados, sintieron que su liberación equivalía a no tener que trabajar más, y se gozaron grandemente (Éxodo 15:1, 20). En su "retiro", pensaban: "¡Lo logramos! Por fin, retirados. ¡Pescar, dormir, jugar al golf y al tenis, ya no más trabajo!" Y es lo mismo que hoy piensan muchos. Históricamente, los pueblos que han sido oprimidos siempre sueñan con un cielo donde finalmente vivan en libertad. Algunos sueñan con ganar un millón de dólares para no tener que trabajar más. Si piensa de este modo y sí llega a obtener el dinero, probablemente Dios le quite el millón y lo mande de vuelta a trabajar. Porque el trabajo no es una maldición. Es lo primero que Dios le mandó hacer al hombre (ver Génesis 2:15).

   No odie el trabajo. Ámelo. Sienta pasión por lo que Dios le ha dado para hacer. Hágalo como lo hacía Jesús: "Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra" Juan 4:34).

  Cuando nuestro trabajo es tan importante como nuestras tres comidas diarias, nos convertimos en personas responsables. Cuando tienen que llamarnos para comer, estamos cerca del espíritu de responsabilidad. Pero si no puede usted esperar hasta que sea la hora del almuerzo tiene el espíritu equivocado. Si comienza a trabajar a las 09:00 y no puede esperar a la hora del café de media mañana, es que no tiene el espíritu que corresponde. SI alarga su descanso y lee el diario hasta la hora del almuerzo, tiene el espíritu del esclavo.

   La gente que odia el trabajo no sabe administrar su tiempo. Se irrita y depnme cuando tiene tiempo libre, porque el tiempo exige la responsabilidad de decidir cómo utilizarlo. Les gusta cuando otros les dicen qué hacer, porque tienen mentalidad de esclavos. Y como nada de lo que hace un esclavo es para su propio bien, los que han vivido oprimidos durante años no saben ser productivos.

   La mayoría de los países en desarrollo y del Tercer Mundo sufren por esto.

  ¿Sabe usted cómo se mide la prosperidad de un país? Se mide según el producto Bruto Interno (PBl). La riqueza de un país no se mide por cuanto dinero haya en el tesoro, sino por cuánto produce su pueblo.

  Cuando la mayor parte del pueblo ha vivido bajo el látigo de la pobreza y la opresión, la productividad se ve afectada y el país sigue siendo pobre. El PBl representa la productividad colectiva de la ciudadanía.

   La opresión produce holgazanería

    La holgazanería es otro de los efectos de la opresión. La gente que ha vivido oprimida sufre de holgazanería, porque para ellos el trabajo equivale a sufrimiento y dolor. Si uno ha vivido obligado a realizar una tarea durante toda su vida, como sucedió con Israel, al ser liberado de esta obligación esa persona dejará de hacer lo que antes se veía obligado a cumplirla. Los Israelitas hacían su trabajo veinticuatro horas al día, porque los obligaban. Es posible que las tareas necesarias y constructivas como la limpieza de la casa, la jardinería y la higiene personal, se vuelvan odiosas si se hacen como trabajo forzado. Y aun cuando a esta persona ya no se le obligue a hacer esta tarea, seguirá siendo una actividad que intente evitar. .Este tipo de holgazanería es producto de la opresión. La gente no quiere ser holgazana, pero se vuelve holgazana a causa de haber sido cosa administrada y no agente administrador. Pierden la energía y el entusiasmo a causa de la opresión que les impidió ser productivos por propia voluntad. La opresión condiciona a la gente de manera tal que la holgazanería y la improductividad se vuelve su estilo de vida. La falta de motivación e iniciativa es entonces su motor.

   En Egipto los hijos de Israel no necesitaban ir en busca de alimentos. No tenían que comprar casas. Ni tenían que encontrar agua o ropa. No necesitaban buscar nada, porque el Faraón les daba todo esto. El opresor le da todo al oprimido, para proteger y mantener su inversión. Cuando Moisés finalmente los sacó de Egipto, a pocas semanas de estar en el desierto comenzaron a murmurar y a enojarse. ¿Cuál era su queja? No tenían comida. No tenían agua. Y se quejaban ante Moisés:

 "Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud" (Éxodo 16:3).

   Los israelitas sentían que vivir durante un tiempo sin comida era un intento premeditado para matarlos. ¿Por qué? Porque el oprimido rápidamente acusa cuando ya no recibe lo que se le daban gratis durante su opresión. No puede enfrentar las dificultades. No puede soportar que su bienestar se vea interrumpido. La opresión entonces, hace que la gente se vuelva holgazana.

El miedo

   La gente que ha vivido en opresión también siente mucho miedo. Siente miedo porque todo lo que ve le resulta doloroso. Todo lo que le sucede se ve como una conjunción de fuerzas que lo obligan a hacer lo que no desean. Así que evitan la responsabilidad, y viven con miedo.

   El miedo también viene de no saber qué es lo que nuestro opresor hará con nosotros. Cada vez que aparecían los soldados del Faraón, los israelitas comenzaban a temblar. Cada vez que veían un látigo, temblaban. Y este espíritu de miedo no los abandonó cuando dejaron Egipto. Siguieron andando en círculos en el desierto durante cuarenta años, en el área que vi desde mi avión cuando volaba de Israel a El Cairo, cuando podrían haber cruzado el desierto en un mes. El miedo los mantenía atados a ese lugar, sin que llegaran a Canaán, de la misma manera en que hoy hay millones de personas atadas a su propia opresión y pobreza.

   La gente oprimida tiene miedo de todo, y hasta de su propio pueblo. De tan solo pensar que alguien pueda tener poder sobre ellos, se les encoge el corazón, especialmente cuando piensan en quien estuvo oprimido igual que ellos.

   Con esto en mente, los oprimidos ven a sus empleadores como capataces blandiendo látigos. Así que les intimida su percepción del opresor, cuando ven entrar al jefe en su oficina. Cada vez que su jefe aparece, se sienten poco importantes ¿Qué es lo que está mal? Siguen viviendo con miedo, aunque vivan en libertad.

Myles Munroe. En busca de la libertad. Primera edición 2005. Editorial Peniel. Pag 105 a la 109.