sábado, 23 de enero de 2021

GENTE EN EL DESIERTO. Parte II

La prueba del desierto.
   Cuando le pedimos a Dios que cumpla su promesa, estamos simplemente pidiéndole que nos ponga en el aula. La parte que no decimos en la oración es: "Entréname para ello". Si le pedimos a Dios algo grande, también le estamos pidiendo grandes pruebas, tribulación, experiencia y desafíos en el desierto. Todo esto nos prepara para la respuesta que vendrá después.

   Si intentamos evitar estas experiencias de maduración nos estamos convirtiendo en "presa gigante", porque Canaán solamente se inclina ante el hijo maduro de Dios (ver Números 14). Canaán -la libertad- exige carácter, y el carácter se construye a través del tiempo, las pruebas y la disciplina.

   Así que cuando ore, peregrino del desierto, asegúrese de que entiende que Dios lo preparará para la respuesta a lo que está pidiendo. Quizá quiera usted limitar su oración a "la voluntad de Dios", ya que El sabe lo que usted necesita y qué es lo que puede recibir según su preparación. No le dará las cosas para las que no esté preparado. En cambio, querrá entrenarlo, y. el entrenamiento quizá sea tan difícil que usted llegará a preferir que El olvide su pedido. Si Dios le promete algo, siempre lo preparara para que pueda recibirlo.

   Sé que quizá habría preferido que Dios olvidara el asunto en el caso de que me hiciera avanzar en ciertas áreas de mi ministerio antes de que estuviera preparado. Hoy superviso una de las únicas organizaciones cristianas representadas en las Naciones Unidas. Si Dios me hubiese dicho que avanzara en esto antes de que yo estuviera preparado, quizá le hubiera hecho pasar vergüenza y hubiera perdido mi credibilidad ante el mundo. También estamos en la TV internacional y recibimos invitaciones para dar conferencias, que no habrían llegado jamás si yo hubiera comprado mi tarjeta de presentación mientras aún estaba dando vueltas en  el desierto. Tuve que aprender a administrar mis talentos antes de que Dios abriera esas fructíferas puertas. Lo mismo sucede con usted. Recuerde que el viaje de Egipto a Canaán debiera haberle llevado a los israelitas unos cuarenta días. Cuando partieron del Monte Sinaí donde Dios llamó a Israel a adorar, y donde Moisés recibió la Ley, la gente camino en círculos por el desierto antes de llegar a Cades Barnea desde donde enviaron a un grupo de espías para que vieran la Tierra; Prometida. Pero diez de estos doce espías no estaban preparados para entrar y su informe fue malo:

. "Mas los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros" (Números 13:31).

      El informe llenó de miedo a los que lo oyeron, y se reunieron para decir: Designemos un capitán, y volvámonos a Egipto" (Números 14:4). A raíz de que estos diez espías no preparados influyeran sobre la gente, les llevo cuarenta años el camino que cruzaría el río Jordán. Los diez espías -y todos aquellos influenciados por estos- debieron morir en el desierto antes de que sus hijos pudieran entrar en la Tierra Prometida. La Biblia dice que los israelitas faltaban a clase continuamente. No podían graduarse y por eso Dios seguía enseñándoles la misma lección. .Algunos de nosotros hemos vivido esta experiencia. Fracasamos. Evitamos la responsabilidad. Huimos de los desafíos. Tomamos un atajo, no aprendemos y luego estamos de vuelta en el lugar donde comenzamos, andando en círculos con esperanza en Dios, pero viviendo en rebelde derrota.

                                                                                                                                                            Todos intentamos evitar algunas pruebas. Pero Dios no permitirá 
que entremos en su tierra prometida sin que aprendamos las lecciones que las pruebas deben enseñarnos. ¿Por qué? Porque Dios quiere gente madura. La vida en el desierto nos entrena para vivir en la libertad. Dios no lo llevará a usted a Canaán hasta estar satisfecho de que ha aprendido las lecciones en Sinaí. Ahora, sé que esto entra en conflicto con algunas enseñanzas de la iglesia, pero la preparación para la verdadera libertad es la tribulación y las pruebas. Dios siempre nos llevará por el desierto para hacernos madurar. Por eso debemos aprender nuestras lecciones.                                                                                                                                                                                                                                                                                 La responsabilidad de vivir en libertad: aprender de las pruebas en el desierto
   Es en el desierto donde Dios provee y nos respalda para que podamos desarrollar la capacidad de vivir en libertad. La libertad entraña una carga de responsabilidad para la que debemos estar condicionados antes de que Dios nos permita pasar la prueba. Dios nos bendecirá durante este tiempo aunque sigamos actuando sin madurez, pero la bendición no es permanente.

   Cuando llegue al río Jordán, serán necesarios algunos cambios. Dios querrá que usted responda de manera nueva. Querrá que usted le muestre lo que es capaz de hacer con respecto a la responsabilidad. Le exigirá responsabilidad. En esencia, el propósito del desierto es el de condicionamos para Canaán. De hecho, la liberación no es libertad. En cambio, sí nos prepara para la libertad. Dios dirá: "O mueres de este lado del desierto, o cambias antes de cruzar el río. Cambia ahora, o morirás en este desierto".

  "Jehová dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo? ¿Hasta cuándo no me creerán, con todas las señales que he hecho en medio de ellos? Mas tan ciertamente como vivo yo, y mi gloria llena toda la tierra, todos los que vieron mi gloria y mis señales que he hecho en Egipto y en el desierto, y me han tentado ya diez veces, y no han oído mi voz, no verán la tierra de la cual juré a sus padres; no, ninguno de los que me han irritado la verá" (Números14:11,21-23).

   Dios le dijo a Moisés que su pueblo era tozudo. No habían cambiado, y por ello los hizo permanecer en el desierto para que murieran, durante cuarenta años. Suena horrible ¿verdad? La Biblia dice que murieron en el desierto porque no habían pasado la prueba que los habilitaba para cruzar el río (ver Josué 5:4-6).

   Si muere usted en el desierto jamás llegará a vivir lo que Dios tiene planeado para usted. Entrará al cielo, pero su vida en la Tierra será dura, seca, miserable y sedienta. Aprendamos nuestras lecciones en el desierto ? Para poder enfrentar la responsabilidad de Canaán. El principio es el siguiente: la transformación es más importante que el cambio de lugar. La libertad mental es más importante que la libertad física.

Preparándose para entrar en Ganaán
   Canaán representa nuestra promesa, sueño, visión, destino y deseo. Canaán es nuestro futuro preferido. Todo ser humano, toda nación tiene su Canaán. Canaán es el propósito predeterminado de Dios para nuestra vida. En esencia, Canaán representa la voluntad de Dios. Cuando llega el momento de entrar a Canaán, Dios hará algunas cosas. Pnmero, nos circuncidará.

"En aquel tiempo Jehová dijo a Josué: Hazte cuchillos afilados, y vuelve a Circuncidar la segunda vez a los hijos de Israel" Josué 5:2).

    La circuncisión es un "tipo" que representa una distinción y una partida. Distingue la singularidad de uno con respecto a los demás, el dejar atrás una vieja forma de vida para adoptar un nuevo estilo de vida. La circuncisión significa que Dios cortará las últimas ataduras, el viejo  pensamiento o recuerdo del desierto o de Egipto. No quiere que llevemos nada que nuestro pasado a nuestro nuevo futuro. Esos hábitos que uno adopto en Egipto o en el desierto, tendrán que desaparecer antes de poder entrar. Pablo nos dice en Romanos 2:29 que la circuncisión del Nuevo Testamento no es el corte de la carne humana, literalmente sino del corazón. En Colosenses 2: 11 dice: "Fuisteis circuncidados con 'circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso camal, en la circuncisión de Cristo".

   Es esencial observar que la palabra corazón aquí significa "mente subconsciente". Se refiere al condicionamiento mental.

   Sin embargo, Dios no pudo circuncidar los recuerdos  y hábitos de los padres  rebeldes de Israel, así que hizo que fueran sus hijos quienes lograran llegar a Canaán. Toda persona, comunidad o nación que no pase por la transformación mental, no llegará a V1V1r la plantad de su potencial y destino ¿Por qué? Porque el destino exige una Cierta mentalidad.

   "Porque los hijos de Israel anduvieron por el desierto cuarenta años, hasta que todos los hombres de guerra que habían salido de Egipto fueron consumidos, por cuanto no obedecieron a la voz de Jehová. por lo cual Jehová les juró que no les dejaría ver la tierra de la cual ]Jehová había jurado a sus padres que nos la daría, tierra que fluye leche y miel. A los hijos de ellos, que él había hecho suceder en su lugar, Josué los circuncidó; pues eran circuncisos, porque no habían sido circuncidados por el camino" Josué 5:6-7).

    Ni siquiera uno de los hebreos quejosos que seguían con Egipto en su corazón logró entrar en la Tierra Prometida de Abraham. La promesa estaba dicha pero no pudieron cumplirla hasta el final. Solo quienes no tenían memoria de la esclavitud pudieron entrar. Josué y Cale~ .fueron las únicas excepciones, porque comprendieron su responsabilidad y las oportunidades que les esperaban del otro lado del Jordán.

    No hay nada en el mundo que pueda corromper a Canaán más que el pensamiento de esclavitud propio de los hebreos que sallan de Egipto Es que Dios quería que Israel tuviera una v1da nueva, una nueva actitud y nuevos hábitos. Quería que en su nueva tierra todo fuera nuevo. y lo mismo quiere de nosotros. Canaán exige conversón.

   Es en el desierto cuando nos acercamos a Dios para agradecer por nuestra liberación. Él espera que renovemos nuestra mente cada vez más a las realidades de su nueva vida. Es allí donde Dios  Circuncidar  nuestro apetito de Egipto. Si sentimos nostalgia por nuestra antigua vida, Dios no nos llevará a su tierra de leche y m1el. AS1 que la responsabilidad de nuestra libertad depende enteramente de nosotros.

   En  esencia, el enemigo de Canaán es Egipto. El enemigo de la verdadera libertad es la mentalidad de esclavo.

Dios nunca permitirá que lleguemos a ser todo lo que podemos llegar a ser, hasta tanto no estemos hartos de ser lo que éramos. Jamás avanzaremos hacia el sueño de Dios para nuestra vida, hasta tanto odiemos la pesadilla que solíamos vivir. Tenemos que detestar lo que solíamos ser y abandonar completamente nuestro pasado, antes de que Dios pueda hacer de nosotros lo que Él quiere que seamos. Recuerde: la transformación mental es más importante que la reubicación física.

    Algunas personas siguen soñando con lo que solían ser. Siguen haciendo las mismas cosas que hacían con sus amigos egipcios. Siguen pasando por los lugares donde se reunían con los egipcios y se detienen, deseando comer la comida egipcia. Nada cambia a menos que cambie la mente. Es por eso que el Creador no puede confiarnos a muchos el sueño que nos tiene preparado. Porque la mayoría de nosotros seguimos pensando en Egipto, y entonces   Dios seguirá manteniéndonos en el desierto, veinte, treinta o cuarenta años, si nos negamos a cambiar. Muchos se sientan el domingo por la mañana en la iglesia, con arena del Sinaí en las suelas de sus zapatos, mientras el ministro predica acerca de Canaán. Van a casa después del servicio y murmuran sobre el mensaje, porque eso es lo que hacemos cuando vivimos en el desierto.

   Los israelitas querían volver a Egipto, a sus potes de carne, cebollas y ajo (ver Números 11:5). Los gustos conocidos de Egipto que les habían satisfecho durante cuatrocientos años seguían impidiéndoles adquirir el nuevo gusto por la leche y la miel de Canaán.

Salgan de en me dio da ellos
   "Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré. Y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso"(2 Corintios 6:17-18)
.
     El modo en que Dios trató a Israel es el mismo en que nos tratará a nosotros. Si queremos vivir plenamente la vida que Dios quiere para nosotros, tendremos que cambiar nuestra dieta. Tendremos que salir de Egipto y apartarnos. Tendrán que cambiar nuestras papilas gustativas. ¿Qué es lo que hace que su vida sea excitante? ¿Siguen gustándole las drogas y el alcohol? ¿Sigue frecuentando las discos y los bares del Faraón? ¿Sigue pensando en la fornicación Y la pornografía? ¿Sueña con la leche y la miel mientras come cebolla y ajo? Si es así, tendrá que cambiar su dieta, porque el destino determina la dieta, y uno come
aquello en lo que desea convertirse.

   Cuando cambian nuestras papilas, también cambia nuestra dieta. ¿Cuál es su deseo respecto de la Palabra de Dios? ¿Le entusias.ma la verdad de la Biblia? ¿Se levanta por la mañana pensando: "Lo primero que quiero hacer es leer la Biblia?" Si es así, sus papilas gustativas están cambiando y el desierto se está esfumando. Canaán está del otro lado del] Jordán y sus pies están casi listos para cruzar. ¿Qué hay de los libros que lee, las películas que ve, los clubes que frecuenta y los amigos que tiene? ¿Están en conocimiento de Canaán?

   Si sigue pareciéndole aburrido ir a una reunión de oración -si el Espíritu Santo tiene que reprenderlo, y hacen falta ángeles para llevarlo hasta la puerta- entonces todavía no ha adquirido el gusto por las cosas de Dios.

   Si sigue pensando en la cebolla y el ajo, no podrá comer leche y miel. Aquí hay una extraña combinación de alimentos. Porque si come cebolla y ajo con miel y leche, sus papilas se rebelarán y su estómago enfermará. Esto es lo que sucede cuando uno conserva el gusto por la comida de Egipto y quiere comer la de Canaán: se enferma. ¡Nuevo deseo, nuevo destino!

   Dios prefiere que esté usted en Egipto o en Canaán, porque cuando está en Canaán, Jesús exigirá total compromiso de su iglesia. "¡Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente! ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca" (Apocalipsis 3:15-16), es lo que le dijo a la iglesia de Laodicea. y la palabra a Laodicea es la misma que nos dice hoy en nuestra iglesia moderna.

   Dios rechaza el gusto mezclado de la leche y el ajo. Así que debe decidir dónde vivir: en Egipto o en Canaán, en la esclavitud o en la libertad. Dios no quiere que nada de lo que vivió mientras era esclavo le impida avanzar cuando cruce el río Jordán. Quiere que todo lo que tenga que ver  con la opresión sea cortado en la circuncisión, para que pueda usted cruzar, con una mentalidad diferente. Recuerde: no se puede avanzar al futuro mirando el espejo retrovisor.

   Los adultos de Israel que habían sido liberados de Egipto no llegaron jamás a la Tierra Prometida. Fueron los hijos de ellos, los nacidos en el desierto, quienes recibieron el entrenamiento para poder entrar en Canaán. Hizo falta una generación entera para borrar de sus mentes la influencia de Egipto. Dios no permitió que los padres entraran en Canaán, porque llevaban a Egipto en su mente. Habían sido condicionados mentalmente durante cuatrocientos treinta años de esclavitud. No querían la transformación mental. Así es que, aunque parezca duro, una de las mejores cosas que Dios podía hacer para que su plan avanzara, era asegurarse de que permanecieran y murieran en el desierto de Sinaí.
Recuerde: llevar la corona puesta no implica que uno piense como rey. El desierto es el aula de Dios, donde nos entrena para Canaán. La libertad
exige preparación
Myles Munroe. En busca de la libertad. Primera edición 2005. Editorial Peniel. Pag 128a la 135

sábado, 16 de enero de 2021

GENTE EN EL DESIERTO. Parte I

   La vida de Israel bajo el látigo terminó con su liberación, pero los pensamientos castigados de cuatro siglos de opresión los siguió cuando iban hacia el Mar Rojo.

   Casi puedo imaginar lo que le parecería el cruce del Sinaí a Dios. La imagen que vi desde el avión ha quedado impresa en mi mente. El calor y el sol que mi esposa Ruth y yo sentimos al caminar por allí fue lo mismo que sintió Moisés. La mismas colinas, el mismo polvo, todo eso vio y vivió el pueblo hebreo.

   Los libros de Éxodo, Levítico y Números llenan los huecos de mi imaginación con el relato de lo que sucedió hace 3.400 años, cuando los esclavos más viejos fracasaron en su intento por llegar a la libertad y murieron en el polvo del Sinaí. Sin embargo, hubo otros que sí llegaron a cruzar el Jordán. Aquí veremos las lecciones que podemos aprender de ambos grupos: los mayores y las generaciones de jóvenes entre los israelitas.

   Las verdades sobre los mayores son importantes porque nos advierten de los peligros del pensamiento de opresión y rebeldía. Y las verdades sobre los hijos también son importantes porque pueden ayudarnos a romper con nuestras esclavitudes. 

   Los paralelos entre los procesos individuales y nacionales en el éxodo de los hebreos son asombrosos por su similitud. Vayamos en un viaje imaginario, por los caminos del desierto que recorrió Israel.

Vida responsable, que comienza con una promesa
   La primera lección que nos enseña Israel es que el llamado de Dios a la vida responsable siempre comienza con una promesa. Antes de que Israel fuera a Egipto bajo la dirección y protección de José, el hijo de Jacob, el patriarca de la familia, Abraham, recibió una promesa:

"Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición (. .. ) y serán benditas en ti todas las familias de la tierra" (Génesis 12:2-3).

   Hubo hambruna en la tierra de Israel, así que José, que había sido vendido a Egipto como esclavo y eventualmente llegó a ser primer ministro del Faraón por sus dones de administrador, invitó a su familia a vivir y comer en la seguridad de Egipto. Luego de que José y el Faraón murieran, un nuevo rey egipcio que desconocía a José, hizo esclavos a los hebreos. Pero aunque los israelitas eran ahora esclavos en Egipto, Dios no había olvidado la promesa que le había hecho a Abraham.

   El modo en que Dios condujo a los hijos de Israel es el modo en que sigue conduciendo a todas las personas y naciones. Así que veamos dos principios en las promesas de Dios.

Dios da una promesa antas da cumplirla, para crear una visión
   Este primer principio tiene sentido ¿verdad? No se promete algo que ya se ha dado. Así que el primer punto importante que vemos en este capítulo es que Dios siempre comienza por el resultado final. Siempre trabaja hacia la meta de nuestra libertad, pero necesita que captemos y creamos en la visión que nos lleva a ella. Dios nos da la visión de la libertad cuando aún estamos bajo la esclavitud.

   El proceso de la liberación de Israel comenzó con la promesa a Abraham, lo que estableció la nación hebrea. Pero cuando llegó el momento de liberar a Israel del yugo egipcio, Dios renovó la promesa, esta vez a Moisés, mientras este se hallaba de pie y descalzo ante la zarza ardiente en Sinaí: "Y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel" (Éxodo 3:8).

   Ahora, esta era una promesa de veras. Dios le describe a Moisés la tierra que le había prometido a Abraham, como nunca la había descrito para Abraham. Todo sería hermoso, perfecto, próspero; la leche y la miel fluiría, y habría espacio y todo sería bueno. Una visión es la promesa de un futuro preferencial, y Dios promete lo mismo a toda la humanidad, a todas las naciones.

   Dios le ha prometido a todo hombre, mujer y niño en la Tierra, la esperanza del futuro y la vida celestial. Todo humano ha sido creado para cumplir esta promesa. Usted es producto de una promesa. Ahora observe el segundo principio de la promesa de Dios al hombre:

Dios siempre da la promesa mientras somos aun esclavos
  Dios nos da la buena noticia mientras aún vivimos la mala experiencia. Nos habla de libertad mientras somos todavía esclavos. Cuando nos habla de la cima, estamos aún en el pozo. ¿Por qué? Porque las promesas son siempre de cumplimiento futuro, y tienen por objeto traer esperanza. De eso se trata la esperanza. La promesa hace nacer la visión. La promesa hace nacer la fe.

   Dios le prometió a Abraham que llegaría a ser una gran nación. Pero cuando llegó el momento de cumplir esa promesa los israelitas sufrían en el pozo de la esclavitud en Egipto. Así que, en cumplimiento de su promesa Dios hizo surgir a Moisés, quien aceptó ser el administrador del llamado a la liberación de los hebreos. Una promesa divina es mientras comían ajo y cebolla. Sin embargo, no les dijo cual era el proceso necesario para que llegaran a la libertad.

Las tres fases de la libertad en el camino de la responsabilidad.
   Los hombres, las mujeres y las naciones de hoy deben progresar avanzando por tres fases idénticas a las del proceso por el que pasaron los israelitas mientras Moisés los guiaba hacia la libertad.

   El camino hacia la responsabilidad recorre las rutas del mundo, en el Mar Rojo, en el desierto y cruzando el río Jordán hacia la tierra prometida. Así que la primera fase es la esclavitud -o Egipto-. La segunda fase es el desierto. y la tercera fase es el cruce del río Jordán hacia la tierra prometida. 

   Toda nación o persona, grande o pequeña, Joven o Vieja, debe pasar por estas tres fases en su camino hacia la verdadera libertad. Como señalé en los capítulos anteriores, si uno no puede sobreponerse a las realdades de su pasado, todo lo que puede esperar es la experiencia del desierto. Porque la verdadera libertad es siempre cuestión de mente y corazón.

La fase de la Esclavitud en Egipto
   La fase de Egipto es el tiempo de la opresión y la esclavitud. Israel había sido esclavo de Egipto durante más de cuatrocientos años. Estaban deprimidos, oprimidos, suprimidos y en algunos casos habían sido esclavos durante más de diez generaciones. Veamos su historia, según la registra Éxodo 1:

"Entonces pusieron sobre ellos comisarios de tributos que los molestasen con sus cargas; y edificaron para Faraón las ciudades de almacenaje, Pitón y Ramesés. Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel. Y los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, y amargaron su vida con dura servidumbre, en hacer barro y ladrillo, y en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor" (vv. 1I-14).

   La dura servidumbre y el maltrato del pueblo esclavizado los movía a clamar diariamente por su libertad: "Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto, y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre" (Éxodo 2:23). Dios oyó su clamor, según los versículos 24-25
:
"Oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios".

   Dios hizo surgir a un liberador del mismo palacio de Egipto. Recogido de entre los juncos del Nilo por la hija del Faraón, quien lo crio como a un hijo, Moisés sería el liberador de Israel. Llamado de entre los campos de pastoreo de Madián, a los ochenta años, Dios lo usaría sobrenaturalmente como predecesor de Jesús para mostrar a todo ser humano cuán fútil es intentar la salvación de manera natural. Moisés, antes de ser fugitivo, había intentado liberar a su pueblo utilizando una estrategia propia ... y mató a un egipcio

   Cuando Moisés o su hermano y compañero de ministerio, Aarón, alzaban en alto su cayado de pastor, Dios lo convertía en milagrosa herramienta de liberación. Hubo terribles plagas que se desataron sobre Egipto, manifestando la divinidad. Al salir de Egipto e iniciar su viaje por el desierto, se abrió el Mar Rojo, cayó maná del cielo, las columnas de fuego y las nubes los preservaban del frío y el calor mientras guiaban su camino, salía agua de las rocas y su ropa se mantuvo limpia y fresca durante todo el viaje. Era la sombra y el tipo de salvación que hoy tenemos en Cristo, porque la humanidad es salva por milagrosa gracia de Dios y no por obras religiosas. La liberación siempre es milagrosa.

   Cuando Jesús estuvo en la Tierra probó la realidad de la divinidad y el amor. de Dios por medio de los muchos milagros que Dios hizo a través de El. Jesús caminó sobre el agua, sanó a los enfermos, ordenó que las redes se llenaran de peces, alimentó milagrosamente a miles de personas, calmó tormentas con su palabra y resucitó a personas que habían muerto. Luego sangró, murió y resucitó para salvarnos, sin pedirnos hizo todo. Lo único que tenemos que hacer es estar de acuerdo con El, y Él nos salva. No podemos morir por nosotros mismos ni hay obra buena que nos haga "ganar" la salvación. Jesús hizo todo lo que necesitaba hacerse para liberarnos del pecado -Egipto-.

   Las señales milagrosas que Dios obró cuando Moisés alzaba su cayado hicieron que una serie de milagrosas plagas debilitaran al Faraón, y que Israel pudiera librarse para salir del barro hacia Sinaí. No hubo nada natural en su liberación: todo fue milagroso. Y es así exactamente como Dios libera a las personas de su fase de Egipto hoy: milagrosamente. Hoy Dios envía al Espíritu Santo para confirmar su realidad por medio de señales milagrosas, y llega a nuestros corazones para hacernos nueva creación en nuestro ser interior. Pablo escribe:

"De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Corintios 5:17).

  Solo Dios puede hacerlo. Es milagro. Y entonces Él nos guía hacia la siguiente fase de liberación en el camino hacia la libertad, por medio del milagro que abre nuestro propio Mar Rojo.

La fase de Mar Rojo
    La segunda fase en el camino hacia la libertad comienza con la apertura del Mar Rojo, que siempre lleva al desierto. Recuerde que Dios no llevó a los israelitas directamente de Egipto a Canaán. Los llevó al desierto primero, para sacarles el Egipto que tenían adentro.

    Fue en Egipto donde Dios obró sus milagros de liberación. Cuando las plagas del agua sangrienta, las ranas, los insectos, las llagas y el granizo se mezclaron con el fuego, las langostas y la oscuridad que cubrió a los egipcios, Israel se mantuvo a salvo de todas. Sin embargo, en Sinaí Dios obró sus milagros de providencia. La experiencia en el desierto de Sinaí se caracteriza por la milagrosa provisión de Dios.

   Muchos enseñan que la experiencia de Israel en el desierto fue solamente un tiempo de sueños sin concretar y fracasos continuos. Y para los hebreos de mayor edad, los que tenían mentalidad de esclavos, era verdad. Pero el desierto fue también el lugar donde Dios consoló y proveyó milagrosamente, en abundancia. Durante nuestros primeros años de fe en el desierto vivimos del milagroso maná de Dios. Él hace todo durante ese período, sin que contribuyamos nada.

   Lo mismo sucede con las naciones. Cuando Dios permite que nazca una nueva nación, provee un período de gracia y abundancia para que puedan aprender y prepararse para la responsabilidad de la libertad. ¿ Primero Dios nos saca de Egipto, por medio de su milagroso poder que abre el Mar Rojo:

"extendió Moisés su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se retirase por recio viento oriental toda aquella noche; y volvió el mar en seco, y las aguas quedaron divididas. Entonces los hijos de Israel entraron por en medio del mar, en seco, teniendo las aguas como
¿ muro a su derecha y a su izquierda" (Éxodo 14:21-22).

   Entonces, una vez que hemos sido liberados del opresor y entramos en el desierto, recibimos de Dios el milagroso pan del cielo como alimento cotidiano. En la liberación Dios milagrosamente provee y cubre nuestras necesidades.

"He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá cIaramente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no" (Éxodo 16:4).

 Si somos sinceros en nuestra búsqueda y nos encontramos en necesidad del poder milagroso de Dios, Él hará salir agua de la roca donde no podríamos encontrarla. 

"He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb' y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo': (Éxodo 17:6).

y Dios proveerá de manera sobrenatural lo que nos haga falta: alimentos, refugio, ropa.
"Tu vestido nunca se envejeció sobre ti, ni el pie se te ha hinchado en estos cuarenta años" (Deuteronomio 8:4).

   A causa de nuestra joven fe en el desierto, Dios extiende mucha gracia sobre nosotros. Y aunque los hijos de Israel maldecían a Dios continuamente, murmurando antes Moisés y diciendo que querían regresar a Egipto, Dios seguía alimentándolos, vistiéndolos y proveyéndoles agua y comida gratis, milagrosamente.

   Es por esto que la experiencia del desierto se caracteriza por los milagros. Los israelitas quizá hayan vagado por el desierto durante cuarenta años mientras la Tierra Prometida se hallaba a tan solo a un mes de distancia, pero sus necesidades siempre se vieron satisfechas. Lo mismo sucede en el proceso de la salvación.

   Este principio también vale en el proceso de salvación y redención personal o nacional. Cuando por primera vez uno es liberado de la esclavitud del pecado, habrá muchos milagros en su vida, su ministerio, iglesia y trabajo. Muchas personas inician un negocio y experimentan repentina prosperidad. Se sienten tan entusiasmados durante los primeros tres meses que piensan que lloverán los millones. Pero a medida que avanza el tiempo y no llegan a madurar en los asuntos de Dios, la milagrosa providencia gradualmente se va secando y pronto comienzan a preguntarse cómo harán para poder mantener el negocio a flote.

  ¿Recuerda usted el comienzo de su salvación? ¿Sentía que quería salvar a todo el mundo, verdad? Acababa de vivir una experiencia milagrosa y estaba muy entusiasmado. Oraba por la pasta dentífrica, y aparecía en la mañana. Dios hacía todo por usted. Pero ahora que han pasado años de su salvación, se pregunta usted si Dios se acuerda de sus dientes.

   Cuando estamos en la experiencia del desierto siempre tendremos provisiones gratis. Dios proveerá y cuidará de nosotros durante este período. Es por ello que muchos nuevos conversos creen que Dios es Santa Claus. Lo mismo pensaban los hebreos en el desierto.

   Dios es nuestro patrocinador mientras estamos en el desierto. Es allí donde Dios suple toda necesidad, sin rendición de cuentas. Y lo hará a pesar de su tendencia pecadora, traída de los oscuros días en que vivió en Egipto.

   Dios lo alimentará en el desierto aún si usted murmura y se queja. Dios lo bendecirá aún si peca. Dios proveerá para usted. Lo cuidará aún si usted lo insulta al caminar por el desierto. Si siente celos, enojo, si se involucra en cosas detestables, Dios seguirá alimentándolo y cubriendo sus necesidades ¿Por qué? Para guardar su Palabra e integridad, para mostrarle a usted su naturaleza y confirmar su amor por usted. Sin embargo, y lo que es más importante, le dará también el tiempo y la oportunidad de renovar su mente y cambiar su espíritu de esclavo.

  Quizá haya estado usted pecando y Dios siguió bendiciéndolo. Ha estado protestando y Dios siguió bendiciéndolo. ¿Por qué? Mire alrededor de usted. ¿Ve arena y arbustos? Sí, seguro, porque sigue en el desierto. Aun es un niño en crecimiento. Quizá haya aceptado la salvación hace poco tiempo. Y Dios sigue bendiciéndolo, aún en sus pecados. Usted es un hijito de Dios, y aunque siga portándose mal, Dios seguirá bendiciéndolo.

   La gente del desierto se ha librado de la esclavitud, pero todavía no es libre. El desierto nos prepara para la libertad. Llegará un día en que los milagros cesarán y entonces usted, por fe, deberá arremangarse y trabajar en su salvación como socio de Dios.

   No importa qué piense usted que Dios quiera hacer con su vida no importa cuántas cosas buenas Él le haya prometido, Dios hará que usted califique para recibirlas antes de dárselas. Para eso es el desierto. Es un lugar de pruebas. Dios lo hará calificar para la promesa. El desierto lo hará calificar para Canaán.

   Dios no confía en las personas que acaba de liberar, en gente que todavía sigue siendo haragana y espiritualmente irresponsable. No conocen la Biblia aún, así que no saben administrar con efectividad. No son creativos ni automotivados en los asuntos de Dios. No pueden enfrentar la presión espiritual, las luchas de la vida, las dificultades o los desafíos de la libertad fuera del control de opresor. Constantemente necesitan que otros cuiden de ellos. Dios no permitirá que ese espíritu entre en Canaán. Lea sus palabras dichas a Moisés en lo referente a por que primero llevó a los israelitas al desierto:

"Para que no se arrepienta el pueblo cuando vea la guerra, y se vuelva a Egipto" CExodo 13:17).

 El versículo 18 dice: "Mas hizo Dios que el pueblo rodease' por el camino del desierto del Mar Rojo. Y subieron los hijos de Israel de Egipto armados",

   Quizá algunos le piden a Dios que los lleve hacia lo que Él les mostró como propósito para su vida. Uno quiere abrir ese negocio ahora mismo. Quiere entrar ya mismo en esa escuela. Quiere ese ministerio hoy mismo. Pero Dios quizá les dice que todavía no puede confiarle un negocio, porque no han aprendido todavía a administrar su propia vida. Así que Él lo mantendrá en el desierto hasta poder madurarlo y enseñarle a administrar. Recuerde que Dios pide administración. Es en el desierto donde Dios revela su amor. Pero un día, del otro lado del Jordán, Él le dará un talento. Y quienes aprenden a administrar podrán comerciar con éxito. El principio es: la promesa exige preparación.

   Hay muchas personas en el ministerio hoy que no fueron puestas allí por Dios. Dios no los había graduado del Sinaí, pero ellos compraron sus tarjetas de presentación de todos modos. Es por eso que causan muchos problemas en la iglesia: cometen errores, caen, causan líos. Se han arrogado títulos sin pasar por la prueba del desierto que Dios tiene para nosotros.

   Dios nunca nos dará aquello para lo que no nos haya preparado como administradores. Así que tenemos bebés del desierto que tropiezan en la tierra prometida, representan un papel, juntan dinero y viven como el diablo. Dios quiere bendecimos con lo que nos ha prometido, pero es la vida en el desierto, sancionada por Él, lo que nos califica para su entrada a Canaán -la libertad-
Myles Munroe. En busca de la libertad. Primera edición 2005. Editorial Peniel. Pag 119 a la 128 .