sábado, 16 de enero de 2021

GENTE EN EL DESIERTO. Parte I

   La vida de Israel bajo el látigo terminó con su liberación, pero los pensamientos castigados de cuatro siglos de opresión los siguió cuando iban hacia el Mar Rojo.

   Casi puedo imaginar lo que le parecería el cruce del Sinaí a Dios. La imagen que vi desde el avión ha quedado impresa en mi mente. El calor y el sol que mi esposa Ruth y yo sentimos al caminar por allí fue lo mismo que sintió Moisés. La mismas colinas, el mismo polvo, todo eso vio y vivió el pueblo hebreo.

   Los libros de Éxodo, Levítico y Números llenan los huecos de mi imaginación con el relato de lo que sucedió hace 3.400 años, cuando los esclavos más viejos fracasaron en su intento por llegar a la libertad y murieron en el polvo del Sinaí. Sin embargo, hubo otros que sí llegaron a cruzar el Jordán. Aquí veremos las lecciones que podemos aprender de ambos grupos: los mayores y las generaciones de jóvenes entre los israelitas.

   Las verdades sobre los mayores son importantes porque nos advierten de los peligros del pensamiento de opresión y rebeldía. Y las verdades sobre los hijos también son importantes porque pueden ayudarnos a romper con nuestras esclavitudes. 

   Los paralelos entre los procesos individuales y nacionales en el éxodo de los hebreos son asombrosos por su similitud. Vayamos en un viaje imaginario, por los caminos del desierto que recorrió Israel.

Vida responsable, que comienza con una promesa
   La primera lección que nos enseña Israel es que el llamado de Dios a la vida responsable siempre comienza con una promesa. Antes de que Israel fuera a Egipto bajo la dirección y protección de José, el hijo de Jacob, el patriarca de la familia, Abraham, recibió una promesa:

"Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición (. .. ) y serán benditas en ti todas las familias de la tierra" (Génesis 12:2-3).

   Hubo hambruna en la tierra de Israel, así que José, que había sido vendido a Egipto como esclavo y eventualmente llegó a ser primer ministro del Faraón por sus dones de administrador, invitó a su familia a vivir y comer en la seguridad de Egipto. Luego de que José y el Faraón murieran, un nuevo rey egipcio que desconocía a José, hizo esclavos a los hebreos. Pero aunque los israelitas eran ahora esclavos en Egipto, Dios no había olvidado la promesa que le había hecho a Abraham.

   El modo en que Dios condujo a los hijos de Israel es el modo en que sigue conduciendo a todas las personas y naciones. Así que veamos dos principios en las promesas de Dios.

Dios da una promesa antas da cumplirla, para crear una visión
   Este primer principio tiene sentido ¿verdad? No se promete algo que ya se ha dado. Así que el primer punto importante que vemos en este capítulo es que Dios siempre comienza por el resultado final. Siempre trabaja hacia la meta de nuestra libertad, pero necesita que captemos y creamos en la visión que nos lleva a ella. Dios nos da la visión de la libertad cuando aún estamos bajo la esclavitud.

   El proceso de la liberación de Israel comenzó con la promesa a Abraham, lo que estableció la nación hebrea. Pero cuando llegó el momento de liberar a Israel del yugo egipcio, Dios renovó la promesa, esta vez a Moisés, mientras este se hallaba de pie y descalzo ante la zarza ardiente en Sinaí: "Y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel" (Éxodo 3:8).

   Ahora, esta era una promesa de veras. Dios le describe a Moisés la tierra que le había prometido a Abraham, como nunca la había descrito para Abraham. Todo sería hermoso, perfecto, próspero; la leche y la miel fluiría, y habría espacio y todo sería bueno. Una visión es la promesa de un futuro preferencial, y Dios promete lo mismo a toda la humanidad, a todas las naciones.

   Dios le ha prometido a todo hombre, mujer y niño en la Tierra, la esperanza del futuro y la vida celestial. Todo humano ha sido creado para cumplir esta promesa. Usted es producto de una promesa. Ahora observe el segundo principio de la promesa de Dios al hombre:

Dios siempre da la promesa mientras somos aun esclavos
  Dios nos da la buena noticia mientras aún vivimos la mala experiencia. Nos habla de libertad mientras somos todavía esclavos. Cuando nos habla de la cima, estamos aún en el pozo. ¿Por qué? Porque las promesas son siempre de cumplimiento futuro, y tienen por objeto traer esperanza. De eso se trata la esperanza. La promesa hace nacer la visión. La promesa hace nacer la fe.

   Dios le prometió a Abraham que llegaría a ser una gran nación. Pero cuando llegó el momento de cumplir esa promesa los israelitas sufrían en el pozo de la esclavitud en Egipto. Así que, en cumplimiento de su promesa Dios hizo surgir a Moisés, quien aceptó ser el administrador del llamado a la liberación de los hebreos. Una promesa divina es mientras comían ajo y cebolla. Sin embargo, no les dijo cual era el proceso necesario para que llegaran a la libertad.

Las tres fases de la libertad en el camino de la responsabilidad.
   Los hombres, las mujeres y las naciones de hoy deben progresar avanzando por tres fases idénticas a las del proceso por el que pasaron los israelitas mientras Moisés los guiaba hacia la libertad.

   El camino hacia la responsabilidad recorre las rutas del mundo, en el Mar Rojo, en el desierto y cruzando el río Jordán hacia la tierra prometida. Así que la primera fase es la esclavitud -o Egipto-. La segunda fase es el desierto. y la tercera fase es el cruce del río Jordán hacia la tierra prometida. 

   Toda nación o persona, grande o pequeña, Joven o Vieja, debe pasar por estas tres fases en su camino hacia la verdadera libertad. Como señalé en los capítulos anteriores, si uno no puede sobreponerse a las realdades de su pasado, todo lo que puede esperar es la experiencia del desierto. Porque la verdadera libertad es siempre cuestión de mente y corazón.

La fase de la Esclavitud en Egipto
   La fase de Egipto es el tiempo de la opresión y la esclavitud. Israel había sido esclavo de Egipto durante más de cuatrocientos años. Estaban deprimidos, oprimidos, suprimidos y en algunos casos habían sido esclavos durante más de diez generaciones. Veamos su historia, según la registra Éxodo 1:

"Entonces pusieron sobre ellos comisarios de tributos que los molestasen con sus cargas; y edificaron para Faraón las ciudades de almacenaje, Pitón y Ramesés. Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel. Y los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, y amargaron su vida con dura servidumbre, en hacer barro y ladrillo, y en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor" (vv. 1I-14).

   La dura servidumbre y el maltrato del pueblo esclavizado los movía a clamar diariamente por su libertad: "Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto, y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre" (Éxodo 2:23). Dios oyó su clamor, según los versículos 24-25
:
"Oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios".

   Dios hizo surgir a un liberador del mismo palacio de Egipto. Recogido de entre los juncos del Nilo por la hija del Faraón, quien lo crio como a un hijo, Moisés sería el liberador de Israel. Llamado de entre los campos de pastoreo de Madián, a los ochenta años, Dios lo usaría sobrenaturalmente como predecesor de Jesús para mostrar a todo ser humano cuán fútil es intentar la salvación de manera natural. Moisés, antes de ser fugitivo, había intentado liberar a su pueblo utilizando una estrategia propia ... y mató a un egipcio

   Cuando Moisés o su hermano y compañero de ministerio, Aarón, alzaban en alto su cayado de pastor, Dios lo convertía en milagrosa herramienta de liberación. Hubo terribles plagas que se desataron sobre Egipto, manifestando la divinidad. Al salir de Egipto e iniciar su viaje por el desierto, se abrió el Mar Rojo, cayó maná del cielo, las columnas de fuego y las nubes los preservaban del frío y el calor mientras guiaban su camino, salía agua de las rocas y su ropa se mantuvo limpia y fresca durante todo el viaje. Era la sombra y el tipo de salvación que hoy tenemos en Cristo, porque la humanidad es salva por milagrosa gracia de Dios y no por obras religiosas. La liberación siempre es milagrosa.

   Cuando Jesús estuvo en la Tierra probó la realidad de la divinidad y el amor. de Dios por medio de los muchos milagros que Dios hizo a través de El. Jesús caminó sobre el agua, sanó a los enfermos, ordenó que las redes se llenaran de peces, alimentó milagrosamente a miles de personas, calmó tormentas con su palabra y resucitó a personas que habían muerto. Luego sangró, murió y resucitó para salvarnos, sin pedirnos hizo todo. Lo único que tenemos que hacer es estar de acuerdo con El, y Él nos salva. No podemos morir por nosotros mismos ni hay obra buena que nos haga "ganar" la salvación. Jesús hizo todo lo que necesitaba hacerse para liberarnos del pecado -Egipto-.

   Las señales milagrosas que Dios obró cuando Moisés alzaba su cayado hicieron que una serie de milagrosas plagas debilitaran al Faraón, y que Israel pudiera librarse para salir del barro hacia Sinaí. No hubo nada natural en su liberación: todo fue milagroso. Y es así exactamente como Dios libera a las personas de su fase de Egipto hoy: milagrosamente. Hoy Dios envía al Espíritu Santo para confirmar su realidad por medio de señales milagrosas, y llega a nuestros corazones para hacernos nueva creación en nuestro ser interior. Pablo escribe:

"De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Corintios 5:17).

  Solo Dios puede hacerlo. Es milagro. Y entonces Él nos guía hacia la siguiente fase de liberación en el camino hacia la libertad, por medio del milagro que abre nuestro propio Mar Rojo.

La fase de Mar Rojo
    La segunda fase en el camino hacia la libertad comienza con la apertura del Mar Rojo, que siempre lleva al desierto. Recuerde que Dios no llevó a los israelitas directamente de Egipto a Canaán. Los llevó al desierto primero, para sacarles el Egipto que tenían adentro.

    Fue en Egipto donde Dios obró sus milagros de liberación. Cuando las plagas del agua sangrienta, las ranas, los insectos, las llagas y el granizo se mezclaron con el fuego, las langostas y la oscuridad que cubrió a los egipcios, Israel se mantuvo a salvo de todas. Sin embargo, en Sinaí Dios obró sus milagros de providencia. La experiencia en el desierto de Sinaí se caracteriza por la milagrosa provisión de Dios.

   Muchos enseñan que la experiencia de Israel en el desierto fue solamente un tiempo de sueños sin concretar y fracasos continuos. Y para los hebreos de mayor edad, los que tenían mentalidad de esclavos, era verdad. Pero el desierto fue también el lugar donde Dios consoló y proveyó milagrosamente, en abundancia. Durante nuestros primeros años de fe en el desierto vivimos del milagroso maná de Dios. Él hace todo durante ese período, sin que contribuyamos nada.

   Lo mismo sucede con las naciones. Cuando Dios permite que nazca una nueva nación, provee un período de gracia y abundancia para que puedan aprender y prepararse para la responsabilidad de la libertad. ¿ Primero Dios nos saca de Egipto, por medio de su milagroso poder que abre el Mar Rojo:

"extendió Moisés su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se retirase por recio viento oriental toda aquella noche; y volvió el mar en seco, y las aguas quedaron divididas. Entonces los hijos de Israel entraron por en medio del mar, en seco, teniendo las aguas como
¿ muro a su derecha y a su izquierda" (Éxodo 14:21-22).

   Entonces, una vez que hemos sido liberados del opresor y entramos en el desierto, recibimos de Dios el milagroso pan del cielo como alimento cotidiano. En la liberación Dios milagrosamente provee y cubre nuestras necesidades.

"He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá cIaramente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no" (Éxodo 16:4).

 Si somos sinceros en nuestra búsqueda y nos encontramos en necesidad del poder milagroso de Dios, Él hará salir agua de la roca donde no podríamos encontrarla. 

"He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb' y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo': (Éxodo 17:6).

y Dios proveerá de manera sobrenatural lo que nos haga falta: alimentos, refugio, ropa.
"Tu vestido nunca se envejeció sobre ti, ni el pie se te ha hinchado en estos cuarenta años" (Deuteronomio 8:4).

   A causa de nuestra joven fe en el desierto, Dios extiende mucha gracia sobre nosotros. Y aunque los hijos de Israel maldecían a Dios continuamente, murmurando antes Moisés y diciendo que querían regresar a Egipto, Dios seguía alimentándolos, vistiéndolos y proveyéndoles agua y comida gratis, milagrosamente.

   Es por esto que la experiencia del desierto se caracteriza por los milagros. Los israelitas quizá hayan vagado por el desierto durante cuarenta años mientras la Tierra Prometida se hallaba a tan solo a un mes de distancia, pero sus necesidades siempre se vieron satisfechas. Lo mismo sucede en el proceso de la salvación.

   Este principio también vale en el proceso de salvación y redención personal o nacional. Cuando por primera vez uno es liberado de la esclavitud del pecado, habrá muchos milagros en su vida, su ministerio, iglesia y trabajo. Muchas personas inician un negocio y experimentan repentina prosperidad. Se sienten tan entusiasmados durante los primeros tres meses que piensan que lloverán los millones. Pero a medida que avanza el tiempo y no llegan a madurar en los asuntos de Dios, la milagrosa providencia gradualmente se va secando y pronto comienzan a preguntarse cómo harán para poder mantener el negocio a flote.

  ¿Recuerda usted el comienzo de su salvación? ¿Sentía que quería salvar a todo el mundo, verdad? Acababa de vivir una experiencia milagrosa y estaba muy entusiasmado. Oraba por la pasta dentífrica, y aparecía en la mañana. Dios hacía todo por usted. Pero ahora que han pasado años de su salvación, se pregunta usted si Dios se acuerda de sus dientes.

   Cuando estamos en la experiencia del desierto siempre tendremos provisiones gratis. Dios proveerá y cuidará de nosotros durante este período. Es por ello que muchos nuevos conversos creen que Dios es Santa Claus. Lo mismo pensaban los hebreos en el desierto.

   Dios es nuestro patrocinador mientras estamos en el desierto. Es allí donde Dios suple toda necesidad, sin rendición de cuentas. Y lo hará a pesar de su tendencia pecadora, traída de los oscuros días en que vivió en Egipto.

   Dios lo alimentará en el desierto aún si usted murmura y se queja. Dios lo bendecirá aún si peca. Dios proveerá para usted. Lo cuidará aún si usted lo insulta al caminar por el desierto. Si siente celos, enojo, si se involucra en cosas detestables, Dios seguirá alimentándolo y cubriendo sus necesidades ¿Por qué? Para guardar su Palabra e integridad, para mostrarle a usted su naturaleza y confirmar su amor por usted. Sin embargo, y lo que es más importante, le dará también el tiempo y la oportunidad de renovar su mente y cambiar su espíritu de esclavo.

  Quizá haya estado usted pecando y Dios siguió bendiciéndolo. Ha estado protestando y Dios siguió bendiciéndolo. ¿Por qué? Mire alrededor de usted. ¿Ve arena y arbustos? Sí, seguro, porque sigue en el desierto. Aun es un niño en crecimiento. Quizá haya aceptado la salvación hace poco tiempo. Y Dios sigue bendiciéndolo, aún en sus pecados. Usted es un hijito de Dios, y aunque siga portándose mal, Dios seguirá bendiciéndolo.

   La gente del desierto se ha librado de la esclavitud, pero todavía no es libre. El desierto nos prepara para la libertad. Llegará un día en que los milagros cesarán y entonces usted, por fe, deberá arremangarse y trabajar en su salvación como socio de Dios.

   No importa qué piense usted que Dios quiera hacer con su vida no importa cuántas cosas buenas Él le haya prometido, Dios hará que usted califique para recibirlas antes de dárselas. Para eso es el desierto. Es un lugar de pruebas. Dios lo hará calificar para la promesa. El desierto lo hará calificar para Canaán.

   Dios no confía en las personas que acaba de liberar, en gente que todavía sigue siendo haragana y espiritualmente irresponsable. No conocen la Biblia aún, así que no saben administrar con efectividad. No son creativos ni automotivados en los asuntos de Dios. No pueden enfrentar la presión espiritual, las luchas de la vida, las dificultades o los desafíos de la libertad fuera del control de opresor. Constantemente necesitan que otros cuiden de ellos. Dios no permitirá que ese espíritu entre en Canaán. Lea sus palabras dichas a Moisés en lo referente a por que primero llevó a los israelitas al desierto:

"Para que no se arrepienta el pueblo cuando vea la guerra, y se vuelva a Egipto" CExodo 13:17).

 El versículo 18 dice: "Mas hizo Dios que el pueblo rodease' por el camino del desierto del Mar Rojo. Y subieron los hijos de Israel de Egipto armados",

   Quizá algunos le piden a Dios que los lleve hacia lo que Él les mostró como propósito para su vida. Uno quiere abrir ese negocio ahora mismo. Quiere entrar ya mismo en esa escuela. Quiere ese ministerio hoy mismo. Pero Dios quizá les dice que todavía no puede confiarle un negocio, porque no han aprendido todavía a administrar su propia vida. Así que Él lo mantendrá en el desierto hasta poder madurarlo y enseñarle a administrar. Recuerde que Dios pide administración. Es en el desierto donde Dios revela su amor. Pero un día, del otro lado del Jordán, Él le dará un talento. Y quienes aprenden a administrar podrán comerciar con éxito. El principio es: la promesa exige preparación.

   Hay muchas personas en el ministerio hoy que no fueron puestas allí por Dios. Dios no los había graduado del Sinaí, pero ellos compraron sus tarjetas de presentación de todos modos. Es por eso que causan muchos problemas en la iglesia: cometen errores, caen, causan líos. Se han arrogado títulos sin pasar por la prueba del desierto que Dios tiene para nosotros.

   Dios nunca nos dará aquello para lo que no nos haya preparado como administradores. Así que tenemos bebés del desierto que tropiezan en la tierra prometida, representan un papel, juntan dinero y viven como el diablo. Dios quiere bendecimos con lo que nos ha prometido, pero es la vida en el desierto, sancionada por Él, lo que nos califica para su entrada a Canaán -la libertad-
Myles Munroe. En busca de la libertad. Primera edición 2005. Editorial Peniel. Pag 119 a la 128 . 

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