viernes, 30 de junio de 2017

LA OFENSA Y EL CRISTIANO . Parte III

7. Los ángeles de Jehová velan por los pequeños en el Reino.“10Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos”. Mateo 18.10

   Los creyentes, los pequeños de Dios, tienen ángeles que están veinticuatro horas al día con ellos. Los ángeles ven, continuamente, el rostro del Padre en los Cielos; de allí toman fuerza y fortaleza para venir a ministrarlos. Aunque usted no sienta nada, debe creerlo por fe, porque Jesús lo dijo. Los ángeles de Dios no son como los que dibujan los hombres, con forma de bebés o niños pequeños, o como los dibujos o adornos que se ven en las casas. Eso es ignorancia, un gran desconocimiento de las verdades espirituales. Los ángeles son seres grandes, fuertes, poderosos en batalla, listos para la guerra. Aquellos que lo acompañan a usted, ven el rostro de Dios, y luego, vienen a ministrarle fuerza, fortaleza y vida.

“7El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende”. Salmos 34.7
 
   Tenemos un Dios glorioso y podemos ordenar a nuestros ángeles que salgan a pelear por nosotros. Yo he sentido a los ángeles a mi alrededor en muchas ocasiones. Ellos están conmigo en todo momento, pero los siento más cuando estoy ministrando en una cruzada de milagros. La sensación es comparable a estar en una rueda en medio de otra rueda, como rodeado de fuego.

8. Si hemos ofendido y nuestra ofensa hizo errar el camino de otra persona, debemos buscarla, pedirle perdón y restaurarla.

 “11Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido”. Mateo 18.11

   Jesús vino y dio su vida por el perdido; por eso, para Él es tan importante esto. Él dice: “Si hay alguien que está empezando, no lo empujen a perderse otra vez, ayúdenlo a salvarse”. En el siguiente pasaje, Él da una ilustración para aclarar el punto.

“12...Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? 13Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron. 14Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños”. Mateo 18.12-14

   Cuando alguien se va de la iglesia, yo quiero estar seguro de que no fue por mi culpa; y si fue mi culpa, lo busco o lo llamo, y le pido perdón. Pero aquí no estamos hablando de una oveja malcriada, rebelde, que se enoja con todo el mundo y tiene siempre una mala actitud; estamos hablando de no ser de tropiezo para la salvación de otro. Jesús dice: “Si tú eres el líder de la casa y sabes que ofendiste a alguien, entonces búscalo”.

    Y usted se preguntará: “Pastor, usted, ¿lo hace?”. Sí, yo lo he hecho cientos de veces, y lo sigo haciendo; pero no lo hago con ovejas rebeldes que salen tirándome veneno porque no se cumplieron sus caprichos o sus agendas personales. Yo sigo a aquellas que sé que herí. Si sé que maltraté a alguien, voy detrás de esa persona y le pido perdón y trabajo para devolverla al redil. A eso se refiere Jesús. ¡Padre de familia, si usted hirió a sus hijos, salga de su casa y vaya a buscarlos! ¡Esposa, si sabe que hirió a su esposo búsquelo y hable con él hoy!

   Un día, Pablo, en uno de sus viajes, llegó a una isla con su gente, después de una dura travesía en el mar. Como hacía mucho frío, las personas que los recibieron encendieron una fogata para que pudieran entrar en calor; entonces, una víbora, huyendo del mismo, picó a Pablo en la mano. En lugar de intentar ayudarlo, todos los presentes se quedaron atónitos esperando que cayera muerto. Cuando una persona está ofendida con el pastor o con la iglesia y con odio en el corazón, espera que mañana se cierre el templo o que el pastor caiga. Cuando esa mujer que dejaste abandonada se divorcia de ti, espera que mañana caigas muerto. Pero dice la Biblia que Dios estaba con Pablo.

“5Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún daño padeció”. Hechos 28.5

    La ofensa es como el veneno que inyecta una serpiente en el torrente sanguíneo de una persona, puede matarla en poco tiempo. Cuando la ofensa atenta contra nuestra vida espiritual, debemos quitarla de nosotros, vacunarnos con el perdón, que es el único antídoto que nos puede salvar. Al igual que Pablo, debemos sacudirnos la víbora de la ofensa y quitar el veneno de nuestro sistema; debemos perdonar y seguir adelante.

9. La confrontación es parte de perdonar.
“15Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano”. Mateo 18.15
 
   Hoy, en las iglesias, no se puede hablar de reprender porque dicen que uno no tiene amor. Pero Jesús dijo que, cuando alguien nos ofenda, debemos reprenderlo estando nosotros y él solos. Si a usted su esposa lo ofende, debe reprenderla a solas. Ése es el primer paso. Hay gente que dice: “pero yo soy el ofendido”. Pero Cristo le puso a usted la carga. Es usted quien debe ir. ¡Sáquese ese dolor de adentro, mírelo a la cara y confróntelo! Vaya a solas, dígale cómo se siente. Si le oye, habrá ganado a su hermano.

“16Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra”. Mateo 18.16

    Esto no se practica entre los cristianos; en cambio, difamamos al hermano. Si tenemos algo contra alguien, ¿por qué no seguimos los consejos dejados por Jesús en la Biblia? ¿Acaso no decimos que creemos que ésta es la palabra de Dios? En lugar de eso, difamamos; especialmente, cuando se trata de un ministro o anciano de la iglesia. Lo despedazamos con los dichos de nuestra boca; y en el camino, destruimos a los pequeñitos.

“17Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano”. Mateo 18.17
 
   Es decir, primero debemos confrontar a quien nos ha ofendido, a solas; luego, si no hay resultados positivos, debemos traer un testigo y confrontar a la persona en presencia de éste; y si sigue sin aceptar su responsabilidad, lo podemos tener o considerar como publicano.

¿Quién era un publicano?
 
   Los publicanos eran las personas más despreciadas de esa época: ladrones, inescrupulosos, que se sentaban a comer con las prostitutas y con los peores pecadores. Jesús dijo: “Si tú le hablas a alguien tres veces y no acepta que te ha ofendido, tenlo en la misma categoría de las prostitutas”. Ése, para usted, no es un hermano; no se asocie con él.

 10. La falta de perdón causa que perdamos la autoridad espiritual.
“18De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo”. Mateo 18.18

   Aquí Jesús comienza a hablar de autoridad. Si usted no es capaz de perdonar, no tiene ninguna autoridad en la Tierra, ni para prohibir ni para permitir, ni para atar ni para desatar. La palabra atar, en el mundo espiritual, significa prohibir, declarar ilegítimo. Cuando quiera ejercer autoridad espiritual sobre sus hijos, Jesús le dirá: “tú no tienes ninguna autoridad porque hay falta de perdón en tu corazón”.

“19Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos”. Mateo 18.19

¿Qué dice Jesús en este texto?
 
   Jesús está diciendo que es necesario que lleguemos al punto de unidad o de acuerdo con la persona que nos hirió; porque ésa es la única manera de que nuestra oración sea escuchada en el Cielo. Está diciendo que si no nos ponemos de acuerdo con nuestro ofensor, perderemos la oportunidad de recibir lo que le pedimos a Dios.

   En cambio, si nos ponemos de acuerdo, el panorama cambia por completo, y aquello que tanto anhelamos, no tendrá estorbo; sin duda, lo recibiremos.

   La palabra acuerdo es una de las traducciones del griego “sumfonéo”, de donde también proviene sinfonía, y significa sonar a una. Si hay desacuerdo entre los músicos de una banda, no van a sonar de manera armoniosa. La falta de perdón es un estorbo en el fluir unánime del cuerpo de Cristo; porque para ponerse de acuerdo con alguien, ambos deben estar limpios de ofensas, de lo contrario, Dios no escuchará sus oraciones. Si no estamos de acuerdo, no tocamos la misma melodía; sólo tiramos nuestras oraciones al aire. Mientras haya ofensa en su corazón, no podrá tocar la misma sinfonía con su hermano. Si no hay acuerdo con sus hijos en su casa, jamás podrán tocar la misma sinfonía; siempre van a querer algo distinto. Cuando ambos mueran a sí mismos y dejen de lado el individualismo, entonces, tocarán la misma melodía; orarán lo mismo y Dios les responderá. 
 Guillermo Maldonado. Los Peligros de no Perdonar. Editorial Nuestra visión. Miami 2009. Pag.70 a la 77

viernes, 23 de junio de 2017

LA OFENSA Y EL CRISTIANO. Parte II




                    ¿QUÉ ES TROPEZAR?
 
   El tropiezo de un niño es la figura de la ofensa para un creyente; es una trampa, una piedra en el camino para hacerlo caer. Cuando Jesús dice: “Y cualquiera que haga tropezar, que ofenda a un creyente…”, ya no se está refiriendo al niño que está en el centro, sino a usted, a mí, al hermano que se convirtió hace un mes. Si usted le es de tropiezo a un hijo de Dios..


“6...mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar”. Mateo 18.6

¿Qué es una piedra de molino de asno?

 
   En el tiempo de Jesús, los molinos funcionaban con dos enormes piedras circulares; una de ellas estaba en el piso, donde había un vástago para moverla. Dentro del molino, se echaba el trigo para que la piedra lo moliera. Muchas veces, era una mujer quien movía el vástago para moler el trigo; en otras ocasiones, lo hacía un asno, porque la piedra era muy pesada. La tarea solía requerir la fuerza de hasta dos animales. Jesús dice que es mejor colgarse ese tipo de piedra al cuello, y morir ahogado, que hacer tropezar a quienes creen en Él. Para el Maestro, esto era muy serio; tanto que Él mismo dio su vida para salvar la de sus pequeños.


 3. Las ofensas son necesarias para mostrar a los aprobados.
   Primero, Jesús habla de rebajarse; luego, dice que es mejor ahogarse que hacer tropezar a un creyente. Pero todavía hay más, porque Jesús prosigue…


“7¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!” Mateo 18.7

¿Por qué Jesús dice esto? ¿Se está contradiciendo?
¿Por qué es necesario que vengan las ofensas?


“19Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados”. 1 Corintios 11.19

   Por ejemplo, a veces, nos preguntamos: ¿Por qué hay peleas dentro de la iglesia?, si se supone que estamos entre hermanos y que todos somos hijos de Dios. Cristo dice que los obstáculos, las ofensas, los tropiezos siempre van a venir, y así se revelarán los que son aprobados, los genuinos, los dignos de recibir una visión, un llamado, una comisión divina. Dios está levantando gente genuina, capaz de perdonar la ofensa y el agravio. Para eso, es necesario que vengan los tropiezos. Pero, ¿cuál debería ser nuestra actitud cuando alguien nos ofende?

 4. El creyente genuino debe aprender a lidiar con las ofensas.
   Si usted sabe que las ofensas siempre van a venir, es mejor que aprenda a lidiar con ellas. No importa a qué iglesia vaya, con quién se case o dónde trabaje, las ofensas siempre se presentarán y, además, son necesarias.


Ilustración: Si usted sabe que todos los años, hay altas probabilidades de que se formen huracanes y entren en Florida, ¿no compraría usted un seguro? Hay gente que no soporta el miedo de vivir en un lugar así, pero la mayoría, aprende a lidiar con los huracanes, compra un seguro para la casa, pone protección en las ventanas y se aprovisiona de todo lo que pueda necesitar. Lo mismo sucede con las ofensas; si sabemos que son una constante en la vida, tenemos que aprender a lidiar con ellas.

   Hasta aquí hemos visto los siguientes puntos:
-. La persona que sobrepasa la ofensa es genuina y madura, porque el amor de Dios está en ella.


-.  No importa adónde vaya, las ofensas siempre aparecerán; alguien lo va a ofender y es más, usted también, ofenderá a alguien.


-. Las ofensas son necesarias para que se muestren aquellos que son aprobados, verdaderos, genuinos; los que no son hipócritas, que perdonan, que viven el amor de Dios en ellos.


-.  Cuando hay un problema, el que es verdadero, siempre sale a la luz.


   Siempre habrá tropiezos; lo importante es cuidarse de causarlos, de actuar como instrumento para hacer caer a alguien. Yo no voy a hablar de los defectos de mi mentor con un creyente que tiene dos meses de convertido. ¡Me rehúso! Yo no soy instrumento del diablo; yo soy instrumento de Dios para salvación de los seres humanos, no para perdición ni confusión.


5. La palabra de Dios nos ofende cuando no estamos alineados con ella.
“60Al oírlas, muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? 61Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os ofende?” Juan 6.60, 61


   Jesús ofendió a sus discípulos cuando les pidió compromiso. Usted no sabe si puede o no contar con alguien hasta que le pide compromiso. Esto revela el corazón de las personas y su verdadera posición en la obra de Dios y en cualquier área de la vida.
Ilustración: ¡Mujer soltera!, si tiene un novio, cuando  usted le pida el compromiso de casarse, sabrá qué quiere él realmente; conocerá qué tan en serio toma su relación con usted.


6. El rencor y el hacer tropezar a otros nos pueden llevar al Infierno.
El asunto se pone más serio para los discípulos cuando Jesús comienza a hablar del Infierno, como destino para un individuo que no es capaz de perdonar. ¡Esto es serio! El asunto se pone peligroso. Jesús sigue adelante con su disertación, dando una ilustración del cuerpo.


“8Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno”. Mateo 18.8

¿Qué quizo decir Jesús con esto? Veamos cómo explica Pablo el mismo asunto.


“21Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite”. Romanos 14.21


   Muchos dirán: “Entonces, ¿ningún cristiano puede beber vino? Eso es exagerado. Si yo no tengo problemas con el vino, ¿por qué no voy a poder beber una copa, de vez en cuando?” Lo que está enseñando Pablo es que, si por tomar una copa de vino, alguien puede tropezar, volver al mundo o ser tentado, es preferible no tomarla. Pues, si de nosotros depende, no seremos de tropiezo para un “pequeño”. Jesús dice: “¡Cuidado!” Sí, hay cosas que no constituyen pecado, pero ése no es el punto; el punto es no ser de tropiezo para otros.


Hoy por hoy, hay miles que volvieron al mundo porque, un día, uno de nosotros le fue de tropiezo.


¡Córtese la lengua antes de ser de tropoizo a un creyente nuevo!


¿Cuál es mi punto de vista acerca del vino? El fundamento bíblico para no beber vino es que puede ser una tentación para personas que han salido del alcoholismo. Si usted comparte la mesa con un nuevo convertido que acaba de salir del vicio, no es sabio poner una botella de vino frente a él, ni beber uno, ni convidarle a él una “copita”. Lo estaría invitando a caer nuevamente en el vicio que acaba de dejar. Es decir, por amor a nuestros hermanos, no bebemos vino; por amor a nuestros hermanos, no hablamos mal del pastor, del líder o el mentor; no contamos todos los problemas que vemos en la iglesia. Hoy en día, la gente está buscando la más mínima razón para alejarse de Dios. El corazón malo no quiere buscar a Dios, por eso usa cualquier detalle para justificarse y alejarse.
No le facilitemos las razones para alejarse del Padre; por amor a su hermano, déle un buen testimonio y ejemplo. No se trata de los derechos o la razón que tengamos, ni de lo justo que sea nuestro caso, sino de mostrar amor por aquel que está empezando a acercarse a Cristo.


“9Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego”. Mateo 18.9


   Hermana, si tu falda es tan corta que puede hacer tropezar al hermano que está saliendo de la pornografía, que viene todavía con todos los demonios encima, cúbrete, cambia tu manera de vestir; no por religiosidad, sino por amor a aquellos nuevos que necesitan un buen ejemplo. Si no te importa, los vas a hacer tropezar. ¡Cúbrete! ¡No los hagas caer! Hombres, que tienen una labia de mundo, que le bajan las estrellas del cielo a las mujeres y son de tropiezo para ellas.


¿Cuál es su testimonio? Si saben que eso puede ser un obstáculo en la vida de una mujer que está comenzando a caminar en Cristo, ¡cállense, no la hagan caer!


   Muchos padres han sido de tropiezo para sus hijos al mostrarles todos los defectos que tiene el pastor o la iglesia. Ahora esos jóvenes están en el mundo, sin Dios. ¿Qué era más importante: demostrar que usted tenía razón y que quizás haría mejor la tarea del pastor (en su opinión), o mantener a su hijo/a en el camino del Señor para que sea salvo/a y cumpla la voluntad divina en su vida?


“21Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de
juicio. 22Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego”. Mateo 5.21, 22

   Usted nunca pensó que guardar rencor o ser de tropiezo para otro pudiera llevar a una persona al Infierno, ¿verdad? Éste es un asunto muy serio y encierra graves peligros.
  Guillermo Maldonado. Los Peligros de no Perdonar. Editorial Nuestra visión. Miami 2009. Pag.63 a la70

martes, 13 de junio de 2017

LA OFENSA Y EL CRISTIANO. Parte I


   El crecimiento del cristiano guarda una relación intrínseca con el factor de la ofensa. Es imposible encontrar a un cristiano maduro que no haya sido enfrentado con la decisión de perdonar traiciones, heridas y ofensas.

   Jesús habló de esto a sus discípulos, de distintas maneras, pues debía asegurarse de que ellos aprendieran a lidiar con la ofensa y a mantener limpios sus corazones.

   Desde el comienzo del capítulo 18 de Mateo y hasta el verso 35, Jesús habla de los peligros de no perdonar. Ésta es la mejor disertación o enseñanza que se pueda escuchar acerca de este tema. De labios del mismo Jesús, sale lo que Él cree y piensa acerca de la ofensa y el perdón. En esta primera parte, comenzaremos por el capítulo 17, el cual nos llevará a comprender mejor el tema.

“24Cuando llegaron a Capernaum, vinieron a Pedro los que cobraban las dos dracmas, y le dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas? 25Él dijo: Sí. Y al entrar él en casa, Jesús le habló primero, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños? 26Pedro le respondió: De los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos. 27Sin embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por mí y por ti”. Mateo 17.24-27

   Antes de que Pedro entrara en la casa, Jesús ya sabía de qué le venía a hablar. Él podría haber dicho: “Yo soy el hijo de Dios, no tengo que pagar los impuestos para mi templo”; pero, para no ofender a los cobradores ni serles de tropiezo, los pagó. Sin embargo, lo hizo demostrando quién era, ya que el dinero fue sacado, milagrosamente, de la boca de un pez. Ésa fue una señal sobrenatural.

Es necesario que venga la ofensa.
 
   El capítulo 18 comienza con una pregunta por parte de los discípulos, la cual poco tiene que ver con lo que Jesús estaba expresando:“1En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?” Mateo 18.1
 
   ¿Qué tiene que ver esta pregunta con lo que acaba de pasar? ¿Por qué los discípulos le hacen a Jesús un planteo como éste, cuando Él está hablando de los impuestos? La razón de esta pregunta es que ellos tenían una riña. Jesús hacía milagros y les enseñaba los mayores misterios que  ningún hombre hubiera antes conocido, pero ellos estaban envueltos en resolver sus aspiraciones humanas.

   En aquel tiempo, cuando alguien se convertía en discípulo de un rabino, su mayor ambición era llegar a ser maestro o rabino y tener sus propios discípulos. Para esto, debían destacarse sobre el resto. Ésa era la razón por la que les preocupaba tanto la posición; su mentalidad era carnal y mundana. ¡Y usted se sorprende cuando ve, alrededor de su pastor, líderes que buscan posición...! Si Cristo, el hijo de Dios, tenía ese problema, ¿cómo no lo vamos a tener los pastores?

   En el corazón de los discípulos, había un problema de ofensa. ¡Qué bien conectó, Jesús, los puntos en este asunto! Muchas veces, usted no sabe que tiene un problema hasta que la Palabra lo expone; ella pone de manifiesto lo que está oculto en nuestro corazón.

¿Cuál era la ofensa?
 
“33Y llegó a Capernaum; y cuando estuvo en casa, les pre-guntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? 34Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor”. Marcos 9.33, 34

   Los discípulos estaban ofendidos porque cada uno quería tener un lugar de eminencia en el reino de los Cielos; codiciaban una posición al lado de Jesús, que fuera mayor a la de los demás. Allí emergió lo que había en sus corazones. Pero Jesús, el Verbo hecho carne, conocía sus pensamientos y los expuso para limpiarlos. Por todo esto, usted no puede decir: “Pastor yo no tengo nada, yo no estoy buscando posición”, porque no se da cuenta hasta que la Palabra lo expone y lo confronta. La Palabra es un espejo para nuestro corazón, que nos muestra por qué no debemos confiar en nuestra propia prudencia. Para grabar esto en nuestros corazones, Jesús nos da una ilustración que nos enseñará los principios más importantes para ser grandes en su reino.

“2Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, 3y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. 4Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos”. Mateo 18.2-4

   Necesitamos limpiar nuestro corazón hasta que sea tan puro como el de un niño, cuyo fin no es lograr una posición; éste es enseñable y está dispuesto a obedecer. Veamos ciertos principios que se desprenden de la enseñanza del Maestro:

1. Es necesario ser humilde.
   Para ser grande en el Reino, el ser humano debe ser capaz de perdonar y, para esto, primero necesita humildad.

¿Qué tiene un niño que no tiene un adulto?

   Usted insulta a un niño ahora y, más tarde, él mismo le está dando un abrazo; pero, si insulta a un adulto, le estará esperando para devolverle el golpe. El niño es humilde y sabe perdonar la ofensa de inmediato, la olvida y no guarda rencor.

¿Qué significa humillarse?
   Humillarse es la traducción del griego taipenóo, que significa rebajarse, bajar. Cualquiera que se rebaje como un niño, obtendrá el mayor lugar en el reino de los Cielos.

   Preste atención a esta figura: Los discípulos están en círculo y, en el centro del mismo, está Jesús con un niño, diciéndoles que si no se vuelven como éste, no podrán entrar al reino de los Cielos. No importa lo que les hagan, los niños perdonan; no importa si los maltratan, siempre perdonan y están dispuestos a humillarse.

Humildad no se trata de decir: “no puedo, no valgo nada, no sirvo...”. Humildad es rebajarse, voluntariamente, sabiendo quién es uno en Cristo. Cuando nos enfrentamos a un asunto difícil, un desacuerdo, un malentendido, una ofensa, la humildad es decir: “No soy el culpable, pero voy a pedir perdón”. La clave para ser mayor en el reino de los Cielos es ser como un niño y estar dispuesto a rebajarse todo el tiempo. Alguien le debe dinero, alguien le insultó, rebájese,
humíllese.

2. Es importante aceptarse mutuamente.
   El hombre debe aprender a aceptar a sus hermanos y no ser de tropiezo para ellos. En la cita, Jesús sigue hablando del niño...

“5Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe”. Mateo 18.5

¿A quién representa el niño?

“6Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar”. Mateo 18.6

   El niño que está en el centro representa a cada hombre que cree en Jesús como su Señor. Para el Padre, ellos son sus pequeños, indefensos, inocentes, necesitados de amor y de cuidados especiales.
 Guillermo Maldonado. Los Peligros de no Perdonar. Editorial Nuestra visión. Miami 2009. Pag.55 a la 62

jueves, 1 de junio de 2017

¿QUÉ ES EL PERDÓN?

   Para tomar la decisión de perdonar, muchas personas necesitan saber de qué se trata, cuáles son los beneficios de hacerlo y las consecuencias de no hacerlo. Con este fin, comenzaremos por definir lo que no es el perdón.

¿Qué no es el Perdón?
 
   El perdón no es tratar de olvidar lo que sucedió, negar la ofensa recibida, dejar que el tiempo borre lo ocurrido o simplemente ignorarlo. No se trata de un perdón mental ni de un sentimiento repentino.

¿Qué es el perdón?
 
    El perdón es soltar, dejar ir a la persona que nos ofendió, soltar al que nos causó daño, cancelar una deuda pendiente.

    La falta de perdón es una epidemia en el cuerpo de Cristo y en el mundo. Hoy día, hay miles de personas enfermas de cáncer, úlceras y otras enfermedades –incluso han muerto– y todo a causa de la falta de perdón y la amargura que ésta conlleva.

   Ejemplo: Cuando un pescador agarra los peces, lo primero que hace es sacarles las vísceras y las escamas; antes de guardarlos en el refrigerador, los limpia de todo aquello que pueda producir mal olor. Muchos creyentes recibieron al Señor pero nunca fueron limpiados. Hoy día, después de muchos años, todavía arrastran heridas, ofensas, falta de perdón, rechazo y culpabilidad. Por lo tanto, es necesario que pasen por una ministración de sanidad interior y liberación, y que aprendan a vivir en esa libertad.

La falta de perdón. 
 
   Éste es uno de los obstáculos más grandes de la oración. He visto un sinnúmero de creyentes frustrados y desanimados porque ninguna de sus peticiones es contestada y viven en una continua miseria espiritual. La razón número uno es la falta de perdón. Hay diferentes nombres para la falta de perdón, tales como: ofensa, resentimiento, molestia, enojo, sentirse herido.

“25Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas”. Marcos 11.25

¿Qué dijo Jesús acerca del enojo entre hermanos?

  “Pero yo digo que cualquiera que esté enojado decontinuo (ofendido, molesto, herido, resentido) contra su hermano, o abrigue malicia, será encontrado responsable y no podrá escapar del castigo impuesto por la corte. Y aquel que hable con desprecio y con insulto de su hermano, será responsable y no podrá escapar del castigo impuesto por el sanedrín. Y aquel que le dice a su hermano: necio, estúpido y que es presuntuoso, engreído, jactancioso, petulante, vanidoso, será encontrado responsable y no podrá escapar del infierno de fuego”. Mateo 5.22 (Biblia Amplificada)

   La falta de perdón, la ofensa, la molestia, la herida o el resentimiento son la guillotina de sus oraciones. Dios le pone contra la pared. Los Cielos son de “bronce” para el creyente que tiene falta de perdón en su corazón. La falta de perdón corta nuestra comunión con Dios. Él no puede oír nuestras oraciones si tenemos enojo contra alguien.

¿Por qué Dios hace esto?
 
“21Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? 22Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete. 23Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. 24Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. 25A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su  mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. 26Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 27El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. 28Pero saliendo aquel siervo,halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. 29Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 30Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. 31Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. 32Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. 33No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? 34Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. 35Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.” Mateo 18.21-35

   ¡Hay tantos puntos importantes en esta narración de Jesús...! Para ese tiempo, un talento era una cantidad de oro o plata que se utilizaba para pesar oro. Un talento era equivalente a 75 libras aproximadamente y 10.000 talentos igual a 750.000 libras, que es lo mismo que 375 toneladas. Hoy día, una onza de oro cuesta alrededor de $375 dólares. En el mercado de hoy, un talento de oro es igual a $450.000 dólares. Entonces, 10.000 talentos de oro equivalen a 4.500 millones de dólares. El siervo le debía a su amo 4.5 millones de dólares. Jesucristo enfatiza el hecho de que el siervo tiene una deuda que nunca podrá ser pagada. Eso mismo sucedió con nosotros, ya que todos teníamos una deuda que nunca hubiésemos podido pagar.

 Jesús, al pagar la deuda, canceló el acta de decretos que había contra nosotros.

“13Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, 14anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz…” Colosenses 2.13, 14

Ilustración: Según los psicólogos, por nuestra mente pasan 10.000 pensamientos diarios. Vamos a suponer que de esos 10.000, 3 son malos. Si multiplicamos esos 3 pecados por 365 días al año, serían 1.095 pecados al año. Si usted hoy tiene 50 años, ¿cuántos serían sus pecados? ...más de 50.000 (y usted sabe que 3 pecados por día es un promedio muy bajo). Jesús le perdonó esos miles de pecados. Si se presentara en una corte con mil faltas de tránsito, ¿qué cree que le diría el juez…? ¡Su sentencia sería la cárcel!
 
  ¿Qué hizo el siervo después de ser perdonado?

  “28Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes”. Mateo 18.28
 
   ¿Qué era un denario? Un denario es el valor aproximado de un salario diario de un obrero, hoy en día; alrededor de $52 dólares. Así que, 100 denarios equivaldrían a $5.200 dólares de hoy.

“29Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo”. Mateo 18.29
 
   Hay una gran diferencia entre 4.5 millones de dólares que el siervo debía a su amo y los $5.200 dólares que le debía su consiervo a él. A lo mejor, alguien lo ha tratado mal, pero eso no se compara con lo que usted ha pecado contra Dios. Unas cuantas ofensas contra miles de pecados, no son nada. La persona que no puede perdonar ha olvidado cuántos pecados Jesús le perdonó. Según la edad que tenía cada uno de nosotros cuando le conocimos, era el número de pecados cometidos. Algunos fueron 10.000, otros 15.000 y otros 40.000. ¡Cómo no vamos a perdonar  a aquellos que nos han ofendido veinte o treinta veces!

¿De qué nos perdonó Jesús?
 
1-. De la condenación eterna.
2-. De todos nuestros pecados.
3-. De todas nuestras iniquidades.
4-. Del tormento eterno en el Infierno y de la muerte.

“31Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. 32Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. 33No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? 34Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. 35Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas”. Mateo 18.31-35

De estos versos, podemos concluir lo siguiente:

a-. El hombre que no perdona es entregado a tortura por el Señor

b-. El hombre que no perdona tiene que pagar su deuda original. Esto es como tratar de pagar la deuda que Jesús pagó en la cruz del Calvario. ¡Imposible!

c-. Dios el Padre hará lo mismo con cualquier creyente que no perdone a su hermano: Lo entregará a los verdugos o atormentadores (demonios). Éstos causan aflicción y angustia a las personas que no perdonan.

¿Qué es la tortura?
 
    La tortura se define como una agonía del cuerpo o de la mente. Es un castigo causado por medio de un dolor intenso. Dios le da permiso a los demonios para infligir dolor y torturar el cuerpo y la mente de las personas que no perdonan a sus ofensores.

Ilustración: Me ha tocado orar por personas que no pueden recibir sanidad, liberación o prosperidad por el rencor que guardan contra alguien. Cuando usted no perdona es enviado a la prisión a pagar lo que debe”.

  “20Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios... 21porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas…” 1 Pedro 2.20, 21

   Debemos aprender de Jesús, que fue crucificado y abatido injustamente, y sin embargo, perdonó. Perdonar es una decisión; no espere sentir algo para hacerlo.
 Guillermo Maldonado. Los Peligros de no Perdonar. Editorial Nuestra visión. Miami 2009. Pag.45 a la 53