lunes, 22 de enero de 2018

EL CRISTIANO.

   La Biblia enseña que nadie nace cristiano, y que no todos son hijos de Dios. En Efesios 2:1 al 3 dice el apóstol Pablo a los cristianos en Éfeso: “En otro tiempo … éramos por naturaleza hijos de ira … sin Cristo, sin esperanza y sin Dios en el mundo”. Juan 1:12 dice: “A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. También en Juan 3:3 el Señor Jesús dijo: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”.
   Para todo verdadero cristiano hubo un tiempo cuando estaba lejos de Dios, muerto en delitos y pecados. Pero, escuchando el mensaje del Evangelio, creyó en el Señor Jesucristo como su Salvador personal, con lo cual llegó a ser un hijo de Dios. Un cristiano. Tal como el Señor lo enseñó a Nicodemo, la tal persona nació de nuevo. ¿Has experimentado tú el nuevo nacimiento? ¿Cuándo? 

a-. Uno que nació de nuevo.
   Nacer de nuevo significa nacer en forma espiritual y por primera vez en la familia de Dios; reconociendo y confesando que desde la entrada en el mundo, por el nacimiento físico, todos estábamos muertos para con Dios, sin poder hacer nada para salvarnos. Pero creyendo en Cristo como el Salvador propio de uno y en su muerte en la cruz, el pecador nace de nuevo, llegando a ser un hijo de Dios, una nueva criatura en Cristo.

b-. Una persona salvada.
   Ser salvo es ser un cristiano verdadero. Y ser salvo significa tener el perdón de todos los pecados y gozar ahora de la vida eterna, habiendo recibido de Dios este regalo gratuito.
“De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre”, Hechos 10:43. “Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”, Efesios 2:8,9. 

c-. Un discípulo de Jesucristo.
   Leyendo del comienzo de la era cristiana y la salvación de muchas almas en Siria, encontramos que “a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía”, Hechos 11:26.
Un discípulo es una persona que, habiendo entregado su vida, tiempo y todo lo que tiene al Señor, le sigue con amor para aprender y obedecer cada día más a su Maestro.

PRINCIPIOS DEL CRISTIANO.

1-.Obediencia.
   Cuando tu  desarrollas este principio en tu vida, las cosas  que están a tu alrededor  trabajan en suma armonía, pues el que es obediente, es recompensado por Dios  pues  acata fielmente, su ley  y su verdad, y esto lo llevara de gloria en gloria.
¿Pero  a que  tengo  que ser obediente y a quién?

   Según la Biblia, la obediencia es una demostración de nuestro amor a Dios, y en consecuencia nos acerca más a Él. Juan 14:21  El que tiene mis mandamientos, y los guarda, aquél es el que me ama; y el que me ama, será amado de mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.
Obedientes a la palabra de Dios y al evangelio de cristo, que es para salvación y vida eterna.
   Si dices que amas a Dios  lo demostraras con tu obediencia a sus mandatos.

2-. Amor al prójimo.
   "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Juan 3:16
Dice el señor;
Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan. - Proverbios 8:17

   En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros: En que Dios envió a Su Hijo unigénito, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: No en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a Su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. – (1de Juan 4:9-11)

   Y nosotros hemos conocido y creído el amor de Dios. Dios es amor. Y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. – 1 de Juan 4:16

   Nosotros le amamos a él, porque Él nos amó primero. Si alguno dice: "Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? – 1 de Juan 4:19-20

   En esto se manifiestan los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios. 1 de Juan 3:10

   Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y más grande mandamiento. Y el segundo es semejante: 'Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Mateo 22:37-39

3-.El Perdón.
    Según la Biblia, existe un solo pecado por el cual Jesús dijo: que no había perdón del Padre, a saber, la blasfemia contra el Espíritu Santo (Marcos. 3:28; Mateo. 12:32).

   El contexto de esta declaración, indica que este pecado consiste en atribuir a los demonios o espíritus impuros,  lo que en realidad, es obra del Espíritu Santo.

   Para que el hombre reciba el perdón se requiere arrepentimiento (Lucas. 17:3-4). Para que Dios otorgue el perdón, se requiere derramamiento de sangre (Hebreos. 9:22; Levíticos. 17:11). Nuestro perdón se basa sobre el sacrificio de Cristo en la cruz (1 Juan 1:7; 2:12). Como cristianos, se nos llama a perdonar de manera, tan plena como nosotros mismos hemos recibido el perdón de Dios (Mat 6:12; Col. 3:13).

   Ahora bien se sabemos que Dios nos ha perdonado de nuestros pecados, aun sin merecerlo, ¿No crees que nosotros debamos también imitar este acto de amor, y perdonando a todos aquellos que nos ofenden?

   La Falta de Perdón ata a las personas con el resentimiento, lo tiene encadenado, la falta de perdón es el veneno más destructivo para el Espíritu, ya que neutraliza los recursos emocionales que tienes.

   El Perdón nos libera de ataduras que nos amargan el alma, y enferman el cuerpo.

¿Cómo se debe Perdonar? o Pasos para perdonar.

1. Hacer conciencia: Requiere recordar y analizar quien fue el agresor y porque.

2. Buscar consejo Sabio: Consiste en conversar y analizar con una persona de confianza, objetiva, capaz de escuchar, analizar la situación y dar un consejo sabio.

3. Compasión o Misericordia: Significa esforzarse para ver al agresor como un ser humano, tratar de comprender lo que le llevo a causar daño.

4. Humildad: Es necesario eliminar el orgullo, que actúa como una barrera antes de ceder el perdón.

5. Perdonarse a sí mismo, haciendo real en su vida el perdón que Jesús le dio: Reconocer que Jesús me ha perdonado, y a la vez perdonarme a mí mismo de todo aquello que me está causando intranquilidad en mi corazón.

6. lo más importante de todo, permitir que Jesús actué en mi vida con completa libertad y que sea el que guié la barca de mi vida.

martes, 16 de enero de 2018

DESPIERTO Y AUN ESTOY CONTIGO.

   Hay momentos en la vida que nos hacen sentir nerviosos. Un examen final en la universidad o enfrentar a los suegros para pedir la mano de la novia, por ejemplo. ¡Imagínate los nervios el día que conocemos al amor de nuestra vida! Sentimos mariposas que vuelan en nuestro estómago. No sabemos cómo comportarnos o qué decir, y cuando por fin creemos tener las palabras adecuadas, decimos 10 primero que se nos ocurre, nos tiembla la voz y luego enmudecemos. Se nos acaban las ideas y descubrimos que la gran conversación soñada, terminó en pocos minutos.

   Ni hablar del día de la boda. Siempre hay algo que se olvida, o peor aún, recordamos en la luna de miel que olvidamos invitar a alguien a la ceremonia. Otro evento que nos pone muy nerviosos es el nacimiento de nuestros hijos. En mi caso, recuerdo que había planeado cada detalle con el doctor que atendía a mi esposa. El plan era que estuviera presente durante el alumbramiento, pero cuando llegó el momento de ir a la sala de operaciones, el doctor me vio tan nervioso que solo apretó mi mano y empujándome suavemente dijo: Lo veo más tarde». Sin más, me dejó parado en el pasillo y se fue.

   La verdad es que cada quien tiene sus momentos y no todos sentimos nervios por las mismas situaciones. Pero pocas veces me he sentido tan nervioso como aquel gran día de agosto de 1994. Estaba a punto de entrar en una de las iglesias más importantes de aquel entonces para gozar de una de sus famosas reuniones de avivamiento. Hacía más de once años que orada por un mayor avivamiento en mi vida. Buscaba la presencia del Señor y su unción con todo mi corazón. Había escuchado que en esas reuniones el poder de Dios se derramaba intensamente, tanto que podía sentirse hasta en los parqueos del lugar. Mi expectativa era muy grande. Esperaba que al cruzar la puerta, el Espíritu Santo viniera sobre mí y me dejara tendido en el piso. Imaginaba que al levantarme sería el hombre más ungido que pudiera existir.

   Cuando finalmente logré entrar, sufrí una gran desilusión. El poder del Señor era real y estaba allí, solo un necio podía negarlo. Había muchas personas tocadas por el Espíritu Santo, pero a mí no me sucedía nada, por lo menos no de la misma forma que a la mayoría.

   A veces sentía un pequeño hormigueo sobre mi piel, pero eso era todo. Después de varios días de asistir a estas reuniones, doce para ser exacto, me frustré muchísimo. No me sucedía nada a pesar de ir dos veces diarias, o sea, un promedio de siete horas por día.

  ¿Puedes imaginarlo? Orar durante más de once años, manteniendo una vida en santidad, sirviendo al Señor y que ... ¡no suceda nada! Comencé a cuestionarme seriamente muchas cosas. No podía negar que el poder de Dios estaba allí, pero tampoco podía afirmar que yo lo tuviera.

  Cuando el predicador llamaba a quienes querían recibir la unción, es decir el poder de Dios, yo corría para estar en primera fila y después de la oración, mientras todos caían bajo el poder del Señor, seguía allí de pie. A esto debía agregar el hecho de que mi esposa era constantemente llena del poder del Espíritu Santo. Cada noche, con su mejor intención, intentaba explicarme cómo recibía el poder de Dios y se empeñaba en motivarme a imitarla.

   Sonia bebía tanto de los ríos de Dios que en una ocasión, cuando bajamos del auto para entrar a la iglesia, noté que no llevaba su Biblia. Le pregunté la razón ya que ella siempre la llevaba consigo, no solo por ser cristiana, sino porque era esposa de un pastor y debía dar el ejemplo. Sonriendo me respondió: «Hoy beberé tanto del Espiritu que tendrás que sacarme en tus brazos».

   Efectivamente, durante la reunión, Sonia fue tocada por el poder de Dios y quedó completamente llena de su presencia. La experiencia fue tan intensa que cuando estaba tirada sobre la alfombra me acerqué, la moví un poco y le dije: «Se te bajó la presión, ¿verdad?». Ella giró lentamente su cabeza y me dirigió una mirada tan intensa que te aseguro que en ese momento recibí el don de interpretación de miradas y me dije: «Creo que es tiempo de salir y tomarme un cafecito».

   Momentos más tarde tenía que cargar a mi esposa totalmente llena de la presencia de Dios. Obviamente, ante estas evidencias mi frustración fue en aumento, al punto que un día, sentado en las gradas de aquel templo, empecé a llorar como un niño que ha perdido a su ser más querido. Entonces le pregunté a Dios por qué no recibía aquella poderosa unción como lo hacían los demás. Yo era un hombre de oración que dedicaba más de una hora diaria a hablar con él, además ayunaba y vivía en santidad. Fue allí que Dios me confrontó:
-Carlos, tu problema es la fe -me dijo el Señor.
-Pero soy una persona a quien otros miran como hombre de fe -dije.
-Mírate, tienes dinero en tu cuenta y no puedes comprarte con gozo un buen par de zapatos.

  En ese momento, Dios me desafIó y cambió mi actitud.
-Si no puedes tener fe para un par de zapatos, ¿cómo puedes tener fe para ver mi gloria? ¿Qué es mayor: Mi gloria o unos zapatos?

 Sino tenemos fe para lo material, ¿ cómo la tendremos para lo espiritual? Si no tengo fe para lo pequeño, ¿cómo la tendré para logrande?

  Sinceramente, reflexioné mucho sobre la idea de escribir esta experiencia, pero no puedo dejar de hacerlo porque, aunque parezca ridículo, esta simple pregunta cambió mi vida entera.

   Por otro lado, la Biblia está llena de casos en los que Dios envía a personas a hacer cosas muy raras. Creo que eso me consoló y motivó a seguir. Por favor, medita por un momento, si no tenemos fe para lo material, ¿cómo la tendremos para lo espiritual? Si no tengo fe para lo pequeño, ¿cómo la tendré para lo grande?

    En mi caso, antes de la unción vino la confrontación. Comprendí que sin fe es imposible agradar a Dios, así que al día siguiente ejercí mi fe en todo lo que hice, incluyendo, por supuesto, la compra de un buen par de zapatos. Por la noche el milagro sucedió. Le había pedido al pastor de aquella iglesia que le encargara al predicador que orara por mí el próximo domingo durante el servicio y él había accedido, pero aquella noche el Espíritu Santo me dijo:«Ya tienes lo que deseas, puedes volver a casa

    Le creí y decidí regresar, aunque no había sentido nada realmente poderoso. Esa noche mi esposa y yo nos fuimos al dormitorio. Cuando estábamos acostados, cerré mis ojos intentando descansar y comencé a sentir que me cubrían con una cobija o edredón. Pensé que era mi esposa protegiéndome del aire acondicionado. Después sentí que pusieron otra cobija y luego otra, tanto que el peso hizo que me empezara a hundir en la cama. Entonces abrí los ojos para ver qué sucedía y con sorpresa des~ cubrí que no había ninguna cobija extra sobre mí, es más, no tenía encima otra cosa que una sábana muy liviana, sin embargo, ¡mi esposa y yo nos hundíamos con el peso sobre nosotros!

   Vi a mi esposa y le dije: «Sonia, es él, es él». Ella sonrió y me dijo: «Sí, es él». Efectivamente, aquello era el peso de su poder, era su misma presencia manifiesta sobre nosotros. Esa poderosa unción que había buscado durante años no vino cuando alguien oró por mí, sino cuando le creí a Dios.

   Desde aquel día experimenté una gloriosa visitación del Espíritu Santo en mi vida y ministerio. Su fuerza ha sido constante hasta el día de hoy. Su visitación fue tan intensa que no pude dormir por noches enteras. Su presencia me envolvió como un suave pero pesado manto cargado de poder. Era algo literalmente palpable, un peso sobre mí y una fuerte corriente eléctrica que bajaba y subía por todo mi cuerpo. Su Palabra venía a mi mente durante horas como una lluvia de versículos que me transformaron. Las horas pasaban hasta que por la ventana de mi dormitorio se dejaban ver los primeros rayos del sol y se hizo realidad en mi vida el Salmo 139: 18 que declara: «Despierto, y aún estoy contigo».

   Lo más hermoso es que desde aquel día no he dejado de experimentar la gloriosa visitación del Espíritu Santo en mi vida y ministerio. Han pasado más de quince años y lo siento tan fresco y nuevo como aquella noche. Es maravilloso saber que la presencia de Dios, en quien he creído, se manifiesta sin reservas y que puedo pasar noches enteras con él, incluso hasta el amanecer.

   Ahora mismo, siento cómo soy lleno completamente de su dulce y suave presencia y oro para que al leer este sencillo pero profundo libro, tu vida nunca sea la misma, que tu hambre y sed por su presencia te lleve a buscarle con todo tu ser.

   Allí, justo donde estás en este momento, él desea llenarte. En tu alcoba o quizás en tu oficina, en un restaurante mientras tomas un café, en un avión durante algún viaje o en cualquier otro lugar, si estás pasando una prueba o preparándote para trabajar.

El Señor te anhela más de lo que tú podrías anhelarlo en toda tu vida.

  Su Palabra enseña que su Espíritu, que ha hecho morar en nosotros, nos anhela celosamente (Santiago 4:5). El Señor te anhela más de lo que tú podrías anhelarlo en toda tu vida. El Espíritu Santo ansía que le busques, que apartes tiempo para estar con él a solas, sin nadie más alrededor. Además, desea mantenerse en comunión contigo, aun en público. Dios desea que estés atento a su voz, escuchando sus indicaciones, dirección y demandas, aun cuando estés conversando con otra persona.

NOCHES DE GLORIA
 
   Nuestra iglesia oficialmente tenía apenas tres meses de nacida y nos reuníamos en un hotel de la ciudad de Guatemala. En ocasiones la gente ni siquiera lograba entrar a los salones porque quedaba fuertemente llena de la presencia de Dios en el lobby, los pasillos, incluso en los sanitarios. Los administradores del hotel no permitieron que continuáramos congregándonos allí porque el domingo por la mañana había más gente embriagada con el Espíritu Santo que los viernes y sábados en las fiestas donde celebraban con licor.

   En diciembre de aquel mismo año fui movido por el Espíritu Santo a realizar las primeras seis noches continuas para ministrar la Palabra y el poder de Dios a todos aquellos que lo anhelaban. El alquiler del salón en el hotel era demasiado caro para realizar allí las reuniones, por lo que hablé con un amigo que presidía el instituto bíblico Cosecha al Mundo para que me rentara su local y celebrar allí las primeras noches. De inmediato accedió.

   Aquellas reuniones ni siquiera tenían nombre y tampoco habían sido pub licitadas formalmente. Toda la convocatoria fue de boca en boca, hasta que un joven me trajo la muestra de un pequeño volante que decía NOCHES DE GLORIA. Sí, de una manera informal, pero inspirada por Dios, comenzaron las reuniones que hoy conocemos con ese nombre y donde la gente sedienta de su presencia tiene tiempos de refrigerio, beben del vino del Espíritu y reciben grandes milagros, creciendo en el conocimiento del Señor. Las vidas de los asistentes que se acercan con fe son renovadas y nunca más vuelven a ser los mismos.

   Debido a la unción del Espíritu Santo y la cantidad de testimonios de gente tocada por Dios, estas noches fueron creciendo hasta convertirse en grandes cruzadas de unción y milagros.

   Es maravilloso ministrar cuando se está ungido y en ocasiones, sin decir una sola palabra, su poder empieza a obrar milagros. Un ejemplo fue lo que ocurrió en una cruzada que realizamos en Laja, una pequeña ciudad de Ecuador. Allí había aproximadamente ocho iglesias cris-tianas, y el noventa por ciento de la gente que asistía a las Noches de Gloria en el Coliseo no era cristiana nacida de nuevo.

   Durante la primera noche de aquella gran cruzada llovía suavemente pero sin parar, sin embargo, la gente llegó y el lugar estaba totalmente lleno. Muchos esperaban un milagro de parte de jesús, con quien tenían una cita que nunca olvidarían. El servicio fue hermoso, aunque prácticamente hubo que enseñar cada coro que cantamos porque nadie lo sabía. Todos levantaban sus manos cuando se les indicaba y sus voces llenaban el lugar. La adoración realmente era hermosa. Las lágrimas brotan de mis ojos al recordarla. Yo estaba totalmente entregado a la adoración, cuando de pronto, los gritos de una mujer interrumpieron el orden de la reunión. Ella estaba parada en las gradas, justo sobre el lado izquierdo de la plataforma. Creí que estaba provocando un escándalo, así que quise poner orden, según lo que mi mente pensaba que significaba esa palabra. Le pedí a uno de los miembros de nuestro equipo que averiguara qué sucedía. Entonces, logré oír con claridad lo que aquella mujer gritaba: «¡Era ciega! ¡Era ciega! ¡Era ciega!».

   Jesús lo había hecho una vez más. Obró según su voluntad. Sanó a esta mujer sin preguntarle a nadie. No esperó un momento predeterminado. No siguió una agenda, ni siquiera me dijo que lo estaba haciendo. Solo lo hizo. Aquella mujer que para ese momento no había nacido de nuevo, recuperó su vista en un instante. jesús la sanó.

   Seguramente al ignorar los formalismos religiosos ella tampoco esperó un momento específico para recibir su milagro. Sencillamente mientras adoraba, una luz apareció frente a ella y oró diciendo: «Mi ojo jesús, mi ojo». Fue entonces que sintió un fuego sobre su ojo ciego y de pronto pudo ver El Coliseo entero enloqueció dándole al Señor la gloria y la honra.

EL PODER DE LA UNCiÓN
 
   Ministrar sin unción es imposible. Cuando su Espíritu desciende, la atmósfera total cambia y suceden cosas que no ocurrirían si él no se manifestara. Un varón de Dios dijo: «No puedo definir la unción, pero sé cuándo está y cuándo no». Otro ministro definió la unción como «el poder de Dios manifiesto».

   En realidad, casi todas las definiciones que se han dado son muy similares. Yo pienso que es el poder del Espíritu Santo sobre la vida de alguien para hacer la obra sobrenatural de Dios. Al final, el problema no es definirla, sino recibirla. Lo importante no es aprenderla, sino tomarla. Y lo difícil no es recibirla, sino retenerla.

   Muchos han orado toda una vida pidiendo disfrutarla y con sinceridad confiesan no haberla alcanzado, o por lo menos admiten no ver resultados palpables. Otros han tenido alguna experiencia sobrenatural y la han recibido, pero no logran retenerla. Algunos frecuentan infinidad de reuniones y congregaciones para renovarla, ya que no han podido retenerla sobre su vida y ministerio. Peor aún, hay quienes creen que estar ungido es emocionarse al predicar, gritar y sudar sin parar.

   La unción no tiene nada que ver con el estilo personal para hacer las cosas.
No es una paloma que bate sus alas deseando llegar a tu vida y mantenerse sobre ti por arte de magia o por algún truco religioso. La unción llegará y permanecerá a través de la genuina búsqueda de Dios y su poder. La Biblia nos dice en el Salmo 105:4-5: «Recurran al Señor y a su fuerza; busquen siempre su rostro. Recuerden las maravillas que ha realizado, sus señales, y los decretos que ha emitido».

Unción es la esencia del poder del Espíritu Santo manifiesto sobre una persona.

 
   Debemos buscar a Dios como persona, es decir, como alguien con quien se puede tener una relación íntima. Debemos buscar su rostro y también su poder. Si prestas atención a la Escritura notarás que el salmista le está recordando al pueblo las maravillas y prodigios del Señor. Además, los exhorta a que busquen su rostro y poder si desean verlos manifiestos. Aun la misma Palabra revelada, lo que algunos han llamado el Rhema de Dios (Palabra de Dios para alguien específico, en un momento y con un propósito específicos), vendrá si se busca su presencia, ya que es la única forma de escuchar su voz revelándola para cada momento.

   Ser ungido no es casualidad o suerte. La unción es para aquellos que buscan al Señor, su rostro y su poder. La sentirás sobre tu vida como resultado de una diligente, sincera y apasionada búsqueda de su presencia. Si bien es cierto que Jesús pagó el precio en la cruz del Calvario y la recibimos por la gracia de nuestro Señor, también es verdad que no la dará a quienes no la valoran. De hecho, algunos la han perdido por esa misma razón. 
Bibliografia. En honor al Espíritu Santo. Cash Luna. Editorial vida.Miami, Florida 2010 pag.13 a la 22

miércoles, 10 de enero de 2018

TRABAJE DIRECCIONADO POR DIOS.

Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. Hebreos 11 . 3

   Dios no hace nada sin decirlo primero. Así es como Él trabaja. Y si usted es inteligente, trabajará de la misma manera. Exprese y diga las palabras de Dios hasta que tomen forma y lleguen a ser una realidad en su vida.

   "Bueno, hermano Copeland, yo he tratado eso y no me ha dado resultado. He dicho ?por su herida he sido sanado? cuatro veces y nada ha pasado".

   No importa. Dios comenzó a decir en el huerto de Edén que Cristo vendría un día. Lo dijo otra vez en Éxodo, en Números, en Deuteronomio, en Isaías y en los libros de los demás profetas. Lo dijo una y otra vez en todo el Antiguo Testamento. Pero no fue sino hasta 4.000 años después que se cumplió en el Evangelio según Juan, donde dice: "Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros".

   Por lo tanto, si ha dicho cuatro veces que ha sido sanado y nada ha sucedido, no se preocupe por eso. Siga diciéndolo. Quizá esté pensando que la sanidad se está demorando, pero le garantizo que no se demorará 6.000 años.

   ¿Quiere andar en el poder de Dios? Entonces trabaje del modo que Él trabaja: diga y expresa las palabras de Dios y déjelas darle forma a una vida llena de bendiciones para usted.

domingo, 7 de enero de 2018

SIN CORAZONES ENDURECIDOS.

Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él. Locamente has hecho en esto; porque de aquí en adelante habrá más guerra contra ti. 2Cronicas 16 . 9

   Dios estaba allí, en medio de ellos. Y ¿quiénes más que ellos debieron haber comprendido eso? Conocían las Escrituras al derecho y al revés, y Jesús se ajustaba a toda profecía mesiánica allí escrita. Pero la insensibilidad de sus corazones no les permitió ver quién era Él. 

Los corazones de los fariseos también estaban endurecidos a las necesidades de la gente. Esa misma situación sucede todavía hoy. Sólo piense en lo que esos fariseos hacían. Ellos estaban:

1. Criticando al ministro de Dios.

2. Protegiendo sus tradiciones religiosas en lugar de obedecer a la Palabra de Dios.

3. Preocupándose más por su propio bienestar que el de sus semejantes.
   ¿Alguna vez ha conocido creyentes que encajen en esa descripción? ¡Seguramente que sí! En realidad, todos hemos hecho esas cosas en algún momento de nuestra vida.
   Algunos de nosotros hemos cometido los mismos errores que los fariseos cometieron. Hemos estado tan concentrados en hacer y decir todas las cosas "correctas" que hemos dejado que la ternura del amor de Dios en nuestro interior se enfríe. Sé que eso es cierto, porque si no lo fuera, estaríamos viendo grandes manifestaciones de Dios en nuestro medio. Estaríamos viendo el avivamiento en todo rincón.
   Eso es lo que Dios anhela hacer. Dios desea derramar su Espíritu en el poder y abundancia sobrenaturales por medio de su Iglesia. Pero la dureza de corazón que hemos desarrollado es la que le está deteniendo.
   Si desea un derramamiento del Espíritu Santo en su vida y la manifestación del poder de Dios en su iglesia, examine la condición de su corazón. Si encuentra allí cualquier dureza, arrepiéntase y pídale a Dios que lo cambie. Pídale que le dé la clase de corazón que le permita ver el poder de Dios a su favor.
 

jueves, 4 de enero de 2018

RECIBIR EL MILAGRO.

Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?.Mateo 9 . 5

   Muchas veces nos quedamos triste porque no recibimos un milagro de parte de Dios, creemos que lo que está pasando es que Dios no está escuchando nuestra oración, de que no somos tan importantes para Él.


   Pero debemos entender que talvez ese milagro que esperamos no ocurrió en nuestras vidas no porque Dios no nos escuchó, sino que posiblemente estamos esperando el milagro equivocado.


   Hoy lo que más podemos ver son personas ciegas y sordas (espiritualmente) hablando mucho, y personas que están viendo y escuchando palabras que no edifican, pero se mantienen mudas, calladas. Y principalmente personas saludables (en la fe) que no se mueven por no confrontar, porque no quieren salir de su comodidad.


   Entonces, si queremos recibir el milagro, debemos recibir el mayor milagro que Dios nos dio, el PERDON. Así como Jesús dice en Mateo 9:5 "Porque, ¿qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados,’ o decir: ‘Levántate, y anda’?"


   Así que tengamos en mente esto: "LEVANTATE Y ANDA", hagamos lo que Dios puso en nuestros corazones. Hagamos cumplir el mayor milagro!