domingo, 17 de marzo de 2019

¿RELIGIÓN O RELACIÓN?.Parte III

5-. Los seguidores de una religión aceptan un sistema de creencias; los seguidores de Jesús entran en un reino.
   Los que se unen a una religión en particular aceptan las enseñanzas y principios que constituyen su sistema de creencias. Sin embargo, cuando recibimos a Jesús, no sólo entramos en acuerdo con las enseñanzas y principios de Jesús. También entramos en un ámbito eterno de vida llamado “El Reino de Dios”. En el capítulo anterior, analizamos el intercambio que Jesús tuvo con Pilatos, durante el cual Jesús le dijo: “Mi reino no es de este mundo”. Aquí se refería al Reino de Dios.

   Por medio de Jesús entramos al Reino de Dios –la manifestación de Su gobierno celestial y Su soberanía en la tierra -. El vocablo griego para “reino” es basileia, que significa “realeza”, “gobierno”, “ámbito”, “soberanía” o “poder real”. Viene de la raíz basileus, que transmite la idea de “fundamento de poder”.

   Jesús dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios (Juan 3.3). Cuando nacemos de nuevo, el reino de Dios es establecido en nosotros y podemos “verlo” con ojos espirituales. Jesús dijo: “El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros”(Lucas 17.20-21). El reino de Dios no es un dominio político sino un ámbito del Espíritu. Primero debe vivir en nosotros por medio de la presencia de Dios para que después se pueda manifestar externamente por medio de nuestras vidas y podamos comenzar a experimentar la llenura de vida que Él quiere que tengamos. Esta es la diferencia entre seguir principios religiosos y experimentar la vida verdadera.

   Juan Guzmán, un ex jugador de beisbol, creía en Dios y alcanzó éxito en su carrera, pero tenía un vacío en su vida. Sin embargo, cuando le entregó su vida a Dios y entró en la llenura de su reino experimentó una transformación impresionante. Esta es su historia:

  “Nací en República dominicana en un humilde hogar construido de palmas y piso de tierra. Allí crecí con mis padres y cuatro hermanos. Nuestra pobreza era tal que los cuatro hermanos dormíamos en una solo cama. A los trece años, decidí dejarlo todo atrás para buscar un futuro en el béisbol. Después de mucho esfuerzo, fui firmado como jugador de béisbol profesional, en la posición de lanzador. Cuando me preparaba para viajar a los Estados Unidos, mi madre me regalo una biblia exhortándome  a que la leyera en tiempos difíciles. Leer la biblia se convirtió en un hábito para mí.

   Un día me sentí muy enojado porque había estado cuatro años en las ligas menores sin ser llamado para jugar en las grandes ligas debido a mi incapacidad para controlar mis lanzamientos. Sin embargo, mientras leía la biblia, aprendí del pacto que Dios hizo con Abraham (Romanos 4.13-25) y decidí hacer también un pacto con Dios. Le pedí al Señor que me permitiera jugar en las Grandes Ligas y, a cambio, le serviría el resto de mi vida.”

“Al día siguiente, inexplicablemente algo cambió en mí. Antes sentía temor y preocupación, pero ahora estaba en paz. Cuando me dieron la oportunidad de jugar, lo hice tan bien que rápidamente fui promocionado a las grandes ligas. Termine ganando diez juegos consecutivo igualando el récord de los mejores lanzadores de mi equipo. Estuve entre los tres candidatos para el premio Cy Young. Fui el primer lanzador en la historia del beisbol en lazar en un juego de la serie mundial fuera de los Estados Unidos. Gane dos series mundiales consecutivas (1992 y 1993 con los Toronto Blue Jays).¡Hice historia!

   “Años después, Dios me recordó del pacto. Aunque estaba financieramente estable (dueño de bienes raíces, inversiones y negocios en los estados Unidos, Canadá y mi país nativo) habían áreas en mi vida que todavía estaban vacías y que yo no podía llenar. Varias veces había confesado a Jesús como mi Señor y Salvador (cuando veía predicadores en la televisión o cuando asistía a reuniones en la capilla de béisbol), pero lo había hecho sólo para quedar bien en frente de otros. Creía en Dios y ayudaba a los pobres y a los necesitados, pero también era un mujeriego atado a la inmoralidad sexual. Me había convencido a mí mismo de estar bien, porque según yo, no le hacía daño a nadie.

   “Entonces decidí limpiar mi vida. Verdaderamente me entregué al Señor y Él comenzó a cambiarme. En años previos estuve casado con el beisbol; me había dedicado 100 por ciento al deporte. Entonces, comencé a orarle a Dios, pidiendo por una esposa; alguien perfecta para mi vida, y Él escucho mi oración. También me liberó de la pornografía, depresión, idolatría, temor decepción, arrogancia, enojo, amargura y falta de perdón. Cambio mi carácter. He aprendido a ser mentor, a ser mejor líder, a tener mayor integridad y a ser más responsable y organizado. Hasta he aprendido a manejar mis finanzas y a cuidar de mi esposa, hijos y hogar. El vacío en mí desapareció, y hoy puedo decir que soy un hombre feliz”

¿ESTÁ USTED EN EL REINO DE DIOS?.

   Dios es el gobernante supremo del universo, incluyendo nuestro mundo, y quiere que seamos participantes activos de su reino, experimentándolo y expandiéndolo en la tierra. “De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en el habitan” (Salmos 24.1).

   El problema con el “cristianismo religioso” (no el cristianismo genuino) es que a las personas que lo han experimentado o practicado, sólo se les ha presentado un Cristo “místico” o “histórico”, que además es inalcanzable y que no se relaciona con ellos personalmente. Como resultado, muchos se han convertido en escépticos en todo lo concerniente a Dios y Jesús; por tanto, no pueden experimentar la vida que él les quiere dar. Muchas personas en nuestro mundo se sienten deprimidos, desorientados y perdidos, porque no le encuentran sentido a su existencia. A menudo se desesperan porque quieren tener una vida satisfactoria y con propósito; es tal su consternación que algunos llegan al suicidio.

   Sin embargo, el reino de Dios es una realidad eterna que puede transformar cualquier situación. El reino trae todo lo que cada ser humano necesita: salvación, sanidad, liberación, propósito y prosperidad. Todo esto debe ser experimentado hoy, y debe ser aplicado a cualquier circunstancia que podamos estar pasando.

   Las religiones del mundo no nos pueden dar vida verdadera porque no la tienen. Sólo Jesús, el que resucitó, la puede dar. Nuestra parte consiste en recibirlo en nuestras vidas. La siguiente es la historia de Sandeep J. Khobragade, un hombre de negocios de la india que creía en dioses hindúes, pero cuando necesito un milagro, encontró que sólo Jesús se lo podía conceder.

   “A los 14 años, mi tío me introdujo a la inmoralidad sexual. Esto me llenó de miedo y me llevó a aislarme de mis amigos y familiares. No pude compartir con nadie lo que me había pasado, ni siquiera a mis padres. Me sentía atrapado y desamparado. El tiempo paso, pero por mucho que traté, no pude dejar esa vida de inmoralidad. Busque una solución en ídolos  y astrólogo. Pase tres años estudiando astrología, leyendo horóscopo, y usando rocas astrológicas, mantras y rituales, pero nada funcionó. La astrología proveyó un diagnóstico al problema, pero no me ofreció solución alguna.

   “Mientras tanto, una crisis en el negocio familiar me llevó a los Estados Unidos en busca de nuevas oportunidades. Allí, Jesús comenzó a revelarse por medio de circunstancias y personas una y otra vez. Era un hindú devoto y huía de los cristianos, pero seguía buscando la verdad y una salida. Por un año, oré a Saibaba (un dios hindú), pero no recibí respuesta. Fue entonces que me encontré con un amigo de mi niñez, en la India, que era cristiano. Dios lo usó para revelarme a Jesús. Cuando reconocí que Jesús es la verdad y que su amor me sigue, comencé a llorar y le entregué mi vida. Lo único que se, es que cuando clamé a Dios, Jesús apareció y me liberó de la inmoralidad sexual e idolatría. Hoy, sé que Jesús es el camino, la verdad y la vida. Por su gracia soy bendecido y estoy felizmente casado con una mujer maravillosa, y juntos le servimos”.

   Jesús vino a la tierra a cambiar los corazones y vidas de los seres humanos. Comenzó a llamar a los discípulos uno por uno. Transformó sus corazones, mentalidad y estilo de vida por medio de una relación personal con Él. No les hizo falsas promesas ni los forzó  a creer. Fue un ejemplo, y demostró el poder, justicia, gracia y misericordia de Dios. Mientras sus discípulos eran inspirados por su vida y enseñanzas, ellos comenzaban a anhelar ser más como Él. Hoy en día, Jesús nos llama a ser sus discípulos, sin importar quienes somos o cuan difíciles son nuestras circunstancias. Él quiere transformarnos, de manera que podamos llegar a ser todo lo que Dios nuestro creador tiene destinado que seamos.

   Jesús nos ofrece el reino de Dios –no una religión – Él les dijo a sus discípulos, “no temáis manada pequeña, porque a nuestro padre le ha placido daros el reino” (Lucas 12.32), “y buscad el Reino de Dios”(Lucas 12.31).

   También le enseño a la gente, “el tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1.15)

   ¿Ha estado solamente siguiendo las reglas y rituales de una religión, o tiene usted una relación con el Cristo vivo? Él entregó hasta la última gota de sangre en la cruz por el amor a la humanidad, y está llamando a la gente de todas las naciones, razas, religiones y condiciones sociales en el mundo, a que vayamos hacia Él.

   Querido amigo, creer en Jesús vivo y recibirlo puede ser costoso para usted. Algunos seguidores de Jesús han sido rechazados por su familia o perseguidos por su comunidad o gobierno. En algunos casos les ha costado la vida. Sin embargo, hay muchos seguidores de otras religiones que están dispuestos a morir por algo que no tiene poder para transformarlos ni para darles vida eterna. Mi pregunta es ¿Está dispuesto a sufrir o a entregar su vida por lo que es real y verdadero?

   Saulo de Tarso se convirtió en creyente de Jesús, fue rechazado por muchos en su cultura. Pero a causa de que su corazón y su vida habían sido transformados, pudo declarar confiadamente:

   Aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque está leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas (2Corintios 4. 16-18)

   ¿Por qué creer en Jesús? Porque Él le ofrece vida eterna y real.

   La siguiente oración le puede ayudar a encontrar las palabras adecuadas para aceptar la invitación de Jesús de ir hacia Él. No tiene que decir estas palabras exactamente como están escritas. Puede decir la oración en sus propias palabras, siempre y cuando hable con Dios con un corazón sincero y con el deseo de vivir para Él. No se está uniendo a una religión, sino que está entrando en el reino de Dios y comenzando una relación eterna con el Jesús vivo.

Amado Padre Celestial creo que Jesús murió por mí en la cruz y que fue resucitado de entre los muertos. Confieso que Él es mi Señor y mi Salvador. Me arrepiento de todas las cosas malas que he pensado, dicho y hecho. Me aparto de ellas, de manera que puedo volver hacia Ti y a todo lo que tú quieres para mi vida. Te doy gracias porque prometiste entrar a mi corazón y transformarle. Gracias porque ahora “he nacido de nuevo” y he entrado en Tú reino. Úsame Señor para expandir tu reino en la tierra. ¡Amén!
   Ahora que ha orado para recibir a Jesús, busque a un grupo de creyentes que siguen a Jesús resucitado, al que vive y hoy sigue transformando vidas, sanando y haciendo milagros. Pídale a Dios que intervenga en sus circunstancias y confíe que Él le traerá sanidad y liberación, de la misma forma como las que experimentaron las personas cuyas historias usted ha estado sigiendo anteriormente. Lea y estudie la Biblia, pidiéndole al Espíritu Santo de Dios que le ayude a creer en el entendimiento de lo que significa vivir una vida con Jesús, que no sea "religiosa" sino que esté ¡llena de Su vitalidad, amor y poder!
Guillermo Maldonado. ¿Por qué creer en Jesús? Poder. Primera edición.2015. Editorial Ministerio internacional El Rey Jesús. Paginas 40 - 46

domingo, 10 de marzo de 2019

¿RELIGIÓN O RELACIÓN?. Parte II


    Debemos tener algo muy en claro, hacer buenas obras no nos conduce a ganar la vida eterna. Dios nos da vida eterna cuando creemos y recibimos a Jesús, quién, como lo hemos visto, es “el camino, la verdad y la vida” (Juan 14.6). Tampoco, las buenas obras nos dan la habilidad para resolver nuestras necesidades humanas más profundas ni nuestras situaciones imposibles – tales como problemas y enfermedades incurables - . Sólo Jesús resucitado puede vencer todo por medio de su poder sobrenatural.

   Joshua López tiene una maestría en coreografía y además es chef. Él se vio en una situación imposible y su vida es un testimonio de la compasión y poder del Cristo vivo:

“Crecí en el evangelio. Sin embargo, a los 12 años, dejé los caminos del Señor porque no podía entender por qué Dios no me sanaba de dislexia ni me protegió de ser abusado sexualmente. Entré en la prostitución, trabajé haciendo  estriptis en bares, me metí en pactos satánicos y hasta frecuente varías religiones. Después de intentarlo todo terminé no creyendo ni en el bien ni en el mal. En 1982, sufrí una sobredosis de drogas y vi mi espíritu separarse de mi cuerpo. Clamé a Dios diciéndole que si me liberaba le serviría por el resto de mi vida. En ese instante, sentí mi espíritu regresar al cuerpo, aunque quedé catatónico por varias horas y todos los que me rodeaban pensaban que estaba muerto. En mi estado inconsciente percibí que “fuego” de Dios había caído sobre mí, dándome la convicción de que era libre de la adicción al bazuco (crack) y la heroína.

“Busque a Dios a mi manera, pero pronto regresé a la prostitución y me separe de todos los que creían en Él. Tiempo después, unos exámenes médicos revelaron que tenía SIDA y me dieron sólo 6 meses de vida. Sufría de dolor de espalda, manchas negras en la piel y fatiga que dificultaba mi caminar. Busqué a Dios en oración sin ir a la iglesia y sin decirle a nadie lo que me sucedía.

   Seis meses después, todavía estaba vivo y comencé a ir a la iglesia, donde me quede por cuatro años y donde crecí espiritualmente; hasta el día que el Señor me envió al Ministerio El Rey Jesús. Allí encontré mi identidad en Cristo y recibí liberación en las áreas de adicción, abuso sexual, rechazo, cautividad espiritual y más.

   Cuando había perdido toda esperanza de casarme, Dios me bendijo con una esposa y ya llevamos varios años de casado y tenemos dos hermosas hijas. Mi esposa es una mujer llena de fe que siempre creyó en mi sanidad, la cual fue progresiva, tal como mi fe. Le doy gracias de Dios por su fidelidad y amor, por mi familia y por mis pastores que siempre creyeron en mí”.

   El Poder de Jesús sigue salvando, sanando y liberando hoy a la gente de todas las naciones de la tierra, porque Él fue levantado de entre los muertos y continúa ministrándonos, ¡Él vive!

3-. Los fundadores de las religiones ya no están presentes con sus seguidores en la tierra, pero Jesús si está con seguidores.
   Una vez más, los fundadores de las diversas religiones están muertos o algún día  morirán. Después de su muerte, ya no tendrán contacto con sus seguidores. Sin embargo, Jesús les prometió a todos quienes lo reciben, sin importar en qué siglo de la historia humana vivan: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28.20).

¿Cómo Jesús continúa estando con sus seguidores, incluso hoy? Él dijo que viviría dentro de ellos: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros… El que me ama, mi palabra guardará; y mi padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”(Juan 14.18,23). Jesús también prometió que el Espíritu de Dios viviría en todos los que creen en él, para ser su consejero y ayuda idónea: “Y yo rogaré al padre, y os dará otro consolador, para que esté con vosotros para siempre: el espíritu de verdad (Juan 14.16-17).

   El Padre, Hijo y Espíritu Santo –el dios trino- reside en nosotros cuando creemos en Jesús y lo recibimos como nuestro Señor y Salvador. Está realidad nos da acceso al ámbito espiritual en el cual Dios dice que todas nuestras necesidades son suplidas y donde todo es posible (Filipenses 4.19, Marcos 9.23). Jesús continúa sanando y haciendo milagros hoy en las vidas de aquellos que creen en Él; y Él siempre está con ellos.

4-. Los seguidores de una religión se “unen”, más los seguidores de Jesús renacen espiritualmente.
   Otra diferencia entre los diversos sistemas religiosos y los que creen en Jesús es la forma cómo la gente se une a una religión y se relaciona con los otros miembros de ese grupo, si los comparamos con la forma cómo la gente recibe a Jesús y se hace una con Él y con sus hermanos en la fe. Mucha gente se hace miembro de una religión porque sigue una tradición de familia o de reza y/o una tradición cultural de la comunidad o país donde vive. Un individuo puede hacerse miembro de una religión de varias maneras. Por ejemplo, puede nacer de padres que ya están en ese sistema de creencias; puede pasar por algún ritual o simplemente declarar su intención de hacerse miembro de esa comunidad religiosa.

   A veces la gente siente que no tiene otra opción que formar parte de una religión en particular. Es más, a veces hasta su familia o sociedad esperan que lo haga; así que sufren la presión de conformarse. En ciertas sociedades, si una persona no acepta la religión de su comunidad tendrá que enfrentar consecuencias severas tales como: rechazo, pérdida de libertad y aun perder la vida. Hasta cierto punto, esto explica la fuerza y el crecimiento de algunas religiones. Pero cuando un individuo verdaderamente acepta la invitación de Jesús para ir con Él, esa persona no recibe a Jesús por medio de su trasfondo familiar o de su comunidad, sus lazos culturales o raciales. Tampoco lo hace sólo por estar de acuerdo con las enseñanzas de Jesús y Sus principios. Y no lo puede hacer por medio de alguna coacción externa. Por el contrario, recibe a Jesús por un nuevo nacimiento espiritual, una experiencia que se llama “nacer de Dios” o “nacer de nuevo”. Las Escrituras dice:

Más a todos los que le recibieron (a Jesús), a los que creen en Su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios (Juan 1.12-13 NVI).

(Jesús dijo), “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3.3).

   Nacemos de nuevo cuando hacemos el compromiso personal de creer en Jesús y recibirlo como nuestro único Señor y Salvador de nuestras vidas. A diferencia de algunas religiones, la voluntad del individuo es esencial en este proceso; aunque el renacer espiritual sólo se puede llevar a cabo por Dios y no por el individuo.

   Además, aunque una persona se una a una religión y comparta creencias comunes con otras personas de dicha religión, no existe nada que conecte a esa persona con otros en el grupo. Lo mismo podemos decir de cualquier grupo donde sus miembros están de acuerdo con ciertas ideas y creencias.

   Por otro lado, cuando un individuo recibe a Jesús, y nace de nuevo, se une espiritualmente con Jesús y con otros que también lo han recibido. Ese individuo se relaciona de forma profunda y eterna con otros creyentes –no sólo de forma social, intelectual o emocional -. Por consiguiente, esa asociación espiritual no es externa ni opcional. Jesús le dijo a sus seguidores lo siguiente acerca de su relación con Él:

Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar frutos por sí mismo, sino permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer (Juan 15. 4-5).

   En lo que concierne a las relaciones entre creyentes, las escrituras dicen: “Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros”(Romanos 12.5). Hablando de sus seguidores, Jesús oró a Dios Padre: “Para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, para que sean perfectos en unidad”(Juan 17.22-23). Todos los que creen en Jesús están unidos o son “uno” con Dios y con otros. Jesús se refirió a aquellos que creen en Él como Su “iglesia”(Mateo 16.18). Este término no apunta a una religión, iglesia o denominación específica, sino a la unidad espiritual de los seguidores de Jesús.
Guillermo Maldonado. ¿Por qué creer en Jesús? Poder. Primera edición.2015. Editorial Ministerio internacional El Rey Jesús. Paginas 35 - 40

lunes, 4 de marzo de 2019

¿RELIGIÓN O RELACIÓN?. Parte I



   Una gran cantidad de personas en el mundo pertenecen a una religión en particular o suscriben ciertas creencias religiosas. Con frecuencia participan en actividades religiosas porque sinceramente desean hallar sentido, dirección y consuelo para sus vidas. Aunque algunos no crean en la existencia de un ser supremo, o no apoyan forma alguna de religión, la mayoría de gente con creencias religiosas entienden que sus vidas poseen un aspecto espiritual. Saben que hay mucho más por conocer, que aquello que puede ser captado a través de nuestros sentidos físicos.

   La religión puede definirse como un sistema de creencias en relación con la realidad última y el sentido de la vida. A menudo, incluye rituales, reglas y directrices acerca de cómo debe vivir. En algunos países se practican muchas religiones, y cada religión tiene sus creencias específicas, patrones de comportamiento prescritos, liturgias y más. La religión tiene que ver con conceptos tales como: la existencia y la naturaleza de un ser superior (Dios o dioses), vida y muerte, el bien y el mal, el comportamiento moral y el inmoral (pecado) y sus consecuencias, la vida después de la muerte, lo sobrenatural, las sagradas escrituras y la teología.

¿PUEDE UNA RELIGIÓN SEPARARSE DE SU FUNDADOR?

   Por lo general, una religión es establecida en las creencias y obras de su fundador. Sin embargo, si posteriormente tuviéramos que remover de la religión a la persona que fundó ese sistema de creencias, ésta todavía podría existir y funcionar. Por ejemplo, una persona puede ser budista sin Buda o ser musulmana sin Mahoma. Estos dos fundadores religiosos murieron siglos atrás y no necesitan estar presentes para que la gente siga sus filosofías e ideas particulares.

   Muchas personas consideran que Jesús es el fundador de una religión: el cristianismo. Un gran número de ellas en mayor o menor medida, creen o siguen sus enseñanzas. Pueden pertenecer a una denominación o iglesia que corresponde a la categoría religiosa llamada “cristianismo”. Sin embargo, el propósito de Jesús al venir a la tierra no fue establecer una religión o simplemente añadir sus enseñanzas a las creencias de otras religiones. Él vino a ofrecerse a sí mismo como nuestro Salvador. Como consecuencia, si quitamos a Jesús del cristianismo, el cristianismo dejaría de existir como una realidad. Sin Jesús vivo, lo que queda es sólo una “religión” llamada cristianismo, que es sólo una apariencia de la realidad.

   El verdadero cristianismo no sólo consiste en simplemente estar de acuerdo o seguir las enseñanzas y el ejemplo de Jesús. Claro, seguir sus enseñanzas y ejemplo traen algún beneficio a la vida de las personas, pero no basta para transformarlas  de adentro hacia afuera; no es suficiente para hacer frente a sus problemas fundamentales y necesidades; tampoco es suficiente para ser eternamente eficaces. Sólo una relación con Jesús puede satisfacer esas necesidades.

No es lo mismo creer en Jesús que unirse a una religión.

   Ninguna religión puede satisfacer las necesidades que tiene el ser humano de hallar sentido, dirección y consuelo, porque la religión sólo puede llegar hasta cierto punto.

    Exploremos algunas formas según las cuales, creer en Jesús es diferente a pertenecer o seguir una religión.
1-. Los fundadores religiosos fueron seres humanos, pero Jesús fue Dios hecho carne.
   Por lo general, los fundadores de las diversas religiones fueron hombres y mujeres que creyeron haber recibido algún tipo de iluminación espiritual o intuición filosofíca. Aunque algunos de sus seguidores reclaman que sus líderes eran divinos, la mayoría de esos fundadores no reclamaron eso para sí mismos. Sin embargo, Jesús claramente afirmo que Él era Dios. Aunque nunca busco la adoración de la gente, la aceptó porque le pertenecía.
   Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres hijo de Dios (Mateo 14.33).

   Cuando llegaban ya cerca de la bajada del Monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, diciendo: ¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor; paz en los cielos, y gloria en las alturas! Entonces algunos fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. Él respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían (Lucas 19.37-40).

   Jesús no sólo era un profeta, un gran maestro o un hombre excepcional; Él es Dios hecho carne. Por tanto, una diferencia central entre Jesús y cualquier otro fundador de alguna religión es que los fundadores sólo eran seres humanos, pero Jesús era – y es – divino.

2-. Los fundadores religiosos están muertos y enterrados, pero Jesús fue levantado de entre los muertos.
   Los fundadores de las religiones que la gente sigue están muertos o algún día morirán. Sin embargo, la creencia genuina en Jesucristo se basa no sólo en Jesús como un maestro que vivió hace más de dos mil años, sino en la persona viva de Jesús. Esto depende del hecho de que después que Jesús fue condenado a muerte en una cruz romana, fue resucitado de entre los muertos y hoy todavía está vivo. Los que han recibido a Jesús reconocen que después de haber pagado el precio para liberar a la humanidad de toda la opresión espiritual, física, mental y emocional, Él conquisto la muerte y fue resucitado antes de regresar al cielo con Dios el Padre. Jesús tiene la capacidad de darnos vida eterna, porque Él es vida, y porque derrotó la muerte para siempre. Y aquel que lo recibe también algún día será físicamente resucitado para vivir juntamente con Él por la eternidad. En las escrituras leemos lo siguiente:

   Más ahora Cristo a resucitado de entre los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entro por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados (1Corintios 15.20-22).

   Ningún otro sistema de creencias o de religión requiere que sus seguidores crean en la resurrección de su fundador. Además, ninguna otra fue fundada en el hecho de que su líder entregó su vida por sus seguidores, aun antes de ellos conocerlo, o de decidir creer en él y aceptar su amor y sacrificio.

   Cuando una persona recibe al Cristo resucitado, entra en una relación personal con Él y comienza a entender y seguir las enseñanzas de Jesús de manera que antes no le eran posibles, porque han experimentado una transformación interna que incluye una nueva naturaleza y el regalo del Espíritu de Dios viviendo en ella.

   Cuando el creyente sigue las enseñanzas de Jesús y obedece sus mandamientos, esto es el reflejo de su devoción hacia Él, no el resultado de un simple deber religioso (Juan 14:15,23-24).

   Como hemos señalado, algunas personas que carecen de una relación vital con Jesús se esfuerzan por seguir sus enseñanzas. Quizá se llamen así mismo “cristianos” y hasta pueden pertenecer a una iglesia o denominación “cristiana”. Quizá desean amar a Dios y ayudar a otras personas. Sin embargo, el elemento esencial de su conexión con el Jesús vivo no forma parte de sus vidas. Ellos simplemente aceptan ciertas enseñanzas, ideas y tradiciones conectadas con Jesús o siguen un sistema de principios y leyes morales. Como consecuencia, se envuelven en una religión que, contienen algunos buenos aspectos, no manifiesta la realidad ni el poder de un verdadero cristiano.

   Muchas personas están en esta condición hoy en día. Su situación puede ser descrita en la siguiente declaración de un escritor bíblico: “tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella”(Timoteo 3.5). Esto no necesariamente significa que ellos niegan el poder de Cristo activamente o con conocimiento – es posible que hasta estén consternado por esa idea- . Sin embargo, sí significa que ellos no tienen la vida, el poder y la presencia de Jesús en ellos. Sólo tienen la apariencia de una fe genuina, mientras viven conforme a rituales o principios externos.

   Desafortunadamente, si la persona viva de Jesús fuera removida de muchas personas que dicen creer en Él, esto no alteraría la forma como llevan su vida diaria. Esto es porque no están dependiendo activamente de Su presencia, ayuda o poder, y mucho menos su sacrificio en la cruz, el cual fue hecho para reconciliarlos con Dios. Para ellos, seguir a Cristo casi siempre significa ir a servicios religiosos y seguir ciertas costumbres. Quizás traten de observar algunas reglas y reglamentos, empeñándose en ser lo suficientemente buenos para Dios en sus propias fuerzas y por medio de buenas obras, sin entender que están sustituyendo la fe vital de Jesús por una religión.

   Muchas personas que siguen una religión hacen buenas obras, y tales obras son dignas de elogio. Todos debemos ayudar a quienes son pobres, a los que están heridos y destituidos. Es más, Jesús nos dijo que si verdaderamente creemos en Él, ayudemos a otros, y que eso sería como si estuviéramos ayudándolo a él mismo. Jesús expreso:

   Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí…De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeño, a mí lo hicisteis (Mateo 25:35-36,40).

   Sin embargo, no importa cuántas buenas obras hagamos; esas obras son insuficientes para reconciliarnos con Dios y permitirnos tener una relación verdadera con Él. Por ejemplo, nunca pueden borrar nuestros pecados ni lo malo que hacemos o decimos. Sólo un sacrificio libre de pecado puede hacer eso. Jesús tuvo una naturaleza sin pecado y Él nunca pecó; por eso pudo pagar el precio por nosotros en la cruz. Únicamente cuando aceptamos su sacrificio por nosotros es que podemos ser reconciliados con Dios.
Guillermo Maldonado. ¿Por qué creer en Jesús? Poder. Primera edición.2015. Editorial Ministerio internacional El Rey Jesús. Paginas 29 - 34