domingo, 10 de marzo de 2019

¿RELIGIÓN O RELACIÓN?. Parte II


    Debemos tener algo muy en claro, hacer buenas obras no nos conduce a ganar la vida eterna. Dios nos da vida eterna cuando creemos y recibimos a Jesús, quién, como lo hemos visto, es “el camino, la verdad y la vida” (Juan 14.6). Tampoco, las buenas obras nos dan la habilidad para resolver nuestras necesidades humanas más profundas ni nuestras situaciones imposibles – tales como problemas y enfermedades incurables - . Sólo Jesús resucitado puede vencer todo por medio de su poder sobrenatural.

   Joshua López tiene una maestría en coreografía y además es chef. Él se vio en una situación imposible y su vida es un testimonio de la compasión y poder del Cristo vivo:

“Crecí en el evangelio. Sin embargo, a los 12 años, dejé los caminos del Señor porque no podía entender por qué Dios no me sanaba de dislexia ni me protegió de ser abusado sexualmente. Entré en la prostitución, trabajé haciendo  estriptis en bares, me metí en pactos satánicos y hasta frecuente varías religiones. Después de intentarlo todo terminé no creyendo ni en el bien ni en el mal. En 1982, sufrí una sobredosis de drogas y vi mi espíritu separarse de mi cuerpo. Clamé a Dios diciéndole que si me liberaba le serviría por el resto de mi vida. En ese instante, sentí mi espíritu regresar al cuerpo, aunque quedé catatónico por varias horas y todos los que me rodeaban pensaban que estaba muerto. En mi estado inconsciente percibí que “fuego” de Dios había caído sobre mí, dándome la convicción de que era libre de la adicción al bazuco (crack) y la heroína.

“Busque a Dios a mi manera, pero pronto regresé a la prostitución y me separe de todos los que creían en Él. Tiempo después, unos exámenes médicos revelaron que tenía SIDA y me dieron sólo 6 meses de vida. Sufría de dolor de espalda, manchas negras en la piel y fatiga que dificultaba mi caminar. Busqué a Dios en oración sin ir a la iglesia y sin decirle a nadie lo que me sucedía.

   Seis meses después, todavía estaba vivo y comencé a ir a la iglesia, donde me quede por cuatro años y donde crecí espiritualmente; hasta el día que el Señor me envió al Ministerio El Rey Jesús. Allí encontré mi identidad en Cristo y recibí liberación en las áreas de adicción, abuso sexual, rechazo, cautividad espiritual y más.

   Cuando había perdido toda esperanza de casarme, Dios me bendijo con una esposa y ya llevamos varios años de casado y tenemos dos hermosas hijas. Mi esposa es una mujer llena de fe que siempre creyó en mi sanidad, la cual fue progresiva, tal como mi fe. Le doy gracias de Dios por su fidelidad y amor, por mi familia y por mis pastores que siempre creyeron en mí”.

   El Poder de Jesús sigue salvando, sanando y liberando hoy a la gente de todas las naciones de la tierra, porque Él fue levantado de entre los muertos y continúa ministrándonos, ¡Él vive!

3-. Los fundadores de las religiones ya no están presentes con sus seguidores en la tierra, pero Jesús si está con seguidores.
   Una vez más, los fundadores de las diversas religiones están muertos o algún día  morirán. Después de su muerte, ya no tendrán contacto con sus seguidores. Sin embargo, Jesús les prometió a todos quienes lo reciben, sin importar en qué siglo de la historia humana vivan: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28.20).

¿Cómo Jesús continúa estando con sus seguidores, incluso hoy? Él dijo que viviría dentro de ellos: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros… El que me ama, mi palabra guardará; y mi padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”(Juan 14.18,23). Jesús también prometió que el Espíritu de Dios viviría en todos los que creen en él, para ser su consejero y ayuda idónea: “Y yo rogaré al padre, y os dará otro consolador, para que esté con vosotros para siempre: el espíritu de verdad (Juan 14.16-17).

   El Padre, Hijo y Espíritu Santo –el dios trino- reside en nosotros cuando creemos en Jesús y lo recibimos como nuestro Señor y Salvador. Está realidad nos da acceso al ámbito espiritual en el cual Dios dice que todas nuestras necesidades son suplidas y donde todo es posible (Filipenses 4.19, Marcos 9.23). Jesús continúa sanando y haciendo milagros hoy en las vidas de aquellos que creen en Él; y Él siempre está con ellos.

4-. Los seguidores de una religión se “unen”, más los seguidores de Jesús renacen espiritualmente.
   Otra diferencia entre los diversos sistemas religiosos y los que creen en Jesús es la forma cómo la gente se une a una religión y se relaciona con los otros miembros de ese grupo, si los comparamos con la forma cómo la gente recibe a Jesús y se hace una con Él y con sus hermanos en la fe. Mucha gente se hace miembro de una religión porque sigue una tradición de familia o de reza y/o una tradición cultural de la comunidad o país donde vive. Un individuo puede hacerse miembro de una religión de varias maneras. Por ejemplo, puede nacer de padres que ya están en ese sistema de creencias; puede pasar por algún ritual o simplemente declarar su intención de hacerse miembro de esa comunidad religiosa.

   A veces la gente siente que no tiene otra opción que formar parte de una religión en particular. Es más, a veces hasta su familia o sociedad esperan que lo haga; así que sufren la presión de conformarse. En ciertas sociedades, si una persona no acepta la religión de su comunidad tendrá que enfrentar consecuencias severas tales como: rechazo, pérdida de libertad y aun perder la vida. Hasta cierto punto, esto explica la fuerza y el crecimiento de algunas religiones. Pero cuando un individuo verdaderamente acepta la invitación de Jesús para ir con Él, esa persona no recibe a Jesús por medio de su trasfondo familiar o de su comunidad, sus lazos culturales o raciales. Tampoco lo hace sólo por estar de acuerdo con las enseñanzas de Jesús y Sus principios. Y no lo puede hacer por medio de alguna coacción externa. Por el contrario, recibe a Jesús por un nuevo nacimiento espiritual, una experiencia que se llama “nacer de Dios” o “nacer de nuevo”. Las Escrituras dice:

Más a todos los que le recibieron (a Jesús), a los que creen en Su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios (Juan 1.12-13 NVI).

(Jesús dijo), “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3.3).

   Nacemos de nuevo cuando hacemos el compromiso personal de creer en Jesús y recibirlo como nuestro único Señor y Salvador de nuestras vidas. A diferencia de algunas religiones, la voluntad del individuo es esencial en este proceso; aunque el renacer espiritual sólo se puede llevar a cabo por Dios y no por el individuo.

   Además, aunque una persona se una a una religión y comparta creencias comunes con otras personas de dicha religión, no existe nada que conecte a esa persona con otros en el grupo. Lo mismo podemos decir de cualquier grupo donde sus miembros están de acuerdo con ciertas ideas y creencias.

   Por otro lado, cuando un individuo recibe a Jesús, y nace de nuevo, se une espiritualmente con Jesús y con otros que también lo han recibido. Ese individuo se relaciona de forma profunda y eterna con otros creyentes –no sólo de forma social, intelectual o emocional -. Por consiguiente, esa asociación espiritual no es externa ni opcional. Jesús le dijo a sus seguidores lo siguiente acerca de su relación con Él:

Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar frutos por sí mismo, sino permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer (Juan 15. 4-5).

   En lo que concierne a las relaciones entre creyentes, las escrituras dicen: “Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros”(Romanos 12.5). Hablando de sus seguidores, Jesús oró a Dios Padre: “Para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, para que sean perfectos en unidad”(Juan 17.22-23). Todos los que creen en Jesús están unidos o son “uno” con Dios y con otros. Jesús se refirió a aquellos que creen en Él como Su “iglesia”(Mateo 16.18). Este término no apunta a una religión, iglesia o denominación específica, sino a la unidad espiritual de los seguidores de Jesús.
Guillermo Maldonado. ¿Por qué creer en Jesús? Poder. Primera edición.2015. Editorial Ministerio internacional El Rey Jesús. Paginas 35 - 40

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