miércoles, 23 de junio de 2021

LA RESPUESTA A LA RESPONSABILIDAD. Parte III

 El efecto de la opresión en el opresor.

   Muchos de los que han sido víctimas de la opresión guardan profundo rencor, amargura, antagonismo y sospecha en contra de su ex opresor y los símbolos de la opresión. Sin embargo, la opresión no afecta solamente al oprimido. Es importante observar que el opresor también se ve oprimido, y que la causa de su opresión es la percepción, las actitudes y conceptos que ha desarrollado con respecto al oprimido. Muchos opresores se han visto afectados por una forma insidiosa de lavado de cerebro, que produce una enfermedad mental que hace que sea casi imposible para el opresor renovar su mente con respecto al valor y la igualdad del que era oprimido.

    Esta forma de opresión que se revela como un sentido de superioridad, debe ser tratada del mismo modo en que el oprimido debe ser liberado del espíritu y el condicionamiento mental de su complejo de inferioridad.  

  Luego de generaciones en una posición de ventaja, el opresor también sufre de un falso sentido de seguridad, y ve que su estilo de vida es amenazado ante la posibilidad de igualdad con el que era oprimido. La igualdad de valores y estima cancelaría la brecha entre el opresor y el oprimido.

   He tenido ocasión de hablar con muchos de los hijos del opresor. Expresan su frustración, confusión e ira respecto al hecho de que aunque desean de veras aceptar y apreciar la igualdad del oprimido, encuentran que les es casi imposible hacerlo. Por ello tanto el opresor como el oprimido necesitan ser liberados antes de poder aceptar y vivir la verdadera libertad.

   En todas las naciones del Tercer Mundo anteriormente oprimidas, y en los países en desarrollo, los efectos de la opresión que acabamos de mencionar se reflejan en diferente grado, a veces a nivel consciente, y otras a nivel subconsciente. El espíritu de timidez, temor, desconfianza e inmediata gratificación, es el que prevalece.

Comprender el proceso hacia la libertad

   En las naciones del Tercer Mundo la marcha hacia la libertad ha sido larga y muchas veces frustrada, con la consecuente desilusión sobre la naturaleza de la verdadera libertad. Un breve estudio del proceso establecido por Dios para la libertad de los hijos de Israel, mostrará que la libertad no es tan simple como parece a primera vista. Veamos los principios del modelo bíblico de la libertad.

   Dios siempre nos promete libertad mientras estamos oprimidos o esclavizados.

   Dios siempre envía a un liberador para quitar la opresión física. El liberador no debe ser confundido con el luchador por la libertad. En la mayoría de los casos, no son la misma persona (como en el ejemplo de Moisés y Josué).  

   Dios nunca lleva a los oprimidos directamente a la libertad: "Mas hizo Dios que el pueblo rodease por el camino del desierto del Mar Rojo. Y subieron los hijos de Israel de Egipto armados" (Éxodo 13:18).

   Dios siempre lidera al pueblo hacia la liberación. Esta es la etapa del Sinaí o del desierto.

    Dios siempre provee milagrosamente en la fase de liberación. Este es siempre un período de provisión y riqueza: "y Jehová dio gracia al pueblo delante de los egipcios, y les dieron cuanto pedían; así despojaron a los egipcios" (Éxodo 12:36)

    El propósito de la fase de liberación es el de proveer el entrenamiento mental y la transformación en la actitud del oprimido. El desierto es el aula donde nos graduamos para la libertad.

   Dios nunca llevará a un pueblo a la tierra de la libertad, hasta haber borrado el recuerdo de Egipto de sus mentes. Todos los que salieron de Egipto murieron en el desierto, con la excepción de Josué y Caleb.

   Dios está dispuesto a esperar a la generación correcta para que vaya a la tierra de la verdadera libertad. Llevó a los hijos de los ex esclavos a la Tierra Prometida.

   Dios siempre hace surgir a un nuevo líder para llevar al pueblo hacia la libertad. Cuando el pueblo llega a la tierra de la verdadera libertad, los milagros dejan de suceder y comienza el trabajo y la responsabilidad. La libertad exige responsabilidad: "Al otro día de la pascua comieron del fruto de la tierra, los panes sin levadura, y en el mismo día espigas nuevas tostadas. Y el maná cesó el día siguiente, desde que comenzaron a comer del fruto de la tierra; y los hijos de Israel nunca más tuvieron maná, sino que comieron de los frutos de la tierra de Canaán aquel año" (Josué 5:11-12).

   En la libertad debemos cultivar nuestra comida, coser nuestros vestidos y criar los animales que nos proveerán de alimento.   

  En la libertad debemos pelear nuestras batallas, como en el ejemplo de Jericó, que fue tomada por Josué y los israelitas.

Parábolas de nuestros días

   A la luz de estos principios podemos analizar el proceso de este viaje hacia la libertad de muchas naciones y comunidades en nuestro contexto moderno. Por ejemplo, Martin Luther King, Jr. fue el liberador de los negros en los Estados Unidos, pero la libertad aún no se ha concretado. Nelson Mandela fue el liberador de las víctimas del apartheid, pero el líder que los llevará a la verdadera libertad será otro. Es importante observar que el Sr. Mandela supo dejar el lugar libre para quien lo sucediera, una vez conseguido su objetivo. Gandhi fue el liberador de los indios oprimidos por Gran Bretaña, pero no fue quien los llevó a la verdadera libertad. La lista continúa con muchas naciones en desarrollo en el Caribe y en África, Asia y Europa.

   Cada uno de estos principios es necesario para la libertad personal, comunitaria y nacional. Todos ellos se aplican al viaje hacia la libertad espiritual del pecado por medio de la salvación y la madurez espiritual.

 

¿Qué es la verdadera libertad?

   No hay mayor peso que el de la libertad. La seguridad de la esclavitud y la opresión implica la ausencia de la responsabilidad. La comodidad de la opresión es la ausencia de la autodeterminación. El atractivo del sometimiento es el privilegio de la culpa. En esencia, la opresión es atractiva para el oprimido, porque permite que se responsabilice al opresor por la vida y las condiciones del oprimido. Hay muchos que temen más a la libertad que a la esclavitud y la opresión. Y para muchos, el clamor por la libertad termina en un murmullo de lamento.

   Así que, ¿Qué queremos decir cuando pedimos libertad? ¿Qué es la verdadera libertad? Para muchos, la libertad es la ausencia de leyes, restricciones, trabajo y obligaciones. Se percibe como el abandono de la responsabilidad, el derecho de hacer lo que uno quiere, liberándose de los controles externos. Estos conceptos son erróneos, pero están peligrosamente insertados en un gran segmento de la población de nuestras naciones. Sin embargo, la verdadera libertad exige más y cuesta más que cualquier forma de esclavitud y opresión.

    La verdadera libertad  impone más leyes, exige más trabajo y requiere de más responsabilidad que la esclavitud. La libertad exige que hagamos lo correcto; la verdadera libertad requiere de más control que la esclavitud. La palabra libertad deriva del mandato que Dios le dio a Adán de dominar y señorear la Tierra.

    En esencia, se le ordenó a Adán que fuera libre para dominar el planeta para gloria de Dios. Por ello, la libertad implica "permiso para dominar". La verdadera libertad es el derecho y la oportunidad de dominar la Tierra por medio del don inherente que recibimos del Creador. La libertad no es la dominación de otro ser humano, sino de la Tierra. La libertad es esencial a toda responsabilidad moral, y la responsabilidad moral es una de las instituciones en la mente humana. Sin embargo, la libertad exige responsabilidad, y podría definirse como responsabilidad. No existe libertad sin responsabilidad. La libertad es el derecho delegado, la liberación de autoridad para ser responsable de gobernar y administrar nuestra esfera de influencia asignada por medio de nuestro don natural en cumplimiento del propósito de Dios para nuestra vida.

    La verdadera libertad, por eso, nos hace responsables ante Dios, y ante Él rendimos cuentas. La libertad es el derecho delegado por Dios a todo ser humano para dominar, gobernar y administrar la Tierra, así que la libertad siempre estará encuadrada en la ley de la delegación. No hay libertad sin ley. La libertad no implica ausencia de trabajo ni de responsabilidad, sino la entrega de trabajo, la asignación de responsabilidad. La responsabilidad es el mayor indicador de la madurez, tanto espiritual como mental. La liberación es instantánea, pero la libertad es un proceso.

  Siempre debemos recordar que la liberación no llevará necesariamente a la libertad. La liberación no es lo mismo que la libertad. La liberación es liberarse del  opresor, pero la libertad es librarse de la opresión. En esencia, es posible ser liberado y aun así, no ser libre.

   La libertad no puede legislarlo, es resultado del conocimiento revelado de la propia estima y valor. Recuerde que el poder del opresor está en mantener la ignorancia. Jesucristo, al hablar de la verdadera libertad en Juan 8, dijo: "Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (. .. ) Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres" Juan8:32,36).

    Estas palabras implican claramente que la libertad es más cuestión de conocimiento y compresión que de liberación física. Pablo dijo que un hombre solo puede ser transformado si renueva su mente (Romanos 12:2). El liberado debe ser entrenado para la libertad. La mayoría de los cristianos son espíritus liberados con mentes oprimidas. La repentina libertad puede vencer al esclavo y hacer que quiera volver a la esclavitud. La libertad no debe confundirse con la independencia. El gran rey Salomón escribió unas palabras de sabiduría para nuestras naciones y vidas personales en Eclesiastés 10:5-18. Un versículo de este pasaje dice: "¡Ay de ti, tierra, cuando tu reyes muchacho, y tus príncipes banquetean de mañana!" (v. 16).

   Esto implica que cuando una persona anteriormente oprimida recibe repentinamente poder y autoridad, son pocas las posibilidades de un buen liderazgo. Muchas de las naciones en desarrollo sufren a partir de este principio, que denota que llevar una corona no significa que se haya cambiado la mentalidad. El cuerpo liberado no es garantía de mente libre. El único camino hacia la verdadera libertad es el  autodescubrimiento en Dios, el Creador, por medio de su Hijo Jesucristo. 

   Solo el fabricante conoce la verdad acerca del producto, y por eso, el único que conoce la verdad acerca de nosotros es Dios mismo. La libertad consiste en descubrir y aceptar nuestro verdadero ser, para llegar a ser todo aquello para lo cual nacimos. Luego de volver al Padre, se requiere de la transformación por medio del Hijo, y entonces debemos someternos a la obra del Espíritu Santo de Dios. Por medio de la Palabra escrita, Él iniciará el proceso de renovación de nuestra mente, para que podamos aprender la verdad acerca de nosotros mismos y de nuestros prójimos.

Myles Munroe. En busca de la libertad. Primera edición 2005. Editorial Peniel. Pag 208 a la 214.

miércoles, 16 de junio de 2021

LA RESPUESTA A LA RESPONSABILIDAD. Parte II

 El principio y el poder de la opresión.

    En los  registros bíblicos de las memorias del gran libertador Moisés, la historia de la opresión comienza con la muerte de José, príncipe de Egipto, a los cientos diez años. Moisés, hebreo de nacimiento, fue adoptado por la hija del Faraón de Egipto y el rey lo consideraba como un hijo. El segundo libro de la Biblia escrito por Moisés detalla el éxodo de los israelitas cuando salieron de Egipto. El drama comienza con el surgimiento de un nuevo rey que no conocía a la generación de José. Redujo a  toda la población de hebreos a la condición de esclavos, y les asigno capataces para que los supervisaran.

   “Entretanto, se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José; y dijo a su pueblo: He aquí, el pueblo de los hijos de Israel es mayor y más fuerte que nosotros. Ahora, pues, seamos sabios para con él, para que no se multiplique, y acontezca que viniendo guerra, él también se una a nuestros enemigos y pelee contra nosotros, y se vaya de la tierra. Entonces pusieron sobre ellos comisarios de tributos que los molestasen con sus cargas; y edificaron para Faraón las Ciudades de almacenaje, Pitón y Ramesés (. ..) y amargaron su vida con dura servidumbre, en hacer barro y ladrillo, y en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor" (Éxodo 1:8-11, 14).

   Estas afirmaciones nos recuerdan que la opresión no es un fenómeno nuevo. Ha sido una práctica del poder humano a partir de la desobediencia del hombre en el relato del Génesis. Los israelitas permanecieron en Egipto durante más de cuatrocientos años: la mayor parte de ese tiempo sufrieron la opresión de la esclavitud.

   Podríamos definir la palabra opresión como la imposición del dominio externo sobre otra persona, al punto de controlar sus aspiraciones físicas, mentales y espirituales. La opresión es la cancelación de la autodeterminación y el sofocamiento del potencial personal. El espíritu humano fue creado para dominar. Este propósito lo estableció Dios al crear a la humanidad.

 "Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; Y señoree en los peces del mar; en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra" (Génesis 1: 26).

   Todo intento por dominar, controlar, suprimir, restringir y oprimir al espíritu humano fallará en última instancia. El deseo natural de ser liberado siempre triunfará por sobre la opresión, a causa de este espíritu natural.

   Como sucede en toda situación de opresión, el clamor por la libertad surge como el humo que emana del dolor fogoso del espíritu quebrantado de los israelitas. El Creador, Dios, el Señor del cielo y de la Tierra, oyó su clamor y respondió:

"Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo (. .. ) Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel" (Éxodo 3:7-8, la).

   Al estudiar la aventura y el proceso de este gran acto de liberación, vemos un patrón que revela principios definidos establecidos por Dios en el proceso de la libertad, que perduran a lo largo del texto bíblico para la liberación personal, comunitaria y nacional. Ahora veamos estos principios y apliquémoslos a nuestro contexto personal y nacional.

Comprender la naturaleza de la opresión.

   El objetivo de la opresión es lograr control total y dominio sobre el espíritu humano. La opresión busca destruir el deseo de la autodeterminación. Esto se logra por medio de un proceso de condicionamiento mental conocido como "quebrar el espíritu". También se llama posesión del alma El alma consiste de la mente, la voluntad y las emociones. Este proceso comienza por lo general con la restricción de la libertad física del movimiento y de la exposición al ambiente. El objetivo es el de controlar el ambiente físico como para influir sobre el estado mental, emocional y espiritual de la persona. El proceso también incluye control de acceso a recursos e información. Es por esto que históricamente, en todos los casos de opresión comunal nacional, es imperativo que el opresor se apodere de la educación y la posibilidad de traslado. El principio aparece en el proverbio del rey Salomón: "Porque cuál es su pensamiento en su corazón, tal es él" (Proverbios 23:7). Por favor observe el uso de la palabra corazón, que se refiere a la mente subconsciente, el asiento del razonamiento. Para controlar a un hombre, a una comunidad o nación, uno debe controlar el contenido de la información que ingresa a la mente subconsciente. En esencia, el objetivo último de la opresión es dominar y controlar la mente subconsciente.

    Este principio es el origen de la opresión espiritual. En el registro bíblico de la primera tentación en Génesis 3, el tentador primero plantó la Idea de no ser como DIOS en el "corazón" -o la mente- de Eva. Luego introdujo el pensamiento de llegar a ser como Dios a través de la desobediencia. Este es siempre el método utilizado para destruir el espíritu  humano. Es la razón por la que Pablo, el gran apóstol de la iglesia primera, declarara: ."Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo (2 Corintios 10:5).

   Jesucristo, en su discurso con sus discípulos, además afirmó: "Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre" (Mateo 15: 18). Y prosiguió: "Porque del corazón salen los malos pensamientos (...)  Estas cosas son las que contaminan al hombre" (vv. 19-20). El Imperativo bíblico al "arrepentimiento" subraya el lugar y el poder del alma (mente, voluntad y emoción). La palabra arrepentirse literalmente significa "cambiar de idea o modo de pensar". Nada cambia si no cambia la mente subconsciente. Por ello la opresión es efectiva y total cuando el alma se rinde. Este proceso es el quebrantamiento del espíritu de la mente.

   Uno de los impactos más grandes de la opresión imperialista y colonial que afectaba a los miles de millones de personas en países del Tercer Mundo es el daño mental causado por las filosofías opresivas del opresor. Aunque la opresión se inicie como algo externo, su efecto último es el sometimiento mental y psicológico.

Los efectos de la opresión.

   El estudio profundo de los efectos de la opresión nos mostrará que impacta tanto en el oprimido como en el opresor. La opresión comienza con la destrucción de la autoestima de una persona, y de su sentido de sí mismo. Desarma el propio concepto del valor y el ser, y crea una estima rebajada de la humanidad en la persona. La opresión lleva a la disolución del sentido de propósito y significado en la vida, reforzado por un espíritu de desesperanza. Al dudar de sí mismos y al deprimirse, los oprimidos se inmovilizan y llegan a detestarse a sí mismos, sufriendo complejo de inferioridad, temor y veneración del opresor.

    Los efectos, además, se ven aumentados por el ambiente de trabajos forzados, lo que crea actitudes negativas hacia el trabajo, la iniciativa personal, la automotivación y el sentido de orgullo personal por los  logros que resultan del esfuerzo. La atmósfera que rodea al estilo de Vida controlado por el opresor, los horarios estrictos para cada actividad, todo esto destruye el espíritu de creatividad, el pensamiento constructivo, la capacidad de planificar a largo plazo y la esperanza de un futuro para la persona y su familia.

   El costo en la estructura social de la familia es quizá el impacto negativo más importante. En muchos casos las personas son separadas de su familia y de su comunidad, lo cual destruye el sentido de pertenencia, historia, herencia e importancia ante una comunidad humana. Muchos pueblos anteriormente oprimidos siguen sufriendo durante décadas los efectos de este componente del sistema de la opresión. En muchas comunidades se ha destruido la estructura familiar, y el concepto de familia ideal no existe. En el Caribe, en África y Sudamérica, esto causa muchos de los problemas sociales de hoy.

    Las condiciones de los hijos oprimidos en Egipto, la separación de Moisés de sus padres y su subsiguiente adopción por parte de la hija del Faraón, evidencian el impacto que la opresión puede tener en la estructura de la familia como núcleo social. La desorientación psicológica que resulta del quiebre de la unidad familiar a través de la esclavitud y la opresión, rompe el tejido social y cultural que se necesita para asimilarla saludablemente en una comunidad más grande.

    La opresión también obliga al quiebre del rol patriarcal de proveedor de la familia. Esto causa un sentido de vergüenza e ineptitud entre los hombres, dentro del tejido de la unidad familiar, y da lugar a un liderazgo disfuncional. En muchos casos el rol tradicional del hombre como proveedor y protector de su familia es destruido, y da lugar a un espíritu de fracaso, depresión, frustración y desesperanza. Lo cual lleva a la ira y la amargura suprimida que se manifiesta de manera violenta muchas veces, incluyendo conducta antisocial, relaciones familiares disfuncionales y abuso doméstico.

    La opresión produce un profundo espíritu de dependencia y falta de confianza en sí mismo. La opresión puede convertirse en un hábito, en un estilo de vida. De hecho, la opresión puede llegar a ser una norma entre los oprimidos, al punto de que todo intento por derribar la condición de oprimidos pueda parecer una amenaza a la seguridad. Es una paradoja, pero la historia presenta amplia evidencia de esta cruel realidad.

    En el caso de los hijos de Israel, cuando Moisés les habló de la posibilidad de liberación, les tomó un tiempo convencerse para llegar a estar de acuerdo.

   "Y encontrando a Moisés y a Aarón, que estaban a la vista de ellos cuando salían de la presencia de Faraón, les dijeron: Mire Jehová sobre vosotros, y juzgue; pues nos habéis hecho abominables delante de Faraón y de sus siervos, poniéndoles la espada en la mano para que nos maten" (Éxodo 5:20-21).

    Moisés se quejó ante el Señor por esto, diciendo:

"He aquí, los hijos de Israel no me escuchan; ¿cómo, pues, me escuchará Faraón, siendo yo torpe de labios?" (Éxodo 6:12).

La opresión puede ser algo tan potente en la mente y la vida del oprimido, que necesita ser convencido respecto de la posibilidad de la libertad. No hay palabras más fuertes que demuestren el enorme poder de la opresión sobre el espíritu humano, que las pronunciadas por los israelitas después de ser liberados de Egipto:

"Los hijos de Israel alzaron sus ojos, y he aquí que los egipcios venían tras ellos; por lo que los hijos de Israel temieron en gran manera, y clamaron a Jehová. Y dijeron a Moisés: ¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto? ¿No es esto lo que te hablamos en Egipto, diciendo: Déjanos servir a los egipcios? Porque mejor nos fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en el desierto" (Éxodo 14:10-12).

   Es irónico que después de años de clamar por la libertad, cuando llegó la oportunidad de ser libres, desearan la esclavitud y la opresión por sobre la posibilidad de obtenerla.

    El efecto final de la opresión sobre el oprimido, es el espíritu de inmediata gratificación a toda costa. El oprimido ve las cosas materiales como símbolo de poder, libertad e igualdad. Esto proviene de haber estado controlado por el opresor. Sucede cuando se ponen restricciones y limitaciones en la obtención de cosas materiales. Resulta de la perspectiva de no tener futuro si no es designado por el opresor. En esencia, los parámetros y estilo de vida del opresor llegan a ser la medida de la libertad y el valor personal de oprimido. Como resultado, el oprimido comienza a ver la obtención de los símbolos de estatus del opresor como objetivo principal en su deseo por lograr la libertad personal.

    El resultado de estos efectos es que cuando el oprimido tiene la oportunidad de concretar su deseo de libertad, la pasión por las posesiones materiales es lo que más le preocupa. Esta búsqueda del materialismo se vuelve una fuerza enormemente potente que hace que sacrifiquen la planificación permanente del progreso, en pos de la satisfacción temporaria e inmediata por medio de símbolos perecederos. En muchos países en desarrollo es esta una de las mayores causas de crimen y conducta antisocial. Las personas buscan los símbolos de estatus, a expensas de la protección y el respeto mutuo. Esta es una señal de la mente oprimida

Myles Munroe. En busca de la libertad. Primera edición 2005. Editorial Peniel. Pag 202 a la 208.

miércoles, 9 de junio de 2021

LA RESPUESTA A LA RESPONSABILIDAD. Parte I

   El deseo y la pasión por la libertad son inherentes al espíritu humano. Todo miembro de la familia humana lleva el silencioso grito por la libertad en los secretos rincones de su corazón. Sin importar el contexto étnico, cultural, social o político del individuo, la necesidad de sentirse valorado, importante y significativo está por encima de todo en la experiencia humana. Esta verdad se evidencia en el fenómeno casi natural de las luchas civiles y las rebeliones en los antiguos territorios coloniales en todo el mundo durante el siglo pasado.

   La era de la expansión imperialista fue resultado de la era del descubrimiento, que llevó a las pequeñas naciones europeas a expandir su posición política, económica y militar, a través de expediciones de exploración en todo el mundo. Esta necesidad agresiva por la supremacía imperial dio como resultado la invasión, dominación, mutilación -yen algunos casos, aniquilación, opresión y esclavitud- de millones de personas en todo el planeta. Esta era, conocida como la era colonial, fue un periodo en que muchas de las culturas y pueblos sufrieron despojos, dominio y opresión por parte de los poderes del imperio.

   El colonialismo es la imposición Y colonización de un territorio por parte de un poder imperial, por lo general con utilización de la fuerza y la subversión. La mayor parte de esta actividad inhumana se llevo a cabo bajo los sistemas políticos sofisticados y las monarquías de Europa. Las naciones principales que lideraron este periodo de la historia fueron Gran Bretaña, Portugal, Francia y España. 

   El proceso del colonialismo implicaba la captura de territorios y la imposición de soberanía y gobierno sobre los territorios capturados. Traía como consecuencia la subyugación de los nativos de esas tierras el establecimiento del dominio extranjero Y el control sobre. todos sus recursos y desarrollo En muchos casos se quitaban a los territorios sus recursos, y se exportaban al país madre o al Poder del Imperio. Para mantener el control de estos territorios, la necesidad de riquezas, poder y recursos, había que defender la autoridad, y este era un objetivo primario para cada uno de los imperios. 

   En consecuencia, el desarrollo de actividades viables económicamente en casi todos los territorios, era algo inevitable. Este contexto fue el cimiento del comercio de esclavos. No es nuevo este negocio. En los días de los faraones, ya existía. Siguió apareciendo en las civilizaciones de Babilonia, Grecia, Roma y el resto de Europa. La expansión del imperialismo europeo hacia el oeste introdujo la :esclavitud en nuestro hemisferio, Y exportó el espíritu de la esclavitud a todo el mundo. El comercio de esclavos fue la forma .más lucrativa de enriquecerse para millones, y la maldición de las vidas de aun mas millones.

   La naturaleza del comercio de esclavos, por un lado, fue el desplazamiento de personas a áreas y territorios donde debían trabajar para beneficio de la aspiración y la codicia imperial. En otros lugares, el poder imperial avanzó Y tomó los territorios; sometió a la población nativa a trabajos forzados y la esclavitud.

   En ambos casos el resultado fue la desvaloración del potencial humano y la supresión, opresión y deshumanización de millones de personas. 

   A estas personas se les quitó la dignidad, autovalia, la autoestima el autorespeto por sí mismos y su sentido del valor. En casos extremos hasta se los despojó de la condición de seres humanos. Los sistemas premeditados y calculados de control, insensibilización y total castración, causaron daños emocionales y mentales que hoy siguen existiendo.

   Los productos de estos programas imperialistas hoy se identifican como los países del Tercer Mundo, en desarrollo o aún no desarrollados. Fue solo durante las últimas siete décadas que estos territorios anteriormente coloniales, después de muchos años de lucha, obtuvieron la oportunidad de buscar su propio destino como pueblo y como nación. ¿Por qué se los llama Tercer Mundo? ¿Y cuáles son las características de una nación del Tercer Mundo?

El tercer mundo emergente.

   El concepto de Tercer Mundo se introdujo durante una reunión de las naciones del G5 (Francia, Alemania, Japón, Reino Unido y Estados Unidos) hace muchos años, cuando se reunieron para hablar sobre el desarrollo futuro de la economía global. Se dice que fue un economista francés quien, en un intento por describir las diferentes categorías de situaciones económicas en el mundo, sugirió que había tres mundos en el planeta.

   El primer mundo es el viejo mundo de Europa, construido sobre la base de la sociedad agricultora y gobernado por los sistemas de señores feudales y reyes. El segundo mundo, o Nuevo Mundo, describe las tierras descubiertas en América del Norte, Central y del Sur. Esta era también se conoció como Revolución Industria, como cimiento de nuestras sociedades mecánicas y técnicas en la era moderna. El último, el Tercer Mundo, describe a los miles de millones de personas en territorios que fueron víctima de la opresión de la esclavitud y el sometimiento.

   La definición general de Tercer Mundo se refiere a pueblos a quienes no se les permitió participar o beneficiarse de la Revolución Industrial, a pesar de que fue el sudor y la sangre de estos pueblos lo que sentó los cimientos sobre los que se apoyó la revolución industrial misma.

   Esta opresión se ve en todos los territorios donde floreció el colonialismo o la esclavitud. Hay hoy más de seis mil millones de personas sobre el Planeta Tierra, y más de cuatro mil millones viven en naciones categorizadas como Tercer Mundo. Muchos de estos países de formación más reciente han sido despojados de sus recursos y riquezas naturales, y no cuentan con las herramientas, la maquinaria o destreza necesaria como para competir en este mundo altamente industrializado y tecnológico del siglo XXI.

   Observe que la definición de Tercer Mundo abarca a la mayor parte de la población humana; un hecho significativo, porque indica que estas naciones son hoy objeto de la atención de Dios. Por eso, deben comprender su propósito en esta nueva era.

   Estas naciones son las últimas hoy en experimentar la verdadera libertad que el Creador planeó para toda la humanidad. Sin embargo, el proceso hacia la adquisición de este tipo de libertad ha sido para la mayoría de estas naciones un ejercicio frustrante, confuso y de desilusión.

   Una breve revisión de la joven historia de estas naciones y países en desarrollo, revelará el drama de la inestabilidad política, el desastre económico, la revuelta social, la confusión cultural y el conflicto espiritual. Muchas naciones del Tercer Mundo parecen sufrir de los mismos síntomas: crisis de identidad, deficiencia de ética en el trabajo y falta de propósito, visión y confianza en sí mismos.

   El continente de África atestigua la lucha de las naciones en desarrollo del Tercer Mundo por encontrar su lugar en el escenario global de la oportunidad económica, el progreso político y social y la identidad cultural. No es diferente la situación de las naciones del Caribe, ya que muchas de estas coloridas naciones que emergen del humo del fuego de la esclavitud, están formadas por el producto de África, de Asia y del Lejano Oriente. Las naciones sudamericanas como Brasil, Chile, Argentina, Colombia, Perú y Venezuela, así como las de la ex Unión Soviética, también sufren a causa de estas cicatrices de la opresión. La pregunta es: ¿por qué es que la lucha por la libertad y el progreso en todas estas naciones colonizadas y antiguamente oprimidas termina por lo general en la nube de desesperanza que vemos hoy? ¿Por qué parecía tan fácil obtener la liberación de la opresión colonial y lograr la independencia política, pero no así vivir la libertad que anticipaban? La respuesta está en la misma naturaleza de la libertad y la opresión.

   La respuesta es la misma para la persona y la nación. Los principios que garantizan la verdadera libertad fueron establecidos por Dios, el Creador. Pueden verse en el prototipo de formación de nación de Israel, a partir de una legión de esclavos en Egipto, y que llegaron al estado de nación de importancia, riqueza, prosperidad, estabilidad, cultura y fuerza moral.

   Las leyes y preceptos por medio de los que se logró este milagro nacional están al alcance de todas las naciones, comunidades y personas, si es que desean vivir la verdadera libertad. 

Myles Munroe. En busca de la libertad. Primera edición 2005. Editorial Peniel. Pag 197 a la 202