Muchos de los que han sido víctimas de la opresión
guardan profundo rencor, amargura, antagonismo y sospecha en contra de su ex
opresor y los símbolos de la opresión. Sin embargo, la opresión no afecta solamente
al oprimido. Es importante observar que el opresor también se ve oprimido, y
que la causa de su opresión es la percepción, las actitudes y conceptos que ha
desarrollado con respecto al oprimido. Muchos opresores se han visto afectados
por una forma insidiosa de lavado de cerebro, que produce una enfermedad mental
que hace que sea casi imposible para el opresor renovar su mente con respecto
al valor y la igualdad del que era oprimido.
Esta forma de
opresión que se revela como un sentido de superioridad, debe ser tratada del
mismo modo en que el oprimido debe ser liberado del espíritu y el condicionamiento
mental de su complejo de inferioridad.
Luego de generaciones en una posición de ventaja, el opresor también sufre de un falso sentido de seguridad, y ve que su estilo de vida es amenazado ante la posibilidad de igualdad con el que era oprimido. La igualdad de valores y estima cancelaría la brecha entre el opresor y el oprimido.
He tenido ocasión de hablar con muchos de los hijos del opresor. Expresan su frustración, confusión e ira respecto al hecho de que aunque desean de veras aceptar y apreciar la igualdad del oprimido, encuentran que les es casi imposible hacerlo. Por ello tanto el opresor como el oprimido necesitan ser liberados antes de poder aceptar y vivir la verdadera libertad.
En todas las naciones del Tercer Mundo anteriormente oprimidas, y en los países en desarrollo, los efectos de la opresión que acabamos de mencionar se reflejan en diferente grado, a veces a nivel consciente, y otras a nivel subconsciente. El espíritu de timidez, temor, desconfianza e inmediata gratificación, es el que prevalece.
Comprender el proceso hacia la
libertad
En las naciones
del Tercer Mundo la marcha hacia la libertad ha sido larga y muchas veces
frustrada, con la consecuente desilusión sobre la naturaleza de la verdadera
libertad. Un breve estudio del proceso establecido por Dios para la libertad de
los hijos de Israel, mostrará que la libertad no es tan simple como parece a primera
vista. Veamos los principios del modelo bíblico de la libertad.
Dios siempre nos
promete libertad mientras estamos oprimidos o esclavizados.
Dios siempre envía a un liberador para quitar la opresión física. El liberador no debe ser confundido con el luchador por la libertad. En la mayoría de los casos, no son la misma persona (como en el ejemplo de Moisés y Josué).
Dios siempre
lidera al pueblo hacia la liberación. Esta es la etapa del Sinaí o del
desierto.
Dios siempre
provee milagrosamente en la fase de liberación. Este es siempre un período de
provisión y riqueza: "y Jehová dio gracia al pueblo delante de los
egipcios, y les dieron cuanto pedían; así despojaron a los egipcios"
(Éxodo 12:36)
El propósito de
la fase de liberación es el de proveer el entrenamiento mental y la transformación
en la actitud del oprimido. El desierto es el aula donde nos graduamos para la
libertad.
Dios nunca
llevará a un pueblo a la tierra de la libertad, hasta haber borrado el recuerdo
de Egipto de sus mentes. Todos los que salieron de Egipto murieron en el desierto,
con la excepción de Josué y Caleb.
Dios está
dispuesto a esperar a la generación correcta para que vaya a la tierra de la
verdadera libertad. Llevó a los hijos de los ex esclavos a la Tierra Prometida.
Dios siempre hace surgir a un nuevo líder para llevar al pueblo hacia la libertad. Cuando el pueblo llega a la tierra de la verdadera libertad, los milagros dejan de suceder y comienza el trabajo y la responsabilidad. La libertad exige responsabilidad: "Al otro día de la pascua comieron del fruto de la tierra, los panes sin levadura, y en el mismo día espigas nuevas tostadas. Y el maná cesó el día siguiente, desde que comenzaron a comer del fruto de la tierra; y los hijos de Israel nunca más tuvieron maná, sino que comieron de los frutos de la tierra de Canaán aquel año" (Josué 5:11-12).
En la libertad debemos cultivar nuestra comida, coser nuestros vestidos y criar los animales que nos proveerán de alimento.
En la libertad debemos pelear nuestras batallas, como en el ejemplo de Jericó, que fue tomada por Josué y los israelitas.
Parábolas de nuestros días
A la luz de estos principios podemos analizar el proceso de este viaje hacia la libertad de muchas naciones y comunidades en nuestro contexto moderno. Por ejemplo, Martin Luther King, Jr. fue el liberador de los negros en los Estados Unidos, pero la libertad aún no se ha concretado. Nelson Mandela fue el liberador de las víctimas del apartheid, pero el líder que los llevará a la verdadera libertad será otro. Es importante observar que el Sr. Mandela supo dejar el lugar libre para quien lo sucediera, una vez conseguido su objetivo. Gandhi fue el liberador de los indios oprimidos por Gran Bretaña, pero no fue quien los llevó a la verdadera libertad. La lista continúa con muchas naciones en desarrollo en el Caribe y en África, Asia y Europa.
Cada uno de estos principios es necesario para la libertad personal, comunitaria y nacional. Todos ellos se aplican al viaje hacia la libertad espiritual del pecado por medio de la salvación y la madurez espiritual.
¿Qué es la verdadera libertad?
No hay mayor
peso que el de la libertad. La seguridad de la esclavitud y la opresión implica
la ausencia de la responsabilidad. La comodidad de la opresión es la ausencia
de la autodeterminación. El atractivo del sometimiento es el privilegio de la
culpa. En esencia, la opresión es atractiva para el oprimido, porque permite
que se responsabilice al opresor por la vida y las condiciones del oprimido.
Hay muchos que temen más a la libertad que a la esclavitud y la opresión. Y
para muchos, el clamor por la libertad termina en un murmullo de lamento.
La verdadera
libertad impone más leyes, exige más
trabajo y requiere de más responsabilidad que la esclavitud. La libertad exige
que hagamos lo correcto; la verdadera libertad requiere de más control que la
esclavitud. La palabra libertad deriva del mandato que Dios le dio a Adán de
dominar y señorear la Tierra.
En esencia, se
le ordenó a Adán que fuera libre para dominar el planeta para gloria de Dios.
Por ello, la libertad implica "permiso para dominar". La verdadera
libertad es el derecho y la oportunidad de dominar la Tierra por medio del don
inherente que recibimos del Creador. La libertad no es la dominación de otro
ser humano, sino de la Tierra. La libertad es esencial a toda responsabilidad
moral, y la responsabilidad moral es una de las instituciones en la mente
humana. Sin embargo, la libertad exige responsabilidad, y podría definirse como
responsabilidad. No existe libertad sin responsabilidad. La libertad es el
derecho delegado, la liberación de autoridad para ser responsable de gobernar y
administrar nuestra esfera de influencia asignada por medio de nuestro don
natural en cumplimiento del propósito de Dios para nuestra vida.
La verdadera libertad, por eso, nos hace responsables ante Dios, y ante Él rendimos cuentas. La libertad es el derecho delegado por Dios a todo ser humano para dominar, gobernar y administrar la Tierra, así que la libertad siempre estará encuadrada en la ley de la delegación. No hay libertad sin ley. La libertad no implica ausencia de trabajo ni de responsabilidad, sino la entrega de trabajo, la asignación de responsabilidad. La responsabilidad es el mayor indicador de la madurez, tanto espiritual como mental. La liberación es instantánea, pero la libertad es un proceso.
Siempre debemos recordar que la liberación no llevará necesariamente a la libertad. La liberación no es lo mismo que la libertad. La liberación es liberarse del opresor, pero la libertad es librarse de la opresión. En esencia, es posible ser liberado y aun así, no ser libre.
La libertad no
puede legislarlo, es resultado del conocimiento revelado de la propia estima y
valor. Recuerde que el poder del opresor está en mantener la ignorancia. Jesucristo,
al hablar de la verdadera libertad en Juan 8, dijo: "Y conoceréis la verdad,
y la verdad os hará libres (. .. ) Así que, si el Hijo os libertare, seréis
verdaderamente libres" Juan8:32,36).
Estas palabras
implican claramente que la libertad es más cuestión de conocimiento y
compresión que de liberación física. Pablo dijo que un hombre solo puede ser
transformado si renueva su mente (Romanos 12:2). El liberado debe ser entrenado
para la libertad. La mayoría de los cristianos son espíritus liberados con
mentes oprimidas. La repentina libertad puede vencer al esclavo y hacer que
quiera volver a la esclavitud. La libertad no debe confundirse con la independencia.
El gran rey Salomón escribió unas palabras de sabiduría para nuestras naciones
y vidas personales en Eclesiastés 10:5-18. Un versículo de este pasaje dice:
"¡Ay de ti, tierra, cuando tu reyes muchacho, y tus príncipes banquetean
de mañana!" (v. 16).
Esto implica que cuando una persona anteriormente oprimida recibe repentinamente poder y autoridad, son pocas las posibilidades de un buen liderazgo. Muchas de las naciones en desarrollo sufren a partir de este principio, que denota que llevar una corona no significa que se haya cambiado la mentalidad. El cuerpo liberado no es garantía de mente libre. El único camino hacia la verdadera libertad es el autodescubrimiento en Dios, el Creador, por medio de su Hijo Jesucristo.
Solo el fabricante conoce la verdad acerca del producto, y por eso, el único que conoce la verdad acerca de nosotros es Dios mismo. La libertad consiste en descubrir y aceptar nuestro verdadero ser, para llegar a ser todo aquello para lo cual nacimos. Luego de volver al Padre, se requiere de la transformación por medio del Hijo, y entonces debemos someternos a la obra del Espíritu Santo de Dios. Por medio de la Palabra escrita, Él iniciará el proceso de renovación de nuestra mente, para que podamos aprender la verdad acerca de nosotros mismos y de nuestros prójimos.
Myles Munroe. En busca de la libertad. Primera edición 2005. Editorial Peniel. Pag 208 a la 214.
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