Hoy millones de seguidores de estos grandes líderes siguen siendo prisioneros en sus mentes. La verdadera libertad es cuestión de la mente, y no de la ley humana. Y la verdadera libertad Implica mucho más trabajo que la esclavitud, porque la libertad in1pone mayores restricciones que esta.
La esencia de la Libertad.
La libertad es el descubrimiento de la verdad acerca de nosotros mismos. La verdad trae libertad. La verdadera libertad nos libera para llegar a ser todo aquello para lo que fuimos creados. Nos da libertad para trabajar dentro de las leyes de la vida. Bajo la esclavitud estamos bajo la ley de otro. El látigo se utiliza para hacer cumplir la ley. Pero cuando uno entra en la libertad, debe obedecer leyes Internas. La presión consiste en mantener estas leyes por sí mismo. La libertad es disciplina autoimpuesta.
Si fuera usted mi esclavo en una plantación de algodón del siglo XIX, podría yo poner diez carteles en la pared de la casa de esclavos, que debería usted cumplir diariamente. Al levantarse por la mañana usted sabría exactamente qué hacer durante todo el día. No tendría que pensar ni planificar nada. En todo momento sabría qué hacer porque yo lo habría planificado.
Si un día eligiera dejarlo en libertad, tendría usted su propia casa, dentro de su propia comunidad, pero al ganar la libertad perdería mis diez reglas. Repentinamente estaría en un mundo que le presenta miles de alternativas y tendría que elegir qué hacer y qué le conviene más. Tendría que vivir sin que nadie lo supervise. Recuerde: la disciplina es recordar lo que uno quiere.
Esta es la verdad de la vida en libertad. Elegir libremente nuestras propias leyes para la vida, y vivir con las consecuencias de nuestras decisiones. La libertad consiste en hacerse responsable de la propia vida. Diseñar nuestro destino y decidir nuestras consecuencias.
Los principios de la
libertad.
1. En la libertad es uno el jefe,
trabaje o no para otros.
En la libertad no podemos culpar a nadie por nuestras victorias o errores, más que a nosotros mismos. Quizá hayan pasado tres generaciones desde que nuestra familia obtuvo la libertad de la esclavitud, pero si seguimos culpando a nuestra cultura por los problemas, todavía no somos verdaderamente libres. Esto es lo que dice Santiago: "Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad" (2: 12). La ley que da libertad, dice Santiago, es la ley de Dios para el libre albedrío. Santiago nos instruye a conocer y vivir la verdad de Dios, que puede cambiar nuestra mente y mejorar nuestra conducta. La libertad es cuestión de la mente.
Cuando una persona entiende su libertad en relación a Dios, honrará las leyes de la Tierra que no violen la ley de Dios. Las leyes humanas nunca fueron diseñadas para ser permanentes. Los estatutos legales se han establecido como principios regulatorios para permitir que las personas sigan viviendo en sociedad y sean productivas. "Si no haces esto -dice la ley del hombre- te permitiremos vivir en libertad fuera de la cárcel, para que hagas lo que quieras dentro de los límites de la ley".
En su primera carta a Timoteo, Pablo escribe:
"Pero sabemos que la leyes buena, si uno la usa legítimamente; conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado" (l Timoteo 1:8-11).
Pablo nos dice que le ley siempre será necesaria para el que actúa Irresponsablemente. Cuantos menos responsables somos, más leyes necesitamos. y cuanto más responsables somos menos leyes hacen falta, porque las leyes tienen por objetivo alejarnos de los requerimientos para que nos acerquemos a la productividad de la libertad personal.
Las leyes de Dios fueron entregadas para liderar a los hombres a la libertad. Pero ¿cree usted que a Dios le gustan las leyes como "No robarás", o "No darás falso testimonio" o "No cometerás adulterio"? Creo que Dios detesta estas leyes, pero tuvo que establecerlas después de que Adán desobedeciera y robara el fruto ilegal del árbol ilegal. La sociedad hoy está tan corrupta que no puede administrar la libertad de que haya una última lata de atún sobre el estante del supermercado, porque alguien la tomará si nadie vigila. Deje una radio en la mesa del parque público y vaya a caminar por la playa. Seguramente alguien le quitará de encima el peso de la radio. ¿Por qué? Porque como norma, los seres humanos no sabemos administrar la libertad. Por eso Dios impone la ley.
Los jóvenes de hoy no tienen ley porque son irresponsables. Es por eso que los niños necesitan leyes y no negociaciones, conversaciones, compromisos. No saben administrar la libertad. Pero aún así, en muchos lugares del mundo la sociedad ha permitido su falta de ley al darles derechos a los delincuentes jóvenes, que los libran de la penalidad de la ley o de la disciplina impuesta por sus padres.
Dios sabe que los descendientes de Abraham no pueden quitar sus manos de los cinco mil dólares que alguien dejó sobre la mesa. Sabe que los seres humanos necesitamos carteles que digan "Prohibido pasar", para mantenernos fuera de la cárcel. Y los cristianos no somos inmunes. Usted lo sabe ¿verdad? Si no piensa que los cristianos nacidos de nuevo y llenos del Espíritu rompen los Diez Mandamientos a cada rato, no sabe usted qué es lo que sucede a diario en el mundo cristiano.
La iglesia ha recibido el don del Espíritu Santo y la palabra de Dios, que nos permite guardar los Diez Mandamientos. Pablo escribe: "Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu" (Romanos 8:3-4).
Sin embargo, si descuidamos el consejo y consuelo de Dios, podemos desobedecer los carteles de Dios que dicen "Prohibido", como si no fuéramos conversos.
Se sorprendería ante la cantidad de cristianos que robarían una abrochadora o papel de la copiadora, solo porque "todos los demás lo hacen". Como los demás, creen que "son libres de hacerlo", aunque estén quebrando la ley. La tasa de divorcios dentro de la iglesia es hoy tan alta como la de los que pertenecen al mundo. Y sí, hay cristianos que beben y hasta se drogan, en este proceso de fracasar en las pruebas del desierto.
Dios quiere que todos vivamos libres, por encima de la ley, sujetos a un conjunto de principios más elevados. Es por eso que vino Jesús –para todos- para salvar a todos. La verdadera libertad requiere de ley porque la libertad sin leyes anarquía. La verdadera libertad opera fuera de las leyes internalizadas, se basa en los principios de Dios. En esencia, entonces, el autocontrol y la autodisciplina son ambos atributos de la verdadera libertad, porque la disciplina es la ley autoimpuesta. Esto es la libertad.
"Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud" (Gálatas 5:1).
La libertad que vino a trae nuestro Liberador, Jesús, no tiene nada que ver con la ley impuesta externamente. La libertad dice "robar no es mi principio de vida". Si veo diez centavos o diez mil dólares son la misma cosa para mí, porque aplico el mismo principio: no robo porque creo que está mal. La verdadera libertad no tiene nada que ver con mantenerse fuera de la cárcel mediante el cumplimiento de un conjunto de leyes. Hay criminales detrás de las rejas, que han encontrado la libertad de Cristo en la capilla de la prisión, y son más libres que los guardias que pasan frente a sus celdas como ciudadanos libres.
La verdadera libertad viene de entrar en la responsabilidad de cruzar el Jordán para entrar en la relación personal con Dios y su Palabra, y rendirle cuentas a Él. Jesús lo ha proclamado y ha abierto nuestras puertas de prisión, pero debemos aceptar la responsabilidad de salir de la celda y ser libres. La decisión se toma en la mente. La diferencia más grade que se observa entre la libertad y la esclavitud, es que la libertad es más difícil de aceptar porque tiene que ver con la decisión y la responsabilidad personal.
Myles Munroe. En busca de la libertad. Primera edición 2005. Editorial Peniel. Pag 217 a la 221.
La libertad es algo que realmente aprecio.
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