lunes, 5 de julio de 2021

¡LIBRE AL FIN..! Parte II

2. La libertad exige más trabajo que la esclavitud.

   Otra notable diferencia entre la libertad y la esclavitud es que la libertad exige más trabajo que la esclavitud. No parece tener sentido ¿verdad? El faraón oprimía a los israelitas. Los obligaba a trabajar, a levantarse temprano, a trabajar duro e ir a dormir tarde. Se les pegaba si trabajaban lentamente, se les pateaba y escupía si se rebelaban. Era un trabajo duro y cruel.

  Pero cuando nos detenemos a pensar en ello, la libertad exige más trabajo que la esclavitud. ¿Por qué? Porque jamás calificaremos para la libertad si no somos industriosos. Cuando buscamos la voluntad de Dios en el desierto, Él administrará nuestros talentos y nos enviará a utilizarlos frente a los habitantes de la tierra prometida. Debemos tomar la tierra, y eso implica TRABAJO. Ya no hay milagros instantáneos en Canaán. Del otro lado del Jordán debemos aprender cómo ayunar y orar para ser parte del milagro. Debemos ordeñar la vaca y recoger la miel para disfrutar de la leche y la miel de Canaán. Es allí donde Cristo nos dará la alforja y la capacidad de trabajar para llenarla con dinero. Debemos trabajar duro y quizá hasta fracasar alguna vez antes de lograr el éxito. Administración. Administración.

   Jamás olvidaré la porción de las Escrituras que cambió mi vida hace muchos años. Está en el libro de Proverbios: "El que labra su tierra se saciará de pan; mas el que sigue a los ociosos se llenará de pobreza" (28:19).

 Cuando leí ese versículo por primera vez, me asustó. Pero pronto descubrí que si como pueblo no tomamos posesión de nuestro territorio, vendrá otro y trabajará nuestra tierra. Si como iglesia no tomamos la responsabilidad de nuestra liberación y libertad, pronto nos encontraremos retrocediendo nuevamente hacia Egipto.

   La iglesia vive hoy en una nueva era de responsabilidad. Dios deja de enviar maná y nos dice que nos arremanguemos. Será mejor que aprendamos a cavar y cultivar, porque Dios ya no nos enviará agua y comida gratis. Aprendamos a coser, porque a partir de ahora nuestros vestidos se gastarán.

  El tiempo de jugar juegos religiosos ya ha pasado en el desierto. Pero los días son más cortos ahora, y Dios necesita que haya muchos "Josués" que llenen la tierra antes de que termine la hora. No hay más tiempo para jugar con los juguetes de Egipto. Cuando Dios nos libera del desierto, nos lleva hacia la responsabilidad. Debemos obtener el conocimiento, la sabiduría y la fe para trabajar con Dios, o terminaremos siendo esclavos de nuevo mientras los que están dispuestos a aprender tomar la tierra.

    Oh, si se ha convertido usted por el Espíritu Santo de Dios, llegará al cielo, claro. No digo que retrocederá y caerá en el infierno. Cuando muera en el desierto, los ángeles llevarán su alma al paraíso. Lo que digo es que si no aprendemos a llevar sobre los hombros el peso de la libertad en esta nueva era de responsabilidad, permaneceremos en la ignorancia. Bajo el yugo de nuestro opresor mientras los "Josués" de Dios toman la tierra.

   Dios está llamando a los "Josués" de todas las comunidades y naciones a vivir vidas productivas, libres y enfocadas en la administración. La libertad implica más trabajo que la esclavitud, porque el trabajo comienza desde adentro. En la libertad no hay nadie que nos grite: "¡Levántate esclavo!" No hay nadie que nos golpee para sometemos cuando nuestra mente no quiere cumplir. En la libertad tenemos que levantarnos solos. No podemos enterrar nuestro talento en el suelo y esperar que el gobierno nos pague. Tenemos que salir de la casa, ir a trabajar y quedamos allí hasta la hora de salida a mediodía.

   Tenemos que volver del almuerzo y seguir trabajando hasta las cinco o más tarde.  No podemos irnos, trabajar menos o escondernos. Cuando tenemos que trabajar  horas extras, quizá nos paguen más si trabajamos bajo relación de dependencia. Pero no hay paga extra cuando utilizamos nuestros talentos en el lugar donde  trabajamos por cuenta propia. La libertad es trabajo duro.

 Jamás olvidaré el primer día que asistí a la universidad. Crecí en las Bahamas, bajo el sistema británico en el que todo está planificado y preparado. Pero cuando entré en la clase de la universidad ese primer día, y entró el profesor y dijo: "Lean los capítulos uno a cinco. Dios los bendiga y hagan uno de los papeles durante la mañana", para salir del aula enseguida, miré hacia la puerta y sentí terror. ¿Dónde va? ¿Dónde va el maestro? Corrí para alcanzarlo en el pasillo, con mi grueso libro de historia en la mano.

- Disculpe, profesor. Acaba de dar una tarea ¿No nos va a enseñar la lección?

- ¿De dónde eres?

Supe por el tono de su voz que recibiría una reprimenda.

- De las Bahamas -respondí.

- Es un lindo lugar. Pero esta es una universidad, y en la universidad, aprendes por tu cuenta.

Bien, permítame decirle que al oír esto sentí que mi cuerpo se estremecía.

Así que sostuve mi libro de historia y pregunté:

- ¿Quiere decir que debo estudiar todo este libro por mi cuenta?

- Sí -respondió- yo soy solamente un recurso de ayuda.

¿Un recurso de ayuda? ¿Qué? Pensé, sintiendo lástima de mí mismo.

 Bueno, me repuse y asumí la responsabilidad de organizarme rápidamente. Tenía que organizar mi horario para leer, estudiar y hacer ejercicio. Dejé de ver TV y no salía a comer pizza con los demás. De repente me encontré haciendo mis propios planes y esto requería de más responsabilidad de la que jamás había tenido. Pero me entrenó y me enseñó en lo que es la libertad.

Nuestros hijos tienen una vida fácil cuando mi esposa y yo les recordamos:

- Es hora de hacer la tarea escolar.

   Pero cuando crecemos y vamos a la universidad, no hay nadie que nos lo "recuerde". La libertad es dura. Hay que trabajar extra duro, mucho más de lo que se trabajaba en la esclavitud, porque ahora hay que ser responsable desde adentro.

3. La libertad requiere de más responsabilidad que la esclavitud.

   Los errores que cometemos en el desierto pueden llegar a destruirnos si los cometemos en Canaán. Los requisitos de la responsabilidad son mucho más altos en Canaán.

   Después de que la generación más joven fuera circuncidada del otro lado del Jordán, probaron su entrenamiento disciplinado marchando silenciosamente alrededor de Jericó. ¿Puede imaginarlo? Ni una palabra, ni una queja de parte de los que marchaban continuamente. Eso sí es disciplina y entrenamiento. Sus padres se habían quejado a cada paso en el desierto. Luego, a la séptima vuelta, esta generación más joven gritó como Dios lo había ordenado, y las murallas de Jericó se derrumbaron. Dios ha dicho que Israel sería invencible. ¡Y ahora lo sabían! Su siguiente objetivo militar era la pequeña ciudad de Hai. Pero nadie sabía que entre sus filas había un hombre que había desobedecido el mandamiento de Dios registrado en Josué 6:18:

   "Pero vosotros guardaos del anatema; ni toquéis, ni toméis alguna cosa del anatema, no sea que hagáis anatema el campamento de Israel, y lo turbéis".

 Jericó fue una victoria aplastante, así que Israel envió espías para determinar la   cantidad de tropas que harían falta para destruir Hai. Cuando avanzaron para atacar, "Subieron allá del pueblo como tres mil hombres, los cuales huyeron delante de los de Hai. Y los de Hai mataron de ellos a unos treinta y seis hombres" (Josué 7:4-5).

   Dios le dijo a Israel en el desierto que ganarían todas las guerras de la Tierra Prometida. Dijo que estaría con ellos y que conquistarían la tierra. Pero ahora, por culpa de un solo hombre llamado Acán, toda la nación debió pagar el precio. Un hombre violó la ley. La Biblia dice, empero: "Pero los hijos de Israel cometieron una prevaricación en cuanto al anatema".

   Acán aparece señalado en la siguiente oración, pero la nación de Israel en su totalidad fue culpada por su ofensa: "porque Acán hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de judá, tomó del anatema; y la ira de jehová se encendió contra los hijos de Israel" (Josué 7:0.

   Bien, Josué estaba totalmente confundido por esta situación y cayó de bruces ante Dios: "¿Qué es lo que está mal?", preguntó. Así que Dios le dijo que alguien había violado su ley del anatema de Jericó. Y luego, sin informarlo quién era el que había violado el anatema, Dios le dijo a Josué que se ocupara del tema, trayendo ante sí a cada persona. "Os acercaréis, pues, mañana por vuestras tribus; y la tribu que Jehová tomare, se acercará por sus familias; y la familia que Jehová tomare, se acercará por sus casas; y la casa que Jehová tomare, se acercará por los varones; y el que fuere sorprendido en el anatema, será quemado, él y todo lo que tiene, por cuanto ha quebrantado el pacto de Jehová, y ha cometido maldad en Israel" (Josué 7:14-15). Acán fue apedreado y quemado, pero antes hubo treinta y seis hombres inocentes que pagaron por su ofensa.

   Una vez que Israel hubo cruzado el río para entrar en Canaán, Dios no quería que los israelitas pensaran nuevamente en lo que Acán había hecho. Así que el Señor hizo que apedrearan y quemaran todo lo que Acán poseía y amaba.

"Y todos los israelitas los apedrearon, y los quemaron después de apedrearlos" (Josué 7:25).

   En este nuevo siglo no será como en los días de nuestra infancia, con los milagros instantáneos de los reavivamientos. No podremos salirnos con la nuestra, con los pecados infantiles del desierto cuando hayamos cruzado el Jordán y entrado en la tierra de madurez que nos preparó Dios. Dios nos da una responsabilidad muy grande, y por eso debemos cuidarnos los unos a los otros.

   Todo esto no es solo cosa del Antiguo Testamento. Creo que estamos avanzando nuevamente hacia los días que vivió la iglesia temprana en el libro de los Hechos. Hechos 5 nos habla de un matrimonio, Ananías y Safira, que fueron muertos porque habían mentido sobre la cantidad de dinero que habían puesto en el plato de la ofrenda. El versículo 11 nos dice: "Y vino gran temor sobre toda. la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas".

   La cantidad de dinero no era el tema; era la mentira de Ananías y Safira lo que les mereció pena de muerte. Al igual que Acán, este matrimonio perdió la vida para que su pecado no se expandiera y matara a otros en la comunidad de la iglesia.

   Un hombre llamado Acán robó y ocultó lo que Dios había indicado a Israel que no debía tocarse. Y a causa de su acción individual, toda la nación debió responder. En la libertad, todo lo que hagamos afecta a los demás. Si no cumplimos con nuestro deber en el ministerio, en nuestro compromiso y en nuestra promesa a otros o en  nuestro negocio, ya no se trata de una cuestión personal. No podemos decir "Hoy no iré". En la libertad, cuando no vamos o no cumplimos con nuestras obligaciones, dañamos a otros. La verdadera libertad no supone el derecho de actuar sin tomar en consideración el efecto que las decisiones personales pueden tener sobre la libertad de otros. La verdadera libertad protege la libertad de los demás y actúa con responsabilidad por el bien de los demás.

 Si conoce a alguien que administra mal su vida y comete pecado por ello, véalo personalmente. Asuma la responsabilidad. Diga: "Oye, estoy preocupado/a por ti. Has vivido mal y quiero que dejes de hacerlo, porque estás dañando a tu familia, a la comunidad y a la iglesia". No hay mucho espacio para el error cuando peleamos en la trinchera. Es hora de comenzar a hacernos responsables, mutuamente. Ha llegado la hora de la responsabilidad.

Myles Munroe. En busca de la libertad. Primera edición 2005. Editorial Peniel. Pag 222 a la 227.

 

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