sábado, 25 de enero de 2020

CÒMO ORAR POR MISERICORDIA.

    La oración es abrir el corazón o el alma a Dios en una torma sincera, sensible y afectuosa por medio de Cristo, con la ayuda y en el poder del Espírítu Santo,para cosas como las que Dios ha prometido, o que son conforme a la Palabra de Dios, para el bien de la Iglesia,sometiéndonos en fe a la voluntad de Dios.

   La oración no es soltar una pocas expresiones de un parloteo elogioso y de vanas repeticiones, sino un sentimiento sensato en el corazón. La oración es sensible a muchas cosas diferentes. A veces oramos con un sentido de pecado, otras veces con un sentido de misericordia que necesitamos o recibimos, y otras veces con un sentido de que Dios está listo para otorgarnos su misericordia y perdón.

   Debido a que comprendemos el peligro del pecado, sentimos a menudo en oración nuestra necesidad de misericordia. Nuestra alma siente. Ese sentimiento nos hará suspirar, gemir y ablandará el corazón. La oración correcta puede rebosar del corazón cuando esta presionada por el dolor y la amargura. Cuando Ana oraba por un hijo, la Biblia dice: "Con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente", y el Señor escuchó su oración y
concibió y dio a luz al gran profeta Samuel (1 Samuel. 1:10).

   David describe algunas de sus oraciones diciendo: "Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido; han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios" (Salmos. 69:3). David clama, llora, se debilita su corazón, languidecen sus ojos: "Estoy debilitado y molido en gran manera; gimo a causa de la conmoción de mi corazón. Señor, delante de ti están todos mis deseos; y mi suspiro no te es oculto. Mi corazón está acongojado, me ha dejado mi vigor, y aun la luz de mis ojos me falta ya" (Salmos 38:8-10).

   Ezequias gemía como una paloma: "Como la grulla y como la golondrina me quejaba; gemía como la paloma; alzaba en alto mis ojos. Jehová, violencia padezco; fortaléceme
" (Is. 38:14). Efraín se quejaba delante del Señor y el Señor escuchó su clamor: "He oído a Eíraín que se lamentaba" (Jeremias. 31:18).

   En el Nuevo Testamento encontramos las mismas cosas. Pedro lloró amargamente: "Entonces Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente" (Mt. 26:75). Cristo clamó con voz fuerte y lágrimas en sus oraciones: "En los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la rnuerte, fue oído a causa de su temor reverente" (He. 5'.7). Cristo clamó y lloró debido a su sentido de la justicia de Dios, de la culpabilidad del pecado y de los dolores del infierno y de la destrucción.

   Encontramos gran consuelo en los salmos cuando expresan nuestra interna sensibilidad en oración:

"Amo ha Jehovà, pues ha oído mi voz y mis súplicas; porque ha inclinado a mí su oido; por tanto, le invocaré en todos mis días. Me rodearon ligaduras de muerte, me encontraron las angustias del Seol; angustia y dolor había yo hallado. Entonces invoque el nombre de Jehová, diciendo: Oh Jehová, libra ahora mi alma" (salmos.116:1-4).

   Cuando abrimos nuestro corazón y alma a Dios en forma sincera y sensible en nuestras oraciones, entonces recibirá a veces un dulce sentido de misericordia que le alienta, le consuela, le fortalece, le reaviva y le ilumina. Por esa razón David abre su alma para bendecir, alabar y admirar la grandeza de Dios por su amor y compasión por pecadores tan menospreciables:

   "Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila" (Salmos. 103:2-5).

   Las oraciones de los santos a veces están llenas de alabanza y acción de gracias. Este es un gran misterio: el pueblo de Dios ora con sus alabanzas, como está escrito:

"Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: iRegocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús" (Filipenses. 4:4-7).

   Cuando usted ora a Dios con una gratitud sensible por las misericordias que ha recibido de su mano, su oración es poderosa a los ojos de Dios. Esa oración prevalece con Él indeciblemente.

  A veces en oración, nuestra alma tiene un sentido de la misericordia que necesitamos recibir, Esto llena nuestra alma de fervor como David oró:

   "Porque tú, jehová de los ejércitos, Dios de Israel, revelaste al oído de tu siervo, diciendo: Yo te edificaré casa. Por eso tu siervo ha hallado en su corazón valor para hacer delante de ti esta súplica. Ahora pues, Jehová Dios, tú eres Dios, y tus palabras son verdad, y tú has
prometido este bien él tu siervo" (2 S. 7:27- 28).

   Jacob, David, Daniel y otros recibieron un sentido de que Dios quería bendecirlos. Esto los animó a orar, no a tropezones (trancas y barrancas, a rachas), no para repetir de manera descuidada una pocas palabras escritas en un papel, sino para clamar delante del Señor acerca de su situación en forma ferviente, poderosa y persistente, siendo sensibles, digo sensibles, de sus necesidades, de su miseria, y de la disposición de Dios de mostrarles a ellos su misericordia.

                                                  ORACIÓN

   Oh Señor, a veces gimo bajo la agonía de pecados no confesados y sin haberme arrepentido de ellos; perdóname por pensar que puedo esconder de ti mis pensamientos más íntimos. Gimo cuando veo los terribles efectos que el pecado tiene sobre mi vida y sobre las vidas de otros. Gimo y agonizo sobre el estado de este mundo caído y por el mal que le causan los enemigos crueles y sin corazón de tu reino. Oro ahora por misericordia, y te pido que me confirmes mediante tu Palabra que la victoria está ciertamente ganada por medio de la fe en Cristo Jesús.

   Señor, a medida que oro, te alabo y te doy gracias por tus preciosas promesas de las Escrituras que puedo aplicar a las necesidades y agobios de mi vida diaria. Te alabo porque por medio del sacrificio que hiciste en la cruz, he recibido misericordia sobre misericordia tanto en esta vida como en la venidera. Usa mis aflicciones, oh Dios, para demostrar tu amor y poder, sabiduría y fidelidad, incluso para la alabanza de tu gloria. Amén.
Juan Bunyan. Cómo orar en el Espíritu. Primera edición 2013. Editorial Portavoz Paginas 20-24

sábado, 18 de enero de 2020

LA ORACIÓN SINCERA.

 

 

  La oración es abrir el corazón o el alma a Dios en una forma sincera, sensible y afectuosa, por medio de Cristo, con la ayuda y en el poder del Espíritu Santo, para cosas como las que Dios ha prometido, o que son conforme a Su Palabra, sometiéndonos en fe a Su voluntad.

  Recuerde siempre, sus oraciones deben siempre abrir sinceramente su corazón o alma a Dios.

 Lo que debe ser cierto en cuanto a las acciones sinceras será igualmente verdad de la oración. David habla de esto cuando menciona sus propias oraciones: "A él clamé con mi boca, y fue exaltado con mi lengua. Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado. Mas ciertamente me escuchó Dios; atendió a la voz de mi súplica" (Sal. 66:17-19).

   La sinceridad es un elemento crucial en la oración. A menos que seamos sinceros, Dios no va a considerar nuestras palabras como una oración en el mejor sentido:

"Oh alma mía, díjiste a Jehová: Tú eres mi Señor: no hay para mí bien fuera de ti. Para los santos que están en la tierra, y para los íntegros, es toda mi complacencia. Se multiplicarán los dolores de aquellos que sirven diligentes a otro Dios. No ofreceré yo sus libaciones de sangre, ni en mis labios turnaré sus nombres". (Sal. 16: 2-4)

   y Dios también nos dice: "Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón" (Jer. 29:12, 13).

    El Señor ha rechazado muchas oraciones por su falta de sinceridad. Dios dijo por medio de los profetas: "y no clamaron a mí con su corazón", es decir, con sinceridad, "cuando gritaban sobre sus camas" (Os. 7:14). Sus oraciones eran pretenciosas. Sus oraciones eran hipócritas, un espectáculo para que los vieran los demás. Oraban para ser aplaudidos por sus ruidosas oraciones.

   Jesucristo elogió a Natanae! por su sinceridad cuando estaba sentado bajo la higuera. Leemos: "Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engarro" (Jn. 1:47). Supongo que este buen hombre estaba abriendo su corazón a Dios en oración debajo de la higuera. Jesús sabía que oraba con un espíritu sincero y genuino delante del Señor. La sinceridad es uno de los principáles
ingredientes en la oración que llevan a Dios a escucharla y considerarla. Así, pues, "el sacrificio de los impíos es abominación a Jehová; mas la oración de los rectos es su gozo" (Pr. 15:1;).

¿Pór qué debe ser la sinceridad un elemento esencial de la oración que es aceptable para Dios? Porque la sinceridad le lleva a abrir su corazón a Dios con toda sencillez y a hablarle de su situación claramente y sin equívocos (evasivas). La sinceridad en la oración estimula su corazón a condenar su pecado sin rodeos, sin ocultar los hechos, intenciones o sentimientos bajo falsas excusas ni disimulos.

   Cuando oramos de corazón, clamamos a Dios con ganas sin halagamos a nosotros mismos o elogiar nuestra justicia. El Señor le declaró al profeta Jeremías:

   "Escuchando, he oído a Efraín que se le lamentaba: Me azotaste, y fui castigado como novillo indómito; conviérteme, y seré convertido, porque tú eres Jehová mi Dios. Porque después que me aparté tuve arrepentimiento, y después que reconocí mi falta, herí mi muslo;  y me confundí, porque llevé la afrenta de mi juventud".(Jer. 31:18, 19)
 
   La sinceridad es siempre igual en una persona, ya sea que ore en un rincón a solas o delante de todo el mundo. La sinceridad no sabe cómo llevar dos máscaras diferentes, una para aparentar delante de los demás y otra en un rincón para un momento breve con Dios. Los cristianos sinceros deben tener a Dios. Deben estar con Él en lo que ellos conocen como el deber placentero de la oración del corazón.

   La oración sincera no es de labios para afuera, porque Dios examina el corazón. La oración del corazón mira a Dios. La oración del corazón y del alma que Dios reconoce es aquella oración de sus hijos que va acompañada de sinceridad.

                                                           ORACIÓN
   Oh Señor mi Dios, deseo que tú me encuentres a mí como Jesús halló a Natanael a lo largo del camino: en oración de profunda sinceridad y devoción a ti. Confieso que algunos de mis motivos para orar han sido egoístas e interesados. Reconozco que a menudo no he dedicado tiempo a examinar mi corazón y a abrirlo completamente delante de ti en oración. Por el contrario, he acudido a ti buscando solo cosas que yo quería que tú hicieras por mí. Me inclino ante ti, oh Dios, en humilde sometimiento, y te pido que pongas en mí un corazón limpio y me des un espíritu recto. Al examinar mi propio corazón, acudo a ti en completa sinceridad de que seré conocido como tuyo y tú serás conocido como mío, para que tu Hijo pueda ensalzarme cuando nos encontremos, para que no haya nada falso en mí, para que me sienta libre de orar en el nombre del Salvador sabiendo que estoy limpio por su sangre expiatoria. Amén
 
Juan Bunyan. Cómo orar en el Espíritu. Primera edición 2013. Editorial Portavoz Paginas 16-20

sábado, 11 de enero de 2020

LA VERDADERA ORACIÓN




    Dios nos manda que oremos. Nos manda que los hagamos en público y en privado. La oración lleva a los que tienen el espíritu de súplica a disfrutar de una maravillosa comunión y companerismo con Dios; por tanto, Dios ha ordenado la oración como un medio para que crezcamos en la relación personal con El.

   Cuando oramos frecuente y activamente, nuestras oraciones obtienen grandes bendiciones de parte de Dios, tanto para aquellos por los que oramos como para nosotros mismos. La oración abre nuestro corazón a Dios. Nuestras oraciones son el medio mediante el cual Dios llena nuestra alma, aunque vacía, hasta rebosar. En nuestras oraciones, los cristianos podemos abrir nuestro corazón a Dios como a un amigo, y recibir una renovada confirmación de su amistad con nosotros.


   Podría dedicar muchas palabras a distinguir entre la oración pública y la privada. Podría también distinguir entre la oración en el corazón y la oración expresada en voz alta. A veces también podría hablar en cuanto a las diferencias entre los dones y las gracias de la oración. Pero prefiero dedicarme a mostrarle tan solo el corazón de la oración, sin lo cual todos nuestros gestos piadosos, tanto de las manos como de los ojos y de la voz, no tendrían ningún propósito.


   Necesitamos aprender y aplicar lo que las Escrituras nos enseñan. Pablo escribió y nos dio un ejemplo: "Oraré con el espíritu" (1Corintios. 14:15).


   La oración es abrir el corazón o el alma a Dios en una forma sincera, sensible y afectuosa, por medio de Cristo, con la ayuda y en el poder del Espíritu Santo, para cosas como las que Dios ha prometido, o que son conforme a la Palabra de Dios, para el bien de la Iglesia, sometiéndonos en fe a la voluntad de Dios.


   Esta definición incluye siete aspectos las cuales son:

 Primero, sus oraciones deben ser sinceras.

Segundo, sus oraciones deben ser sensibles. 

Tercero. sus oraciones deben servir para abrir afectuosamente su alma a Dios el Padre por medio de Cristo Jesús.

 Cuarto, si quiere que sus oraciones sean eficaces, debe orar con el poder y la ayuda del Espíritu Santo.

 Quinta, para que sus oraciones sean respondidas conforme a la voluntad de Dios, debe orar por cosas tales como las que Dios ha prometido, o que sean conforme a su Palabra, la Biblia.

 Sexta, sus oraciones no debieran ser egoístas, sino que debieran tener en mente el bien de la Iglesia así como el de otros.

 Séptimo, debería orar siempre en fe y con sometimiento a la voluntad de Dios.

                                                     ORACIÓN
Oh Dios, las presiones de mi vida tan ocupada pesan sobre mí, y confieso que no he dedicado tiempo a desarrollar una familiaridad y compañerismo profundos contigo. No he abierto en realidad mi corazón a ti, ni tampoco he dedicado tiempo a conocer por experiencia la disposición de tu corazón hacia mí. Ayúdame a que durante los próximos días dedique tiempo a aprender acerca de la verdadera oración por medio de un hombre del que se enseñoreó el Espíritu Santo mediante la oración, que supo lo que era aprender acerca de ti dentro de las paredes de la cárcel. Ayúdame a orar a fin de conocerte mejor. Ayúdame a orar a fin de que pueda ser fortalecido para dar testimonio delante de los que necesitan aceptar la verdad del evangelio de tu amado Hijo, en cuyo nombre oro. Amén.

 Juan Bunyan. Cómo orar en el Espíritu. Primera edición 2013. Editorial Portavoz Paginas 10-14