viernes, 19 de mayo de 2017

LA OFENSA ES NECESARIA. Parte I


   Como todo en el reino de Dios, sus leyes contradicen las leyes de los hombres. Para ser primeros, debemos ser servidores de todos; para estar cerca del Padre, tenemos que amar a nuestros enemigos; para alcanzar la vida de Jesús, debemos morir a la vida de la carne. Así también es con las ofensas. Para madurar y para ser útiles en el Reino, es necesario que recibamos ofensas y que, en vez de vengarnos, amemos a nuestro ofensor, tengamos misericordia de él, lo perdonemos, lo levantemos en oración y le devolvamos bien por mal.

Principios bíblicos acerca del perdón.

1-.  Las ofensas siempre van a venir y son necesarias.
   No importa dónde usted se esconda, adónde vaya, las ofensas siempre lo van a alcanzar. Los problemas no se arreglan huyendo, sino aprendiendo a lidiar con ellos.

“1Dijo Jesús a sus discípulos: Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen!” Lucas 17.1

2-. Todos ofendemos con nuestras palabras.
   Ésta es una de las formas más comunes de ofender. La lengua es un órgano con el cual debemos tener cuidado pues tiene veneno y produce contaminación. Necesitamos aprender a refrenar nuestra lengua, con la ayuda del Espíritu Santo.

“2Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo”. Santiago 3.2
 
La persona que no ofende de palabra es madura.

¿Por qué la gente se ofende?

   En la iglesia y fuera de ella, todos somos ofendidos y ofendemos constantemente. Algunas ofensas son válidas, pues somos seres humanos y, si padecemos algo injusto, es normal dolerse. Pero esto no significa que debamos permanecer heridos para siempre. El hecho de que sea válido ofenderse no es excusa para no perdonar.

“53Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”. Juan 6.53



  Jesús dijo que si no comemos “su carne y su sangre” no tendremos vida eterna. Muchos escogen de Cristo, la sanidad, la liberación, la paz y el gozo, pero ¿qué tal la persecución...? Por esto, hay líderes que no predican mensajes fuertes que confronten a su congregación; no están dispuestos a correr el riesgo de que se les vayan los creyentes, ni quieren ser perseguidos. Sólo quieren lo bueno de Cristo, lo que no les trae conflicto ni persecución. ¡Siga predicando el evangelio aguado y simple!, pero sepa que Cristo dice que si no se alimenta de Él por completo, incluyendo lo que le ofende, no tendrá vida. Hay ciertos mensajes que incomodan a la gente, que no gustan, pero que son parte del ser de Jesucristo, y debemos anunciarlos y practicarlos.

“60Al oírlas, muchos de sus discípulos dijeron: Duraes esta palabra; ¿quién la puede oír?” Juan 6.60

El evangelio de Cristo no se trata de decir lo que la gente quiere oír, sino de lo que necesita escuchar. Si quiere a Jesús tiene que comerse todo el paquete.

Los discípulos se ofendieron con Jesús.
 “61Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os ofende?” Juan 6.61

¿Qué les ofendió...? Los discípulos se ofendieron por va rios motivos, los cuales son aplicables a cualquiera de nosotros hoy en día. Veamos cuáles son esos motivos:

1-.  La gente se ofende cuando se le pide compromiso.
   En nuestro diario vivir, aceptamos la demanda del jefe, del marido, de los hijos, pero cuando Cristo nos pide algo, nos quejamos y murmuramos. Nos resulta fácil olvidar que Él pagó un precio mucho más alto que el que cualquier ser humano pueda dar por otro. Él pagó la deuda que tenía en peligro de perdición nuestra alma.

   ¡Cómo se enoja el pueblo cuando se le pide compromiso! Esto es por la tradición que arrastramos de que, ser parte de una iglesia, es ir una vez a la semana, sentarse en una silla y recibir, sin involucrarse, dejando que otros hagan todo el trabajo. Entonces, pasan los días, los meses y los años, y seguimos siendo los mismos. Nunca conocemos nuestro destino ni para qué estamos aquí; nunca sentimos la satisfacción de ser instrumentos de Dios ni de bendecir a quienes tienen necesidad. No lo hacemos porque eso demanda renunciar a nuestra vida egoísta.

   Usted sabe quiénes están con usted y quiénes no, cuando les pide compromiso.

“64Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar. 66Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él”. Juan 6.64, 66

Por eso no podemos escandalizarnos cuando la gente se va ofendida de la iglesia. ¡Si se fueron de la iglesia de Jesús...! ¿Quién no hubiera querido ser parte de la congregación de Jesús? Sin embargo, muchos se fueron porque se sintieron ofendidos por sus palabras.
Guillermo Maldonado. Los Peligros de no Perdonar. Editorial Nuestra visión. Miami 2009. Pag.33 a la37

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