domingo, 20 de marzo de 2016

LA GLORIA: TERCERA DIMENSIÓN DE LO SOBRENATURAL. Parte I


                                   LA GLORIA EN EL PRINCIPIO DE LA CREACIÓN.

Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente. (Génesis 2:7)

   En el principio, Dios creó al hombre a su imagen y semejanza; lo formó del polvo de la tierra y sopló aliento de vida sobre su nariz. Ese aliento incluía Su gloria. En el primer hombre, Dios se impartió a sí mismo; todo lo que Él es: Sus virtudes, Su naturaleza y Su gloria, le fueron infundidos. En aquel ámbito, la mente del hombre funcionaba al 100 por ciento, porque la misma mente del Espíritu operaba en él para ejercer dominio sobre la creación. El hombre, dentro la gloria de Dios, no sabía enfermarse, morir, ser pobre, vivir deprimido o estar triste, porque su diseño original no reconocía esos estados. Igualmente, él podía sembrar y recibir una cosecha al instante; no tenía que esperar para recoger la cosecha, porque esperar implica un espacio de tiempo y la gloria es eternidad, donde todo es ahora. Conforme una semilla tocaba el suelo un árbol o una planta crecía. Dice la Escritura que al momento de la creación todo estaba crecido. Incluso Adán no tuvo que pasar por las etapas de crecimiento que nosotros pasamos. Aquí es importante remarcar que Jesús sí vivió todas esas etapas; por eso tiene la capacidad de entender lo que es ser un niño, un adolescente o un adulto; sabe lo que es ser rechazado, juzgado y condenado; cosas que Adán no conoció antes de la caída. En la dimensión de gloria, la tierra es totalmente fértil; el orden es cosechasemilla y no al revés. La mente de Adán era tan brillante que pudo darles nombre a todos los animales y ejerció señorío sobre todo lo creado sin problema alguno. Estaba totalmente capacitado para hacerlo sin esfuerzo, porque moraba en la gloria de Dios. Entonces, ¿qué sucedió después que Adán pecó?

Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios. (Romanos 3:23)
 
   Dios vino al huerto del Edén a buscar a Adán, pero en vez de poder compartir con él, por la transgresión del hombre terminó maldiciendo la tierra y quitándole Su presencia. Entonces inhaló su gloria del cuerpo de Adán. El hombre había salido de la dimensión de gloria. A partir de ese momento Adán comenzó a morir, aunque su muerte no fue inmediata. Como dato de interés podemos decir que, el residuo de gloria que permaneció en Adán alcanzó para que viviera 930 años. Esa herencia se transfirió por varias generaciones, que también vivieron varios cientos de años. Todo lo que posee la gloria de Dios tiene vida. La muerte es señal de la ausencia de Su gloria.

    Cuando Adán pecó algo sucedió en la mente del hombre; muchas líneas de conocimiento verdadero fueron desconectadas de su fuente original y el cerebro humano perdió el mayor porcentaje de su funcionamiento. Los científicos coinciden en que actualmente usamos sólo diez por ciento de nuestra capacidad cerebral. Esto quiere decir que Adán sustituyó el infinito conocimiento revelado por un conocimiento racional limitado. En el caso de Albert Einstein, cuya capacidad de razonamiento sobrepasó el promedio humano, no llegó a usar más del doce por ciento de su capacidad cerebral. De manera que, si con estas limitaciones el ser humano ha hecho tantos inventos, ha ido y venido del espacio y ha descubierto la cura a tantas enfermedades, ¿cómo sería la mente de Adán bajo la gloria de Dios? Por eso, tenemos que recuperar nuestra capacidad mental. A esto se refiere también la renovación de la mente de que habla la Biblia. Después de la caída de Adán, Dios maldijo la tierra y el hombre se desconectó de la gloria. Por eso, ahora el proceso de provisión ya no es cosecha-semilla, como fue en el principio, sino que es: semilla-tiempo-cosecha.

Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche. (Génesis 8:22)
 
   Hoy transitamos a través de procesos y todo toma un tiempo. Nos la pasamos esperando para recoger una cosecha o para alcanzar una meta; esto, debido a la maldición que nos sujetó al tiempo. Por ese motivo Dios nos dio la fe, para romper la ley del tiempo. Cuando Su presencia está, todo lo natural se acelera y aparece lo sobrenatural.

He aquí vienen días, dice Jehová, en que el que ara alcanzará al segador, y el pisador de las uvas al que lleve la simiente. (Amós 9:13)

   La palabra clave en este versículo es alcanzará. Dios nos está prometiendo que en el momento que usted siembre una semilla, Él desatará la casa, el trabajo o cualquier otra cosa  que usted pida, creyendo que va a recibir. He visto a Dios pagar deudas en un instante. Ésa es la razón por la cual usted debe permanecer lleno de fe. Su semilla activará la promesa para que Dios obre aceleradamente. Ahora que hemos entendido la caída del hombre, pasemos a estudiar la revelación de la gloria.

                                                   ¿Qué es la gloria de Dios?
 
   En hebreo hay una palabra que define la gloria, y es kabód, que proviene de la raíz kabéd que literalmente significa peso o riqueza. Esta palabra se usaba en la antigüedad para describir a un hombre riquísimo, famoso, de gran reputación, y también para referirse a Dios. Otros significados son honor, fuerza, poder, entorno, majestad, hermosura, reconocimiento, santidad, grandeza y magnificencia. En el original griego del Nuevo Testamento la palabra que se utiliza es doxa cuyo significado apunta a la fama, reputación, abundancia, riqueza, dignidad, resplandor y honra. En suma, el significado fundamental de la gloria, tanto en hebreo como en griego, incluye o implica todo lo que Dios es, con todos sus atributos, virtudes, carácter, naturaleza y perfección. La gloria de Dios es la esencia intrínseca de lo que Él es y Su misma presencia. Existe asimismo la gloria de los hombres y la gloria del mundo, las cuales son descritas en la Biblia como vanas y pasajeras; que consisten en ganar prestigio, fama, posición, comodidad, reputación y reconocimiento.

Los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida no provienen del Padre sino del mundo. (1 Juan 2:16)

   De igual forma, la Palabra habla de la gloria de los cuerpos terrenales y la gloria de los cuerpos celestiales. Nos enseña que la gloria que un cuerpo refleja por fuera, muestra lo que es por dentro. Lo que se ve es el valor intrínseco del cuerpo, es decir, su esencia o valor interno.

 Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. (1 Corintios 15:40)
 
   La gloria de Dios es la manifestación visible y tangible del total de Su presencia impactando los sentidos físicos. Es Dios mismo haciéndose tangible. En el Antiguo Testamento se manifestó en forma de nube, llamada shekiná que significa "aquel que habita". Esto se refiere a Dios viviendo en Su pueblo; describe la inminente presencia de Dios que trasciende. Esto significa que Dios se manifiesta en el ámbito físico, pasa del mundo espiritual al mundo natural. Shekiná viene de la raíz shakán que implica residir permanentemente, tenderse para descansar. El deseo y la voluntad de Dios siempre han sido habitar, reposar, vivir entre y con Su pueblo. Por dicho motivo Dios se muestra de forma visible y tangible.

La gloria de Dios es la presenda manifestada del Dios Yahweh.

• Dios se le apareció a Abraham.
El Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán. (Hechos 7:2)
   La aparición física o la visitación de la gloria de Dios fue lo que transformó a Abraham para siempre. Cambió sus motivos, sus prioridades, sus intenciones y su vida entera. Esto causó que fuera en pos de la tierra Prometida. Asimismo, hoy en día, todo aquel que experimenta una visitación de la gloria de Dios debe ser transformado para siempre. Estos son los hombres que reciben una revelación de Dios y traen la gloria a esta dimensión natural.

• Dios manifiesta Su gloria al pueblo de Israel.
Así era continuamente: la nube lo cubría de día, y de noche la apariencia de fuego. (Números 9: 16)  

    Dios manifestó Su gloria al pueblo de Israel en forma de nube y columna de fuego; la nube los protegía de las incandescentes temperaturas del desierto durante el día, y el fuego los calentaba durante la noche, cuando las temperaturas bajan a punto de congelación. Bajo esa gloria o shekiná se produjeron muchos sucesos sobrenaturales: el Mar Rojo se abrió ante ellos, el maná diario descendió del cielo, y el calzado nunca se gastó; en cuarenta años no hubo enfermos; Dios proveyó agua de la roca; los gigantes no pudieron entrar, y muchos otros sucesos sobrenaturales. La gloria de Dios también se manifestó en forma de nube, cuando el templo que edificó Salomón fue dedicado; esto fue una señal que Jehová habitaba con Su pueblo.

• Dios reveló Su gloria a través de Cristo.
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. (Juan 1:14)
 
   Jesucristo vino a revelar la gloria del Padre que Adán perdió; y a través de Su muerte y resurrección nos llevó de regreso a esa dimensión de gloria, para que hoy podamos caminar, como Adán lo hizo en el principio.

Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. Porque convenía a aquel por cuya causa son todas Zas cosas, y por quien todas Zas cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria. (Hebreos 2:9-10)

Jesús soportó nuestra vergüenza para que pudiéramos compartir Su gloria
 
   Todo lo que es el Padre -virtudes, atributos, carácter, naturaleza, poder, autoridad y gracia-, fue manifestado por el  Hijo en la tierra. Además, Jesús prometió manifestarse a aquellos que le obedecen a Él y al Padre.

El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es, y el que sostiene todas las cosas con su palabra poderosa. (Hebreos 1:3, Nvr)
 
Antes de ser arrestado, Jesús oró al Padre pidiendo que le regresara a la humanidad la gloria que había perdido, para que entonces, cada creyente pudiera vivir en su manifestación.

Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad .... La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno .... Para que vean mi gloria que me has dado. (Juan 17:18-19, 22, 24)
Bibliografia.
Guillermo Maldonado. Como caminar en el poder sobrenatural de Dios. Editorial Whitaker House. Miami 2011. Pag. 147 a la 154.

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