jueves, 12 de noviembre de 2015

LA REVELACIÓN DEL PADRE CELESTIAL II.


¿Qué es un misterio?.
 
   Un misterio es una revelación escondida en el corazón de Dios, la cual se revelará a nuestro espíritu por medio de su Espíritu Santo cuando cumplamos ciertas condiciones que veremos más adelante.


«Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley». —Deuteronomio 29:29

¿Por qué Dios esconde las cosas de la gente?

Dios no le revela sus misterios a los que no tienen interés en ellos; muchas personas no entienden las cosas secretas de Dios porque no tienen el anhelo de conocerlas. Jesús explicó que a nosotros se nos han revelado los misterios del reino, pero a aquellos que no quieren conocerlos no les es dada la revelación.

«Él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado». —Mateo 13:11

¿Qué requiere Dios de nosotros para darnos la revelación del Padre celestial?

-. Estar hambrientos de conocer al Padre celestial.

-. Ser humildes y enseñables. Debemos dejar a un lado las ideas y formas de pensar antiguas, y recibir las verdades presentes.

-. Demostrar obediencia y hacer lo que se nos pide. Dar un paso de fe al respecto y no que quede solo como un conocimiento en nuestra mente.

-. Valorar la revelación que recibimos.

¿Qué efectos genera el conocer la revelación del Padre?

-.  Nuestra identidad como hijos e hijas es afirmada.

   Cuando tenemos la revelación de que Dios es nuestro padre, de que nosotros somos sus hijos y de que él nos ama, obtenemos un convencimiento sobrenatural, una certeza de que no somos uno más del montón, sino que somos especiales. Además, al recibir nuestra identidad comienza a morir en nuestro interior el espíritu de competencia; ya no envidiamos el éxito de otro, ni nos importa si los hombres nos toman en cuenta o no. Comenzamos a orar como hijos y no como peticionarios ni mendigos, en fin, nuestra actitud frente al hombre, frente al diablo y frente al mundo cambia por completo.

   En Jesús podemos ver el comportamiento de un verdadero Hijo de Dios. El Hijo de Dios fue tentado por el diablo tres veces, y dos de esas tentaciones tuvieron que ver con su identidad como Hijo del Dios Padre. Sin embargo, Jesús no se dejó embaucar por las mentiras de Satanás, pues conocía su identidad, sabía de quién era hijo, y aplastó al diablo con las palabras de su Padre. Si el diablo logra hacerle dudar de  su identidad, le habrá ganado la batalla y no podrá atravesar la tentación del desierto; he ahí la importancia de esta revelación. El diablo quiso que Jesús demostrara que en verdad era el Hijo de Dios; pero en realidad Jesús no tenía que hacer nada para probarlo, ya que los hijos no hacen nada para ser hijos, simplemente son engendrados. Jesús era hijo, no importa lo que hiciera o dejara de hacer; y él lo sabía muy bien.

   El problema más grande hoy en día en el gobierno, en la iglesia y en la sociedad es la inseguridad de sus líderes; estos no están seguros de su identidad ni de su propósito en este mundo, ni de para qué hacen lo que hacen. Volvemos entonces al mismo punto, tal cosa es producto de la falta de revelación del Padre celestial. Cuando no tenemos esta revelación nos convertimos en esclavos del miedo. Conocer nuestra identidad es el equivalente a haber alcanzado la madurez, ya que una de las definiciones de madurez es la habilidad de conocer nuestra identidad en Dios, sin sentirnos inseguros u ofendidos porque otros tengan mayor éxito, más diplomas, más dinero, más unción, más talento, más habilidades, o porque piensen diferente a nosotros. Si alcanzamos la madurez en este punto, el miedo ya no nos puede controlar.

«Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios». —Romanos 8:15,16

   La persona que tiene la revelación de que es un hijo o hija de Dios ya no es presa o esclava del miedo al fracaso, a la muerte o a ser rechazada, porque sabe que su Padre le ama y le sustenta, y que no permitirá que nada malo le suceda. El verso anterior nos habla de la esclavitud y de cómo esta nos conduce a tener temor cuando no hemos recibido el espíritu de adopción o la revelación de que somos hijos del Padre celestial. Cuando recibimos la revelación del amor que nos tiene nuestro Padre, todo tipo de temor es quitado de nuestra vida, porque «el perfecto amor echa fuera el temor».

«En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor». —1 Juan 4:18

Veamos cómo se expresa este versículo en la Biblia Amplificada:

«¡No hay temor en el amor [el pavor o el terror no existe], solo el amor completo, perfecto y maduro, puede echar el temor fuera de las puertas y expulsar todo rasgo de terror! Pues el temor trae consigo el pensamiento de castigo. Entonces, aquel que siente temor no ha alcanzado la completa madurez del amor [todavía no ha crecido a la completa perfección del amor]».

   La sustancia de la fe son las promesas de Dios expresadas a través de su Palabra; en cambio, el miedo no tiene sustancia, pues no hay promesas de miedo en la Palabra que lo respalden. Lo opuesto al temor es la fe. La única sustancia que el miedo tiene es la que le damos al enemigo cuando nos preocupamos de antemano en nuestra mente.

-.  La revelación de la paternidad de Dios nos lleva a desarrollar una relación íntima con el Padre.

   Al tener la revelación de que Dios es nuestro Padre podemos acudir a su presencia con confianza, sabiendo que él nos oye y contesta nuestras peticiones. Comenzamos a desarrollar esa relación íntima, la cual lo más seguro es que no la hayamos tenido ni siquiera con nuestro padre terrenal.

«La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, y a ellos hará conocer su pacto». —Salmo 25:14

-.  La revelación del Padre nos lleva a ser verdaderos adoradores.

«Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren». —Juan 4:23

    Los verdaderos adoradores son aquellos que tienen la revelación de que son hijos y un corazón sincero hacia su Padre celestial. El hijo adora a Dios por deleite y gozo, y su anhelo es honrar a su Padre. La última tentación de Jesús tenía que ver con la adoración. Si usted logra superar las tentaciones que tienen que ver con su identidad, y la tentación con relación a la adoración, llegará a vencer al enemigo como lo hizo Jesús; vencerá la prueba del desierto para después recibir el poder de Dios.

-.  La revelación del padre nos satisface y llena por completo todo nuestro ser.

 
    Recuerde el nombre propio de Dios Padre: «EL GRAN YO SOY». Él tiene la capacidad y el deseo de convertirse en lo que usted necesita como hijo. Si necesita sanidad, entonces él es Jehová «RAFA»: «Yo soy tu sanador». Si necesita provisión, es Jehová «YIREH»: «Yo soy tu proveedor». Si necesita la victoria, es Jehová «NISSI»: «Yo soy tu bandera, tu victoria». Si necesita justicia, es Jehová «TSIDKENOU»: «Yo soy tu justicia». Si necesita paz, es Jehová «SHALOM»: «Yo soy tu paz». Dios Padre se convierte en todo lo que usted necesita. ¡Amén!


   A veces nosotros como hijos demandamos mucho de nuestros padres biológicos y espirituales, esperando que nos den amor, afirmación, un abrazo o provisión. Pero ellos no siempre pueden satisfacer todas nuestras necesidades como lo esperamos. Es ahí donde se generan los disgustos, las ofensas y las decepciones, sin entender que ellos también necesitan de lo mismo que les estamos solicitando. Es por eso que no lo pueden proveer, porque no lo tienen. Solo nuestro Padre celestial puede llenar todas nuestras expectativas de amor, pero tal cosa solo sucede cuando tenemos la revelación de que Dios es nuestro Padre celestial y de que él lo llena todo en todo. Dios Padre quiere ser su protector, quiere nutrir su alma, ser el proveedor de sus finanzas, el autor de su salvación y la de su familia, el que adiestra sus manos para la batalla, su sustentador en momentos de crisis, su defensor cuando lo atacan, su mentor en el ministerio, el que lleva la carga cuando usted ya no puede más, el que le apoya y da valor a su vida, el animador que le da palabras de aliento cuando está débil; el estabilizador de su hogar, de su vida, de su negocio; el líder, el pastor que lo lleva a delicados pastos, el que le bendice, el que le ama y cree en usted a pesar de sus defectos. El Padre celestial quiere y puede ser la única fuente de su felicidad.


¿Cuál es el clamor en el mundo hoy en día?
 
   ¡Abba! ¡Abba! ¡Abba! ¡Abba! ¡Papi! ¡Papi! ¡Papi! ¡Papi! Lo cual significa: ¡Necesito un padre! Dios, el Padre celestial, quiere ser su padre; y lo será si tan solo abre su corazón y clama a él.


La Biblia Amplificada lo expresa de esta manera:


  «Y por cuanto son verdaderamente sus hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba!, [¡Papito!] ¡Padre! Así que ya no eres más esclavo, sino hijo; y si hijo, entonces se entiende que eres heredero con la ayuda de Dios por medio de Cristo». —Gálatas 4:6,7

   Como lo mencionamos antes, este clamor lo escuchamos en todas las esferas de nuestra sociedad; en las escuelas, en las universidades, en la política, en la iglesia, en los mercados industriales, en los concilios, en las distintas denominaciones eclesiásticas, en los hogares, en todas partes. Pero, ¿por qué este clamor? Porque hay hijos buscando un padre que nunca conocieron, o buscando a un padre que estuvo en la casa, aunque ausente de sus funciones como progenitor, como si no hubiera estado. Algunos están buscando una dirección a seguir, porque no saben de dónde vienen ni hacia dónde van. Hay otros hijos que recibieron un mal ejemplo de sus padres, y ahora nos preguntamos el porqué de sus vicios. Hay hijas indefensas, abusadas por individuos con un mal corazón, hijos rechazados por la sociedad debido al color de su piel o raza. Necesitamos padres, tanto biológicos como espirituales, ya que en el ministerio también encontramos personas enceguecidas porque nunca han tenido un padre espiritual, hijos huérfanos, sin identidad, buscando un lugar donde se les reciba y se les dé un sentido de pertenencia. Todo esto nos muestra con claridad que hay un clamor: ¡Abba, Abba! ¡Necesito un padre!

¿Cuál es la solución?

 
   Conocer y tener una revelación del Padre celestial, al que podemos llegar por medio de su Hijo Jesús con la ayuda de su Espíritu Santo. Clame: «¡Abba!» «¡Papito!», y háblele a su Padre celestial. Cuando lo haga, él responderá y llenará todo vacío que su padre biológico haya dejado y toda necesidad en su alma. ¡El Padre lo ama, así que reciba su amor! Puesto que usted es su hijo, él será la fuente de su amor, será el que lleve su carga. Será el que le dé valor a su vida, el que le sostenga en medio del problema, el que le provea para suplir todas sus necesidades... ¡Amén! Si usted va al Padre con un corazón  humilde, él no lo rechazará, no lo dejará como tal vez lo hizo su padre terrenal, porque su fidelidad y amor son eternos e inmutables.

Bibliografia.
Guillermo Maldonado. Necesito un Padre. Editorial vida, Miami,Florida 2007. Pagina 18 hasta 27

No hay comentarios:

Publicar un comentario