viernes, 6 de noviembre de 2015

LA REVELACION DEL PADRE CELESTIAL



JESÚS VINO A MANIFESTAR A DIOS PADRE.

«Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre
eterno, Príncipe de paz».—Isaías 9:6

   Más adelante, Malaquías, esperando por el Espíritu Santo, clamó por la restauración de la paternidad. El profeta hablaba la voluntad de Dios y la establecía en la tierra.

«Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición». —Malaquías 4:6

   Dios cerró el Antiguo Testamento con esta profecía que estuvo latente durante más de cuatrocientos años sin cumplirse. Al comenzar el Nuevo Testamento, vemos que el libro de Lucas se inicia con lo mismo: Dios, una vez más, está hablando de la restauración de la paternidad. Jesús comienza su ministerio manifestando la naturaleza del Padre en toda su plenitud, y cumpliendo la profecía de restaurar el corazón de los padres hacia los hijos y el de los hijos hacia los padres. Aquel, era un tiempo donde había millones de hijos huérfanos, solos, sin identidad, sin dirección y sin propósito en la vida. Entonces, Jesús comienza a manifestar esa paternidad sanando, consolando, liberando, trayendo paz y gozo a todos los que lo recibían, dando a conocer el corazón del Padre a través de estas acciones.

«Ningún hombre ha visto a Dios jamás; el Hijo único o el Hijo unigénito, que está en el seno [en la presencia íntima] del Padre, él lo ha declarado [él lo ha revelado y puesto en un lugar donde se puede ver; él lo ha interpretado y lo ha dado a conocer] ». —Juan 1:18, Biblia Amplificada

Sin embargo, después de haber realizado todas las obras que ponían de manifiesto la paternidad del Padre celestial, Felipe, uno de sus discípulos, le pide a Jesús que les muestre al Padre. De una forma muy sincera, Jesús les hace caer en cuenta de que, a pesar de tenerlo a él frente a sus ojos, ellos no tenían aún la revelación del Padre.

«Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?» —Juan 14:7-9

   Después de que Jesús manifestó al Padre aquí en la tierra, siendo para todos los que le recibieron un protector, sanador, defensor, liberador y un padre para sus discípulos, les enseñó dos cosas muy importantes antes de ser crucificado. Estas cosas no habían podido ser comunicadas aun durante los tres años que estuvieron con él, debido a que Jesús sabía que los discípulos tenían un impedimento en la oración, porque no habían recibido la revelación de lo que significaba decirle al Padre: «Abba». Los discípulos no entendían cómo ni por qué Jesús tenía la audacia de llamar a su Padre «Abba», «Papito». Para los fariseos, e incluso para los discípulos, esto era un insulto, una falta absoluta de temor y respeto ante el Dios todopoderoso y temible que ellos habían conocido hasta entonces. En ese momento, los fariseos se molestaron y dijeron que Jesús era un blasfemo porque se dirigía al Padre como a un amigo íntimo. De todas maneras, a última hora Jesús comunicó dos sucesos importantes, que eran:

1. La venida del Espíritu Santo.

«Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré». —Juan 16:7

   Al hablar con sus discípulos, Jesús les enseñó que era más conveniente, más beneficioso para ellos que él se fuera. Porque Jesús estaba limitado a un cuerpo físico, mientras que el Consolador, que vendría después de su partida, estaría en todas partes: entre ellos, en ellos y sobre ellos (al igual que lo está con nosotros ahora). Y también, les enseñó que sería precisamente el Espíritu Santo el que les traería la revelación de la paternidad de Dios.

2. La revelación del Padre

«Estas cosas os he hablado en alegorías; la hora viene cuando ya no os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre». —Juan 16:25

   Este verso nos muestra que, aunque ya Jesús había tratado de explicar la paternidad de Dios a sus discípulos en un lenguaje figurativo, no les había dado una revelación completa.
Porque es el Espíritu Santo el encargado de revelar al Padre. Esta revelación fue lo que causó una total transformación en la actitud de sus discípulos frente al mundo y a sus enemigos.

   El problema con la mayor parte de las personas de esta generación es que han tenido una mala experiencia con su padre natural, y esto ha venido a ser una tragedia emocional y espiritual para ellas. Si un gran número de personas no tienen una idea de lo que es un padre natural, mucho menos pueden entender lo que es Dios como Padre. El mal concepto
de lo que es un padre natural ha impedido que muchos conozcan la paternidad de Dios, la cual es mejor que cualquier experiencia humana. La revelación de la paternidad no se puede comprender sino hasta que el Espíritu Santo la revela.

¿Cuál es la revelación que debemos tener acerca del Padre?

-. La revelación de que él es nuestro Padre.

-. La revelación de que nos ama.

-. La revelación de que somos sus hijos.

   Cuando leemos lo que es la revelación del Padre, pensamos que es sencilla y simple, pero hay una gran profundidad en ella. El reino de Dios funciona basándose en la paternidad, pero hay muchos hombres y mujeres que necesitan la gloriosa revelación de lo que esto es en realidad para poder ser parte funcional del reino. La paternidad de Dios es el   fundamento sobre el cual Dios ha escogido edificar toda la sociedad; sin ella, todo se convierte en un caos, ya que se afecta el debido funcionamiento de la familia, núcleo principal de toda sociedad. Por tal motivo, hay que trabajar para restaurar la paternidad. Así como la palabra padre en griego es pater y se traduce en español como patria, la palabra familia se traduce patria en el griego, que significa esfera de paternidad; desde el punto de vista bíblico, no hay familia si no hay paternidad.

«Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra». —Efesios 3:14,15

La necesidad más grande de la raza humana, después de la salvación, es la de un padre.

   Dios diseñó la sociedad, la política, el gobierno, la iglesia y la familia para manifestar su paternidad; pero esto ha estado muy alejado de la realidad. En este momento, nosotros no necesitamos más políticos que solo sean profesionales, sino que además cumplan el papel de padres, que conozcan a Dios y que tengan una revelación del Padre celestial.

   En la actualidad tenemos una sociedad con millones de hombres y mujeres huérfanos que están clamando por un padre que sea su protector, que los defienda de la injusticia y que los alimente material y espiritualmente. Debido a esta carencia, hoy más que nunca hay hijos rebeldes que se fueron de la casa y ahora están en las gangas, porque no encontraron en el hogar, en la iglesia ni en el gobierno un padre que los amara, que los afirmara. También encontramos altos índices de prostitución en mujeres que lo único que están buscando es el abrazo de un hombre, porque papá no se lo dio en casa. Esta es una necesidad que no permite más tiempo de espera; por lo tanto, tenemos que reintegrar los valores de la paternidad a nuestra sociedad.

   Hay preguntas que quisiera que usted se contestara a sí mismo,  para que pueda ver qué tanta revelación tiene de la paternidad de Dios: ¿Tiene usted una revelación del Padre? ¿Tiene la revelación de que él le ama? ¿Tiene la revelación de que usted es hijo o hija del Padre celestial? Si su respuesta a cualquiera de estas preguntas es negativa, recurra al Espíritu Santo en oración y pídale la revelación que necesita, y su vida será transformada. La única manera de entender los misterios del reino es recibiendo la revelación divina, aunque para esto primero es necesario conocer qué es un misterio.
Bibliografia.
Guillermo Maldonado. Necesito un Padre. Editorial vida, Miami,Florida 2007. Pagina 18 hasta 23

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