jueves, 27 de agosto de 2020

LA IRRESPONSABILIDAD: EL ENEMIGO FATAL DE LA LIBERTAD. Parte II

 Transferencia de responsabilidad.
   Adán no fue soporte de su esposa; irresponsablemente, fue negligente respecto de su posición de liderazgo. Por eso Satanás pudo colarse y negociar con Eva, y tener éxito al tentarla.

   No era Eva a quien Satanás buscaba. Él iba tras el cimiento de la raza humana: Adán. ¡Un momento! Dirá usted. Satanas fue tras Eva. ¿Ah, sí? Veamos lo que dice la Biblia en Génesis 3:6:

"Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió".

   Cuando Eva tomó el fruto nada sucedió. Cuando comió el fruto, nada sucedió. Cuando lo tragó, nada sucedió. Así que, cuando la mujer pecó, nada sucedió. 

   Pero luego la Biblia dice que ella le dio de comer a su esposo, el cimiento. Y cuando Adán comió del fruto, llegó el juicio sobre toda la humanidad.

"Y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales" (Génesis 3:6-7, frase destacada por el autor).

   Cuando Adán comió del fruto, repentinamente todo se derrumbó. La muerte entró. Su pureza y santidad desaparecieron.

"Mas jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?" (Génesis 3:9-11).

   Observe, por favor, que Dios no llamó a Eva. Llamó a Adán. Dios le exigió que rindiera cuentas, del mismo modo en que hoy nos cuestiona cuando caemos en la vida: "¿Hiciste lo que te había prohibido hacer, Adán? ¿Hiciste lo que te ordené hacer, Robert?" Dios exige rendición de cuentas por la responsabilidad que les da a sus hijos. Quiere saber si hemos obedecido sus directivas, o si hicimos lo que se nos ocurriera. Si obedecemos, no hace falta correr a esconderse.

   Hoy todos los hombres y mujeres alejados de Cristo se esconden, por temor a Dios. Hay muchos cristianos que administran mal sus asuntos cotidianos. Cuando la gente viola la ley, se esconde de la autoridad, como lo hizo Adán. ¿Alguna vez ha pasado un semáforo en rojo, y luego miró por el espejo retrovisor para ver si un policía lo había visto? Cuando violó la ley -aún si lo hizo sin querer- ¿qué hizo usted? Miró para cerciorarse de que la autoridad no lo hubiera visto. Se asustó. Cuando no cumplimos las leyes, nos condenamos a nosotros mismos. Dios nunca le preguntó a Adán si tenía miedo. Adán le dio esta información antes de que Dios le preguntara si había obedecido: "¿Comiste del fruto del árbol, Adán? Todo el tiempo he estado viniendo al Jardín, y tú nunca te escondiste de mí. Jamás escapaste. Pero ahora, de repente tienes miedo. ¿Actuaste irresponsablemente?"

   Fue entonces cuando Adán comenzó a culpar a todos excepto a sí mismo, que el espíritu de irresponsabilidad y la culpa entraron en la raza humana: "El hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí" (Génesis 3:12).

   No solo había sido negligente Adán en cumplir con lo que le indicaba el cartel de "No pasar". También, después de ver a Eva, Adán transfirió la responsabilidad de su decisión a la mujer, quien le había ofrecido el fruto: "Dios, esa mujer que me diste ... recuerda, fuiste tú quien me la dio ... ella me dio el fruto. y porque tú me diste la mujer, y ella me dio el fruto, son USTEDES Y NO YO los responsables de mis decisiones y acciones".

   Ahora, si la mujer lo hubiera golpeado para obligarle a comer el fruto si se lo hubiera metido en la boca forzándole a tragarlo y digerirlo, entonces sí podría haber dicho que era ella la responsable. Pero no fue así; fue decisión de Adán.

   Veo gente que va a un restaurante, come de todo y luego pide una gaseosa dietética. Me pregunto ¿para qué dietética? Ya se ha llenado comiendo de todo. Pareciera que dicen que toda esa comida saltó del plato hacia su estómago sin su permiso, y que entonces castigarán a la comida dándole de beber gaseosa dietética.

   La responsabilidad es un tema serio y, sin embargo, muchas veces la transferimos. "La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí" (v. 12). Adán hasta se atrevió a echarle la culpa a Dios. En esencia, lo que estaba diciendo era: "¿Por qué me la diste, Dios? Todo habría estado bien si hubieras dejado las cosas como estaban. ¡Ahora mira lo que ustedes dos me han hecho!" Esta patética transferencia de responsabilidad ha resonado a lo largo de la raza humana durante miles de años.

El juego de la culpa.

   Dios le dijo a Adán que señoreara sobre la Tierra. Cuando Adán falló en el cumplimiento de esa responsabilidad, su primera reacción fue echar la culpa a otro. Desde ese día el ser humano ha estado haciendo lo mismo. Todos somos profesionales en esto. Nadie quiere aceptar la responsabilidad de sus acciones, decisiones, situaciones y circunstancias. Culpamos a otros por nuestros problemas. Los estadounidenses tienen ridículos programas de TV donde juegan "el juego de la culpa", y toda clase de gente abominable se presenta para culpar a todo el mundo excepto a sí mismos por los terribles errores que cometen.

   Hoy, más que nunca, somos expertos en culpar al pasado por nuestro presente. Somos expertos en culpar a nuestros padres por nuestros hábitos. Culpamos a nuestros predicadores por nuestra ignorancia. Los que no sabemos aritmética culpamos al sistema educativo. Cuando tuvimos la oportunidad de aprender, faltamos a la escuela o no estudiamos. y ahora somos analfabetos de la aritmética, pero culpamos a los maestros por nuestra ignorancia.

   Nos encanta culpar a la enfermedad por nuestros problemas de salud -y no admitimos que tenemos malos hábitos alimentarios- o Comemos mal durante treinta años, luego tenemos alta presión sanguínea y culpamos al diablo porque no nos sentimos bien.

   Culpamos a nuestros hijos por los problemas sociales. Decimos: "Los jóven.es hacen esto y aquello otro". Pero estos jóvenes, ¿de quiénes son? Si somos adultos irresponsables y producimos hijos irresponsables, ¿cómo podemos culparlos por los problemas de la sociedad? Son nuestros hijos. Si nuestros hijos son fruta podrida, somos nosotros el árbol podrido de donde salieron.

   Culpamos a los cigarrillos y a las tabacaleras por nuestro cáncer. Me sorprendió oír hace poco una noticia acerca de que una mujer le hizo juicio a una tabacalera porque el fumar le había causado cáncer. No lo entiendo. Ella decidió fumar. Ella chupó todo ese humo y llenó sus pulmones, y el cáncer llego a causa de su decisión. Quiso hacerlo no hubo nadie que le golpeara la puerta para obligarla a meterse los cigarrillos en la boca.

   Pero ~igualmente, la mujer clamaba: "El fabricante hizo el cigarrillo y ahora mírenme. ¡Es su culpa!" ¿Cómo puede alguien que tiene el poder de decidir -la capacidad de negarse a fumar- quitarse la responsabilidad de encima y ponerla en la empresa que fabricó el producto? Preguntenle a Adán! Qué irresponsabilidad. y hay muchos otros juicios en la corte que juegan este juego de la culpa, en donde las acciones del demandante son responsables del daño causado a su propia persona.

   Jamás he visto que un cigarrillo se me acercara diciendo: "Oye, fúmame". Es una decisión que tomamos nosotros. La planta de tabaco no es el problema. Es el espíritu de irresponsabilidad lo que nos hace transferir a la planta nuestra experiencia negativa. Si tan solo pudiéramos librarnos de esa sucia planta, decimos, entonces se resolvería el problema de la nicotina. Pero no es la planta la responsable del problema. El corazón humano es el responsable.

   Un borracho quizá culpe a la destilería, al almacén o a la taberna que le vendió el alcohol. Pero si este hombre jamás hubiera bebido, no sería alcohólico. Es sorprendente cómo el alcohol puede saltar de la botella y meterse en el estómago de la gente. Hay personas que pasan veinte años tragando alcohol y finalmente van a ver al doctor para que les arregle el hígado. Entonces culpan al doctor y lo denuncian ante la justicia por mala praxis si no logra curarlos.

   ¿Cuántos hombres han sido infieles, totalmente irresponsables con respecto a sus familias, y luego culpan a su esposa porque cocina mal y es desprolija? Oiga, hermano, si ella cocina mal y es desprolija, es culpa suya porque ha sido usted un mal marido. No culpe a su esposa por su irresponsabilidad.

   Muchos hombres culpan a sus esposas cuando son infieles. Dicen: "Si no me tratas bien, buscaré por otro lado". Y luego, cuando son infieles, culpan a su esposa. "No era buena esposa, no hacía esto, ni aquello ... ". y la realidad de la situación es que el hombre permitió que el espíritu de la irresponsabilidad lo alejara de su propia responsabilidad, que destruyera el cimiento de su hogar.

   La irresponsabilidad es el peor enemigo de la libertad. Hay personas de toda clase y raza que caen en las garras de la irresponsabilidad. Los negros culpan a los blancos por sus problemas, y los blancos culpan a los negros. Los ciudadanos culpan al gobierno, los pobres culpan a los ricos. Pero el gobierno no puede impedirnos ser productivos si permite que elijamos libremente ¿verdad? Así que, en lugar de esperar que el gobierno le dé un empleo ¿por qué no utiliza el cerebro que hay dentro de su cráneo? Dios nos dio cinco mil millones de neuronas. No importa si vive usted en un país del Tercer Mundo o en una villa de emergencia. Aún si los gobernantes intentan restringir su productividad, hay algo que jamás podrán quitarle: su capacidad para pensar. Cuando somete usted su mente a Dios y toma la decisión de administrar, Dios le dará capacidad, ideas creativas y conceptos que asombrará a quienes lo rodean.

   No es el gobierno quien debe dar empleo. La Biblia dice que la función del gobierno es blandir la espada de la protección para que el justo pueda ser productivo (ver Romanos 13:3-4; 1 Timoteo 2:1-2). Dios espera que vivamos en un ambiente donde podamos ser productivos sin tener que depender del gobierno para que nos emplee.

    El criminal culpa a la sociedad por su conducta. El homosexual culpa a sus hormonas por su perversión. Los ciudadanos culpan a sus diputados por la corrupción de su nación. Pero si los líderes son corruptos en una república democrática, es porque la gente los votó, así que, han elegido representantes de su mismo palo.

    Somos expertos en culpar a nuestros líderes. Si su líder es ciego, no caiga en su charca de barro para preguntar despUés: "¿Por qué me llevaste allí?" No culpe al líder por el modo en que usted lo sigue; deje de seguirlo.

  ¿Cuánta gente hay que dice que no será cristiana porque ya han visto a demasiados hipócritas? Así que el pecador culpa al predicador hipócrita por su maldición personal. Pero culpar a un predicador hipócrita por la propia perdición es algo tonto e irresponsable, porque Dios nunca le ordena a nadie que siga a un predicador hipócrita. Nos dice que sigamos a Jesús. Debemos ser responsables de seguirlo a Él.

A cargo de nuestra propia vida

   Amanece un nuevo día para el creyente del siglo XXI y para todos los seres humanos, para que nos pongamos a la altura de nuestra responsabilidad. Mucha gente se vuelve haragana a causa del mensaje de fe carismático que sostiene que si decimos una cierta oración, Dios "responderá", sin importar si estamos administrando nuestra tarea de manera adecuada o no. El divorcio arrasa y a muchos se les dice que con solo asistir a la iglesia y dar el diezmo le llegará la riqueza. Pero Dios no hace ricos a los cristianos que calientan el asiento, porque muchos han administrado mallos asuntos de Dios en el hogar y en su trabajo. Dios no es el conductor de un programa televisivo que tiene un sorteo de premios para participantes religiosos. 

   Dios dice: "La irresponsabilidad es el peor enemigo de la libertad. Vuelvan a la responsabilidad. Hombres, tomen su lugar en el hogar. Administren mis asuntos y sirvan en la Iglesia, que es mi estructura organizacional. Organicen su familia de acuerdo a mi Palabra, y luego aumenten su jardín para que cubra la superficie del planeta".

   No importa qué haya sucedido en el pasado, hoy mismo podemos hacernos cargo de nuestro futuro. Hoyes una nueva temporada de blancos, ricos, indios, por igual-: "Dejen de culpar al sistema. Dejen de culpar a las autoridades. Dejen de culpar a sus padres. Dejen de culpar al pastor. Dejen de culpar a su pasado. Sean administradores responsables, porque esta es la voluntad de Dios para ustedes".

   No podemos cambiar el pasado, pero podemos definir la calidad de nuestro futuro. Quizá no nos guste la familia en la que nacimos, pero seguro podemos definir el tipo de hogar en el que criaremos a nuestros hijos. Siempre depende de nosotros la decisión responsable, y cuando elegimos seguir los caminos de Dios, cuando elegimos alimentar y obedecer su perfecto lugar de salvación en nuestros corazones para llenar la Tierra, Él nos apoyará. El espíritu de opresión produce el espíritu de la irresponsabilidad. Y la libertad exige responsabilidad.

   La libertad -entender sus principios y el costo que implica la irresponsabilidad- es en verdad la esencia de la vida. En los próximos capítulos retrocederemos a los días infames que pasó el pueblo de Israel en el desierto, para examinar la diferencia entre la liberación y la libertad desde el punto de vista de Dios. Comencemos mirando ahora lo importante que es aprender a administrar la libertad que Dios quiere que cada uno de nosotros viva en su vida.
Myles Munroe. En busca de la libertad. Primera edición 2005. Editorial Peniel. Pag 74 a 80


jueves, 20 de agosto de 2020

LA IRRESPONSABILIDAD: EL ENEMIGO FATAL DE LA LIBERTAD. Parte I

   No hay nada más destructivo en la sociedad que la irresponsabilidad. La mala administración de Adán afectó a todas las generaciones de la humanidad desde que comió del fruto prohibido
con su esposa e intentó ocultar el hecho. Hoy, a causa de la trasgresión de Adán hace seis mil años, el mundo en que vivimos está bajo el hechizo de su espíritu irresponsable. y a causa de ello sigue en su inamovible rumbo hacia el choque y la autodestrucción.

   La razón por la que tenemos tantos conflictos y experiencias debilitantes en el mundo hoy, es porque el mundo está lleno de gente infectada con el espíritu de la irresponsabilidad. 

El Espíritu de la irresponsabilidad

   La palabra irresponsabilidad significa "que no responde a la autoridad". ¿Le suena familiar? Mucha gente hoy no quiere que le digan qué durante el tiempo que quieran hacerlo.

   La palabra irresponsabilidad también significa "carecer del sentido de la rendición de cuentas, de la capacidad o la posibilidad de responder por las consecuencias". Muchas personas no quieren rendir cuentas ante nadie, y esto incluye la actitud de negarse a responder ante Dios y ante su iglesia. Cuando desde el púlpito se habla de pecado, el mensaje por lo general se recibe como referido a la persona que está sentada al lado de nosotros, y no a nosotros mismos. Nuestra línea de pensamiento está a la defensiva: yo oró pidiendo perdón y Dios me perdona siempre, así que no me molestes más.

   Hay muchos cristianos que calientan el asiento en la iglesia, que llevan su Biblia de un lado a otro, pero que viven vidas impuras y no quieren que nadie los corrija o repruebe. Este es el espíritu de irresponsabilidad.


   La palabra irresponsabilidad también quiere decir "falta de conciencia" o "incapacidad o falta de voluntad de responder a la conciencia". Es la conciencia lo que nos permite distinguir entre el bien y el mal. Cuando nos permitimos un estilo de vida irresponsable, gradualmente acallamos la voz de la conciencia. Algunas personas hacen cosas increíbles, pero no sienten culpa ni remordimiento alguno. Se matan, hay esposos que golpean a sus esposas, padres que duermen con sus hijas, que se despiertan, toman una ducha, desayunan y salen de la casa como si nada hubiera pasado. Ha muerto la conciencia en gran parte de la sociedad, porque heredamos un espíritu de irresponsabilidad.

   Ser irresponsable también significa ser "cambiante, poco estable". La gente irresponsable puede ser volátil, descuidada de los sentimientos de los demás, apresurada, poco confiable, inestable, suelta, laxa e inmoral. Pueden tener carácter impredecible, que no merezca nuestra confianza. Y no es solo el "problema del mundo". También existe este espíritu en la iglesia cristiana de hoy. 

El juego de la culpa.

La gente irresponsable es experta en culpar a otros por su irresponsabIlidad. Recuerde la defensa de Adán: "Dios, esa mujer que me diste ... recuerda, fuiste tú quien me la dio ... ella me dio el fruto, y porque tu me diste a esta mujer, y ella me dio el fruto ... ustedes dos ....Y NO YO... son quienes me hicieron comer. Soy inocente, Dios. 'Déjame en paz! "

   Hoy todo el mundo es experto en culpar a la sociedad por nuestros problemas. La gente se ve atrapada en la mentalidad de que no hay responsabIlidad por la conducta, las decisiones y las situaciones en que nos encontramos. Todo se remite a la mala administración de Adán en el jardín.

   Al ver estas definiciones de la irresponsabilidad, vemos que muchas de nuestras comunidades viven en un floreciente desastre. Todo el mundo sufre bajo la destructiva influencia de la irresponsabilidad humana. Vivimos en una generación irresponsable que cree que el mundo le debe algo. La gente se niega a responsabilizarse por sus vidas, decisiones y acciones. ¿Pueden volverse a la iglesia, para que esta les ayude a encontrar su propósito responsable en la vida? Sí, pero la iglesia debe estar firmemente asentada en su propia responsabilidad.

El origen de la irresponsabilidad.

   ¿Cuándo entró en la sociedad este espíritu de la irresponsabilidad? Una vez más, la respuesta es simple. Este espíritu destructivo fue liberado en el jardín del Edén. En Génesis encontramos que el primer hombre -que llevaba a todos los hombres en sus espermatozoides- violó su mandato de mayordomía. Se le confió a Adán la responsabilidad sobre toda la Tierra. Tenía la responsabilidad de mantener los parámetros santos y Justos del DIOS Creador en este planeta, por medio de la obediencia. "y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra" (Génesis 1:28) .

   La palabra "señorear" literalmente significa "liderar, administrar, controlar, mantener y administrar". La orden de Dios a Adán deja en claro que la humanidad fue creada para administrar la Tierra. Se nos dio la responsabilidad de administrar, desde el comienzo mismo. Así que debemos mirar lo que sucedió en el jardín del Edén para entender dónde comenzó el problema. Cada una de las instrucciones que Dios le dio a Adán tenía un propósito específico para la humanidad. Veamos cada una de ellas.

 Fructificar por medio del trabajo

 Cuando Dios le dio a Adán el jardín del Edén, lo primero que le dijo que debía hacer era trabajar. "Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase" (Génesis 2: 15).

   Dios no le dijo a Adán exactamente lo que tenía que hacer. Solo le dijo que fuera productivo. Cuando Dios le hablaba a Adán, le hablaba a cada una de las generaciones humanas que él llevaba en sus espermatozoides. Cuando Dios dijo: "Adán, trabaja", nos decía a todos que debíamos trabajar. Esto indica que el trabajo es resultado natural de la responsabilidad que Dios nos confía. 

   El trabajo no es una maldición. Existía ya en el jardín cuando el hombre estaba en perfecta relación con Dios. Por eso, si a usted no le gusta trabajar, está resistiéndose a la voluntad natural de Dios para su vida.

   Cuando Eva conoció a Adán, él ya tenía un empleo. Así que lo primero que necesita un hombre no es una esposa, sino un trabajo. y una mujer no debería casarse con un hombre que no quiere trabajar.

   La palabra fructífero significa "producir resultados, ser redituable". Para ser fructífero uno debe tomar lo que está escondido en la semilla y hacer que florezca y crezca. La instrucción de Dios a ser fructíferos no se limita a tener hijos. Dios quería que Adán y Eva fueran fructíferos en todo. Puso "fruto" en la semilla del planeta y les ordenó obtener el "fruto". Lo mismo vale para nosotros: "Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos" (Génesis 1:28).

   Es por esto que Dios nunca hizo una silla para Adán. En cambio, escondió la silla en el árbol. Nunca hizo una mesa para Adán, sino que la puso dentro del árbol. Nunca hizo un automóvil para Adán, sino que lo escondió dentro de las vetas de metal en las montañas y dejó todo lo demás librado al hombre. Dios le dio a Adán la materia prima, y con su ingenio y productividad, Adán debía ser productivo y dar fruto a partir de esta materia.

   Luego Dios le dijo a Adán que diera nombre a los animales (Génesis 2: 19). Sabía que esto activaría la capacidad mental de Adán. Adán tenía un cerebro que jamás había usado, así que Dios quiso que Adán lo pusiera a prueba dando nombre a todos los animales. ¿Puede imaginar esto? Hay millones de animales, y el cerebro de Adán les ha dado nombres a todos. No pasó mucho tiempo antes de que el primer hombre se diera cuenta de que tenía un potencial que aún no estaba desarrollado. Esto es la administración: maximizar los recursos que debemos administrar.

   Es por esto que Dios siempre nos da algo para hacer: para que descubramos todo lo que podemos llegar a hacer. La responsabilidad de la "capacidad de responder" ante las habilidades y potencial que Dios nos dio. Así que la única manera de descubrir todo lo que puede usted hacer, es buscando algo que hacer.

 Multiplicarse.

   Para ser fructíferos y llenar la Tierra, había que reproducirse. Así que Dios puso a Adán a dormir. 

"Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre" (Génesis 2:21-22). 

   Entonces Dios tomó a Eva del costado de Adán, y les dijo que se multiplicaran y llenaran la Tierra. 

   Multiplicarse significa "tomar lo que uno produce y duplicarlo para que pueda diseminarse". Y llenar es "lograr la plenitud". También significa "distribuir". Para hacer esto, Adán debía tomar lo que producía en el Jardín y reproducirlo en otros lugares. Ese era el plan de Dios. Dios puso a Adán y Eva en el Edén. La palabra Edén significa "lugar". Dios eligió un lugar en la Tierra y lo hizo perfecto. También puso su presencia allí, y todo lo que había allí era perfecto. Entonces le dijo a Adán que duplicará este lugar en todo el planeta hasta que todo el mundo se viera como este. Si el hombre hubiera logrado esto con éxito, habría dominado la Tierra. Es lo que Dios tenía en mente. Dios quería que el hombre llenará la Tierra con todo lo que le había sido confiado. Dios quería que Adán multiplicará el Jardín para que llenara la Tierra. 

Señorear.

   Dios bendijo a nuestros padres humanos y dijo: "Señoreen". Les dio la responsabilidad de gobernar la Tierra: "Llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra" (Génesis 1:28).

   Este es el proceso de Dios, y no es diferente este proceso en usted ni en mí. En la perspectiva de administración de Dios uno no puede señorear hasta haber sido fructífero y productivo. Después de ser fructífero, uno tiene que reproducir o multiplicar lo que produce. Y entonces, después de multiplicar hay que duplicar o distribuir hasta llenar el hogar, el pueblo y la región, hasta llenar toda la Tierra. Y entonces tiene dominio y gobierno sobre ello.

   La mejor forma de mantener a la gente en la pobreza es restringiendo su productividad, asegurándose de que no puedan duplicar lo que producen. El espíritu de la pobreza hace que la gente de despoje del poder que Dios les dio para multiplicarse y llenar la Tierra con sus dones. La gente codiciosa intentará robarle a usted su idea para impedir que usted la multiplique. Y cuando usted no es fructífero, productivo y multiplicador, será pobre. Recuerde: cuando los israelitas estaban en Egipto producían únicamente lo que los egipcios les permitían producir. Todo don creativo que tuvieran estaba oprimido.

El hombre, cimiento del hogar.

   El hombre es el cimiento del hogar porque Dios inició la raza humana con el hombre. Él vino primero, y fue creado con todo ser humano de su descendencia en sus espermatozoides. Es por esto que Dios no recurrió al polvo para crear a la mujer; la mujer ya estaba hecha dentro del ser de Adán. Dios hizo un hombre del polvo, y nunca volvió a recurrir al polvo para crear.

   Cuando Adán estaba ya formado, Dios le instruyó acerca del árbol. El cartel de "No pasar", fue puesto allí para sus ojos solamente. Así que, prepárense hombres, porque aquí viene una enorme verdad: Dios nunca le habló a Eva acerca del árbol. Cuando llegó la orden sobre el árbol, Eva ni siquiera estaba formada de la costilla de Adán. Dios instruyó al macho, lo cual significa que formó el cimiento de la familia en el macho. El macho sería responsable de mantener a su familia alejada de ese árbol, y de enseñarles sobre los mandamientos de Dios.

   Si quiere uno derribar un edificio, ¿romperá las ventanas? No. Puede romper las ventanas, claro, pero el edificio seguirá en pie. ¿Puede uno derribar un edificio quitando un tablón de la pared? No. ¿Y rompiendo el techo? Tampoco. El único método efectivo para destruir un edificio es romper sus cimientos, y el cimiento de la familia humana fue el primer ser humano, el hombre, un macho.

   Así que si el cimiento falla, el resto de la casa caerá. Millones de mujeres han sufrido porque Satanás siempre ha sabido que el macho era el secreto del hogar. Es por eso que el diablo intentará apartar al esposo de su esposa. Lo tentará a que abandone a su esposa y su familia. ¿Por qué? Porque si falta el macho, la casa sufre. La mala administración del factor masculino es la raíz de nuestra crisis familiar.

   A lo largo de los años he sido consejero de familias, y aprendí que si uno quiere sanar a una familia, debe llegar al hombre. Las mujeres suelen ser las primeras en comunicar sus problemas de familia. Pero la respuesta para la sanación está en el hombre de la casa, porque él es el cimiento de la familia.

   Dios le dio al hombre todas sus instrucciones, porque quería que este fuera el administrador responsable, la cabeza del hogar. Cabeza no significa "jefe", sino "el que es responsable". Cuando uno está a cargo de algo, no significa que lo haya creado; significa que uno es responsable de administrarlo. Si su hogar se derrumba, como hombre es usted responsable por esto. Es esta la responsabilidad que Adán tenía sobre su familia. Sin embargo, allí estaba Adán, viendo cómo Eva caía en las garras del tentador. Él debiera haber cumplido con su función, ordenándole a la serpiente que se alejara.

   El hombre es responsable de sostener lo que produce. Es por esto que la Biblia nunca dice que la esposa debe mantener y sostener al esposo. Por el contrario, indica siempre que es el marido que mantiene y sostiene a la esposa.
Myles Munroe. En busca de la libertad. Primera edición 2005. Editorial Peniel. Pag 67 a 74

jueves, 6 de agosto de 2020

UNA PROMESA QUE NO LLEGABA A CUMPLIRSE. Parte II


Nacido para administrar.
   Cuando tenemos la Biblia a través de los ojos del propósito de Dios, vemos que El es un Dios que "trabaja". A causa de mi formación profesional en materia de administración de empresas, reconozco este principio en las páginas de las Escrituras, y allí están para que todos lo veamos. Sí, Dios es un Dios que trabaja con propósito, un Dios de potencial, del dar, de principios, de amor y de autoridad, y también es un Dios de la administración. Esto significa que si vamos a andar con Dios, debemos comenzar a pensar como administradores. Si va a trabajar usted con Dios debe reorganizar su pensamiento y sus conceptos. ¿Por qué? Porque todo lo que Dios hace tiene relación con su espíritu de administración. La administración del liderazgo fue la razón por la que creó al hombre, y la clave de la plenitud de este.

   El primer hombre fue creado para que dominara, para que administrara el planeta. A Adán se le confiaron los recursos que había en la Tierra, y se le indicó que administrara, señoreara y "llenará" la Tierra. Así que empecemos a pensar como Dios, definamos qué es la administración.

   La administración es el uso eficiente y efectivo de los recursos de otro, con la intención de rendir cuentas sobre el uso de los recursos a quien le ha confiado estos recursos, para que usted los utilizara. La Biblia lo llama mayordomía. Si se detiene a pensar en la administración bajo este punto de vista, descubrirá que ha trabajado en esta tarea desde
que conoció al Señor.

  A todos se nos han confiado recursos. Estos recursos pueden incluir los hijos, la capacidad, la creatividad, las finanzas, sus activos, su casa y su jardín, para mencionar unos pocos nada más. Por ello, todos somos administradores de algo.

   Ahora, si hablamos desde una perspectiva espiritual, más elevada, la mayordomía o administración es la utilización de los recursos que Dios nos confió para el cumplimiento efectivo de sus objetivos en la Tierra. Rendimos cuentas ante Dios según este modelo -como sucedió con Adán en el comienzo- . Si el creyente ha de salir de la mentalidad opresiva de la esclavitud, entonces debe comprender este modelo de responsabilidad y rendición de cuentas.

La administración para la libertad.
    La vida en Egipto era fácil para los israelitas porque eran administrados. La parte difícil llegó cuando Dios los llamó a ser administradores, porque la mayoría de ellos no estaba a la altura de las circunstancias. El propósito original de Dios para cada ser humano es el libre albedrío y un ambiente de libertad donde pueda ejercitarse el mismo. Así que mi responsabilidad número uno ante Dios es la administración, y también lo es la suya. Nos ha dado a cada uno una tarea asignada, y no solamente a los jefes.

   La verdadera libertad debe administrarse personalmente. Pero no todos aceptamos esta responsabilidad divina. Las personas que aprenden a identificar y administrar sus recursos siempre emplearán a quienes no lo hacen. Son quienes deciden tomar un trozo de tierra y administrarlo quienes se convierten en empleadores, tanto dentro como fuera de la iglesia.

   Piense en la persona para la que usted trabaja. Hubo un punto en la vida de su empleador en que debió decidir ya no ser administrado sino administrar. Quizá este punto haya estado representado por una máquina de coser, por una imprenta o un almacén. Una vez que el negocio de su empleador creció más allá de lo que podía atender individualmente, necesitó contratar a otros para que lo ayudaran. Y así fue como se unió usted al negocio.

   Ahora piense en usted mismo. ¿Dónde estaría hoy si hubiera aceptado el llamado de Dios a administrar, hace veinte años, y hubiera administrado bien los recursos de Dios? ¿Estaría haciendo lo que hace hoy? Piénselo.

   Una de las más grandes promesas de Dios sobre la vida en el reino, está en Mateo 5:5. Invita a los humildes y mansos a heredar la Tierra.

   Jesús quiere que su pueblo sea tan eficiente cumpliendo su tarea como administrador, como para extender su capacidad e influencia a toda la Tierra. Dios quiere que su pueblo administre la Tierra. El señoreo de Adán no ha cambiado. Jesús quiere que su iglesia sea el empleador y no el empleado. Y podemos serlo si aprendemos a seguir su modelo de administración para una vida fructífera.

   Comencemos por vivir responsablemente, aprendiendo seis elementos inmutables en el principio de la administración. Funcionarán tanto en su hogar como en su lugar de trabajo.

Los elementos de la administración.

l. Autoridad.
   La libertad que le espera del otro lado del desierto requiere de cuidadosa preparación y administración. El primer elemento a comprender antes de llegar allí, es el de nuestra posición bajo la autoridad. Todo quien administre algo debe entender claramente quién es su jefe. Y también conocer su propio perímetro en la estructura de la autoridad. ¿QUé es lo que no puede hacer usted con los recursos que le ha confiado la autoridad ante quien debe responder? ¿Y qué es lo que puede o no puede hacer cuando llega el momento de hacer negocios?

2. El propósito de la autoridad.
   No solo deberá entender a quién le ha confiado sus recursos, sino también por qué se los ha confiado. ¿En qué pensaba su Creador o su empleador cuando le confió estos recursos? Cuando llegué a comprender esto, la clave que le servirá de criterio para tomar decisiones será el propósito. Si su jefe le confía un millón de dólares y le instruye ganar un retorno del veinte por ciento durante un año, sabrá cuál es su propósito al entregarle los fondos para que usted los administre. No solo le ha dado los recursos, sino también el propósito de confiarle los recursos. Esta información guiará su criterio al hacer inversiones. Conocer el propósito de la autoridad que ha confiado en usted es esencial para el éxito.

3. Los recursos a administrar.
   En el proceso de llegar a ser un administrador efectivo también deberá conocer muy bien los recursos o bienes sobre los que se le ha confiado autoridad. No hay nada peor que quien no entiende lo que posee. El hombre que vende su casa y recién allí se entera de que estuvo sentado durante años sobre un pozo de petróleo, no se había tomado el trabajo ni el tiempo de enterarse sobre lo que poseía.

   Lo mismo sucede con las personas. Si no conocemos y entendemos el valor de nuestros propios talentos y recursos, habrá quien intente compramos a menor precio. Nos harán quedar trabajando hasta muy tarde y nos pagarán poco. Su creatividad será de provecho para el otro, mientras usted no gana nada. Funciona de la misma manera para quien está al frente de un departamento, porque si es usted un gerente honesto y no conoce la capacidad de quien trabaja para usted, no llegará a aprovechar su máximo potencial. Debemos conocer tanto nuestro propio potencial como el de quienes trabajan bajo nuestra autoridad.

4. El valor de los recursos.
El cuarto elemento de la administración efectiva es el conocimiento del verdadero valor de los recursos disponibles. Uno podrá administrar efectivamente solo si conoce el valor real de los recursos con que cuenta. Jesús, el sumo administrador de la historia, comprendió el valor real y la utilización de los pájaros y las flores, un valor que pocos podrían entender. 

Dijo: "Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? (. ..) Y por el vestido, ¿por qué os afanéis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos" (Mateo 6:26, 28-29).

   Jesús, el Creador manifiesto que había fabricado los pájaros y las flores, utilizó este ejemplo para enseñar a sus seguidores que uno de los aspectos de su valor intrínseco era el de no afanarse y confiar en Dios siempre. ¿Cuántos seres humanos se toman el tiempo de pensar en los pájaros? Todos los días corremos alocadamente, tras las horas, semanas y meses, sin siquiera pensar en una flor. Pasamos junto a ellas y ni las miramos. ¿Por qué? Porque no reconocemos el valor de lo que pueden enseñarnos.

   Nunca debiéramos permitir que nuestras vidas se tomaran tan alocadas o miopes como para que ignoremos el valor de los recursos que nos rodean, especialmente el de las personas. En general la gente no valora a la gente. Jesús hacía pausas en sus enseñanzas ante la multitud solo para bendecir a los niños, para sanar al sirviente de un hombre, para resucitar a la hija de un líder de la sinagoga o para hablar con dos ciegos a quienes la multitud quería silenciar (ver Mateo 8:5-19; 20:29-34; Marcos 5:35-43; 10:13-16). Jesús entendía el valor de los recursos que había a su alrededor, y gracias a su percepción administraba todo eficientemente.

5. La responsabilidad viene con la tarea asignada.
   El quinto elemento de la administración que debemos entender es la responsabilidad que viene con la tarea que nos asignan. Seremos buenos administradores si sabemos qué se espera de nosotros y por qué responderemos. Vea el ejemplo de los israelitas. Israel podría haber llegado a Canaán en un mes, a causa de la promesa de Dios, de sus recursos y su poder para cumplirla. Pero despilfarraron los recursos y todos los adultos, excepto Moisés, Caleb y Josué, murieron en la arena.

  Jesús enseñó una parábola paradigmática con respecto a la negligencia en la administración de nuestros asuntos. La encontrará en Lucas 16, bajo el título "El mayordomo infiel".

   El mayordomo infiel en la parábola de Cristo era haragán e inescrupuloso. Cuando su empleador descubrió esto, le dio dos semanas -alegóricamente- para dejar su lugar de trabajo. El mayordomo irresponsable respondió diciendo: "Ya sé lo que haré para que cuando se me quite de la mayordomía, me reciban en sus casas" (Lucas 16:4). Entonces utilizó la autorización legal que tenía para borrar parte de la deuda de algunos deudores, como favor personal. Aunque el hombre sabía exactamente cuál era su responsabilidad, no cumplió con sus obligaciones y utilizó sus privilegios para provecho personal.

   La acusación de Jesús en el versículo 8 es la conclusión de la parábola: "Porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz".

   La gente del mundo sabe cómo hacer dinero, de manera escrupulosa y de manera ilegal. Es un hecho histórico. Pero la acusación de Jesús sobre la iglesia en esta parábola indica que demasiados "hijos de luz" son negligentes con respecto a su responsabilidad en la vida. Permiten que el mundo los atropelle a causa de su ignorancia e irresponsabilidad en el área comercial y social. Jesús dijo que sus seguidores estarían en el mundo, pero que no pertenecerían al mundo. Esto significa que su iglesia debería hacer las cosas de manera más grande, más inteligente y mejor que quienes no han aceptado el principio del reino de Dios. Para hacerlo debemos ser disciplinados y estar sagazmente entrenados en la realidad de la organización de nuestros días.

6. Los parámetros de expectativa.
   El sexto elemento clave para la administración efectiva es la necesidad de comprender los parámetros de expectativa. Toda asignación viene con una expectativa. La persona que lo nombra a usted gerente de un departamento, espera de usted calidad en el servicio. Espera ciertas cosas porque le está confiando recursos.

   Lo mismo sucede en nuestra relación con Dios. Dios nos ha confiado la administración del planeta, y tiene parámetros que espera que cumplamos. A diferencia de la mayoría de las empresas comerciales, lo que Dios más espera de nosotros es la integridad. Quiere que todos los que nos conozcan sepan que hemos conocido al Dios viviente. Y cuando administremos los recursos que Él nos ha confiado de acuerdo a sus parámetros de expectativa, todos se beneficiarán, y no solamente unos pocos.

La administración es lo primero.
   Como la administración comienza en nuestra vida personal, cada uno de estos elementos comienza y termina en casa, donde nadie nos observa. Si no tiene usted mentalidad de administrador, su conducta producirá la clase de experiencia de mala administración que produjo Israel en el desierto. Proverbios 23:7 nos dice: "Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él". Los israelitas, como muchos otros pueblos de hoy, pensaban como esclavos. Y su patrón de pensamiento les impidió llegar a la tierra prometida. La administración es ante todo una decisión mental y espiritual. La administración comienza en la mente. Uno de los puntos en la parábola de Jesús sobre el mayordomo irresponsable tiene que ver con la confianza: "El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y e! que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto" (Lucas 16:10). Nuestra capacidad para administrar determina cuánto más tiene Dios, que puede no darnos. Dios nos dará tanto de su más, como se nos pueda confiar.

La administración eficiente le permite a Dios aumentar el más. Le aconsejo a los jóvenes que estudian, que aprendan sobre administración, aún si su vocación es el seminario. Aún si saben qué es lo que quieren estudiar -biología, enfermería, ingeniería o lo que fuere- les aliento a tomar también un curso de administración ¿Por qué? Porque el administrador entiende las responsabilidades de la libertad, y por eso empleará a los empleados y liderará a los seguidores en los asuntos de la sociedad.

   Cuando estudiaba en la universidad para mi maestría, decidí que no estudiaría teología. En cambio, estudié administración. Fue ese curso de administración de empresas lo que marcó una diferencia en mi capacidad para organizar las relaciones en mi vida, entre los negocios y el ministerio. Me dio conocimiento que me permitió reconocer la dinámica de la administración, del liderazgo, de la comunicación y del valor de las cosas.

   Si está usted en el ministerio profesional, quizá atesore su puesto, pero probablemente haya dejado de lado la administración de su hogar. Quizá le guste el título "Reverendo" o "Doctor", y se vea absorbido totalmente por sus deberes en el ministerio. Sin embargo, a Dios no le importa su título; le importa ante todo la administración. Pablo escribe:

   "[El supervisor] que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?)" (l Timoteo 3:4-5).

   Así que, la administración es la clave para la vida. Si un pastor no puede manejar a sus propios hijos, Pablo dice que será incapaz de manejar a los hijos de Dios. Algunos líderes cristianos ganan el mundo, pero pierden su mundo personal. Y a nivel administrativo, si un líder cristiano no sabe administrar su cuenta bancaria, ¿cómo podría Dios confiarle la administración de una cuenta de dos millones de dólares perteneciente a una organización?

   Si en su vida personal actual, lo único que lo separa de un viaje de un mes, con respecto a otro de cuarenta años, es la voluntad de cambiar, ¿cuán exitoso ha sido su viaje? ¿Vive usted en la tierra prometida de Dios, del éxito y el bienestar en su vida? ¿O sigue dando vueltas en el desierto de la mediocridad, sin visión de éxito? Cuando se es mal administrador, se pierde 

   Espero que para este momento haya podido ubicarse en relación a su condición presente con respecto al llamado de Dios, para que seamos administradores. Dios tiene un plan para el futuro de su vida -más allá del río Jordán- . Jesús quiere que conozca los recursos que están al alcance de sus manos.

Recuerde:
1. La autoridad.
2. El propósito de la autoridad.
3. Los recursos a administrar.
4. El valor de los recursos.
5. La responsabilidad que viene con la tarea asignada.
6. Los parámetros de expectativa.
Myles Munroe. En busca de la libertad. Primera edición 2005. Editorial Peniel. Pag 57 a 65