sábado, 7 de septiembre de 2019

¿POR QUÉ HAY DOLOR Y SUFRIMIENTO EN EL MUNDO?.Parte II


La identidad personal de cada uno siguió siendo la misma.
   “En el infierno, en medio de sus tormentos, el rico levantó sus ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él”. Lucas 16.23. Algunas personas piensan que después de la muerte perdemos completamente nuestra conciencia, incluyendo nuestra identidad y nuestra memoria. Otros piensan que nuestra existencia simplemente desaparecerá como neblina. Y como ya hemos visto, otros incluso creen que reencarnarán es otro cuerpo. Sin embargo, según Jesús, Lázaro y el hombre rico siguieron siendo las mismas personas que habían sido en la tierra. Ya sea en el cielo o en el infierno, en el más allá las personas mantienen su conciencia, y siguen teniendo la misma personalidad.

Se reconocían el uno al otro.
   “Así que alzó la voz y lo llamó: Padre Abraham, ten compasión de mí y manda a Lázaro que moje la punta del dedo en agua, y me refresque la lengua, porque estoy sufriendo mucho en este fuego”. Lucas 16.24(NVI).

   El hombre rico reconoció a Abraham, quien había muerto miles de años antes. Y reconoció a Lázaro, quien había muerto en su misma generación. Así que nuestra consciencia o identidad, no solamente permanecerá sino que aumentará, porque ya no estamos limitados por el tiempo y los sentidos humanos naturales.

Ambos recordaban su vida en la tierra.
   “Pero Abraham le contestó: Hijo, recuerda que durante tu vida te fue muy bien, mientras que a Lázaro le fue muy mal…”Lucas 16.25(NVI). Al parecer los dos hombres podían recordar las circunstancias de cómo había sido su vida antes de experimentar la muerte física. Después de la muerte, nosotros también podremos recordar nuestra vida en la tierra; esto significa que nuestra memoria permanecerá en el alma. Recordaremos todo nuestro pasado –las decisiones que tomamos, las acciones que efectuamos, las personas que vinieron con nosotros y alrededor de nosotros, así como las condiciones en las que estaban – El hombre rico estaba en el infierno porque durante su vida en la tierra, no escogió seguir a Dios ni sus caminos, y no tenía compasión por su prójimo. Estaba cosechando lo que había sembrado. Gálatas 6.7

Estaban conscientes de su condición actual.
“…Pero ahora a él le toca a él recibir consuelo aquí, y a  ti, sufrir terriblemente”. Lucas 16.25. En el cielo, las personas son conscientes de su nueva realidad y la disfrutan. Están en el lugar que ha sido preparado para que ellos habiten en la plenitud de vida con Dios el Padre y Jesucristo, separados de todo dolor, soledad, tristeza y desesperanza.

   En el infierno, la gente también es consciente de su nueva realidad, la cual incluye sed insaciable, maldiciones, torturas, y condenación eterna, donde “el gusano nunca muere y el fuego no se apaga (Marcos 9.44,46,48), y donde “habrá llantos y rechinar de dientes”. Mateo 8.12 Cuando una persona muere sin Cristo, va directamente a ese lugar de tormento. (Yo creo que aquellos que nunca han escuchado el mensaje de Jesús serán juzgados por Dios de acuerdo al conocimiento que tuvieron de Él y como respondieron al mismo. De cualquier modo, nuestra salvación se encuentra únicamente en Jesús).

   Una persona que ha rechazado el evangelio, lo que probablemente recordará más son las oportunidades que Dios le dio para  recibir  a Jesús, y las veces que rechazo esas oportunidades. Tendrá la insoportable consciencia de que no hay nada que pueda hacerse para aliviar su situación. Su mayor  tormento será su separación eterna de Dios y el saber que nunca podrá salir de ese lugar.

Habra una completa separacón entre justos e injustos.
   “Hay un gran abismo entre ustedes y nosotros, de modo que los que quieren pasar de aquí para allá no pueden, ni tampoco pueden los de allá para acá. Lucas 16.25. Lázaro y el hombre y el hombre rico estaban en lugares completamente diferentes, y ninguno de los dos podía cruzar hasta donde estaba el otro.
Guillermo Maldonado. ¿Por qué creer en Jesús? Poder. Primera edición.2015. Editorial Ministerio internacional El Rey Jesús. Paginas 73 - 75

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