Para
utilizar la autoridad que Cristo nos delegó para ejercer su poder en la tierra,
necesitamos tener conocimiento revelado de esa autoridad; de lo contrario, la
podemos utilizar de manera errada. Por eso, me parece importante detallar el
orden establecido por Dios en la cadena de mando, o niveles de autoridad
delegada, por los cuales debemos funcionar tanto a nivel natural como
espiritual.
DIOS
ESTABLECE LA CADENA DE MANDO.
“Pero
quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la
cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo”(1Corintios 11.3). Esa fue su
intención original desde el Génesis. Dios es la cabeza, y a partir de ahí
continua o extiende su cadena de mando. En cada ámbito, la cabeza es la
autoridad original puesta por Dios, la que hace las leyes, recibe información
del cuerpo, decide, toma la iniciativa de acción y coordina todas las
actividades de los miembros del cuerpo que dirige. Es la que toma la decisión
final.
Veamos la cadena de mando establecida por
Dios.
1-.
El Padre es la cabeza en los cielos.
Esto no significa que el hijo y el Espíritu
Santo sean menores que el Padre; ellos son iguales en naturaleza, atributos,
poder, majestad, esencia, etcétera. Pero para que haya orden, uno es la cabeza,
el Padre. En todo organismo, si hay más de una cabeza, lo que se forma es un
monstruo, con dos o más voluntades tratando de imponerse, una sobre la otra. En
estas condiciones, cualquier uso del poder sería ilegal.
2-.
Cristo es la cabeza sobre la iglesia.
Dios el Padre”…sometió a todas las cosas
bajo sus pies (de Jesús), y lo dio por
cabeza sobre todas las cosas de la iglesia”(Efesios 1.22). A partir de allí,
vemos que se extienden al cuerpo de Cristo, en la iglesia local al pastor o
apóstol, a quien Dios puso como cabeza.
3-.
El hombre es la cabeza del hogar.
Dios creó al hombre primero, como rey sobre
la creación; y después creó a la mujer como la ayuda idónea para ese hombre
(1Corintios 11.13). Así es en el hogar hasta hoy. Si la mujer toma la posición
de cabeza, está fuera de orden y el hogar será caos y confusión. Recuerde que
ese ambiente es el preferido de satanás, no el de Dios. Por lo tanto, si usted
quiere tomar autoridad sobre Satanás y sus obras en su hogar, primero debe
poner orden. La mujer es igual al hombre en todo, ambos son co-herederos,
gobernadores juntos; pero aun en esa igualdad, con los mismos derechos y
privilegios, la prioridad de la autoridad está sobre el hombre, que es la
cabeza puesta por Dios. La única excepción es la sujeción a esta autoridad es
que el esposo le pida algo a la esposa que sea contrario a la voluntad de Dios,
por ejemplo, que deje de congregarse. En el caso de una madre soltera o viuda,
ella será la cabeza del hogar para sus hijos.
4-.
El jefe es la cabeza en el trabajo, sea dueño o autoridad delegada por el
dueño.
“Exhorta a los siervos que se sujeten a sus
amos, que agraden en todo, que no sean respondones”(Tito 2.9). No importa si el
jefe es bueno o malo, inconverso o cristiano; él es una autoridad delegada por
Dios, a la que usted debe someterse y por la cual debe orar. En todo lugar
donde entre a trabajar habrá una autoridad a la cual deberá sujetarse. Fuera de
ella, no tendrá trabajo por mucho tiempo. La única excepción para la obediencia
a esa autoridad, es que su jefe le pida hacer algo ilegal o contrario a los
principios de Dios.
5-.El
presidente es la cabeza de una nación o
país.
“Exhorto ante todo, a que se hagan
rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracia, por todos los hombres;
por la leyes y por todos los que están
en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y
agradable delante de Dios nuestro Salvador”(1Timoteo 2. 1-3). Cada ciudadano
debe sujetarse a las leyes, estatutos y reglas de la nación que habita, y debe
respetar toda autoridad delegada allí. Según cada país, la autoridad máxima
puede ser un presidente, primer ministro, rey, etcétera. Recuerde que Dios es
quien pone y quita reyes. Sin embargo, en el caso de gobiernos usurpados por
grupos rebeldes que no se someten a la autoridad puesta por Dios; esos son
gobiernos ilegales. En el mundo ha habido muchos gobiernos “de facto”, golpes
militares, guerrillas, etcétera, que han tomado por la fuerza un gobierno
puesto por Dios. A veces, sucede como cuando el pueblo de Israel rechazo el
gobierno llevado por Jehová a través de los jueces y profetas, y quiso tener
rey como el resto de los pueblos. Ellos rechazaron a Dios, se rebelaron contra
su autoridad y quisieron algo diferente. La excepción para esta sujeción es
cuando el gobierno manda a desobedecer la voluntad de Dios o a negar a Cristo,
callar su evangelio o quebrantar sus principios.
6-.
La autoridad de Dios es espiritual o sobrenatural.
Esta autoridad no es de este mundo, no es
algo que nos pueda dar un presidente o primer ministro. Esta autoridad está por
encima y más allá de todo lo natural; suplanta y supera toda autoridad natural
y humana. De hecho, también está por encima de las leyes de la naturaleza; por
eso la creación debe sujetarse cuando ejercemos esa autoridad sobre ella dentro
de nuestra jurisdicción espiritual.
7-.
La verdadera autoridad espiritual debe ser reconocida.
Es importante que usted discierna la
posición espiritual de un creyente o líder, y lo que carga de Dios. Roma era un
pueblo guerrero que tenía muy claro el asunto de la autoridad. Cada soldado
conocía su rango y el alcance de su autoridad delegada; en su caso, delegada
por el César. Uno de los rangos de ese ejército era el de centurión; éste era
un soldado que estaba a cargo de un gran número de hombres. La cobertura del
centurión era Roma; todo lo que él hacía era conforme a las leyes del gobierno
de Roma, según la asignación y la autoridad delegada del mismo. Por eso, era un
hombre bajo autoridad, que no hacía nada independientemente de Roma. El
centurión que vino ante Jesús, a interceder por la salud de su ciervo enfermo,
reconoció la autoridad de cristo y su posición. Lo vemos claro cuando le dijo:
“…Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y
mi criado sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis
órdenes soldados; y dijo a éste: ve, y va; y al otro: ven, y viene; y a mi
siervo: has esto, y lo hace” (Mateo 8. 8-9). Nótese que, al hacer su pedido,
aquel soldado de alto rango se dirigió a Jesús con un nombre muy significativo.
Lo llamo “Señor”. Si observamos, la mayoría de los que venían a Él lo llamaban “maestro”,”
rabino, “profeta”; pero este centurión
lo llamo “Señor”. Este vocablo en su idioma original fue registrado en la
biblia como kuríos y significa “Dios”, “amo”. Lo primero que hizo el centurión
fue reconocer el rango de autoridad de Jesucristo. Aquel militar no era judío;
no estaba bajo la ley ni tenía conocimiento de Jehová, ni del mesías prometido
a Israel. Su dios era el César y su devoción era para los diferentes dioses
romanos. Pero, reconoció el señorío de Jesús e identificó cuál era su reino,
desde la perspectiva de la fe. Este hombre no tenía la revelación completa de quien
era Cristo pero tenía una idea de su autoridad. Dentro de su entendimiento
pidió algo., sabiendo que era la voluntad de Dios sanar, pues conocía la fama
de Jesús. Con esto, le quitó los límites a Dios. El centurión había discernido
la autoridad que Cristo tenía sobre los demonios, sobre la enfermedad y sobre
los elementos de la naturaleza; tuvo la revelación de que esa autoridad
funcionaba en el mundo natural sin tiempo ni distancia y que Jesús operaba
desde la posición de hijo de Dios, siendo hombre. En otras palabras, el centurión
supo que Cristo cargaba una autoridad de otro mundo. Por haber discernido la
autoridad del hijo de Dios, su ciervo fue sano.
Entonces, cuando reconocemos la autoridad de
una persona, podemos recibir lo que ella carga y declara.
8-.
La autoridad tiene la característica de ser transparente.
Un claro ejemplo de esto es el endemoniado
gadareno (Marcos 5 . 1-20), que vio a Jesús desde lejos y el demonio que lo
atormentaba comenzó a manifestarse. El demonio vio a Jesús transparente; lo vio
en su autoridad y la reconoció de inmediato. En nuestro caso, si no reconocemos
la autoridad que alguien carga, no podemos recibir la bendición que su posición
espiritual puede impartir. Como un apóstol en el Reino de Dios, ¿cómo mido la
autoridad que yo cargo? Cuando la gente está a mí alrededor, los demonios
comienzan a manifestarse, se ponen nerviosos, algunos maldicen o me miran
espantados, llenos de odio. Eso es porque reconocen la autoridad espiritual que
cargo, y desde que posición la ejerzo. Por ejemplo, cuando usted se para frente
a un presidente, usted siente la autoridad que carga esa persona. No es por la
persona en si, sino por la investidura de autoridad que lleva. Así es en el
mundo espiritual.
9-.
La autoridad espiritual es progresiva.
David fue ungido rey a las 17 años, pero
siguió peleando batallas y formando su carácter por varios años antes de llegar
a funcionar como tal. Es decir que, al ir ganando las batallas y madurando, su
autoridad fue progresando de nivel en nivel, hasta que finalmente llegó el día
en que se convirtió rey de todo Israel y comenzó a ejercer una autoridad de
rey. Se requiere un príncipe para reprender a otro príncipe. Satanás es el
príncipe de la potestad del aire; y Jesús es el príncipe de la paz.
Puedo narrar el testimonio de como ocurrió
en mi propia vida. Hace veinte años atrás, cuando comencé a orar por los
enfermos de asma, artritis, depresión y otras enfermedades solo unos cuantos se
sanaban; pero a medida que continuaba orando por los mismos casos, con cada
milagro que sucedía, mi autoridad aumentaba. Ya el número de gente sanada era
mayor. Si en el principio veía uno o dos sanos, ahora veo veinte, cincuenta,
cien personas sanarse; realmente, hay ocasiones en que los milagros son
incontables porque el poder de Dios se expande de forma masiva cuando la
autoridad aumenta. Cuando comencé la expulsión de demonios, también, me tomaba
mucho tiempo. En un viaje misionero a Latinoamérica, recuerdo que en una
ocasión, tuve que echar fuera un demonio que me opuso mucha resistencia; me
tomo como tres horas. Terminé tarde y muy cansado, y le pregunté al señor si
siempre iba hacer así. Él me respondió que no, porque iría ganando autoridad
frente a los demonios a medida que madurara en mi ministerio. Cristo operó en
una autoridad en obediencia y sumisión, como hombre; pero, al final, ganó toda
autoridad al resucitar de entre los muertos. Hoy a mí, me toma segundos echar
fuera demonios porque he ganado autoridad espiritual tanto sobre enfermedades
como sobre espíritus malos. Es por eso que mi presencia agita la atmósfera
espiritual donde me encuentro. Agita todo lo que hay en ese lugar que no es de
Dios y también atrae su presencia. Cuando entro en un lugar, yo espero que las
enfermedades desaparezcan; que se vaya la depresión, que si hay demonios en las
personas, ¡se vayan!, y que Dios sea glorificado.
Yo he visto personas en sillas de ruedas
levantarse sanas al yo entrar en un lugar porque hoy camino en una autoridad
que ha progresado de menor a mayor. Pero es importante que quede claro que esto
no es de mi propia humanidad, sino la autoridad espiritual delegada por Dios
que aumenta en mi vida a medida que voy haciendo la obra que Él me envió hacer.
Recuerdo el testimonio de un muchacho
llamado Daniel Shearis, que visitó nuestra iglesia un par de veces. Él es de
Mobile, Alabama. Durante un servicio de milagros, él pasó a dar su testimonio y
nos contó lo siguiente: “Yo vine a Miami a visitar a mí hermana y así conocí
está iglesia. De vuelta en Alabama, donde trabajo en un centro de niños, tuve
un serio accidente,. Mientras llegaba en mí moto al centro, uno de los niños
agitó su mano para saludarme y yo me distraje; en un instante, perdí el control
de la motocicleta y uno de mis pies quedó debajo de la rueda y se quebró a la
mitad. Me lo reconstruyeron con cirugía, la cual incluyo el implante de tres
clavos y tres tornillos. Los médicos me dijeron que, a pesar de la operación,
viviría con las secuelas el resto de mi vida. Yo no recibí sus palabras y solo
esperaba la hora de poder volver a El Rey Jesús, porque sabía que aquí fluye el
poder de Dios y la autoridad sobre toda enfermedad e imposible. Al recuperarme
de la cirugía pude caminar pero raro, porque para dar cada paso mi pies se
agitaba de un lado a otro, hasta poder volver a apoyarlo, no podía estar de
pies mucho rato, y algo que era imposible hacer en esas condiciones era correr.
Unos meses después, pude volver a este ministerio. Entré al templo con una gran
expectativa de que Dios haría un milagro en mi pie. A mitad del servicio, el
apóstol oró por milagros y llamó a los que habían llegado buscando un milagro.
Yo fui el primero en ponerme de pies, pues estaba dispuesto a recibir mi
milagro. Lo primero que hice al subir al altar fue lo que llevaba todo este
tiempo sin poder hacer, ¡correr! Esa noche corrí alrededor de toda la iglesia.
Realmente, era algo que no podía hacer antes, de ninguna manera. ¡Era
humanamente imposible! Ahí recordé que Jesús había dicho que estas señales
seguirían a los que creen. ¡Yo creí y recibí mí milagro!
Guillermo
Maldonado. Poder y autoridad para destruir las obras del diablo.
Primera edición.Octubre2015. Editorial Ministerio internacional El Rey Jesús. Paginas 41- 48