viernes, 4 de agosto de 2017

EL PODER DE LA GRACIA PARA PERDONAR. Parte II

   
La palabra confesar aquí significa hablar lo mismo, ponerse de acuerdo en lo que Dios dice; de otra forma el diablo buscará cualquier recurso legal que haya en nuestra vida para destruirnos.

   El diablo dice: “Yo voy a lidiar con ellos sobre la base del pecado, antes de que ellos procedan contra mí sobre la base de la justicia. Muchos de nosotros oramos, intercedemos y hacemos guerra contra el diablo, pero somos vulnerables al espíritu de venganza, porque abrimos puertas al no tomar en serio la palabra de Dios.

Ilustración: En cierta oportunidad, un pastor usó su autoridad para manipular a la junta de directores de su ministerio. El diablo se desató en su contra y, después de mucha lucha, el Señor le mostró que él mismo había abierto esa puerta.

Ilustración: En una ocasión, yo hablé en contra de un ministro, criticando algo que él había hecho mal. A los pocos días, me enfermé sin razón aparente. Al cabo de tres días, le pregunté al Señor qué había pasado, y Él me reveló que al criticar a su ungido, yo le había abierto la puerta de mi vida a Satanás. Aunque lo que había dicho era cierto, eso no me daba a mí ningún derecho de atacar al ungido de Jehová. Cuando le pedí perdón a Dios, de inmediato, la fiebre y el dolor en mis huesos se fueron.

   Si usted usa la ira y la fuerza para manipular las situaciones, le dará lugar al diablo. ¿Qué más dijo Jesús de esto?

“15Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano”. Mateo 18.15

   El propósito de reprender al hermano no es ponerlo por el piso o humillarlo, sino ganarlo.

“53Mas no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén. 54Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?”Lucas 9.53, 54

 

    Los discípulos se ofendieron porque la gente no recibió a Jesús, pero Él no se ofendió, sino que reprendió a sus discípulos y se fue a otra aldea. Jesús no era afectado por la conducta ofensiva de la gente; seguía su camino, cumpliendo la voluntad del Padre. Ésta es la forma ideal de vivir. La conducta de otras personas no puede ofendernos. Los cristianos no podemos vivir sin tener comunión. Si es necesario reconciliarse con un hermano, debemos hacerlo en privado, pues nadie necesita saber que hubo un desacuerdo. A veces, se lo decimos a todo el mundo porque queremos ganar simpatía, y el hermano es el último en saberlo. Usted debe ir a ese hermano y decirle: “Yo tengo que sacar esto de mi corazón, pues no quiero darle lugar al diablo. Resolvamos nuestras diferencias.” Para recibir la plenitud de Dios en cada área de nuestra vida, es imperativo mantener la armonía con Dios y con los demás.  

   Hay muchos ministerios, iglesias y creyentes con tantos asuntos no resueltos, mientras claman que el poder y la bendición caigan. No toman conciencia de que estos asuntos están bloqueando el poder de Dios en su vida y en la iglesia; no lo toman en serio.

   Donde no hay comunión, no hay paz. Cuando una relación es enmendada, la paz vuelve a la casa.

Jesús nos dice lo que tenemos que hacer

 “16Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. 17Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano”. Mateo 18.16, 17

   El asunto es serio. Si ese hermano no se arrepiente, Jesús dice que podemos tenerlo en la misma categoría de los publicanos y las prostitutas.


   Si pensamos de acuerdo a lo que enseña Jesús, la autoridad final en la Tierra para estos asuntos es la Iglesia; no hay mayor autoridad que ésta. Uno de los mayores problemas del cuerpo de Cristo es que la gente no tiene sentido de la autoridad. Dios nos dice que, un día, nosotros vamos a juzgar a los ángeles y al mundo. ¿Por qué no podemos resolver estos pequeños asuntos si, como Iglesia, somos la autoridad final del gobierno de Dios en la Tierra? Si nosotros no reconocemos la autoridad de la Iglesia, ¿cómo esperamos que Satanás y el mundo la reconozcan?


   Yo hago todo lo necesario para mantener la paz. Si no estoy bien con mi esposa, no hay forma de mantener la paz en casa. Si no estoy bien con mis hermanos en la iglesia, no tendremos paz en la casa de Dios. Por eso, mi compromiso es firme. No importa qué tan difícil sea o cuánto demande de mí, con el poder de la gracia divina, haré lo necesario para mantener la paz en mi hogar y en la iglesia.


   Perdonar es difícil porque, cuando uno está enojado, no es capaz de ver la situación desde la perspectiva correcta. Pero debemos tener presente que, cuando uno se enoja con su hermano, la unción de Dios no fluye a través de su vida. Si alguna vez prediqué enojado con mi esposa y la unción fluyó de todos modos, fue por la gracia de Dios.


Las áreas que albergan falta de perdón están infectadas con influencias demoníacas


¿Cómo podemos perdonar?


   Recuerde lo que dije antes, no es fácil perdonar en la fuerza humana cuando las ofensas causan tanto dolor. Recuerde, también, la ilustración del volante del camión. Una vez que tomamos la decisión por fe, el poder de la gracia fluye a través de nosotros y logramos perdonar. Una vez que enciende el motor de la gracia, entonces puede perdonar a aquellos que le han traicionado, que le hicieron mal. A partir de allí, lo que quiere para ellos es que Dios los bendiga de una forma sobrenatural. Yo no le deseo mal a la gente que me criticó o me traicionó, más bien oro para que Dios la prospere y reciba la herencia que Él tiene para ella. Me alegra mucho oír que le va bien.

   Es impresionante ver cómo la gente recuerda lo que le hicieron hace diez años atrás. La Biblia dice que el amor no guarda rencor. Aquel que ha aprendido a perdonar no lleva un récord de las faltas del otro. Cuando Dios nos perdona, olvida nuestras transgresiones, no se acuerda más de lo que hicimos.

“19Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos” Mateo 18.19


   La palabra acuerdo, en griego, significa tocar la misma sinfonía. Si estamos fuera de armonía con nuestro esposo, nuestras oraciones no serán oídas. Cuando los padres no están en armonía, los que sufren son los hijos, porque debido a esto, el diablo los ataca y hasta los puede llevar a la muerte. Pero si el liderazgo de la iglesia está en armonía, produce la misma sinfonía y esto fluye a toda la congregación. Así es en todas las áreas del quehacer humano.


“20Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Mateo 18.20

 
   La idea detrás de este verso es que las personas pierdan su individualismo para hacerse uno (“En Cristo, ya no soy yo, mi ministerio o lo que hay para mí.”) ¡Atención! Esto no se refiere a perder la identidad dada por Dios, sino el egoísmo y el protagonismo humano. Es sabido que la mayor parte de la gente llega a la iglesia para ver qué provecho puede sacar, y no lo que puede dar.


Ilustración: Hace un tiempo, tuve una situación muy triste con un hombre que había ordenado como ministro de la iglesia. Yo lo recibí, lo engendré en el Espíritu, lo llevé a la madurez y + apenas lo envié a su ministerio, me traicionó. Salió hablando mal de la iglesia y del liderazgo, e incluso, tomó muchas cosas que no eran de él y se las llevó. Literalmente, robó, mintió, calumnió y contaminó a otros a su alrededor. Para mí no fue fácil perdonar a un hombre al que le di parte de mi vida, lo entrené, lo equipé, y me traicionó así..., fue muy difícil. Pero una vez que fui a Dios y le pedí su gracia, por fe, pude perdonarlo. En mi fuerza, no lo podía hacer, pero con la gracia divina lo perdoné y lo desaté. Hoy puedo decir que bendigo a este hombre, que un día me traicionó, habló mal de mí (y todavía lo hace), y me alegro de que le vaya bien.
Por la gracia de Dios, lo perdoné.


   Soy libre y puedo predicar desde un púlpito sin estar amargado; por eso la unción de Dios no ha cesado en mi vida y aumenta cada vez más. Como dije antes, estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para mantener la paz en el cuerpo de Cristo.

   El perdón debe ser un estilo de vida, no sólo en una ocasión específica, porque las ofensas siempre van a venir. Siempre vamos a ser tentados a ofendernos; pero es importante que crezcamos, que maduremos y dependamos de la gracia de Dios para no permitir que las ofensas hagan su habitación en nuestro corazón y le abran la puerta al diablo. Cuando no podemos perdonar, la gracia de Dios es la única que nos limpia, que nos ayuda a girar la llave para encender el motor del camión y poder moverlo. Sólo así podremos estar limpios delante de Dios sin que nuestras ofrendas y oraciones tengan estorbo.
Guillermo Maldonado. Los Peligros de no Perdonar. Editorial Nuestra visión. Miami 2009. Pag. 100 a la 106

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