jueves, 24 de agosto de 2017

EL PERDÓN COMO ESTILO DE VIDA. Parte II



 ¿El tiempo borra las ofensas y las heridas?
 
   No. El tiempo no borra las ofensas ni las heridas, al contrario, si dejamos que una ofensa eche raíz en nuestro corazón, durante un largo período de tiempo, se nos hará más difícil perdonar. El único que sana y borra nuestras heridas es Jesús, y esto sucede cuando perdonamos de todo corazón.

¿Quién debe tomar la iniciativa de pedir perdón, el ofendido o el ofensor?
 
   Ambos. Sé que algunas personas creen que el ofensor es el que debe pedir perdón primero, pero en Cristo, ambos tienen que ir y buscar el perdón.

¿La persona tiene que estar presente físicamente para pedirle perdón?
 
   En ocasiones, es importante hacerlo personalmente para restaurar la relación. En otras, no hay necesidad de involucrar a la otra parte. Si nos arrepentimos y lo confesamos delante de Dios, seremos sanados y perdonados por el Señor. No es imprescindible que la persona esté presente. Por ejemplo, si yo tuviera malos sentimientos contra un pastor por alguna u otra razón, no tendría que ir siempre a él y decirle que me perdone; pero sí, debo ir a Dios y confesar mis malos sentimientos, con la firme decisión de cambiar por el poder de su gracia.

¿Qué hay que hacer con aquellos que no aceptan nuestro perdón?
 
   Si usted ya ha pedido perdón y la persona no quiere aceptarlo, ya no es un problema suyo, pero sí de esa persona con el Señor. Usted ya cumplió con ese individuo y está libre delante de Dios.

¿Cómo sabemos si hemos perdonado?
 
   La manera más fácil de saber si ya hemos perdonado, es que cuando nos acordamos de la persona y de lo que nos hizo, ya no nos duele. Nosotros no tenemos la habilidad de borrar la memoria, sólo Dios puede. Vamos a recordar, pero no nos dolerá. Podemos escuchar a la persona hablar del problema y tampoco nos dolerá. Nunca deje de amar sólo porque tuvo una mala experiencia con alguien. Perdone y siga amando, porque el que ama es feliz y bienaventurado.

   No levante paredes sólo porque un día le dio el corazón a alguien y éste lo hirió. Usted debe practicar el perdón como un estilo de vida.

¡Siga amando y Dios lo bendecirá!

 ¿Cómo perdonamos de todo corazón?
 
a-.  Perdone de todo corazón como un acto de su propia voluntad. Como mencionamos antes, el perdón no es un sentimiento sino un mandato. Decida hacerlo ahora mismo y Dios se encargará del resto.

b-.  Pida perdón a Dios por el pecado de juicio. (Cuando una persona tiene falta de perdón y su corazón está herido, de su boca salen ira, celo, enojo, envidia, juicio y otras cosas más.)

c-.  Haga una lista de las personas y las situaciones que lo han herido en su vida.

d-. Exprese su perdón en forma verbal. La palabra confesaos es extereologeo en griego, y significa expresar los dolores del alma, por medio de confesar los pecados verbalmente a Dios. Su dolor interno sanará en la medida que usted exprese su perdón de forma verbal.

“16Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho”. Santiago 5.16

e-.  Renuncie a todo espíritu de odio, amargura y resentimiento. Esto también, traerá sanidad física a su cuerpo.

f-. Pídale al Espíritu Santo que sane las heridas que las ofensas le han causado.

g-.  Bendiga y ore por aquellos que le ofendieron.

Repita esta oración en voz alta, con todo su corazón:

“Padre celestial, con todo mi corazón, yo decido perdonar a todas las personas que me han herido y ofendido. Me arrepiento por guardar rencor, ofensas, resentimiento, falta de perdón y odio contra (nombre a la persona). Yo me arrepiento por haber juzgado a (nombre). Ahora mismo, voluntariamente, perdono a (haga una lista con los nombres); los perdono con todo mi corazón. Renuncio a todo espíritu de falta de perdón, odio, amargura, resentimiento y lo echo fuera de mi vida. Señor, sana mis herida. Ahora, oro y bendigo a (nombre). Te pido que bendigas a esas personas y a su familia. Me declaro libre y sano de mis heridas, en el nombre de Jesús. ¡Amén!”

Guillermo Maldonado. Los Peligros de no Perdonar. Editorial Nuestra visión. Miami 2009. Pag. 112 a la 115

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