7. Los ángeles de Jehová velan por los pequeños en el Reino.“10Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos”. Mateo 18.10
Los creyentes, los pequeños de Dios, tienen ángeles que están veinticuatro horas al día con ellos. Los ángeles ven, continuamente, el rostro del Padre en los Cielos; de allí toman fuerza y fortaleza para venir a ministrarlos. Aunque usted no sienta nada, debe creerlo por fe, porque Jesús lo dijo. Los ángeles de Dios no son como los que dibujan los hombres, con forma de bebés o niños pequeños, o como los dibujos o adornos que se ven en las casas. Eso es ignorancia, un gran desconocimiento de las verdades espirituales. Los ángeles son seres grandes, fuertes, poderosos en batalla, listos para la guerra. Aquellos que lo acompañan a usted, ven el rostro de Dios, y luego, vienen a ministrarle fuerza, fortaleza y vida.
“7El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende”. Salmos 34.7
Tenemos un Dios glorioso y podemos ordenar a nuestros ángeles que salgan a pelear por nosotros. Yo he sentido a los ángeles a mi alrededor en muchas ocasiones. Ellos están conmigo en todo momento, pero los siento más cuando estoy ministrando en una cruzada de milagros. La sensación es comparable a estar en una rueda en medio de otra rueda, como rodeado de fuego.
8. Si hemos ofendido y nuestra ofensa hizo errar el camino de otra persona, debemos buscarla, pedirle perdón y restaurarla.
“11Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido”. Mateo 18.11
Jesús vino y dio su vida por el perdido; por eso, para Él es tan importante esto. Él dice: “Si hay alguien que está empezando, no lo empujen a perderse otra vez, ayúdenlo a salvarse”. En el siguiente pasaje, Él da una ilustración para aclarar el punto.
“12...Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? 13Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron. 14Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños”. Mateo 18.12-14
Cuando alguien se va de la iglesia, yo quiero estar seguro de que no fue por mi culpa; y si fue mi culpa, lo busco o lo llamo, y le pido perdón. Pero aquí no estamos hablando de una oveja malcriada, rebelde, que se enoja con todo el mundo y tiene siempre una mala actitud; estamos hablando de no ser de tropiezo para la salvación de otro. Jesús dice: “Si tú eres el líder de la casa y sabes que ofendiste a alguien, entonces búscalo”.
Y usted se preguntará: “Pastor, usted, ¿lo hace?”. Sí, yo lo he hecho cientos de veces, y lo sigo haciendo; pero no lo hago con ovejas rebeldes que salen tirándome veneno porque no se cumplieron sus caprichos o sus agendas personales. Yo sigo a aquellas que sé que herí. Si sé que maltraté a alguien, voy detrás de esa persona y le pido perdón y trabajo para devolverla al redil. A eso se refiere Jesús. ¡Padre de familia, si usted hirió a sus hijos, salga de su casa y vaya a buscarlos! ¡Esposa, si sabe que hirió a su esposo búsquelo y hable con él hoy!
Un día, Pablo, en uno de sus viajes, llegó a una isla con su gente, después de una dura travesía en el mar. Como hacía mucho frío, las personas que los recibieron encendieron una fogata para que pudieran entrar en calor; entonces, una víbora, huyendo del mismo, picó a Pablo en la mano. En lugar de intentar ayudarlo, todos los presentes se quedaron atónitos esperando que cayera muerto. Cuando una persona está ofendida con el pastor o con la iglesia y con odio en el corazón, espera que mañana se cierre el templo o que el pastor caiga. Cuando esa mujer que dejaste abandonada se divorcia de ti, espera que mañana caigas muerto. Pero dice la Biblia que Dios estaba con Pablo.
“5Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún daño padeció”. Hechos 28.5
La ofensa es como el veneno que inyecta una serpiente en el torrente sanguíneo de una persona, puede matarla en poco tiempo. Cuando la ofensa atenta contra nuestra vida espiritual, debemos quitarla de nosotros, vacunarnos con el perdón, que es el único antídoto que nos puede salvar. Al igual que Pablo, debemos sacudirnos la víbora de la ofensa y quitar el veneno de nuestro sistema; debemos perdonar y seguir adelante.
9. La confrontación es parte de perdonar.
“15Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano”. Mateo 18.15
Hoy, en las iglesias, no se puede hablar de reprender porque dicen que uno no tiene amor. Pero Jesús dijo que, cuando alguien nos ofenda, debemos reprenderlo estando nosotros y él solos. Si a usted su esposa lo ofende, debe reprenderla a solas. Ése es el primer paso. Hay gente que dice: “pero yo soy el ofendido”. Pero Cristo le puso a usted la carga. Es usted quien debe ir. ¡Sáquese ese dolor de adentro, mírelo a la cara y confróntelo! Vaya a solas, dígale cómo se siente. Si le oye, habrá ganado a su hermano.
“16Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra”. Mateo 18.16
Esto no se practica entre los cristianos; en cambio, difamamos al hermano. Si tenemos algo contra alguien, ¿por qué no seguimos los consejos dejados por Jesús en la Biblia? ¿Acaso no decimos que creemos que ésta es la palabra de Dios? En lugar de eso, difamamos; especialmente, cuando se trata de un ministro o anciano de la iglesia. Lo despedazamos con los dichos de nuestra boca; y en el camino, destruimos a los pequeñitos.
“17Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano”. Mateo 18.17
Es decir, primero debemos confrontar a quien nos ha ofendido, a solas; luego, si no hay resultados positivos, debemos traer un testigo y confrontar a la persona en presencia de éste; y si sigue sin aceptar su responsabilidad, lo podemos tener o considerar como publicano.
¿Quién era un publicano?
Los publicanos eran las personas más despreciadas de esa época: ladrones, inescrupulosos, que se sentaban a comer con las prostitutas y con los peores pecadores. Jesús dijo: “Si tú le hablas a alguien tres veces y no acepta que te ha ofendido, tenlo en la misma categoría de las prostitutas”. Ése, para usted, no es un hermano; no se asocie con él.
10. La falta de perdón causa que perdamos la autoridad espiritual.
“18De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo”. Mateo 18.18
“18De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo”. Mateo 18.18
Aquí Jesús comienza a hablar de autoridad. Si usted no es capaz de perdonar, no tiene ninguna autoridad en la Tierra, ni para prohibir ni para permitir, ni para atar ni para desatar. La palabra atar, en el mundo espiritual, significa prohibir, declarar ilegítimo. Cuando quiera ejercer autoridad espiritual sobre sus hijos, Jesús le dirá: “tú no tienes ninguna autoridad porque hay falta de perdón en tu corazón”.
“19Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos”. Mateo 18.19
¿Qué dice Jesús en este texto?
Jesús está diciendo que es necesario que lleguemos al punto de unidad o de acuerdo con la persona que nos hirió; porque ésa es la única manera de que nuestra oración sea escuchada en el Cielo. Está diciendo que si no nos ponemos de acuerdo con nuestro ofensor, perderemos la oportunidad de recibir lo que le pedimos a Dios.
En cambio, si nos ponemos de acuerdo, el panorama cambia por completo, y aquello que tanto anhelamos, no tendrá estorbo; sin duda, lo recibiremos.
La palabra acuerdo es una de las traducciones del griego “sumfonéo”, de donde también proviene sinfonía, y significa sonar a una. Si hay desacuerdo entre los músicos de una banda, no van a sonar de manera armoniosa. La falta de perdón es un estorbo en el fluir unánime del cuerpo de Cristo; porque para ponerse de acuerdo con alguien, ambos deben estar limpios de ofensas, de lo contrario, Dios no escuchará sus oraciones. Si no estamos de acuerdo, no tocamos la misma melodía; sólo tiramos nuestras oraciones al aire. Mientras haya ofensa en su corazón, no podrá tocar la misma sinfonía con su hermano. Si no hay acuerdo con sus hijos en su casa, jamás podrán tocar la misma sinfonía; siempre van a querer algo distinto. Cuando ambos mueran a sí mismos y dejen de lado el individualismo, entonces, tocarán la misma melodía; orarán lo mismo y Dios les responderá.
Guillermo Maldonado. Los Peligros de no Perdonar. Editorial Nuestra visión. Miami 2009. Pag.70 a la 77
La palabra acuerdo es una de las traducciones del griego “sumfonéo”, de donde también proviene sinfonía, y significa sonar a una. Si hay desacuerdo entre los músicos de una banda, no van a sonar de manera armoniosa. La falta de perdón es un estorbo en el fluir unánime del cuerpo de Cristo; porque para ponerse de acuerdo con alguien, ambos deben estar limpios de ofensas, de lo contrario, Dios no escuchará sus oraciones. Si no estamos de acuerdo, no tocamos la misma melodía; sólo tiramos nuestras oraciones al aire. Mientras haya ofensa en su corazón, no podrá tocar la misma sinfonía con su hermano. Si no hay acuerdo con sus hijos en su casa, jamás podrán tocar la misma sinfonía; siempre van a querer algo distinto. Cuando ambos mueran a sí mismos y dejen de lado el individualismo, entonces, tocarán la misma melodía; orarán lo mismo y Dios les responderá.