¿Cuál es la revelación que debemos tener acerca del Padre?
-. La revelación de que él es nuestro Padre.
-. La revelación de que nos ama.
-. La revelación de que somos sus hijos.
Cuando leemos lo que es la revelación del Padre, pensamos que es sencilla y simple, pero hay una gran profundidad en ella. El reino de Dios funciona basándose en la paternidad, pero hay muchos hombres y mujeres que necesitan la gloriosa revelación de lo que esto es en realidad para poder ser parte funcional del reino. La paternidad de Dios es el fundamento sobre el cual Dios ha escogido edificar toda la sociedad; sin ella, todo se convierte en un caos, ya que se afecta el debido funcionamiento de la familia, núcleo principal de toda sociedad. Por tal motivo, hay que trabajar para restaurar la paternidad. Así como la palabra padre en griego es pater y se traduce en español como patria, la palabra familia se traduce patria en el griego, que significa esfera de paternidad; desde el punto de vista bíblico, no hay familia si no hay paternidad.
«Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra». —Efesios 3:14,15
La necesidad más grande de la raza humana, después de la salvación, es la de un padre.
Dios diseñó la sociedad, la política, el gobierno, la iglesia y la familia para manifestar su paternidad; pero esto ha estado muy alejado de la realidad. En este momento, nosotros no necesitamos más políticos que solo sean profesionales, sino que además cumplan el papel de padres, que conozcan a Dios y que tengan una revelación del Padre celestial.
En la actualidad tenemos una sociedad con millones de hombres y mujeres huérfanos que están clamando por un padre que sea su protector, que los defienda de la injusticia y que los alimente material y espiritualmente. Debido a esta carencia, hoy más que nunca hay hijos rebeldes que se fueron de la casa y ahora están en las gangas, porque no encontraron en el hogar, en la iglesia ni en el gobierno un padre que los amara, que los afirmara. También encontramos altos índices de prostitución en mujeres que lo único que están buscando es el abrazo de un hombre, porque papá no se lo dio en casa. Esta es una necesidad que no permite más tiempo de espera; por lo tanto, tenemos que reintegrar los valores de la paternidad a nuestra sociedad.
Hay preguntas que quisiera que usted se contestara a sí mismo, para que pueda ver qué tanta revelación tiene de la paternidad de Dios: ¿Tiene usted una revelación del Padre? ¿Tiene la revelación de que él le ama? ¿Tiene la revelación de que usted es hijo o hija del Padre celestial? Si su respuesta a cualquiera de estas preguntas es negativa, recurra al Espíritu Santo en oración y pídale la revelación que necesita, y su vida será transformada. La única manera de entender los misterios del reino es recibiendo la revelación divina, aunque para esto primero es necesario conocer qué es un misterio.
¿Qué es un misterio?
Un misterio es una revelación escondida en el corazón de Dios, la cual se revelará a nuestro espíritu por medio de su Espíritu Santo cuando cumplamos ciertas condiciones que veremos más adelante.
«Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley». —Deuteronomio 29:29
¿Por qué Dios esconde las cosas de la gente?
Dios no le revela sus misterios a los que no tienen interés en ellos; muchas personas no entienden las cosas secretas de Dios porque no tienen el anhelo de conocerlas. Jesús explicó que a nosotros se nos han revelado los misterios del reino, pero a aquellos que no quieren conocerlos no les es dada la revelación.
«Él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado». —Mateo 13:11
¿Qué requiere Dios de nosotros para darnos la revelación del Padre celestial?
-. Estar hambrientos de conocer al Padre celestial.
-. Ser humildes y enseñables. Debemos dejar a un lado las ideas y formas de pensar antiguas, y recibir las verdades presentes.
-. Demostrar obediencia y hacer lo que se nos pide. Dar un paso de fe al respecto y no que quede solo como un conocimiento en nuestra mente.
-. Valorar la revelación que recibimos.
¿Qué efectos genera el conocer la revelación del Padre?
a-. Nuestra identidad como hijos e hijas es afirmada.
Cuando tenemos la revelación de que Dios es nuestro padre, de que nosotros somos sus hijos y de que él nos ama, obtenemos un convencimiento sobrenatural, una certeza de que no somos uno más del montón, sino que somos especiales. Además, al recibir nuestra identidad comienza a morir en nuestro interior el espíritu de competencia; ya no envidiamos el éxito de otro, ni nos importa si los hombres nos toman en cuenta o no. Comenzamos a orar como hijos y no como peticionarios ni mendigos, en fin, nuestra actitud frente al hombre, frente al diablo y frente al mundo cambia por completo.
En Jesús podemos ver el comportamiento de un verdadero Hijo de Dios. El Hijo de Dios fue tentado por el diablo tres veces, y dos de esas tentaciones tuvieron que ver con su identidad como Hijo del Dios Padre. Sin embargo, Jesús no se dejó embaucar por las mentiras de Satanás, pues conocía su identidad, sabía de quién era hijo, y aplastó al diablo con las palabras de su Padre. Si el diablo logra hacerle dudar de su identidad, le habrá ganado la batalla y no podrá atravesar la tentación del desierto; he ahí la importancia de esta revelación. El diablo quiso que Jesús demostrara que en verdad era el Hijo de Dios; pero en realidad Jesús no tenía que hacer nada para probarlo, ya que los hijos no hacen nada para ser hijos, simplemente son engendrados. Jesús era hijo, no importa lo que hiciera o dejara de hacer; y él lo sabía muy bien.
El problema más grande hoy en día en el gobierno, en la iglesia y en la sociedad es la inseguridad de sus líderes; estos no están seguros de su identidad ni de su propósito en este mundo, ni de para qué hacen lo que hacen. Volvemos entonces al mismo punto, tal cosa es producto de la falta de revelación del Padre celestial. Cuando no tenemos esta revelación nos convertimos en esclavos del miedo. Conocer nuestra identidad es el equivalente a haber alcanzado la madurez, ya que una de las definiciones de madurez es la habilidad de conocer nuestra identidad en Dios, sin sentirnos inseguros u ofendidos porque otros tengan mayor
éxito, más diplomas, más dinero, más unción, más talento, más habilidades, o porque piensen diferente a nosotros. Si alcanzamos la madurez en este punto, el miedo ya no nos puede controlar.
«Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios»—Romanos 8:15,16
La persona que tiene la revelación de que es un hijo o hija de Dios ya no es presa o esclava del miedo al fracaso, a la muerte o a ser rechazada, porque sabe que su Padre le ama y le sustenta, y que no permitirá que nada malo le suceda. El verso anterior nos habla de la esclavitud y de cómo esta nos conduce a tener temor cuando no hemos recibido el espíritu de adopción o la revelación de que somos hijos del Padre celestial. Cuando recibimos la revelación del amor que nos tiene nuestro Padre, todo tipo de temor es quitado de nuestra vida, porque «el perfecto amor echa fuera el temor».
«En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor». —1 Juan 4:18
Veamos cómo se expresa este versículo en la Biblia Amplificada:
«¡No hay temor en el amor [el pavor o el terror no existe], solo el amor completo, perfecto y maduro, puede echar el temor fuera de las puertas y expulsar todo rasgo de terror! Pues el temor trae consigo el pensamiento de castigo. Entonces, aquel que siente temor no ha alcanzado la completa madurez del amor [todavía no ha crecido a la completa perfección del amor]».
La sustancia de la fe son las promesas de Dios expresadas a través de su Palabra; en cambio, el miedo no tiene sustancia, pues no hay promesas de miedo en la Palabra que lo respalden. Lo opuesto al temor es la fe. La única sustancia que el miedo tiene es la que le damos al enemigo cuando nos preocupamos de antemano en nuestra mente.
Guillermo Maldonado. NECESITO UN PADRE. edición 2007.Editorial vida . Miami FL. Pag. 15 a la 19
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