lunes, 6 de junio de 2016

CRISTO MANIFESTANDO SU PODER SOBRENATURAL A TRAVÉS DEL CREYENTE. Parte II

 LA IGLESIA COLABORA CON DIOS EN LA EXPANSIÓN DEL REINO.

Porque nosotros somos colaboradores de Dios.(1 Corintios 3:9)
   Al ver las responsabilidades y propósitos de la iglesia de Cristo, nos damos cuenta que no hemos respondido a lo que Él mandó a hacer a cada cristiano. Él nos llamó para ser socios, colaboradores y representantes de Él en la tierra, y decidió que no haría nada si no a través de nosotros, Su iglesia.

¿Qué canal usa Jesús para operar en la tierra?
   Nuestro cuerpo físico es el instrumento de Cristo. Todo lo que Dios hará, hace e hizo en la tierra, es a través de Su cuerpo, la iglesia. Como cuerpo de Cristo, nosotros somos los que ponemos límite a lo que Él hace en la tierra. Dios no hace más de lo que Su cuerpo le pida o permita; no porque no pueda o no quiera, sino porque Él ha delegado al cuerpo Su evangelio, Su autoridad, Su poder. Es más, el reino de Dios está en nosotros y lo que nos ha confiado nos hace valiosos. ¿Cuál es el requisito que cada uno de nosotros debe cumplir para operar como cuerpo? La interdependencia. Cada miembro necesita del otro aunque ninguno es indispensable. El propósito del cuerpo -la iglesia de Cristo-, es que Jesús se relacione con este ámbito de espacio, tiempo y materia. Él depende de nosotros para obrar en esta dimensión. Cuando Jesús vino a la tierra, necesitó un cuerpo con el fin de llevar a cabo la voluntad de Su Padre. Ésa es la misma razón por la que hoy sigue necesitando un cuerpo. Después que Él se fue, el cuerpo es el instrumento de Dios para continuar Su ministerio y Su voluntad en este mundo. Jesús abrió un camino nuevo, sin velo, para entrar a Su presencia y conocerlo personalmente. Él resucitó de entre los muertos y envió al Espíritu Santo para que Su ministerio pudiera continuar a través de nosotros. Él no creó una religión, ya que ésta se basa en ritos; todo lo contrario de la vida de milagros, la cual es una demostración constante de la intervención divina de Jesús, quien vive en nosotros. Nuestra misión es compartir Su vida y Su amor; ese amor que nos induce a compartir lo mejor con la gente. Dios es amor y nos ama; si nosotros lo amamos también amaremos a la gente. ¿Cómo? Sirviéndola, orando por ella, ministrándole el amor de Dios, y sirviendo de canales para que Él obre los milagros a través de Su iglesia. Somos extensión de Cristo, y por medio de nuestro cuerpo Él alcanza el mundo.

 ¿Qué relación guarda la Cabeza con los miembros del cuerpo de Cristo?
 
Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. (1 Corintios 12:21)
   Cristo es la Cabeza y no puede decirle a la mano o a los pies: "No te necesito". Lo que la Cabeza requiere de los pies es que siempre estén disponibles para llevar a cabo sus decisiones.

   No importa qué tan talentoso sea como cristiano, si no estoy disponible para la Cabeza -Jesús-, no soy útil para el reino. Cristo usará Su cuerpo para destruir todas las obras de Satanás, las enfermedades, opresiones y lugares de cautividad. En una oportunidad, iba saliendo del servicio muy agotado, quería irme directo a casa, pero una jovencita de unos veinte años se me acercó pidiendo oración porque era sorda de nacimiento. Realmente estaba agotado, pero sentí la demanda de Dios y Su compasión que me pedía que le prestara mi humanidad. Ni siquiera le impuse las manos; mientras le hablaba, el poder de Dios cayó y fue sana al instante. De esto puedo concluir que, no importa cuán cansados estemos, ¡es maravilloso prestarle nuestro cuerpo al Espíritu Santo para que lo use y pueda bendecir a otros!
¿Cuáles son las razones divinas por las que Dios nos dio cuerpo?
   El principal propósito fue habitar en el hombre y poner en él Su gloria. Dios no vive permanentemente en templos hechos a mano; el templo que Él ha diseñado es el cuerpo del hombre. Dios, el todopoderoso, siempre ha querido y quiere vivir en el ser humano, y poner Su gloria en su interior.

He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. (Apocalipsis 21:3)
Dios no habitará permanentemente en un templo hecho por manos de hombre, solo lo hará en un templo hecho por Él.

 
¿Qué clase de morada quiere Dios?
Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo. (1 Pedro 2:5)
 
   El templo de Salomón tomó muchos años construirlo y millones de dólares fueron invertidos en su precioso diseño; sin duda fue una obra maravillosa. Sin embargo, duró muy poco; fue destruido por el pecado de Israel. Entonces Dios dijo: "Yo no voy a invertir en un templo de piedra, sino que invertiré en uno de barro". Ese templo somos nosotros; somos el material más valioso para Dios, y la razón por la cual usted es valioso es porque fue comprado a precio de sangre por Jesús.

Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. (Juan 17:23)

En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. (1 Juan 4:10)
 
   Así que ya no le pertenecemos al diablo sino a Dios. ¿Por qué Dios quiere una habitación? Porque le da derecho legal para actuar en la tierra y hacer obras sobrenaturales. Por eso tenemos que glorificarlo en nuestro cuerpo. ¡Préstele su cuerpo!

¿Como ministra Cristo al mundo hoy en día?
Cristo en vosotros, la esperanza de gloria. (Colosenses 1:27)
   Cristo, tal como lo hacía dos mil años atrás, continúa ministrando. En estos tiempos lo hace usando nuestro cuerpo. Somos sus colaboradores, sus socios, sus amigos, sus embajadores, sus intérpretes, sus testigos y sus comunicadores; los que llevamos Su mensaje de amor, Su poder, Su gloria y Su autoridad. En esta era, muchos creyentes han abandonado la responsabilidad de evangelizar, discipular y cumplir el propósito de la iglesia de expandir el reino de Dios a las comunidades. Muchos están dispuestos a pagar para que otros lo hagan, porque ellos no lo quieren hacer. La revelación de este misterio es que: Jesús vive en mí y quiere ministrar a través de mí. Él necesita que usted le preste su cuerpo para alcanzar a su familia y amigos. Jesús nos redimió para poder vivir en nosotros y expresarse en los creyentes.
 
El poder de Dios para sanar y liberar nos ha sido dado a todos los creyentes, como podemos ver en el siguiente testimonio:

Un domingo durante un servicio regular en nuestra iglesia, yo declaré que ninguna persona que hubiera llegado enferma o con algún problema podía regresar a casa igual. Una líder de Casa de Paz de nuestra iglesia, que apenas tiene algunos meses de convertida, pero que ha sido entrenada para caminar en lo sobrenatural, tomó esa Palabra y al terminar el servicio encontró a un hombre que había llegado de República Dominicana y tenía su cabeza completamente calva. Ella muy amablemente se le acercó y le preguntó si le permitía orar por él, a lo que el hombre accedió. Puso sus manos sobre la cabeza del varón y oró; entonces muchos fueron testigos en medio del pasillo, cómo Dios le hizo crecer el pelo. Es sorprendente como Dios está usando a los jóvenes de nuestra iglesia para moverse en medio del pueblo, y mostrar Su poder sobrenatural.

    Yo no sano, Jesús es quien sana. Éste es el misterio: que Jesucristo vino, murió, resucitó, recibió todo poder y autoridad, y luego nos lo delegó. ¿Por qué Dios no mandó ángeles a hacer este trabajo? Porque los ángeles no fueron redimidos. Nosotros somos los únicos por quienes Él murió. ¡Si no tomamos nuestra responsabilidad las almas se perderán! Predicar el evangelio está limitado a la voluntad de los seres humanos para hacer lo que Dios mandó.
 
   Jesús no puede visitar a los enfermos a menos que use el cuerpo suyo, no puede visitar al preso, porque tiene que hacerlo a través de usted. Él va a ir con usted y en usted. No puede hacerlo de otra manera. No obstante, usamos la oración como excusa para no ir. Y no me malentienda, Jesús oraba, porque la oración es sumamente importante, pero también iba mientras estaba en un cuerpo humano.
Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. (Hechos 10:38)


   Jesús iba testificando, declarando, predicando, sanando echando fuera demonios, demostrando compasión y manifestando a Dios en acción. ¿Queremos que Dios haga también nuestra parte? Ciertamente no lo hará. Nosotros tenemos que hacer lo posible y entonces, Él hará lo imposible. Hay dos tipos de oraciones que Dios nunca contestará: cuando le pedimos que haga lo que Él ya hizo, y cuando le pedimos que haga lo que nos corresponde a nosotros hacer como iglesia. ¿Cómo lo hará Jesús? Él usará nuestras vidas. Él siempre pone "el querer como el hacer''.


Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. (Filipenses 2:13)
 
   Jesús visita al necesitado, sana al quebrantado de corazón, al deprimido ... y todo lo hace a través de nosotros. Él anima al desanimado a través de nosotros. Usted y yo somos Su cuerpo. Si todo lo que hacemos es orar y nunca visitamos al perdido, al enfermo, al que necesita un milagro, si nunca testificamos, no estamos siendo Su cuerpo. Tenemos que orar pero también obrar. La gente nunca verá a Jesús excepto través de usted y yo.

 Dios nos ha confiado Su evangelio.
 El glorioso evangelio del Dios bendito ... a mí me ha sido encomendado. (1 Timoteo 1:11)
 
   Dios ordenó que este evangelio fuera encomendado a gente común y corriente como usted y como yo. Es un gran privilegio predicarlo. Jesús se sentó en Su trono porque ya Él hizo Su parte. Entonces les encargó el evangelio del reino a personas como usted y como yo. Esto es el cristianismo bíblico. Cristo en nosotros es quien da propósito a nuestra vida.
 
¿Qué tenemos que hacer?
 
   Ahora que Dios nos ha restaurado, nos ha revelado Su poder sobrenatural, nos ha escogido y ungido para actuar, para ir en Su nombre, para ser Sus representantes, tenemos que ir. Ya que entendemos que cada creyente tiene la habilidad, el poder y la autoridad dados por Dios para moverse en milagros y maravillas, ya que entendemos que el poder sobrenatural viene de la cruz, que la unción está disponible para nosotros, que entendemos la gloria, los milagros, las maravillas y conocemos los secretos para oír la voz de Dios, para fluir en lo sobrenatural y manifestar el poder de Dios. ¡Tenemos que tomar una decisión! Jesús servía a la gente, hablaba con el necesitado y le ministraba. Él no ha cambiado, pero ahora opera a través de nosotros; claro está, si se lo permitimos. ¿Cómo sucede esto? Todo Su poder se desatará si cumplimos las siguientes condiciones básicas:
• Compromiso total.
   Se trata de una entrega sin reservas, de presentar nuestro cuerpo en sacrificio vivo para que nuestras manos sean Sus manos, nuestros pies sean Sus pies, nuestra boca sea Su boca, para sanar al enfermo, liberar al cautivo, salvar al perdido, obrar milagros y maravillas, además de manifestar Su gloria en la tierra.
• Obediencia a Su voluntad.
   Nosotros debemos tomar la decisión de obedecer Su Palabra y cumplir Su mandato en la tierra. No tenemos que esperar más confirmaciones; la cosecha está lista. La gente está sola, enferma, sin Dios, sin esperanza y sin salvación, clamando por ayuda. Sólo nos resta salir a recoger la cosecha.
• Disponibilidad.
   Esto significa que debemos estar listos para el momento que el Señor quiera usarnos y manifestar Su gloria a través de nosotros. Los miembros del cuerpo tienen que estar siempre disponibles para la cabeza; no importa cuán fuerte sea un brazo, no es de ninguna utilidad si no está disponible para hacer lo que quiere la cabeza. La única habilidad que Dios busca en un hombre o una mujer es la disponibilidad.
 
   El mundo moderno está herido, adolorido; sólo espera un toque especial, algo que lo rescate del vacío de su vida. Recuerde que Cristo va a continuar su ministerio de sanidad a través suyo. Usted crecerá por medio de compartir a Cristo con la gente. Mientras deja que Él ministre usándolo como canal, usted es Su cuerpo, Su templo. Ser usado por Dios para bendecir a la gente trae un gran gozo a nuestro corazón; éste es el centro del cristianismo: "Cristo en vosotros, la esperanza de gloria" (Colosenses 1:27) para ganar almas, para proclamar el evangelio, para hacer milagros y sanidades. El mayor llamado de los creyentes es guiar a la gente a Jesús a través de las señales.
Heme aquí, envíame a mí. (Isaías 6:8)
 Fuimos escogidos y ungidos para la acción.

   No podemos aprender a movernos en la unción de Dios si no actuamos bajo ese conocimiento. Cuando lo recibimos y lo compartimos, lo tenemos y lo damos, lo oímos y lo comunicamos, entonces es porque lo hemos aprendido y es nuestro. Si no es así, es como un hoyo muerto, es como una laguna de agua estancada, o una semilla seca. Entre los capítulos 5 y 7 del evangelio según Mateo, Jesús enseña el Sermón del Monte, pero una vez que llega al 8, comienza a hacer milagros y demostrar lo que antes había enseñado. Usted se sorprendería de lo que pasaría si impusiera sus manos sobre los enfermos, declarando la Palabra, esa Palabra que está viva en usted como estaba en cualquier hombre de la Biblia. Las personas serían sanas, libres y restauradas. Somos como Cristo -término que significa "el ungido", de donde se deriva la palabra cristiano que a su vez significa, "pequeños ungidos"

   Dios pregunta: "¿Quién irá por nosotros?". ¿Puede usted contestar: "Señor, heme aquí, envíame a mí" (ver Isaías 6:8)? "¡Yo te presto mi humanidad voluntariamente para hablarle al perdido, animar al cansado, sanar al enfermo, liberar al afligido y al enlutado!". "¡Señor, yo te serviré, envíame a mí!". Si entiende que este desafío viene de Dios para su vida, repita esta oración en voz alta:

   "Soy un creyente, soy un cristiano, Jesús es mi Señor y creo que ha resucitado de los muertos. Él me garantiza Sus promesas, y yo voy a experimentar Su poder sobrenatural porque Cristo ha resucitado en mí. El Espíritu Santo me ungió con poder de lo alto para creer que todas las cosas son posibles. Jesús es mayor que cualquier problema y desafio delante de mí. Él está vivo en mí, y el poder que lo levantó de entre los muertos está obrando en mí. Satanás lo sabe y no puede hacer nada al respecto. Jesús, Tú humillaste públicamente al enemigo y destruiste sus obras; ahora estás vivo en mí y me das la gracia para experimentar Tu poder, y sanar a los enfermos, libertar a los cautivos, hacer milagros y maravillas en Tu nombre y predicar Tu evangelio en toda la tierra. úsame Señor para continuar Tu ministerio en la tierra mientras vivo la vida y voy al supermercado, la escuela, el negocio, a visitar a mis parientes. Amén".

   Si usted  nunca le ha entregado su vida a Jesús, éste es el momento para que conozca a un Dios real, vivo y resucitado. Dice la Palabra de Dios que todos los hombres somos pecadores y hemos sido destituidos de la gloria de Dios (ver Romanos 3:23), que la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna (ver Romanos 6:23), y esa vida está en Cristo Jesús que vino a morir por nosotros y a derramar Su sangre. Si usted cree en su corazón que esto es así, repita esta oración:

"Padre celestial, reconozco que soy pecador y me arrepiento de todos mis pecados. Confieso con mi boca que Jesús es el hijo de Dios y que el Padre lo levantó de entre los muertos. Hoy soy salvo, sano y libre. Soy hijo de Dios, hecho a Su imagen y semejanza para manifestar Su persona y Su poder sobre la tierra. ¡Amén!".   
 Bibliografia.
Guillermo Maldonado. Como caminar en el poder sobrenatural de Dios. Editorial Whitaker House. Miami 2011. Pag. 242 a la 252.

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