sábado, 23 de mayo de 2015

LA UNCIÓN Y EL CARÁCTER. Cuarta parte


La sumisión: es cuando le damos cuentas a alguien por nuestras acciones y decisiones. Tenemos que dar cuentas de todo (matrimonio, ministerio, entre todos). Es sabio y prudente que todo creyente, lìder o ministro le dè cuentas a alguien de su vida. Es efectivo hacer esto por diferentes razones:
Para tener cobertura espiritual: debemos tener a alguien que nos corrija cuando nos equivocamos, que estè sobre nosotros para dar cuentas de nuestra doctrina, nuestra familia y de nuestras propias decisiones.
   Yo creo que no hay un hombre o una mujer que haya escalado tan alto que no necesite cobertura espiritual. No importa si es apóstol, profeta, maestro, evangelista, pastor o reverendo, usted necesita una cobertura espiritual, aunque esto no significa estar afiliado a algùn concilio. Personalmente, yo como pastor le doy cuentas a hombres con madurez y peso espiritual. No lo hago por obligación, sino voluntariamente, basado en una relaciòn de pacto, de amor, de compañerismo sin que esto afecte la visiòn del ministerio. Hoy dìa encontramos gran cantidad de ministros, especialmente, algunos cantantes que no se someten ni le dan cuentas de su ministerio ni de su vida a nadie y eso puede ser muy peligroso. Porque ¿quièn le puede corregir a esa persona si entra en falsa doctrina, si cae en pecado o si està haciendo algo indebido?
Para protecciòn de nuestra vida y ministerio: Cuando tenemos una cobertura espiritual, siempre habrà alguien que nos corrija si hacemos algo mal. Esta es la ùnica manera de crecer efectivamente. Esta cobertura servirà para proteger nuestros ministerios, familia y otros. Los pastores tambièn necesitamos tener quièn nos aconseje y nos ministre. No podemos buscar esa consejerìa en nuestras ovejas, debido a que algunas no estàn lo suficientemente maduras como para que abramos nuestro corazón sin afectarlas. En cambio, si tenemos una cobertura espiritual o un mentor en nuestra vida, èste nos podrà escuchar sin divulgar lo que le decimos, nos ayudarà y nos restaurarà. Obviamente, debe ser alguien que sepa màs que nosotros y que tenga màs virtudes que nosotros. Es importante obedecer y someterse a Dios y a una cobertura espiritual para nuestra propia protecciòn.

La pureza. En el Antiguo Testamento, cuando una persona era ungida, pasaba por un proceso de limpieza. Por eso, Dios derramaba su Unciòn en vasos limpios y puros. Cuando hablamos de pureza, hablamos de dos cosas específicamente: motivos e intenciones. Dios no puede derramar su Unciòn en un individuo que tiene motivos e intenciones impuras para ministrarla. A continuación detallarè principios que yo siempre aplico a mi vida y que usted tambièn puede y debe aplicar para mantener sus motivaciones e intenciones puras: 

-. Todo lo que lleve a cabo, hàgalo en el nombre de Jesùs. Cuando hacemos algo en el nombre de Jesùs, desde un principio, tenemos la garantìa de que Dios nos respalda.
“Y todo lo que hacèis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesùs, dando gracias a Dios Padre por medio de èl” Col. 3.17 

-. Hàgalo de todo corazón. De todo corazón implica con todas sus fuerzas, con su inteligencia, con todo lo que puede dar, y no para los hombres, sino para Dios. Si canta, si predica, si danza, no lo haga a medias, sino con todo su corazón.
Y todo lo que hagàis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres. Col 3.23
  
-. Hàgalo para la gloria de Dios. Para nosotros mantenernos puros y para que la unciòn pueda fluir en nuestra vida, primero tenemos que hacer todo en el nombre de Jesùs, de todo corazón y para la Gloria de Dios. El hombre o mujer de corazón puro no busca su propia agenda, no hace las cosas para ser visto, ni tampoco lo hace a medias. La intenciòn y el motivo son engrandecer el reino y el nombre de Jesùs.

La compasión. Significa sentir el dolor de otro, ser tocado en las entrañas por la necesidad de otro, sentir lo mismo que otro siente. Entre màs compasión tenemos por el perdido, por el enfermo, el que està en pecado, mayor es la unciòn en nuestra vida. La unciòn es dada a aquellos hombres y mujeres que andan y caminan en compasión. Entre màs sentimos el dolor del pueblo, mayor unciòn veremos manifestada en nuestra vida. Hay personas que quieren la unciòn de sanidad, pero no la reciben porque no tienen compasión por los enfermos. Èsta es una de las razones por las cuales la unciòn no puede fluir en sus vidas. La mayor parte de los milagros que Jesùs hizo fue porque tuvo compasión de la gente.
Y saliendo Jesùs, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanò a los que de ellos estaban enfermos. Mt 14.14
  
El denuedo. La palabra denuedo viene del griego PARRHESIA que significa osadìa, audacia, atrevimiento, franqueza para hablar. Denuedo es lo opuesto al temor. No es una cualidad del carácter humano, sino una virtud que Dios imparte sobre nosotros. Todo creyente, lìder, ministro, hombre y mujer que desea fluir en la unciòn tiene que tener denuedo como parte de su vida. Debe tener el atrevimiento para hablar, predicar con franqueza y sin miedo por lo que tiene que decir. Debe tener la osadìa de echar fuera demonios, la audacia de tomar grandes pasos de fe que otros no intentan y de hacer cosas que otros no hacen. Algunas veces, Dios pedirà cosas que son ilògicas y tontas a la mente humana, pero si hay denuedo en nuestra vida, nos atreveremos a actuar.

   Cuando estàbamos en nuestra antigua iglesia, le dije a la congregación que ìbamos a
comprar el templo que hoy dìa tenemos y me dijeron que estaba loco, que era muy costoso para nosotros, pero yo me mantuve firme y confiado en el Señor. Al cabo de un año, ya habìamos comprado el templo con un costo de tres millones de dòlares. A pesar de que no tenìamos dinero, el Señor proveyó para comprarlo.

   En las cruzadas de milagros, algunas veces Dios me ha pedido que haga cosas por los enfermos que no tienen sentido, pero el denuedo en mi vida me lleva a hacerlo. Creo firmemente que es preferible equivocarme pensando que estoy obedeciendo a Dios, que quedarme pasivo sin hacer nada. El denuedo es importante en nuestra vida para movernos en la Unciòn. Aunque no lo entendamos, simplemente no razone y atrèvase a ser osado en el espìritu. Hable con franqueza la palabra y cualquier otro sentir que el Espìritu Santo ponga en usted.

La unidad. Significa ser todos de una sola mente y compartir un sòlo propòsito. Hay ciertas cosas que abren los cielos para que la Unciòn se derrame: la unidad, la oraciòn, el diezmo y la ofrenda.
 Mirad cuàn bueno y cuàn delicioso es habitar los hermanos juntos en armonìa. Es como el buen òleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aaròn, y baja hasta el borde de sus vestiduras. Sal 133.1-2
¿Còmo aplicamos esto a nuestra vida? Toda persona que ame la unidad del cuerpo de Cristo en la iglesia y en la familia, siempre tendrà mayor Unciòn sobre su vida. Lo contrario de un espìritu de unidad es tener un espìritu de divisiòn. Dios considera la divisiòn como una de las cosas que odia y abomina. Sin embargo, Dios ama a todo el que busca y desea la unidad. La unidad trae una multiplicación de poder y de Unciòn.

La madurez. Consiste en reconocer quiènes somos y estar seguros de nuestro llamado, sin
sentirnos ofendidos o amenazados por el èxito o los talentos de otros. Madurez no es otra cosa que tener nuestra seguridad en Cristo. La seguridad no proviene del ministerio, ni de la iglesia, ya que èse es el trabajo del Señor y no el nuestro. Hemos encontrado muchos creyentes que son lìderes y ministros inmaduros, que se ofenden fácilmente y se sienten amenazados por los talentos y las habilidades de otros. Inclusive, se sienten ofendidos por la opinión y la personalidad de otros cuando es diferente a la de ellos. Esto es parte de ser inmaduro. Toda persona que desea fluir en la Unciòn debe actuar con madurez. La Unciòn es algo santo y Dios nos ha puesto como mayordomos de ella.

   Una de las razones por las cuales podemos perder la UNCIÒN, es si abusamos de ella. Algunos no estamos bien delante de Dios y, por el hecho de que Dios nos sigue usando, creemos que èl està agradado; continuamos viviendo nuestra vida como queremos, pero después viene el juicio de Dios. El creyente maduro no se ofende porque otra persona tiene mayor unciòn que èl, o mayor èxito que èl, sino que se goza y se alegra porque tiene su seguridad en Cristo. Con todo esto en mente, podemos concluir que para que el Señor nos confìe mayor unciòn, debemos desarrollar ciertas virtudes importantes. Las cuales deben ser parte de nuestro carácter, porque es èste, el que va a sostener todo el peso de nuestro ministerio. Si el carácter està desarrollado, todo lo demàs podrà sostenerse. La madurez de un creyente no se mide por sus acciones, sino por sus reacciones en los momentos difíciles.
Bibliografia.
Guillermo Maldonado. LA UNCION SANTA. pagínas 10 al 11.

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