miércoles, 24 de febrero de 2021

EN EL DESIERTO CON CRISTO. Parte II

La iglesia.

   Ahora que nos hemos tomado el tiempo para hablar acerca de estas verdades, lo invito a observar cómo el desierto y las experiencias de ministerio de los apóstoles son un paralelo de las enseñanzas de este libro. Su tiempo de ministerio en el desierto comenzó cuando Jesús soberanamente les dio el Espíritu de Dios como regalo en el desierto: "Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia" (Mateo 10:1).  Estos hombres no ayunaron para recibirlo. No oraron ni lo esperaban, porque la obra redentora de la cruz aún no se había cumplido. No habían nacido de nuevo, pero Jesús les dio igualmente autoridad para ministrar sus milagros; y prometió cubrir milagrosamente todas sus necesidades cotidianas.

"A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, yen ciudad de samaritanos no entréis sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y yendo, predicando, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia" (Mateo 10:5-8).

   Esta fue la experiencia "previa a la calificación" del desierto para los discípulo. Dios cubrió sus necesidades de manera sobrenatural, y les dio poder para ganar dondequiera que fueran. Le dio a cada uno sus talentos, y los envió al mundo. 

   Quiero que también reconozca en este pasaje que Jesús les dijo a sus discípulos que fueran a lugares seguros. Lo hizo bajo este principio, porque al comienzo de los días del desierto, Dios lo protegerá de sus enemigos. No permitirá ni presentará tareas difíciles que puedan desalentar nuestros espíritus inmaduros, irresponsables.

   Jesús envió a los discípulos a su propia gente, porque sabía que los aceptarían. Los judíos los conocían, así que sería más fácil para ellos. Se entenderían, pues vivían en la misma cultura. Enviarlos a los samaritanos o gentiles en este momento hubiera sido demasiado traumático. Así que los envió solamente a "las ovejas perdidas de Israel". Quería que comenzaran a crecer en la fe, de manera sencilla.

   Jesús también nos facilitará la primera parte de nuestro camino con Él. Dios nos ungirá en el desierto, aún antes de que califiquemos. Durante los primeros meses en el desierto la comunidad israelita recibió su cuidado en todo momento. Les dio comida, vestidos, calmó su sed, los guio siempre.

   Jesús continuó sus instrucciones a sus discípulos diciendo:

"No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es digno de su alimento" (Mateo 10:9-10).

   Cuando tengamos alguna necesidad en esa etapa temprana, Dios la cubrirá: "No lleven dinero ni ropa. Yo administraré sus asuntos. Ustedes entren, nada más". Jesús paga las facturas durante nuestros inicios, cuando nos envía: "Aquí está mi bendición", nos dice con amor. "Te daré un poco de dinero, un trabajo, una casa, un poco de tierra. Te daré todo gratis, como regalo antes de que califiques. Te bendeciré porque eres mi hijo y porque quiero que administres esta tierra". Esto es necesario porque en la opresión, el opresor provee todas estas cosas. Y esto produce un espíritu de comodidad, de falta de iniciativa para trabajar, de holgazanería. Así, en la liberación se nos proveen cosas para que podamos aprender a trabajar y cubrir nuestras necesidades.

  Es cuando estamos listos para entrar en Canaán que aumentarán las pruebas y tentaciones. Algunos están listos antes que otros a causa de una madurez mental y una cierta condición de su corazón. Muchos otros, demasiados, permanecen en el desierto, caminando sin rumbo Jugando a ser iglesia. 

   "No verán la tierra de la cual juré a sus padres; no, ninguno de los que me han irritado la verá. Pero a mi siervo Caleb, por cuanto tubo en él otro espíritu, y decidió ir en pos de mí, yo le meteré en la tierra donde entró, y su descendencia la tendrá en posesión" (Números 14:23-24).

   Observe este pasaje de las Escrituras, donde dice que este israelita Caleb tenía un espíritu diferente. Así que, en este pasaje esto no se refiere al Espíritu de Dios sino a la actitud y mentalidad de Caleb.

   Este principio del desierto nos enseña que cuando el Señor nos envía por primera vez, muestra su poder a través de nuestras vidas y milagrosamente cubre todas nuestras necesidades. No hacía falta entrenamiento ni instrucción bíblica; Juan 3: 16 y nuestro testimonio es todo lo que necesitamos.

   Pero llega el momento en que Dios comienza a escatimar, y nos preguntamos: DIOS, ¿Sigues allí, con nosotros?" Sí, está con nosotros, pero ahora trabaja de manera distinta. Porque es hora de que comencemos a pensar como administradores.

   Llegó un momento en que Jesús instruyó a sus discípulos de manera distinta a la que utilizó cuando los envió por primera vez:

 "Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una" (Lucas 22:36).

   Este era el mismo Jesús que les dijo a sus hombres en Lucas 10: "No llevéis  bolsa, ni alforja, ni calzado (. .. ) porque el obrero es digno de su salario. Ahora, en Lucas 22, Jesús estaba cerca del final de su ministerio inicial. Ahora les dijo que llevaran alforja, capa y hasta una espada. Los discípulos habían madurado, porque en el versículo 38 dijeron: "Señor, aquí hay dos espadas". Y Jesús les dijo: "Basta".

  ¿Qué significa esto? Cuando llega el momento de llegar a la madurez en la tierra de Canaán de nuestras vidas, Dios espera que nos unamos en la lucha, como representantes suyos en la Tierra. Este momento llega para toda persona, comunidad y nación que cruza el Jordán.

Seremos llamados a ser responsables de llevar nuestra alforja, de comprar nuestra capa y de afilar nuestra espada. El peligro de este tipo de autoridad y libertad, es que ya no hay almuerzo gratis. Ni ropa gratis. Ni zapatos gratis. Es peligroso ser libre porque uno tiene que ser responsable. Pero lo excitante de todo esto es la satisfacción de crecer y obrar en fe al dar testimonio de Dios para cambiar el mundo alrededor de nosotros, por medio de nuestra obediencia. La libertad exige responsabilidad. ¿Recuerda cuando testimoniaba usted como creyente nuevo, y la gente recibía a Jesús? Ahora, cuando habla con no creyentes, quizá digan que está usted loco: "¿Jesús? ¿Quién?", dicen burlonamente. De repente se siente intimidado y deja de testimoniar porque ya no resulta. Hubo algunos samaritanos rudos por ahí que comenzaron a retar su fe. Encontró otras religiones, como los musulmanes, los budistas, los humanistas y los cienciólogos. Le preguntaron cómo sabía usted que su fe era verdadera y le pidieron que probara que Jesús es el Hijo de Dios. "Prueba que resucitó de entre los muertos -le dijeron-o ¿Cómo sabes que lo que dice la Biblia es verdad?".

   Los días fáciles de Juan 3: 16 y su testimonio quedaron atrás, y usted ya no podía mostrarles por qué Jesús es el Señor, recorriendo la Escrituras desde Génesis hasta Apocalipsis. No podía abrir una puerta para imponer sus manos sobre ellos y obrar un milagro en su vida. No podía mostrarles cómo la milagrosa escritura de la Biblia podía salvar a quien busca con corazón sincero. Así que se sintió frustrado y espetó: "¡Si no quieres ser salvo, puedes irte al infierno!"

   Cuando nació de nuevo, fue algo que ocurrió naturalmente. La gente quería escuchar y la unción de Dios en su vida era nueva, excitante, llena de vigor y coraje, aunque había llegado antes de que estuviera usted calificado. Un año más tarde, todo se volvió más difícil porque Dios quería utilizarlo a usted en un nivel diferente, más alto.

   Los creyentes hemos sido bendecidos por el Señor durante los últimos cuarenta años. Cuando decíamos: "Oh, sí, bendíceme con un Cadillac", Él nos lo daba. Si decíamos: "Por favor, bendíceme con una casa", nos la daba. "Bendíceme con comida", y la recibíamos. "Bendíceme con un cónyuge", y lo teníamos. Hemos pertenecido al club del Bendíceme durante cuatro décadas, mientras funcionó el mensaje de la prosperidad y la confesión, y mientras Dios respondió a nuestras oraciones.

   ¿Pero ha observado usted que pareciera que Dios está retaceándonos todo, desde hace algún tiempo? Nuestros días del desierto, desde los reavivamientos sanadores de 1947 a 1958, han quedado atrás. Nuestros cuarenta años han pasado, desde que Dios hizo entrar a la iglesia en su milagrosa providencia y poder. Ahora es tiempo de cruzar el Jordán. DIOS nos dio tiempo para que maduráramos. y ahora quiere ver cuán maduros hemos llegado a ser con nuestros Cadillac. ¿Podremos vivir sin ellos durante unos tres meses? ¿Podremos viajar en autobús? DIOS quiere saber hoy si somos lo suficientemente responsables como para decir: "Señor, sigo sirviéndote aunque no tengo un auto. Si te llevas mi casa, seguiré amándote". Dios busca creyentes maduros hoy, que no estés interesado en seguirlo por lo que Él pueda dar, sino porque lo amamos y queremos servirle. ¿Estamos dispuestos a trabajar y administrar los pagos de nuestra hipoteca, nuestro auto, negocio y propiedad?

   Cuando estamos en el desierto ocurren milagros que no llegamos a entender. Pero del otro lado del Jordán, en Canaán, debemos aprender a servir, estudiar y orar. Llega un momento en que Dios dice: "Es hora de ir a la escuela". Lo sé, porque eso hizo Dios conmigo. El siglo XXI es la temporada de Canaán, la era de la responsabilidad. La era del trabajo.

El maná nunca dura para siempre.

   Muchas personas confunden la unción de Dios con su propia habilidad, y confunden también el poder de Dios con el entrenamiento. Sin embargo, Dios utilizará ambas cosas para madurar a sus hijos, porque una persona, una comunidad o nación ungida y habilidosa, es la que más le honrara. Cuando yo era joven en el ministerio, todo salía a pedir de  boca. Con solo respirar tenía una canción y la gente la compraba. Entraban cientos de miles de dólares. Fue mi experiencia en el desierto. Con solo presentarnos, teníamos público. y luego, repentinamente y en el momento de mayor éxito del ministerio, Dios me dijo que fuera a la universidad para aumentar mi preparación académica. Dije: "Dios ¿estás loco? Soy todo un éxito en la ciudad".

Así que volvió a decirme: .

_ Ve a estudiar. Ya basta. La unción para esta fase de tu vida ha terminado.

_ Espera un momento -dije- Dios, todos me aman.

_ No te preocupes -respondió- pronto te odiarán. Ve a la escuela.

   Así que, no nos quedemos en los días de glorioso milagro e~ el desierto, porque acabarán. Prepárese para el momento en que terminen. Y le aseguro que terminarán, así que comience a entrenarse. El desierto es un entrenamiento para Canaán. El maná no dura para siempre.

   Dios bendecirá el negocio que usted haya iniciado, pero no permita que el negocio se estropee porque no sabe cómo administrarlo. Asista a seminarios. Compre libros. Aprenda contabilidad, organización, administración. Edúquese ¿Por qué? Porque al principio Dios lo bendecirá y hará que el negocio funcione con su unción, y a pesar de los errores que usted cometa. Pero cuando la unción acabe, será mejor que sepa usted cómo administrar para que el negocio siga funcionando, porque Dios cambiará su estrategia. Le exigirá responsabilidad. La unción de los milagros en el desierto se convertirá en unción de responsabilidad.

   Veamos, por última vez, cómo cambió la perspectiva de Jesús desde la primera a la última vez que envió a los discípulos a ministrar su Palabra. Al hacerlo, le invito a poner en perspectiva lo que dijo Jesús entonces, enfocándonos en lo que nos dice hoy como iglesia en el siglo XXI.

"Ya ellos dijo: Cuando os envié sin bolsa, sin alforja, y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos dijeron: Nada. Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una" (Lucas 22:35-36).

   Jesús nos dice a los que hemos estado por aquí durante algunos años, que están acabando los días del club Bendíceme. Como instruyó a los discípulos también nos instruye a nosotros: "Les he dado comida, ropa, dinero, techo. todo lo que necesitaban. Pero ahora han madurado y es tiempo de que se alimenten y se vistan solos. Ahora quiero que oren como he orado yo, y que reconozcan y obedezcan mi voz".

   Jesús sabía que vendría la persecución y quería que sus hombres estuvieran preparados. También quería que aprendieran a creer en lo mejor de Dios cuando llegara lo peor. Yasí fue, porque cruzaron el Jordán, recibieron su Espíritu y pusieron al mundo de cabeza antes de que los martirizaran.

   En el siglo XXI Dios nos llama a cruzar el Jordán, que salgamos del desierto y entremos en la libertad de Canaán. Si ha vivido entre el Mar Rojo y el Jordán y ya no hay maná, alégrese, porque Dios sigue queriendo bendecirlo. Hoy Dios dice: "Hubo tiempos en que pedías y yo proveía. Pero ahora quiero que busques, y que cuando encuentres, golpees a la puerta". ¿Por qué? La puerta está cerrada ahora. Ya Dios no abre las puertas como lo hacía antes. Ahora tenemos que abrirlas nosotros. A veces hay que golpear fuerte para que se abran, claro, porque ahora somos adultos.

   Dios se asegurará de que los que se muevan con Él en el siglo XXI sean soldados, y no debiluchos. Debemos ser luchadores fuertes y valientes, porque lo que viene en los últimos días requerirá de poder y fuerza para vencer. El siglo XXI será de responsabilidad, un siglo de madurez.
 Myles Munroe. En busca de la libertad. Primera edición 2005. Editorial Peniel. Pag 153 a la 159

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