jueves, 30 de julio de 2020

UNA PROMESA QUE NO LLEGABA A CUMPLIRSE. Parte I

   Cuando mi esposa Ruth y yo viajamos a Egipto nos sorprendió que desde Israel fuera tan corto el vuelo. Parecía que acabábamos de despegar, y ya estábamos aterrizando. Pensé que se trataba de un aterrizaje de escala. Pero al aterrizar en El Cairo, supe que había visto al Desierto de Sinaí y a Israel al mismo tiempo. Entonces pensé: ¿cuarenta años? ¿Tardaron cuarenta años en llegar? 

   Durante una excursión por el desierto donde anduvieron los antiguos israelitas en su viaje hacia la libertad, supimos que el viaje debía haberles llevado solo treinta y cinco días. Los israelitas estaban solo a un mes de su libertad. Nos sorprendió lo poco que había cambiado la zona del Nilo desde que gobernaran los faraones en el mundo antiguo. Los ladrillos aún se hacen con paja y barro, como sucedía en los tiempos en que la Esfinge estaba rodeada de andamios y constructores. Durante el viaje seguí pensando en lo corta que era la distancia que esta legión de refugiados semitas había tenido que recorrer. Con lo cual, vi con nuevos ojos la magnitud de la rebeldía de esta nación. Revisemos la historia.

   Las doce tribus del patriarca hebreo Jacob comenzaron como hombres y mujeres libres, disfrutaban de la riqueza y la prosperidad que produce la libertad. Huyeron a Egipto en tiempos de gran hambruna. Allí cayeron bajo la dirección del penúltimo hijo de Jacob, José, que habla llegado a ser primer ministro en la corte del Faraón. Cuando José y el Faraón murieron, el sucesor del Faraón, Ramses 1, tomo como esclavos a los extranjeros. Éxodo 1:9-11 nos dice:
"He aquí, el pueblo de los hijos de Israel es mayor y más fuerte que nosotros. Ahora, pues, seamos sabios para con él, para que no se multiplique, y acontezca que viniendo guerra, el también se una a nuestros enemigos y pelee contra nosotros, y se vaya de la tierra. Entonces pusieron sobre ellos comisarios de tributos que los molestasen con sus cargas; y edificaron para Faraón las Ciudades de almacenaje, Pitón y Ramesés".

   El libro de Éxodo también presenta al famoso hebreo Moisés, quien liberaría al pueblo. Moisés había sido hallado por la hija del Faraón en una canasta sobre las aguas del Nilo, y lo había criado en la realeza. Sabemos poco sobre los primeros años de Moisés, hasta que asesina a un hombre y huye a Madián donde, durante cuarenta años, fue pastor de ovejas. Fue el modo en que Dios lo preparó para liderar. En el Monte Sinaí Moisés tuvo un asombroso encuentro con el Señor, junto a una zarza ardiente. El esperado liberador de Israel fue llamado desde la.oscuridad. El momento era el adecuado y Dios inició la tarea de reubicar a los esclavos, bajo el liderazgo de Moisés en la famosa Tierra Prometida de Canaán. El viaje debiera haberles llevado un mes y, sin embargo, tardaron cuarenta años.

Largo camino a la nada.
   Los israelitas recorrían un largo camino a la nada. La Biblia también dice que cuando Dios liberó a este pueblo, los llevó por un camino más largo, para evitar la tierra de los filisteos, donde podrían tentarse a abandonar su camino.

"Y luego que Faraón dejó ir al pueblo, Dios no los llevó por el camino de la tierra de los filisteos, que estaba cerca; porque dijo Dios: Para que no se arrepienta el pueblo cuando vea la guerra, y se vuelva a Egipto" (Éxodo 13: 17, frase destacada por el autor).

   Veamos qué es lo que le importaba al Creador del universo aquí: "Si ven la guerra, quizá se arrepientan", decía Dios. Su mentalidad de esclavos podría rechazar la promesa de Dios, así que quería evitar el encuentro. Ahora, esto sí es sorprendente. Porque después de los tantos milagros y manifestaciones sobrenaturales de parte de Dios por liberar a su pueblo, Él mismo entendía que el pensamiento y la mentalidad terrenal podrían frustrar su plan de redención.

   Sabe usted que al haber crecido en el Caribe, puedo entender al menos parcialmente el pensamiento de los antiguos israelitas. Habían sido esclavos durante cuatrocientos treinta años. Mi país estuvo bajo el dominio británico durante doscientos cincuenta años. Así que sabemos lo que se siente al estar bajo el poder de otros. Muchos de mis compatriotas siguen sufriendo hoy los efectos de la mentalidad que nos mantenía cautivos.

   Israel había vivido en la opresión, pero el opresor también representaba protección. Mi nación entiende esto. Israel no era un pueblo guerrero y tampoco lo es mi pueblo. La mayoría de mis ancestros en las Bahamas llegaron como esclavos provenientes de África Occidental para trabajar en las tierras que los británicos poseían en el Caribe. El pueblo de Israel estaba condicionado para comportarse como sirviente, y lo mismo sucedía con mi pueblo. Se nos hizo trabajar en los campos de caña de azúcar, hasta 1827, cuando se abolió la esclavitud británica. Luego se nos trató como ciudadanos de segunda clase, hasta que en 1973 se ratificó nuestra independencia como nación, y dejamos de ser colonia. Recuerde: el mudarse de país, ciudad o continente puede modificar las circunstancias, pero no nos cambia a nosotros.

   Los hebreos habían sido sirvientes, trabajaban como esclavos para los egipcios durante tantos años, que la servidumbre y la esclavitud se habían convertido en un legado nacional. Sus vidas eran controladas estrictamente, y pasaban sus días fabricando ladrillos para construir mansiones egipcias y las famosas pirámides. También construyeron los acueductos de irrigación y cultivaban trigo en el desierto. Nada de todo esto les pertenecía. Se les decía qué hacer, cuándo y dónde, y así había sido su vida durante más de cuatrocientos años. Cuando el reloj redentor de Dios marcó la hora de su liberación, los hebreos no supieron manejar su libertad, y el camino de un mes se convirtió en un viaje de
cuarenta años ... hacia la nada.

El hombre es lo que su corazón piensa.
   Somos la suma total de las decisiones que tomamos día tras día. Cuando los hebreos se encontraron libres de sus opresores egipcios, Dios hizo milagros tomando decisiones por ellos durante su éxodo para cumplir con su soberana voluntad. Pero la voluntad de Israel era diferente. Estaban acostumbrados a que otros pensaran por ellos, y cuando las cosas no iban bien, se quejaban: "Queremos volver a Egipto, queremos volver a casa". "Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos" (vea Números 11:5).

Andando sin rumbo en el desierto de la mediocridad
Le llevó a Dios cuarenta años reeducar a Moisés en los campos de pastoreo de Madián antes de que estuviera listo para cumplir con su asignación divina de liberar a Israel. Moisés pronto aprendería de la manera más dura que lo más difícil en el mundo es reeducar y reconstruir a potenciales liberadores. El rey Salomón nos dice en Proverbios 23:7: "Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él". y los hebreos pensaban que eran esclavos. No les importaba lo que habían visto, ni que habían vivido el poder de Dios cuando Él aniquiló a los egipcios hasta que se rindieron incondicionalmente, porque en sus mentes estos hebreos seguían siendo esclavos sin pensamiento propio. Estaban tan oprimidos que no podían creer en la Palabra de Dios, aún cuando la veían de manifiesto. Lo mismo sucede con tantos individuos que andan sin rumbo en el desierto de la mediocridad, en un mundo tan competitivo como el de hoy.

   Soy como un embajador internacional de las islas Bahamas porque viajo por el mundo, y durante mis viajes he conocido a muchas personas que luchan por avanzar y subir los peldaños de la escalera de la vida, sin lograrlo a causa de esta enfermedad llamada mediocridad. He visto esto en mis estudios de la Rusia moderna, después de que rompieran con su esclavitud del comunismo. Mientras el martillo y la hoz dominaban sobre la cortina de hierro, el Politburó indicaba cuándo, dónde, cómo y por qué cumplían los ciudadanos sus deberes obligatorios hacia el Estado colectivo.

   A cambio, a los "ciudadanos" soviéticos se les daban en raciones vivienda básica y artículos de primera necesidad. Hoy, después de años de haber sido liberados del comunismo, hay muchos que gritan que quieren "volver a Egipto". ¿Por qué? Porque nada se ha hecho por alterar la mentalidad de la nación. Los "faraones" rusos han evolucionado en su ideología, y el pensamiento innovador es escaso entre el común de la gente, habituada al control continuo. Quizá puedan romper con sus viejos patrones de pensamiento. Setenta años de esclavitud es solo una quinta parte del tiempo que pasó el pueblo de Israel, como títeres sin voluntad, manejados por el Estado. Por ahora, sin embargo, andan sin rumbo, como lo hicieron los hebreos. Lo mismo hace gran parte de la población mundial que ha pasado por alguna forma de opresión prolongada. Este principio también vale para la opresión espiritual.

   Deténgase y piense en esto: ¿alguna vez ha observado a alguno de sus colegas en el trabajo, con una actitud similar a la siguiente?: "Sabes, ese hombre ha trabajado en el mismo puesto durante los últimos diez años. Le han dado las mismas herramientas que a mí, y sigue siendo un pobre empleado raso". Ahora, la pregunta es: ¿alguien habrá dicho lo mismo de usted?

La información no implica transformación.
   La razón por la que el Sr. Tal o el Sr. Cual sigan aún donde están, en los peldaños inferiores de la escalera, es porque la información no implica transformación. Solo la conversión lo logra. No es lo que somos lo que nos impide avanzar, sino lo que creemos no ser. Si piensa usted que no es del tipo de persona que puede disciplinar su mente para obtener nuevos conocimientos, cambiar donde se necesita cambiar y destacarse hasta sobresalir, entonces no verá los carteles que anuncian posibles promociones y ascensos. Pero si cree en usted mismo y está dispuesto a correr ciertos riesgos, podrá subir los peldaños de la caprichosa escalera, mantendrá el paso firme. 

   Ahora veamos esto con los ojos del creyente cristiano. Los cristianos viven y trabajan en el mundo real. No vivimos en una burbuja. Mire su vida. ¿Ha glorificado a Dios en su trabajo?

   ¿Cuán exitoso ha sido su viaje? ¿Su experiencia de vida actual incluye la voluntad de cambiar lo que lo separa de un viaje de solo un mes, a diferencia de otro que le llevará cuarenta años? ¿Vive usted en la tierra prometida del bienestar y el éxito que Dios nos ofrece? ¿O anda sin rumbo en el desierto de la mediocridad, sin visión de éxito alguno?


   ¿Cuántas veces ha estado de acuerdo en principio con algo que oyó o leyó, sabiendo que podría ayudarle a mejorar sus circunstancias personales, pero simplemente no lo hizo? ¿Cuántas veces se ha dicho a sí mismo: "Sí, es cierto, Dios es poderoso y quiere que salga de Egipto... sé que Dios tiene un sistema financiero mejor que todas mis tarjetas de crédito con deudas ... y sé que la TV se ha convertido en un ídolo en mi vida ... sé que mi peso está fuera de control ... sé que necesito orar por las mañanas y estudiar más... " y, sin embargo, no ha hecho nada de esto? Quizá esté usted de acuerdo con los principios del éxito que presenta Dios en la Biblia, pero hasta que no comparta la suprema opinión de Dios, su absoluta convicción acerca de ellos, no habrá verdad bíblica ni plan de logros que puedan cambiar su vida.

   La parte más difícil para Moisés durante esos cuarenta años de camino hacia la Tierra Prometida ha de haber sido la realidad de saber que lo único que le impedía a Israel progresar, era la actitud de sus mentes. Lo que vemos y lo que oímos es poco comparado con lo que pensamos. Es el poder de la mente lo que puede hacer que un hombre o una mujer que comienzan como empleados rasos en una empresa lleguen a ocupar un puesto en la gerencia a tan solo cinco años de haber comenzado a trabajar allí. Es también el motivo por el que otro empleado seguirá marcando tarjeta de entrada y salida en el mismo puesto durante diez años. Uno marca tarjeta, y solo intenta sobrevivir. El otro mira hacia el futuro, al siguiente paso, busca excelencia y logros. Uno cree y concibe, el otro solamente oye.

   El proceso de pensamiento en la mente humana cambia solamente cuando el operador concibe y cree lo que entra por sus ojos y oídos. La concepción debe suceder antes de que pueda haber un cambio real. Los matrimonios saben que aunque el acto sexual ocurra varias veces, el embarazo no se dará hasta tanto la mujer conciba. Y cualquier madre podrá decirle que cuando concibe un hijo, hay un cambio que se produce en su interior. Su fisiología cambia por completo: sus hormonas, su actitud, su humor y también la forma en que ve el futuro.

   Lo mismo vale para los empleados que reciben instrucción y órdenes de ejecutivos superiores. Cuando las verdades ejecutivas que sus líderes quieren impartir son concebidas en el corazón del empleado, allí ocurre el cambio. Ese empleado sobresaldrá, avanzará por la escalera empresarial y traerá honor a su profesión, una vez que conciba la verdad del éxito.

   También vale esto para el que va a la iglesia y se sienta bajo la Palabra de Dios: finalmente concibe en su corazón la verdad de lo que oye. Ocurrirá un cambio. El creyente que concibe saldrá y honrará a Dios en su vida. Pero el creyente o el empleado que continuamente oye sin concebir, seguirá sentado con la misma actitud y los mismos problemas del desierto, sin aprovechar las oportunidades que se presentan. ¿Por qué? Porque esa es la voluntad de esta persona.

La voluntad humana: la fuerza más poderosa que hay en la Tierra
   La voluntad humana es la fuerza más poderosa que hay sobre la Tierra. En el desierto Israel probó que el Creador no violará la voluntad humana ni dominará la mente de las personas. Usted ha comprobado esto también en su vida. Si vive en una sociedad libre, hace hoy exactamente lo que desea hacer. Dios puede fortalecer nuestras mentes, pero somos nosotros quienes debemos fortalecer nuestra voluntad.

   La vida cristiana es una decisión cotidiana. A veces pensamos: ¿No sería maravilloso si todas las mañanas Jesús entrara en mi dormitorio, me tomara del cuello de la camisa y me arrastrara con Él todo el día para que lo siguiera? "Señor Jesús, administra mi tiempo y asegúrate de que mantenga el equilibrio entre mi trabajo y mi espíritu." ¿No sería hermoso, oh, Dios, si tú, en un instante, me mostraras la sabiduría de hacer lo que tú quieres que hagamos? La vida andaría sobre ruedas, y yo no tendría que tomarme el tiempo de leer tu Palabra, ni de orar todos los días.

   Pero la vida no es así. De hecho, la afirmación de Jesús en las Escrituras dice: "Quien quiera seguirme, que me siga". La tierra prometida siempre está delante de nosotros, pero debemos querer avanzar hacia ella. Si tomamos en cuenta todo esto, creo que he descubierto un lugar en la Biblia donde Dios parece haber fallado. Sé que esta afirmación suena controversial, porque nos han enseñado que Dios, en su suprema omnipotencia, nunca falla. Pero cuando vemos ese pedacito de tierra donde el Creador de la humanidad quería que su pueblo fuera, para tomar posesión de la Tierra Prometida, creo que estará usted de acuerdo conmigo. Dios no pudo lograr rápidamente el éxito con el gran éxodo de Israel. ¿Por qué? Porque no podía hacer que los hebreos adultos cambiaran de mentalidad.

   Era más fácil liberar a Israel del poder del Faraón que del poder de sus propios pensamientos. No había problema con el envío de las peores plagas, ni con ahogar al ejército de Egipto. Los problemas aparecieron cuando la gente decidió que ni Dios ni Moisés hacían lo que ellos creían que sería mejor para el pueblo.

   Esto particularmente me asombra, porque he visto a Dios hacer milagros extraordinarios a lo largo del camino de mi vida. Aunque no he visto abrirse el mar ni he podido caminar entre pilares de agua. Tampoco he visto vestiduras sobrenaturales que no se gasten, ni fuego sobrenatural por las noches para calentarme, ni una nube que avance sobre mí y me proteja mientras camino por el desierto. Todos estos milagros visuales que rodearon al éxodo hebreo eran evidentes y, sin embargo, su presencia no cambió la mentalidad de los hebreos acostumbrados a la esclavitud. y si el milagroso poder de los cielos no logró que los ex esclavos cambiaran de mentalidad, tampoco podrán los milagros de Dios cambiarle a usted la mentalidad. Quizá se asombre usted por la demostración del Señor, y se conmueva sintiendo confianza y fe. Pero el único que puede cambiar su mentalidad es usted. Y Dios busca muchas mentes que cambien en su iglesia hoy, para que podamos salir del desierto y cumplir su propósito en la Tierra prometida.
Myles Munroe. En busca de la libertad. Primera edición 2005. Editorial Peniel. Pag 49 a 57

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