Cuando recibimos a Jesús, Él se convierte en
nuestra propia vida. Dice la Escritura: “con Cristo soy juntamente crucificado,
y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne (
cuerpo físico) lo vivió en la fe del hijo de Dios, el cual me amó y se entregó
a sí mismo por mí. (Gálatas 2.20).
Comenzamos a entender la plenitud de la
nueva vida que hemos recibido cuando reconocemos:
-. Hasta que punto
Jesús se convirtió en nuestro sustituto, tomando nuestro pecado y muerte Sobre
Si mismo.
-. Como su muerte
sacrificial y posterior resurrección, permite nos permite participar ahora
mismo en un gran “intercambio” espiritual, ¡Nosotros intercambiamos nuestra
naturaleza pecaminosa por Su naturaleza divina, y todas nuestras debilidades
por Su fortaleza!
Dios nos ha dado preciosas y grandísimas
promesas de, que a través de ellas (nosotros) seriamos partícipes de la
naturaleza divina. (2Pedro 1.4).
Miremos más detenidamente cómo sucede esta
sustitución espiritual e intercambio, y qué significa para nosotros hoy.
DILEMAS DE LA
HUMANIDAD.
Después de la caída, la humanidad enfrentó
los siguientes dilemas:
1-. Los seres humanos
estaban bajo el juicio de Dios, acusados de pecado y rebelión. “La paga del
pecado es muerte”. (Romanos 6.23), y estos debían ser pagados. Los seres humanos
no eran capaces de redimirse a sí mismos. Nunca podrían expiar sus propios
pecados porque todos eran culpable.: “por cuanto todos pecaron, y están
destituidos de la gloria de Dios”. (Romanos 3.23) “No hay justo, ni aun uno”
(Romanos 3.10) La única opción de la humanidad parecía ser el castigo y la
separación eterna de Dios. La humanidad pecadora nunca podría reconciliarse con
la Deidad sin pecado; no habría unidad ni acuerdo entre ellos.
2-. La única forma
como los seres humanos podrían escapar de la condenación que merecían y recibir
perdón y limpieza, era si alguien más recibiera el castigo por ellos y muriera
en su lugar, como un sustituto idóneo para ellos. Sin embargo, toda la raza
humana estaba completamente infectada con la naturaleza pecaminosa.
3-. Si la naturaleza
caída de la humanidad no podía ser redimida, los seres humanos tendrían que
permanecer en perpetuo estado de degradación, corrupción y muerte. Su única
esperanza sería experimentar una
transformación que permita restaurar la naturaleza de Dios en ellos,
permitiéndoles nuevamente ser uno con Él.
Abandonados a su suerte, los seres humanos
estaban irremediablemente perdidos y en deudas con Dios debido a sus pecados.
La naturaleza pecaminosa estaba totalmente incrustada en ellos; era imposible
que por su propia cuenta se alejaran de ellas. Además, se habían apartados de
Dios y se habían esclavizados a Satanás.
LA SOLUCIÓN DE DIOS.
Pero Dios tenía una solución para los
dilemas de la humanidad. Dios el hijo, la segunda persona de la Trinidad, se
convirtió en un hombre. Él tomó un cuerpo físico, experimento la vida como un
ser humano, mostró a la humanidad el camino de regreso a Dios, y luego murió y
resucitó; todo por amor a nosotros.
Convertirse en hombre le permitió a Dios
entrar legalmente a la tierra y a la sociedad
humana, con el fin de restaurar la humanidad y traer nuevamente su reino
a la tierra. Como vimos, Dios le había dado a los seres humanos dominio sobre
la tierra, pero éste se había perdido debido al pecado, lo que permitió a
Satanás desatar destrucción y muerte sobre la raza humana y el resto del
planeta.
¿Por qué Dios no creo
un ser humano completamente nuevo, sin pecado, que muriera por nosotros, en
lugar de tomarse la molestia de venir a la tierra Él mismo? Una de las razones
es que ese ser humano recién creado no tendría una conexión vital con la raza
original de seres humanos caídos. Por eso el hijo de Dios se sometió a nacer
como un bebé llamado Jesús, se una madre terrenal llamada María, que formaba
parte de la raza caída. De esa manera, Jesús tendría un vínculo directo con los
seres humanos que necesitaban ser redimidos.
Es esencial entender que pese a que Jesús
nació de una madre humana, Él fue concebido por el Espíritu Santo de Dios, de
manera que, aunque naciera de un ser humano, Él no estuviera infectado con la
naturaleza de pecado. El mensajero de Dios le dijo a María: El Espíritu Santo
vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual
también el santo ser que nacerá, será llamado hijo de Dios.” Lucas 1.35 La
naturaleza humana de Jesús fue pura y sin pecado. Esto significa que su
espíritu humano estaba vivo para Dios, dándole a Él comunión directa con el
Padre a lo largo de su vida terrenal.
UN SUSTITUTO
PERFECTO.
Con el fin de ser un sustituto eficaz para
el ser humano, Jesús tuvo que experimentar todo lo que nosotros atravesamos en
la vida, excepto que nació sin pecado, y Él nunca cometió pecado. Él tuvo que
vivir sin pecar en medio de un mundo pecador, para que pudiera mantener su
capacidad de ser un sacrificio aceptable por nuestros pecados. Luego, cuando él
tomó nuestros pecados sobre sí mismo en la cruz, Él experimentó toda la
degradación del pecado humano. La Escritura dice: “Por lo cual debía ser en
todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo
sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo”
(Hebreos 2.17)
Por voluntad propia, Jesús se sometió al
castigo y la muerte en la cruz por amor a nosotros. Algunos piensan,
equivocadamente, que Él no fue más que una “victima” de las autoridades civiles
y religiosas de su tiempo, que insistieron en su ejecución y la llevaron a
cabo. Por el contrario, Jesús eligió sufrir en nuestro lugar, para que nunca
más tuviéramos que volver a experimentar la separación de Dios, y para que
nunca tuviéramos que sufrir el castigo eterno. Jesús estaba plenamente
consciente de por qué estaba muriendo, por quienes Él moría, y cómo su muerte y
resurrección establecerían la sustitución y el intercambio. Jesús dijo: Yo soy
el buen pastor… y pongo mi vida por las ovejas… Nadie me la quita, sino que yo
de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerlas, y tengo poder para volverlas
a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre” (Juan 10. 14-15,18)
Guillermo
Maldonado. ¿Por qué creer en Jesús? Poder.
Primera edición.2015. Editorial Ministerio internacional El Rey Jesús. Paginas 85 - 89
No hay comentarios:
Publicar un comentario