Uno de los grandes problemas de la iglesia
de Cristo, es que el pueblo no sabe apropiarse del poder sobrenatural. A veces,
tiene la teoría pero no la practica; ósea, no sabe poner en acción ese poder y
operarlo en la necesidad de la gente. Hay medios o maneras de apropiarse del
poder divino, los cuales necesitamos conocer para ser capaces de traer el poder
sobrenatural de Dios a esta generación y establecer su reino a la tierra. Por
lo general, dentro de la iglesia, la gente siempre está buscando un toque
físico para creer que Dios obró. Pero la imposición de manos no es el único
método que Dios tiene para desatar su poder. Para apropiarse del poder hay
diferentes formas, veamos algunas de ellas.
1-. La relación,
compañerismo y comunión íntima con Dios.
Nuestra relación personal con el Señor es el
lugar desde donde operamos, caminamos y vivimos en esta tierra; de esa relación
depende todo lo que somos y hacemos. Todo en Dios comienza o es producto de esa
relación; la cual es presente, personal y continúa. Allí es donde conocemos al
Padre, donde recibimos el poder de Su Espíritu y donde aprendemos a vivir o
practicar sus principios. Por eso el cristianismo no es una religión, es una
relación viva con un Dios vivo.
La palabra “Poder” es la traducción del
vocablo griego dúnamis, que significa “capacidad o habilidad por virtud de una
relación”. También significa “poder para operar milagros, el cual viene de una
relación” Por eso Jesucristo les anunció a sus discípulos“pero recibiréis
poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigo
en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”
(Hechos 1.8). Note que este anuncio no fue para las multitudes, ni para los
religiosos del templo, sino para aquellos que tenían una relación con Él, que
lo seguían, lo amaban y lo obedecían. Nuestra relación con Él está establecida
en la obediencia, el temor de Dios, el temor, la comunicación, la oración
diaria, cuya base fundamental es un pacto de compromiso.
“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el
que permanece en mí, y yo en él, éste lleva muchos frutos; porque separados de
mí nada podéis hacer (Juan 15.5) Cristo vino a enseñar una teología relacional,
no organizacional; porque el Reino de Dios está estructurado en las relaciones
personales entre un Padre y sus hijos. El Reino no se trata de una organización
ni de una jerarquización impersonal de funciones mecánicas; allí la ley suprema
es tener una relación personal con el Dios todopoderoso, con nuestro Padre
Celestial.
La relación, el compañerismo y la comunión
con Dios:
-. Producen la
entrada o afluencia de poder.
-. Generan poder.
En nuestra relación continua con Dios habrá
una entrada o flujo de poder hacia nuestro interior, que después va a generar
el poder para hacer todo aquello que Dios nos mandó hacer. Yo vivo y
experimento está verdad a diario, cada vez que estoy en oración, adoración y
comunión íntima con él siento que mis depósitos espirituales se llenan del
poder que entra por obra de mi relación con un Padre lleno de poder creativo.
En otras palabras, Dios hace un depósito en mi espíritu, lo cual genera en mí
un poder para predicar, enseñar, sanar los enfermos, echar fuera demonios, y
más. “Y a aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más
abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en
nosotros” (Efesios 3.20) Yo fui llamado a traer su poder sobrenatural a esta
generación, y puedo sentir cuando ese poder que Él deposita a diario en mí
fluye hacia afuera y es transmitido a las personas en necesidad de sanidad, de
liberación, de revelación, etcétera. Entonces, está es una manera de apropiarse
de ese poder sobrenatural.
El poder sin intimidad produce poco placer
y, al final, termina en la carne. La gente busca el poder, desea el poder, pero
no una relación con Dios. El poder que opera en usted es de acuerdo a la relación con Dios. El poder sin una
relación es sectarismo. No busque el poder ¡busque una relación con Dios! Y a
través de esa relación, Él hará depósitos de poder en su espíritu para cumplir
su voluntad en la tierra.
2-. El ayuno y la
oración.
Jesucristo tenía una vida donde esta
práctica era regular; por eso sabía que expulsar cierto género de demonios
demanda ayuno y oración. Por eso dijo: “pero este género no sale sino con
oración y ayuno” (Mateo 17.21). Yo puedo hablar de mi propia experiencia porque
esta práctica es mi estilo de vida; ofrezco a Dios periódicamente tiempos de
ayuno, y la oración es algo diario. El poder que se genera a través de esto es
palpable. Cada vez que termino un tiempo corto o largo de ayuno y oración y
después voy a predicar, enseñar o ministrar, los milagros toman lugar más
rápido y en mayor cantidad. Las sanidades ocurren instantáneamente, las
personas demonizadas son libres, se desata un mayor peso de poder sobrenatural
para milagros creativos y maravillas. Es claro que eso ocurre debido a que en
ese tiempo de ayuno y oración Dios deposita un mayor nivel de poder en mí. Éste
es el patrón de Cristo: Él se apartaba a orar por un tiempo y cuando regresaba,
venía el poder de Dios. “más él se apartaba a lugares desiertos, y oraba… y el
poder del Señor estaba con él para sanar” (Lucas 5.16-17)
El ayuno y la oración nos liberan de la
propia realidad mundana y egoísta, porque hacen que el mundo espiritual se haga
vivo en usted. También puede hacer lo demoniaco real o más perceptible. La
oración nos lleva más allá de las leyes naturales; esto causa que transcendamos
nuestra realidad natural, nuestros problemas y circunstancias. Sea un problema
matrimonial, un mal reporte médico, desempleo o desastre financiero, todas son
situaciones que pierden poder cuando oramos y ayunamos. Y no es que neguemos
nuestra realidad, sino que la comenzamos a ver desde la perspectiva de Dios,
donde no hay nada imposible; donde la solución ya fue provista. Nos damos
cuenta de que solo son hechos temporales. Cuando usted no ora, está preocupado
porque sus problemas son su única realidad; pero cuando ora, crea depósitos de
poder que lo llevarán a vencer en toda circunstancia y a desatar el poder de
Dios que vence al mundo. En la oración, usted se apropia de la obra de Cristo
en la cruz y de todo lo que fue ya hecho a su favor. Entonces, el ayuno y la
oración no son una opción, sino un mandato; y deben ser la marca de un
discípulo de Cristo.
El ayuno y la oración afinan nuestra
percepción espiritual (Mateo 16. 16 – 18); por ese medio, morimos a la carne y
comenzamos a ver, oír y percibir claramente en el ámbito espiritual. Así,
resulta más sencillo percibir el corazón de Dios porque hay menos carne que nos
impida ver y percibir el mundo espiritual. El ayuno no le dice a la carne:
“Cállate. Ya no te voy a oír. Tú no me vas a
mandar; no eres mi señor, sino mi servidor”.
El hombre más puro que haya vivido sobre la faz de la tierra, Jesús, tuvo que ayunar y orar para ver , percibir y oír en Su espíritu lo que sucedía en el mundo del que había venido. Sin embargo, Su Iglesia hoy no ve la necesidad de orar y ayunar; ésa es la razón por la cual carece de poder. ¿Cuándo fue la última vez que usted vio un ciego ver, un sordo oír y un paralítico caminar? ¿Cúando fue la última vez que vio una sanidad, un milagro, un demonio salir? Es tiempo de ayunar y orar como lo hacían Cristo y la Iglesia primitiva para que los depósitos de poder de Dios aumenten en su interior y fluyan hacia afuera cuando vaya a hablar, enseñar, ministrar o compartir la vida de Cristo con los demás.
Guillermo
Maldonado. Poder y autoridad para destruir las obras del diablo.
Primera edición.Octubre2015. Editorial Ministerio internacional El Rey Jesús. Paginas 74 - 78
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