jueves, 21 de enero de 2016

JESÚS Y LA CRUZ, LA ÚNICA FUENTE LEGAL DE PODER SOBRENATURAL. Parte I


   Esta generación está buscando el poder en las fuentes equivocadas porque no ha conocido la revelación de la cruz. Considero de extrema importancia que entendamos lo que allí fue desatado: fuimos redimidos del pecado, se le infligió una derrota irrevocable al diablo, fuimos sanados de nuestras enfermedades y tantos otros beneficios que nos da la cruz. ¿Cómo apropiarnos de ellos? ¿Qué sucede cuando predicamos el mensaje de la cruz? Para gran parte de la humanidad, la cruz es un simple trozo de metal que se lleva colgado al cuello, o un madero pesado izado en una iglesia. Sin embargo, la cruz simboliza todo lo que Jesús hizo para cumplir la voluntad de Dios en la tierra y consumar Su obra redentora. La muerte de Jesús se puede dividir en tres partes:
  
-. La tortura física y la muerte en la cruz.
-. La muerte espiritual.
-. La resurrección.


LA TORTURA FÍSICA Y LA MUERTE EN LA CRUZ.

 
   Jesucristo fue crucificado. Crucificar es una palabra que proviene del latín y significa, fijar, clavar en una cruz; era la pena capital ejecutada mediante la fijación del reo a un madero. La costumbre de la crucifixión probablemente comenzó entre los Medo-Persas y fue Alejandro Magno quien la introdujo en Egipto y Cartago. Los romanos parecen haberla aprendido de los cartagineses, aunque fueron ellos quienes perfeccionaron esta forma de tortura y pena capital diseñada para producir una muerte lenta con un máximo de sufrimiento físico y emocional. Era uno de los más humillantes y crueles métodos de ejecución, y estaba reservado para esclavos, homicidas, traidores y los criminales más viles. La ley protegía a los ciudadanos romanos de la crucifixión, excepto en el caso que un soldado desertara del ejército. Para los judíos un crucificado caía bajo maldición. 

Si alguno hubiere cometido algún crimen digno de muerte, y lo hiciereis morir, y lo colgareis en un madero.(Deuteronomio 21:22)

Algunos puntos específicos que contribuyeron a la muerte física de Jesús:
  
a-.  Fue azotado.
   En la época de Jesús, el azote era un instrumento de castigo compuesto por varias correas de cuero trenzado, cuyos extremos terminaban en varias bolitas o puntas de plomo, con trozos agudos de hueso o dientes de oveja afilados. Para imponer el castigo, el reo era desvestido y amarrado a un pilar. Los azotes caían sobre la espalda, el torso, los glúteos y las piernas. La severidad de los azotes dependía de la parte del cuerpo donde caían; la intención era debilitar a la víctima hasta dejarla al borde del colapso o de la muerte. Por costumbre, la sanción iba acompañada del escarnio y la burla de los verdugos. Con cada latigazo que recibía la víctima, las bolas de plomo causaban contusiones profundas, mientras los afilados dientes laceraban la piel y dañaban los tejidos subcutáneos. A medida que continuaba la tortura, los cortes eran más profundos y los músculos esqueléticos eran atrofiados al ser arrancados pedazos de carne sangrienta. El dolor extremo y la pérdida abundante de sangre contribuyeron a una muerte rápida en la cruz.

b-. Mesaron Su barba.
   Arrancarle el cabello o la barba es el mayor insulto que se le puede proferir a un hombre en Oriente, ya que en esas culturas la barba destaca tanto la virilidad como la dignidad masculinas. Por esa razón, los judíos la dejaban crecer y se esmeraban en cuidarla, pues Dios había ordenado que los varones no se cortaran la punta de la barba. (Vea Levítico 19:27). Afeitarse la barba o cubrirla era una señal de humillación, pesar o luto. Arrancarle la barba fue, no sólo humillante sino también doloroso para Jesús.
 
Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escondí mi rostro de injurias y de esputos. (lsaías 50:6)

c-. Recibió esputos.
   Para el pueblo judío, escupir en presencia de otro es un insulto, mucho más escupir a alguien; peor aún fue lo que hicieron con Jesús, a quien le escupieron el rostro. 

Entonces le escupieron en el rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban. (Mateo 26:67)

d-.Le pusieron una corona de espinas.
      La corona de espinas era un entretejido de largas y duras espinas que se usaban para encender fogatas. Se cree que la corona no eran solamente tres hileras de espinas, sino que tenía forma de casco, que cubría la cabeza de Jesús desde la nuca hasta la frente.

 Y los soldados entretejieron una corona de espinas, y la pusieron sobre su cabeza. (Juan 19:2).
       
                                          LA SALUD DE JESÚS.

   El trabajo de Jesús como carpintero sin duda lo había preparado para los rigores que demandaba su ministerio, que incluía recorrer a pie toda Palestina predicando el evangelio del reino. Podemos decir que la salud de Jesús era buena; no padecía enfermedades ni tenía una constitución débil.

   Es razonable suponer que Jesús tenía un buen estado físico antes de emprender su caminata de doce horas -desde las nueve de la noche del jueves hasta las nueve de la mañana del viernes-, cuando después de una noche sin dormir, se vio forzado a caminar 2,5 millas, que equivale a 4 km., yendo y viniendo a través del circuito que va desde Getsemaní y pasa por los lugares donde se realizaron los diversos juicios. Para evaluar la salud de Jesús debemos tener en cuenta el despiadado castigo que recibió después del juicio; sumemos a eso el estrés emocional debido al abandono de sus discípulos más cercanos; el escarnio sufrido ante el pueblo que pocos días antes lo había aclamado.

                         AGONÍA Y MUERTE FÍSICA SOBRE LA CRUZ.

   Como era costumbre de la época, el condenado debía cargar desnudo su propia cruz, desde el poste de los azotes hasta el sitio de la crucifixión, fuera de las murallas de la ciudad. El peso de la cruz completa superaba casi siempre las 300 libras, o 136 kilos, aunque sólo el patíbulo pesaba de 75 a 125 libras, o de 34 a 57 kilos, y era puesto sobre los hombros de la víctima.

   La procesión hasta el sitio de la crucifixión era escoltada por la guardia militar romana, encabezada por un centurión -jefe de una centuria-. Uno de los soldados llevaba un letrero en el cual se leía el nombre del condenado y su crimen, que luego se sujetaba a la parte superior de la cruz. La guardia romana no dejaba sola al inculpado hasta asegurarse que estaba muerta. El terrible sufrimiento de Jesús, se debió en parte al intenso dolor causado por los azotes, la corona de espinas, las caídas en el camino, los clavos y la posición incómoda de su cuerpo sobre el madero, lo cual le dificultaba la respiración. A esto se sumó la deshidratación por la pérdida de sangre y la fiebre, que le producían una sed intolerable. Además, hay que agregar la afrenta que sufrió al verse desnudo ante sus escarnecedores, quienes lo insultaban. En el sitio de la ejecución, por ley, a la víctima se le daba a tomar vino mezclado con mirra, brebaje que servía como suave analgésico, el cual Jesús se rehusó a beber. (Vea Marcos 15:23).

   Al momento de la crucifixión, el criminal era lanzado al suelo sobre su espalda, con los brazos extendidos. Allí le amarraban o clavaban las manos al travesaño y los pies al patíbulo. Aparentemente, los romanos preferían clavar las manos. Recientemente, los arqueólogos descubrieron un cuerpo crucificado, encontrado en un osario cerca de la ciudad de Jerusalén, que datan de la época de Jesús. De allí conocemos que los clavos eran trozos de hierro afilado de aproximadamente 7 pulgadas de largo, o 18 centímetros, y un diámetro de casi una pulgada o 2,5 centímetros.

He sido derramado como aguas, y todos mis huesos se descoyuntaron; mi corazón fue como cera, derritiéndose en medio de mis entrañas. Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte. (Salmos 22:14-15)

   El exceso de sangre acumulada en el corazón produce obstrucción en la circulación, la cual unida a la fiebre traumática, el tétano y el agotamiento, terminaban por matar a la víctima a muy corto plazo. Para acelerar la muerte del crucificado como regla general se le quebraban las piernas con un martillo; en sustitución, lo traspasaban con una espada o lanza, o bien lo ahogaban con humo. Para los griegos, este tipo de condena era considerada una locura.

Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. (1 Pedro 2:24)

   Todo esto Jesús lo padeció en lugar de nosotros, como si fuera el peor criminal, para pagar por nuestros pecados. Cuando leemos el relato bíblico nos damos cuenta del inmenso amor de Dios hacia nosotros; un amor incondicional. Jesús murió para que nosotros fuéramos libres de pecado y de toda condenación. Si alguien tiene duda del amor de Dios, simplemente levante su mirada hacia la cruz y observe el intercambio que, por amor, allí se produjo.
Bibliografia.
Guillermo Maldonado. Como caminar en el poder sobrenatural de Dios. Editorial Whitaker House. Miami 2011. Pag. 75  a la 80.

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