El Señor puede manifestarse en cualquier momento y en cualquier lugar. Los momentos más comunes suceden en las reuniones de la iglesia, cuando permite que administremos su poder. Pero también hay momentos cuando él se desborda sin pedirnos permiso, ya que es una persona independiente que nos acompaña porque quiere. Él puede manifestarse cuando lo desee y sin previo aviso.
El Espíritu Santo no espera que uno le indique qué hacer. A veces, solamente nos cuenta lo que hizo cuando todo ha sucedido. Mientras celebrábamos las Noches de Gloria en una ciudad en Ecuador, sucedió algo impresionante con un hombre que estaba cubierto con una cobija azul. Él era muy conocido en la ciudad porque estaba loco. Durante las dos reuniones que tuvimos no dejó de bambolearse de un lado a otro y babeaba continuamente. Me partía el corazón verlo en esa situación tan triste, parado en medio de todos sin que se notara alguna mejoría. La noche siguiente durante toda la reunión la escena fue la misma. Seguía parado, bamboleándose y babeando. Algo dentro de mi corazón me decía que este hombre podría ser sano. Al terminar el evento regresé a la habitación que me habían preparado para orar, cuando de pronto personas que nos ayudaban a servir tocaron a mi puerta. Estaban sumamente emocionadas y sus rostros tenían la expresión de haber visto un fantasma. Inmediatamente les pregunté qué había sucedido. Ellos me contaron que mientras estaban quitando las sillas y limpiando el lugar para cerrarlo, aquel hombre pareció reaccionar, dejó de babear y comenzó a hablar. Sus primeras palabras fueron: «¡Estooooooooy sanooooooo!». ¡Había recuperado la cordura! Nadie oró por él ni le impuso las manos, simplemente la presencia de Dios estaba aún allí, aunque todos habían salido y lo sanó.
LA OMNIPOTENCIA SIGUE A LA OMNIPRESENCIA.
Desde niños nos enseñaron que Dios se encuentra en todo lugar. Creerlo de corazón influye profundamente en nuestra conducta y santidad. El Señor nos acompaña siempre, sin importar dónde estemos o lo que hagamos. Al convencerte de esta verdad tendrás la certeza de que puede manifestarse donde te encuentres, en tu trabajo o alcoba, donde estudies o vivas, en el campo o la ciudad, en el gimnasio o en la iglesia.
Anhelar la unción del Espíritu Santo es desear la manifestación de la omnipotencia de Dios en nuestra vida. El Salmo 91: 1 es una profecía para quienes buscan una relación íntima con el Señor, porque dice: «El que habita al abrigo del Altísimo se acoge a la sombra del Todopoderoso».
Para entender este pasaje hay que prestar especial atención a los verbos «habita» y «acoge», que nos indican la necesidad de la presencia de Dios. La promesa del Señor es: «Quien habite en mi presencia y viva junto a mí, tarde o temprano tendrá la manifestación de mi poder en su vida». La clave para ver su omnipotencia es creer en su omnipresencia.
El Salmo 91 :2 continúa diciendo: «Yo le digo al SEÑOR: "Tú eres mi refugio, mi fortaleza, el Dios en quien confío"». Junto al primer versículo vemos que este pasaje compara al Señor con tres recursos importantes que dan protección: «Castillo, habitación y abrigo». El castillo es un lugar de defensa y reabastecimiento durante una guerra, donde se renuevan fuerzas. Nuestra habitación es donde experimentamos momentos de intimidad con la persona más cercana. Es un espacio personal donde descansamos, soñamos y guardamos secretos. El abrigo protege al cuerpo del clima y de los riesgos externos. Todo esto es su Presencia para nosotros. La unción no solo te capacita para hacer milagros, sino también te da protección divina. Por esa razón, el Salmo concluye prometiendo que nos librará del lazo y de la peste destructora, y que no debemos temer saeta o terror nocturno porque enviará a sus ángeles para que nuestros pies no tropiecen con piedra alguna.
Muchas personas buscan el poder del Señor, pero no desean aprender a vivir delante de su presencia. Buscan más la sanidad que al sanador, la prosperidad más que de Dios tienen el honor de ver su omnipotencia. aquel que les prospera, y la unción, más que al que unge. Buscan la omnipotencia olvidándose de su omnipresencia, porque desean su poder, pero no respetan su existencia. Aquellos que aprenden a habitar en la omnipresencia de Dios tienen el honor de ver su omnipotencia.
EL FUNDAMENTO DE LA SANTIDAD.
Hace un tiempo, una persona que acostumbraba beber me desafió. Dijo que tomar licor no era malo. Entonces, le pedí que orara y le agradeciera a Dios antes de tomarse una copa. Imagina por un momento la oración de este hombre: «Padre, muchas gracias por el licor que me has provisto y bendice este whisky para que le haga bien a mi cuerpo». ¿Sabes lo que sucedió? ¡Dejó de tomar! Días después regresó contándome que impuso sus manos sobre el vaso con licor y al orar se sintió redargüido por Dios, así que fue incapaz de tomar una copa más. Descubrió que Dios estaba allí, junto a él, y decidió que no haría lo que sabía que le desagradaba al Padre.
Hace un tiempo, una persona que acostumbraba beber me desafió. Dijo que tomar licor no era malo. Entonces, le pedí que orara y le agradeciera a Dios antes de tomarse una copa. Imagina por un momento la oración de este hombre: «Padre, muchas gracias por el licor que me has provisto y bendice este whisky para que le haga bien a mi cuerpo». ¿Sabes lo que sucedió? ¡Dejó de tomar! Días después regresó contándome que impuso sus manos sobre el vaso con licor y al orar se sintió redargüido por Dios, así que fue incapaz de tomar una copa más. Descubrió que Dios estaba allí, junto a él, y decidió que no haría lo que sabía que le desagradaba al Padre.
Creer que Dios está presente en todo lugar y ve todo lo que hacemos es el fundamento de una vida en santidad. Tu caminar es más recto cuando estás convencido de que no puedes hacer nada a espaldas de Dios. Es tu compañero y siempre está a tu lado, viendo lo que haces, ¡escuchando cada conversación y discerniendo tus pensamientos más íntimos. Puede ser que escondas tu pecado a los hombres, pero no puedes engañar al Señor.
Hace muchos años, cuando recién habíamos fundado la iglesia, contratamos a una trabajadora que nos robó. La noche de un viernes, mientras dormía, pude ver el rostro de ella al tiempo que Dios me revelaba que había un faltante de dinero en la iglesia, y que nuestra empleada era la responsable. Incluso me dijo la cantidad exacta que había tomado. Al día siguiente comprobé cada detalle que el Señor me indicó y tuve que despedirla de inmediato. ¿Cómo lo supe? Porque cuando ella robó se aseguró de que nadie la viera, pero olvidó que Dios estaba allí. He tenido experiencias similares en otras oportunidades. Siempre le recuerdo a mi equipo que Dios está presente en nuestro ministerio. Eso nos beneficia, pues somos testigos de sus obras, pero al mismo tiempo puede perjudicarnos si olvidamos que él mismo se encarga de revelar las cosas incorrectas que ve. Vivir convencidos de la omnipresencia de Dios es el sustento de nuestro caminar.
Los jóvenes deben entender que no son sus padres quienes les estorban en esos momentos apasionados de tentación cuando están a solas con su novia. Dios es quien los hace sentir incómodos, pues está allí, a su lado. No es del pastor de quien deben esconder un cigarro o una cerveza, o delante de quien deben avergonzarse por su aliento a licor. Más bien, debería preocuparles la desaprobación del Padre Celestial que los acompaña. La santidad que demostramos nos hace quedar bien con Dios más que con la iglesia o el líder espiritual.
El problema de una relación extramarital no es tener cuidado de que no los vean entrar a un lugar con la amante, sino recordar que el Señor los verá porque los acompaña a donde quiera. El problema tampoco es hacer un negocio ilícito en secreto, sino creer que se puede esconder de Dios. Creerlo es sentarnos a ver televisión y evitar las escenas inadecuadas, porque él está junto a nosotros viendo el mismo programa. Podemos engañar a nuestro jefe por llegar tarde, pero no al Señor.
Es difícil abstenernos de aquello que complace nuestra carne, pero entristece nuestro espíritu, porque no hemos aprendido a vivir conforme a la omnipresencia de Dios. Intentamos justificarnos diciendo que no hay nada malo en buscar satisfacción, pero olvidamos que eso no le agrada a Dios. Es necesario que cambies tu conducta en esos aspectos. A tu carne siempre le gustarán las cosas que a tu espíritu no le agradan. Puede que no le quites el gusto a la carne, pero sí puedes eliminar la costumbre. Aprende a vivir bajo la sombra de Dios y respeta su presencia en todo momento.
Cuando caminas en el temor de Dios, tu conducta lo demuestra porque le das prioridad a los principios y no a tus gustos. No te diviertas con lo que ofende a quien entregó su vida en la cruz del Calvario. No te burles de su sacrificio, pídele la fortaleza y el carácter necesarios para negarte a todo lo que te induce al pecado. Debemos guardar un correcto comportamiento dentro y fuera de la iglesia, ya que somos morada del Altísimo.
Cierta vez que conducía mi auto por un conocido boulevard de la ciudad de Guatemala, hice el favor de llevar a una persona desconocida que pedía un aventón. Viéndolo a la orilla de la carretera haciendo la clásica señal con el pulgar hacia arriba, me detuve y subió al auto. De inmediato sacó un paquete de cigarros y me ofreció:
-¿Quieres un cigarrillo?
-No gracias, no fumo -le respondí.
-Es viernes, si quieres te invito a una cerveza -insistió.
-No gracias, no bebo licor.
-¿Por qué? -me preguntó, y me vio fijamente.
Por su expresión, sabía que esperaba una respuesta religiosa ...
- Porque a mi papá no le gusta -dije, sin dar mayor explicación. Mi respuesta lo desconcertó y no habló más, antes bien, le pareció bueno y justo lo que dije, así que ... asunto religioso arreglado.
Comportarse bien no es cuestión de religiosidad. No tiene nada que ver con pertenecer a una religión o congregarse en determinada iglesia, es simplemente buscar la aprobación de nuestro Padre Celestial. Te guste o no, la conducta es asunto de respetar la omnipresencia de Dios para poder caminar bajo la sombra de su omnipotencia. Debemos comportarnos en la tierra como si ya estuviéramos en el cielo, porque él está en ambos lugares. Algunas personas creen que estarán cerca de Dios solamente cuando lleguen al cielo. Al pensar de esta forma limitan la presencia del Señor en su vida. Dejan a Dios en último lugar, en vez de disfrutar de su compañía.
RODEADOS POR SU PRESENCIA
Alguien me preguntó desde cuándo tengo la consciencia de la omnipresencia de Dios en mi vida. Creo que a muchos de nosotros se nos enseñó desde niños que Dios está presente en todos lados, todo lo ve y todo lo sabe, pues es una verdad fundamental para quienes decimos creer en él. Personalmente he sido consciente de ello desde niño, incluso antes de convertirme al Señor. Aun cuando pecaba me daba pena saber que él lo podía ver todo. Si pudiéramos vivir más conscientes de esta verdad, podríamos comportarnos mejor todo el tiempo.
Recordemos lo que el Salmo 139 dice: «Tu protección me envuelve por completo; me cubres con la palma de tu mano» (v. 5). Y añade: «¿A dónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de tu presencia? Si subiera al cielo, allí estás tú; si tendiera mi lecho en el fondo del abismo, también estás allÍ» (vv. 7-8).
Al parecer el escritor pasaba una etapa difícil de su vida. Tal vez intentaba huir de la presencia de Dios. Igual que Adán después de desobedecer. Lo mismo puede ocurrimos a nosotros cuando pecamos, pues intentamos huir de Dios. No hay razón para abandonar todo a causa del pecado. No podemos escondernos de Dios, porque conoce lo que sentimos y puede vernos. Nos equivocamos al pensar que dejando la iglesia o alejándonos de los cristianos nos alejamos Dios. Él no está solamente en un templo, también estuvo en el lugar donde pecamos. Él está contigo ahora. Cuando te sientes triste por haber pecado puedes acudir a él, porque está listo para perdonarte y continuar con la relación de Padre e hijo.
El Señor te ama tanto que se atreve a rodearte aunque sabe que eres débil y cometes errores. Para caminar bajo la sombra de su omnipotencia debes aprender a comportarte con la omnisciencia del Señor. En otras palabras, para caminar bajo su sombra debes actuar convencido de que está contigo en todo lugar y conoce lo que piensas y haces.
Creer en su omnipresencia te convence de que puedes escuchar lo que te dice. Nadie obtiene la capacidad para escucharle sin antes desarrollar la conducta ideal para lograrlo. Hay personas que se sienten desamparadas cuando no lo escuchan, pero Dios también puede callar por amor. El problema es desear que el Señor hable cuando queremos. Dios habla cuando él quiere, no es necesario que lo escuches para convencerte de que está a tu lado.
Quienes desean vivir bajo la manifestación de su poder y entrar a una dimensión de milagros que no han imaginado deberán actuar creyendo en la omnipresencia de Dios. Busca experimentar la comunión e intimidad con él. Que Dios derrame su unción sobre tu vida es eldeseo más sincero de mi corazón. Cash Luna. En honor al Espíritu Santo. Editorial vida.Miami, Florida 2010 pag. 69 a la 78