sábado, 12 de noviembre de 2016

EL PERDÓN DE DIOS.


Ser buen cristiano significa tener el corazón libre de rencor y dispuesto a perdonar cuantas veces sea necesario. Pastor Cash Luna

   En el libro de Colosenses 2:13-16 dice: Y a vosotros estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne no tenían pacto, os dio vida juntamente con Él, perdonándoos vuestros pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz, por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida. 

   El pacto para el pueblo de Dios incluía la circuncisión. El Señor le habla a la gente que estaba muerta en pecado y en la incircuncisión de su carne. Habla de gentiles no de judíos.

   En una oportunidad, cuando mi hijo Juan Diego tenía 12 años, predicó sobre esta Palabra en la clausura de fin de año de su grupo. Los papás estaban invitados y aunque estaba muerto de miedo, se enfrentó a su responsabilidad. Realmente me impresionó la seguridad con la que habló. Dijo a los niños: “Si ustedes son rebeldes con sus padres, por eso es que de grandes son drogadictos. Y miren mujeres por no ser sujetas, y los hombres por no tratar bien a las mujeres es que ahora se están divorciando”. Luego agregó: “el Señor agarró el acta de los decretos que nos era contraria y la quitó de en medio”. Además, sacó unas hojas y dijo: “El diablo, cada vez que usted ha pecado ha escrito estas hojas, pero Jesús las agarró e hizo esto con ellas” y las rompió para ilustrar lo que decía. La gente empezó a llorar y fue tocada. Nunca olvidaré como me enseñó claramente lo que el Señor hace con nuestros pecados.

   Todos tenemos un juez, un fiscal y un abogado defensor. Cuando el fiscal, es decir, el diablo abrió su maletín y quiso sacar de allí todas las acusaciones que había escrito de ti, no encontró nada. El juez debe decirle: “Señor fiscal muéstreme las pruebas del pecado de este hombre”, y el fiscal le responde: “Pues fíjese que desaparecieron”, porque Jesús las clavó en la cruz del Calvario y todos nuestros pecados fueron perdonados.

   Cuentan que Martín Lutero estaba una noche en la cama y se le apareció el diablo que le entregó un gran listado de pecados. Él los empezó a leer y le dijo: “tienes razón, todos esos pecados los cometí yo, pero todos fueron quitados y lavados por la sangre del hijo de Dios”. Entonces, tomó un tintero rojo y se lo tiró. Por eso, en una de las paredes de su habitación había una mancha roja.

   La sangre del hijo de Dios ha limpiado de todo pecado y perdonó nuestras ofensas.

Ejemplo de perdón.
 
   No existe vida eterna sin perdón de pecados. Tal vez has buscado a Jesús porque tu matrimonio estaba mal y te ayudó a restaurarlo o has venido a los pies de Cristo porque tenías problemas financieros y te ha ayudado a salir adelante o porque estabas enfermo y por su llaga te sanó. Sin embargo, lo más importante es buscar a Jesucristo porque limpió nuestros pecados. La Biblia dice que estábamos destituidos de la Gloria de Dios (Romanos 3:23), y que la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús. Merecíamos la muerte y en Su misericordia nos dio el perdón de los pecados (Romanos 6:23). Así que alégrate porque somos pecadores perdonados.

   Una vez leí una calcomanía que decía: “Los cristianos somos salvos, no perfectos”, aunque a veces se piensa y juzga lo contrario. Nadie puede acusarnos y buscar perfección en nosotros porque somos limpios por el Señor.

   Jesús hizo del perdón nuestro estandarte, así que el cristianismo es sinónimo de perdonar. Como hijo de Dios, eres fruto de la misericordia y debes compartirla. Si en tu corazón aún hay rencor y puedes enumerar a las personas que “te las deben”, estás lejos de ser un buen cristiano.

   Dice la escritura en 1ra. de Pedro 2:21-25: Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.

   Él llevó nuestros pecados en Su cuerpo, y por Sus heridas fuimos sanados. Padeció por nosotros, nos enseñó a perdonar y a soportar las ofensas sin pensar en venganzas. Devuelve bien por mal y bendice a tus ofensores para ser vivo ejemplo de tu Salvador.

Mártires en la vida diaria.
 
  Dice la Palabra en Hechos 7:54-55: Oyendo estas cosas se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios.

   Cuando estamos llenos del Espíritu Santo las ofensas son una oportunidad para ver la gloria de Dios. Cuando te ofendan, no mires a la gente, sino a Dios que te sonreirá en medio de las calumnias y problemas en tu contra. Nada importa si eres aprobado por el Señor con tu actitud humilde que perdona.

   Hechos 7:56-60 continúa el relato: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios. Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo. Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.

   Este pasaje narra el martirio de Esteban, un hombre de Dios. Muchos anhelan ser mártires y morir por el Señor, pero nos son capaces de soportar la convivencia con el primo, suegro o hermano en Cristo. Dios no quiere que te apedreen, sino que seas capaz de tolerar los conflictos de la vida diaria. Además, Esteban no murió amargado sino en paz, perdonando a sus agresores y con los ojos puestos en Jesucristo que lo esperaba en el cielo. Pablo decía que debíamos morir cada día, o sea, necesitamos morir a nuestra carne para ser humildes y perdonar las ofensas.

Poner siempre la otra mejilla.
 
   La palabra del Señor nos enseña en Romanos 12:17-22: No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonaras sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.

   Nadie que haga daño quedará sin castigo delante de Dios. Él dice que puedes vencer el mal que pudo haber nacido en tu corazón haciendo el bien, ten cuidado de pensar que tu bien puede vencer el mal de otros. Nunca devuelvas el mal que recibes. Si tienes al Espíritu Santo contigo, no devuelvas a nadie el mal que te dé, primero busca vencer lo malo que tienes tú y que se traduce en el impulso de venganza. Recuerda que debes demostrar que eres hijo de la gracia y que el perdón es parte de tu vida.

   Yo soy blanco de difamaciones de personas que no entienden nuestro ministerio y compromiso con la obra del Señor. Intento que las calumnias no me afecten, pero hay veces que realmente es difícil. Cierta vez, estaba molesto y llorando en la casa por algo que escribieron en los medios de comunicación, entonces el Espíritu Santo vino a mí y me dijo: “¿Por qué estás triste por algo que debería darte gozo?” Fui sincero y respondí: “Porque no te lo hicieron a ti, me lo hicieron a mí, Señor”. Y me dijo: “¿Acaso no has leído en mi Palabra que eres bienaventurado y doblemente dichoso cuando se hable de ti todo tipo de mentiras, acosándote por causa mía y del evangelio?, ¿dónde está tu fe? Eres bienaventurado por las cosas que se dicen”. Entonces comprendí, me llené de gozo y le respondí: “Señor, bendigo a toda la gente, la amo de corazón y te pido que no busques venganza, que no haya ascuas de fuego sobre sus cabezas. Yo soy el ofendido y puedo pedir que no haya consecuencias sobre los actos malvados de mis enemigos”.

   Sin importar la ofensa que recibamos, debemos recordar que todos fuimos lavados por la misma sangre del Hijo de Dios, fuimos bautizados en las mismas aguas y fuimos llenos del mismo Espíritu. Somos hermanos en Cristo y nuestro Padre Celestial es justo. Tener el corazón libre de rencor es una bendición. Ofensas van y ofensas vienen, pero en nosotros está asumirlas con madurez y con el carácter de cristianos comprometidos en el amor de Dios
Cash Luna. El perdón. Manual para grupos en casa. Editorial vida.Guatemala 2010. Pag 3 a la 8

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