Alivian su conciencia haciendo muchas obras.
Las obras son hechas con el propósito de disminuir los sentimientos de culpa que surgen en nuestro espíritu de parte de Dios, donde nos dice que estamos actuando en desobediencia. Existen tres tipos de conciencia:
1. Conciencia buena. Es aquella que no tiene ninguna acusación delante de Dios ni delante de los hombres. Este tipo de conciencia está lista y sensible para oír la voz de Dios.
2. Conciencia débil. Es aquella que se contamina, que se deja influenciar fácilmente y el enemigo la acusa. Una persona con conciencia débil puede ser contaminada fácilmente, y el enemigo la puede acusar en cada momento.
3. Conciencia cauterizada. Es aquella que presenta un estado de indiferencia ante el pecado; producto de pecar continuamente. Una persona con una conciencia cauterizada, peca sin sentirse mal. Estas personas son las que, mayormente, terminan por apartarse del evangelio.
"Pero el Espíritu dice claramente que, en los últimos tiempos, algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios, 'de hipócritas y mentirosos, cuya conciencia está cauterizada". 1 Timoteo 4.1, 2
Cuando no tenemos cuidado de oír la voz de nuestra conciencia; cuando somos reprendidos e insistimos en pecar, podríamos llegar hasta la apostasía. ¿Ha tomado usted una decisión en su vida y después de haberla hecho, se ha sentido mal? ¿Siente que la voz de su conciencia le habla y le dice: "no lo hubieses hecho"? Pues quiero decirle que ése era Dios hablándole a su conciencia y dejándole saber que lo que hizo estuvo mal. Nuestra conciencia nos defiende o nos acusa de lo que hacemos para Dios y para los hermanos.
"15...mostrando la obra de la Ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos". Romanos 2.15
Pablo vivía con una buena conciencia.
"Entonces Pablo, mirando fijamente al Concilio, dio: Hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy". Hechos 23.1
12Nuestro motivo de orgullo es éste: el testimonio de nuestra conciencia, de que con sencillez y sinceridad de Dios (no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios) nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros". 2 Corintios 1.12
Pablo sabía vivir delante de Dios con una buena conciencia. El sabía cuándo Dios le estaba
hablando, y cuándo estaba haciendo lo correcto y agradable delante de Dios.
Mi testimonio: El primer domingo de cada mes, acostumbrábamos hacer una cruzada de sanidad y milagros. Ese domingo que hicimos una cruzada fuera de la iglesia, no estuve satisfecho con lo que sucedió. Quería más milagros, más sanidades y más salvaciones. Entonces, me fui para mi casa y me quejé con Dios, diciéndole: "Señor, ya no vuelvo a hacer cruzadas de milagros, no se salvó toda la gente que quería. No hubo las sanidades que esperaba ni tampoco los milagros que deseaba. Señor, ya no hago más servicios de este tipo; invierto mucho dinero, ayuno, oración y no obtengo los resultados que espero". Cuando
terminé de orar, Dios comenzó a hablarme por medio de mi conciencia. Empezó a decirme que era un mal agradecido, que no apreciaba todas las personas que se salvaron y que se sanaron; más bien, lo tenía en poco. Mi conciencia me acusó y me sentí muy mal delante de Dios. En otras palabras, Dios me estaba diciendo: "tu queja y tu rebeldía han llegado a mi trono". El Señor me lo dejó saber por medio de mi conciencia, al sentirme mal. Después, le pedí perdón a Dios, me arrepentí y la acusación en mi conciencia se fue. Dios habló a mi conciencia, mediante la voz de mi espíritu, reprobando mi acción.
La conciencia trabaja según el conocimiento de la Palabra. Cada vez que recibimos luz de la Palabra en algún área de nuestra vida, nuestra conciencia se activa en esa área específica. Si somos fieles a nuestra conciencia, que es la voz de nuestro espíritu, empezaremos a caminar en santidad; y si mantenemos una conciencia limpia, habrá una comunicación directa con Dios y oiremos mejor su voz.
¿Cómo podemos mantener una conciencia limpia?
Cada vez que pequemos u ofendamos al Señor, no esperemos un largo tiempo para arrepentimos y pedirle perdón. En el momento que sintamos la reprensión de nuestra conciencia, debemos pedir perdón al Señor y corregir la ofensa. De esa manera, mantendremos una conciencia limpia y pura para oír su voz.
3. La voz del Espíritu Santo
Anteriormente, estudiamos que Dios nos habla por el testimonio interior, por la conciencia, que es la voz de nuestro espíritu. Ahora, vamos a estudiar la forma como Dios nos habla por medio de la voz del Espíritu Santo. La mayor parte de las veces que el Espíritu Santo habla a nuestra vida, es porque desea comunicarnos algo de suma importancia. Puede ser algo que tenga que ver con nuestro llamado, que sea de vida o muerte para nosotros, o que pueda afectar positiva o negativamente a muchas personas. También, puede ser algo que cambie el rumbo de un ministerio o una visión. Dios se asegura que oigamos directamente la voz del Espíritu Santo.
¿Cómo es la voz del Espíritu Santo?
Es una voz suave y tierna, pero al mismo tiempo, con gran autoridad. Algunas veces, parece que es como si alguien nos estuviera hablando con voz audible, fuertemente. El Espíritu Santo no nos habla en todo momento de forma directa. Cuando El habla, lo hace en un momento específico. La mayoría de las veces, habla por media del testimonio interior y trae paz al corazón. Su voz siempre viene desde adentro y desde nuestro
espíritu.
Cómo diferenciar la voz del enemigo y la voz del Espíritu Santo?
La voz del diablo...
• Trae temor, ansiedad y preocupación.
• Siempre viene dirigida en primera persona. Es una voz que tergiversa10 los pensamientos de la persona, haciéndole creer que éstos provienen de su propia mente; y de esa manera, la
engaña.
• Siempre contradice la palabra de Dios.
• Trae condenación.
• Trae culpabilidad.
• Su voz emana desde el exterior de la persona.
La voz de Dios...
• Trae paz, quietud y tranquilidad.
• Trae gozo.
• Siempre está de acuerdo con la palabra de Dios.
• Trae convicción y no condenación.
• Edifica, consuela y exhorta.
• Permite un acercamiento entre Dios y la persona.
• La voz del Espíritu Santo emana desde el interior de la persona.
Ejemplos bíblicos de cómo Dios mismo habló en el Antiguo y en el Nuevo Testamento.
• Dios habló a Samuel.
"10Vino Jehová, se paró y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dio: Habla, que tu siervo escucha". 1 Samuel 3.10
• Dios habló para ordenar a Pablo y a Bernabé.
"Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Níger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. 2Ministrando éstos al Señor y ayunando, dio el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. 'Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron ". Hechos 13.1-3
Testimonios personales
Una mujer en Argentina. Estaba predicando en Argentina y, mientras enseñaba la palabra de Dios, el Espíritu Santo me dijo que había una mujer que quería suicidarse. Al terminar la enseñanza, empecé a orar por las personas, impuse mis manos sobre ellas y cuando llegué a una mujer, me di cuenta que era la persona de la cual Dios me había hablado. Oré por ella, y Dios me dio una palabra para ella que decía que El la amaba, entre otras cosas más. Dios la tocó, ella lloró, se quebrantó y después que el servicio terminó, se me acercó y me dijo:
"Pastor, yo le pedí a Dios que me hablara hoy. Me encontraba en una condición desesperada, no sabía qué hacer y le dije a Dios que si no oía nada de El, me iba a lanzar a las llantas de un automóvil para suicidarme". ¡Gloria a Dios que hubo palabra para esa mujer y no se suicidó! Dios hizo el milagro.
Compra de nuestro templo. Cuando empecé a pastorear la iglesia, Dios nos bendijo con un local pequeño que tenía cupo para 250 personas, y como llegaban más personas a ese lugar, tuvimos que empezar a hacer cuatro servicios los domingos. Desde ese entonces, comenzamos a orar por un templo y encontramos disponible, una sinagoga" judía. Senti en mi corazón que ése era el lugar que debíamos comprar. El costo era de tres millones de dólares y no teníamos el dinero. Aún así, Dios puso en mi corazón reunir a los intercesores para orar por el templo nuevo.
Un viernes, llamé a los intercesores, declarando una vigilia para orar específicamente por el templo. Comenzamos a orar desde las nueve de la noche. Pasaron las horas y todavía seguíamos orando e intercediendo. De repente, a las dos de la mañana, el Espíritu Santo cayó sobre todos y empezamos a gritar, saltar y reír con gran gozo. Surgió un rompimiento en el espíritu. De inmediato, me subí al púlpito y escuché la voz del Espíritu Santo que me dijo: "la victoria es vuestra, yo les he entregado el templo".
Le dije a los intercesores lo que Dios me había dicho y todos empezaron a gozarse. Para concluir, quiero decirles que exactamente un año después, nos mudamos al nuevo templo. Dios proveyó el dinero necesario para poder entrar y comprar el lugar. ¡Dios lo dijo y así se cumplió!, ¡a El sea la gloria!
Dios provee a una mujer en Argentina. Al terminar de predicar en una iglesia de Argentina, me dirigí hacia la salida, cuando Dios me dijo: "saca una buena ofrenda y entrégasela a una mujer que está a la salida de la iglesia".
Ya fuera de la iglesia, comencé a ver quiénes estaban allí. Vi a una mujer que estaba de pie orando, me le acerqué y le pregunté: ¿qué está orando? Ella me respondió: "soy una mujer sola, no tengo trabajo ni leche para mis hijos, no tengo con qué pagar el transporte para irme a casa, y le dije al Señor que si me amaba, me proveyera una ofrenda por medio del siervo que estaba predicando". Entonces, yo le dije: "hermana, Dios me habló antes de salir de la iglesia que le diera esta ofrenda", y ella comenzó a llorar. La mujer oró, Dios le habló y le concedió el dinero para la leche de sus hijos y para pagar su transporte. Lo más grande de todo esto, es que la mujer me dijo que ella oró al Señor para que le proveyera por medio del pastor de esa noche, y ese pastor era yo. ¡Gloria a Dios, el Señor es bueno!
Guillermo Maldonado. Como Oir la voz de Dios. Editorial GM Internacional. Pag. 15 - 21.