La oración es abrir el corazón o el alma a Dios en una torma sincera, sensible y afectuosa por medio de Cristo, con la ayuda y en el poder del Espírítu Santo,para cosas como las que Dios ha prometido, o que son conforme a la Palabra de Dios, para el bien de la Iglesia,sometiéndonos en fe a la voluntad de Dios.
La oración no es soltar una pocas expresiones de un parloteo elogioso y de vanas repeticiones, sino un sentimiento sensato en el corazón. La oración es sensible a muchas cosas diferentes. A veces oramos con un sentido de pecado, otras veces con un sentido de misericordia que necesitamos o recibimos, y otras veces con un sentido de que Dios está listo para otorgarnos su misericordia y perdón.
Debido a que comprendemos el peligro del pecado, sentimos a menudo en oración nuestra necesidad de misericordia. Nuestra alma siente. Ese sentimiento nos hará suspirar, gemir y ablandará el corazón. La oración correcta puede rebosar del corazón cuando esta presionada por el dolor y la amargura. Cuando Ana oraba por un hijo, la Biblia dice: "Con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente", y el Señor escuchó su oración y
concibió y dio a luz al gran profeta Samuel (1 Samuel. 1:10).
David describe algunas de sus oraciones diciendo: "Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido; han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios" (Salmos. 69:3). David clama, llora, se debilita su corazón, languidecen sus ojos: "Estoy debilitado y molido en gran manera; gimo a causa de la conmoción de mi corazón. Señor, delante de ti están todos mis deseos; y mi suspiro no te es oculto. Mi corazón está acongojado, me ha dejado mi vigor, y aun la luz de mis ojos me falta ya" (Salmos 38:8-10).
Ezequias gemía como una paloma: "Como la grulla y como la golondrina me quejaba; gemía como la paloma; alzaba en alto mis ojos. Jehová, violencia padezco; fortaléceme " (Is. 38:14). Efraín se quejaba delante del Señor y el Señor escuchó su clamor: "He oído a Eíraín que se lamentaba" (Jeremias. 31:18).
En el Nuevo Testamento encontramos las mismas cosas. Pedro lloró amargamente: "Entonces Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente" (Mt. 26:75). Cristo clamó con voz fuerte y lágrimas en sus oraciones: "En los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la rnuerte, fue oído a causa de su temor reverente" (He. 5'.7). Cristo clamó y lloró debido a su sentido de la justicia de Dios, de la culpabilidad del pecado y de los dolores del infierno y de la destrucción.
Encontramos gran consuelo en los salmos cuando expresan nuestra interna sensibilidad en oración:
"Amo ha Jehovà, pues ha oído mi voz y mis súplicas; porque ha inclinado a mí su oido; por tanto, le invocaré en todos mis días. Me rodearon ligaduras de muerte, me encontraron las angustias del Seol; angustia y dolor había yo hallado. Entonces invoque el nombre de Jehová, diciendo: Oh Jehová, libra ahora mi alma" (salmos.116:1-4).
Cuando abrimos nuestro corazón y alma a Dios en forma sincera y sensible en nuestras oraciones, entonces recibirá a veces un dulce sentido de misericordia que le alienta, le consuela, le fortalece, le reaviva y le ilumina. Por esa razón David abre su alma para bendecir, alabar y admirar la grandeza de Dios por su amor y compasión por pecadores tan menospreciables:
"Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila" (Salmos. 103:2-5).
Las oraciones de los santos a veces están llenas de alabanza y acción de gracias. Este es un gran misterio: el pueblo de Dios ora con sus alabanzas, como está escrito:
"Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: iRegocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús" (Filipenses. 4:4-7).
Cuando usted ora a Dios con una gratitud sensible por las misericordias que ha recibido de su mano, su oración es poderosa a los ojos de Dios. Esa oración prevalece con Él indeciblemente.
A veces en oración, nuestra alma tiene un sentido de la misericordia que necesitamos recibir, Esto llena nuestra alma de fervor como David oró:
"Porque tú, jehová de los ejércitos, Dios de Israel, revelaste al oído de tu siervo, diciendo: Yo te edificaré casa. Por eso tu siervo ha hallado en su corazón valor para hacer delante de ti esta súplica. Ahora pues, Jehová Dios, tú eres Dios, y tus palabras son verdad, y tú has
prometido este bien él tu siervo" (2 S. 7:27- 28).
Jacob, David, Daniel y otros recibieron un sentido de que Dios quería bendecirlos. Esto los animó a orar, no a tropezones (trancas y barrancas, a rachas), no para repetir de manera descuidada una pocas palabras escritas en un papel, sino para clamar delante del Señor acerca de su situación en forma ferviente, poderosa y persistente, siendo sensibles, digo sensibles, de sus necesidades, de su miseria, y de la disposición de Dios de mostrarles a ellos su misericordia.
ORACIÓN
Oh Señor, a veces gimo bajo la agonía de pecados no confesados y sin haberme arrepentido de ellos; perdóname por pensar que puedo esconder de ti mis pensamientos más íntimos. Gimo cuando veo los terribles efectos que el pecado tiene sobre mi vida y sobre las vidas de otros. Gimo y agonizo sobre el estado de este mundo caído y por el mal que le causan los enemigos crueles y sin corazón de tu reino. Oro ahora por misericordia, y te pido que me confirmes mediante tu Palabra que la victoria está ciertamente ganada por medio de la fe en Cristo Jesús.
Señor, a medida que oro, te alabo y te doy gracias por tus preciosas promesas de las Escrituras que puedo aplicar a las necesidades y agobios de mi vida diaria. Te alabo porque por medio del sacrificio que hiciste en la cruz, he recibido misericordia sobre misericordia tanto en esta vida como en la venidera. Usa mis aflicciones, oh Dios, para demostrar tu amor y poder, sabiduría y fidelidad, incluso para la alabanza de tu gloria. Amén.