Todos los hijos de
Dios tenemos el poder que Cristo conquistó y nos dio, pero necesitamos estar
seguros de tener también la autoridad para operarlo; de estar alineados y
cumpliendo los requisitos para ejercer ese poder legalmente. En Dios, todo
funciona bajo una cadena de autoridad, obediencia, responsabilidad y sentido
eterno. Veamos cuáles son las bases para ejercer la autoridad espiritual y
operar el poder sobrenatural de manera legal:
1-. La ley de la
sumisión.
“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo,
y huirá de vosotros”(Santiago 4.7). Aquí vemos que, para que el diablo huya,
debemos cumplir dos condiciones: someternos a Dios y resistir al diablo. La
falta de sumisión o desobediencia es una condición del corazón por la cual éste
se vuelve impersuasible. No da su brazo
a torcer, no se somete ni obedece. La persona cuyo corazón se encuentra en
dichas condiciones, no puede operar el poder sobrenatural legalmente, con la
autoridad delegada de Dios. Quien no se sujeta a autoridad no puede ejercer
autoridad, porque vivir bajo autoridad significa vivir bajo sumisión; no existe
alternativa.
Una de las razones es que cuando uno se
enfrenta al enemigo, no puede ir ni en su propio nombre ni de sí mismo: debe ir
bajo la cobertura y con el respaldo del Reino al que pertenece, porque en caso
de contraataque no está solo. La cobertura de la autoridad es como una
sombrilla que nos guarda y donde el enemigo no nos puede tocar. Mucha gente no
quiere someterse porque ve la sujeción como un control y manipulación sobre su
vida; pero en realidad, es todo lo contrario. Es una protección. Entonces, la
duración del poder está basada en la sumisión a la autoridad original y a la
autoridad delegada. Recuerde que Dios no se compromete con poder y autoridad en
un estado de rebelión. Mientras usted no esté en sumisión, no tendrá autoridad
de Dios.
Los religiosos del tiempo de Cristo, al
verlo echar fuera demonios y el poder con que se movía, entendían que alguien
lo había autorizado hacerlo y, le preguntaron: “…¿Con qué autoridad hace esas
cosas, y quién te dio autoridad…? (Marcos 11.28). Era como preguntarle: “¿Quién
te autorizó?, ¿Quién te dio permiso? O, ¿Quién te respalda?” Ellos no le
preguntaron con qué poder lo hacía, sino con qué autoridad, porque entendían
este principio. Cristo operó como un hombre bajo autoridad, murió bajo
autoridad y por eso, Dios lo resucitó de los muertos. Él tomó el camino de la
humildad para someterse a la autoridad del Padre; eligió la sumisión como
estilo de vida porque tenía revelación de cómo ejercer la autoridad genuina y
todo el poder del Espíritu Santo, “y aunque era hijo, por lo que padeció,
aprendió la obediencia”(Hebreos 5.8). Su madurez le permitió entender cuál era
el camino correcto. Por todo eso y más, Jesús es nuestro mejor ejemplo de
humildad y sumisión; es más, es nuestro camino al Reino por eso mismo.
2-.El principio de la
Posición como hijos de Dios.
El poder y la autoridad de Dios no se basan
en el conocimiento, experiencia, personalidad, visión, don, edad, sino en la
posición como hijos; porque la clave está en que “…a todos los que le
recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos
de Dios”(Juan 1.12). Antes de ejercer autoridad debemos establecer nuestra
posición en Cristo; desde allí vamos a vivir, caminar y operar. Él operó su
autoridad desde su posición revelada de hijo de Dios. Satanás conoce este
principio, y por eso una de las áreas que más ataca en todo ser humano, aun
cristianos, es el área de la identidad y la paternidad, tanto natural como
espiritual. Él sabe que un cristiano que tiene revelación de su identidad, de
quién es como hijo de Dios, podrá utilizar la autoridad legal y el poder
sobrenatural para destruir sus obras y echarlos fuera de su vida, de su
familia, de su iglesia, y de todo territorio que Dios le haya asignado. Es
decir, hará con él lo mismo que hizo Jesús. Un creyente establecido en su
posición en el mundo espiritual representa el mayor peligro para el diablo y
sus planes.
Los hijos tienen poder, autoridad,
privilegios, herencia, y pueden actuar en lugar del Padre. Si usted sabe quién
es como hijo, se moverá bajo autoridad y con autoridad, por lo que le ha sido
revelado, no por lo que siente. Como hijos de un Dios compasivo, debemos tener
compasión de la gente, de su dolor, pero odio hacia el diablo y sus obras.
Cuando usted ama lo que Dios ama y odia lo que Dios odia, entra en un lugar y
al ver a alguien enfermo, deprimido, alcohólico, no lo puede soportar. Así como
le sucedió a Jesús, siente compasión por la persona y una ira contra Satanás y
sus obras; por tanto, tomará autoridad y traerá liberación y sanidad, porque es
un hijo de Dios que conoce su posición y vive bajo autoridad. Aquello que
odiamos es la evidencia de nuestro amor a Dios y de nuestra posición de hijos.
La autoridad de Dios es revelación y convicción de su identidad y propósito.
3-. El principio de
la asociación.
Por otra parte, la autoridad se puede
ejercer por medio de la asociación. Cuando usted entra en una relación o se
pone bajo la cobertura de alguien con autoridad original, accede a otra
dimensión de autoridad, porque tiene el mismo acceso. Si está bajo mi
cobertura, tendrá acceso a mi dimensión. No significa que es igual en
autoridad, pero sí que tiene el mismo acceso tanto en lo natural como en lo
espiritual, yo siempre llevo a mis hijos conmigo. Donde yo entro, mis hijos
entran; lo que yo hago mis hijos hacen; donde yo voy, mis hijos van y lo que yo
tengo, mis hijos tienen. Así es el Padre celestial con nosotros, porque “…si
hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo si es que
padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Romanos
8.17). Jesús tenía revelación se esto también, por eso llevaba a sus discípulos
con él a todo lugar y oró al Padre diciendo: “La gloria que me diste, yo les he
dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno” (Juan 17.22). Él conocía
el principio de la asociación y la posición como hijos, para transmitir a sus
discípulos todo lo que el Padre le había dado.
Guillermo
Maldonado. Poder y autoridad para destruir las obras del diablo.
Primera edición.Octubre2015. Editorial Ministerio internacional El Rey Jesús. Paginas 62- 66
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