Una pregunta que la gente se
hace con frecuencia es: “Si Dios es tan bueno y poderoso, ¿por qué existe el
mal y el sufrimiento en el mundo? Se preguntan, ¿por qué tenemos que soportar
tantas tribulaciones en la vida? ¿por qué Dios permite que la gente experimente
hogares destruidos y drogadicción; accidentes, enfermedades y muerte prematura;
violaciones, esclavitud, conflictos raciales, genocidio, guerras y otras formas
de violencia; desastres naturales como terremotos, tsunamis y tornados; y
miseria humana, como el hambre y la pobreza?
Como miembro de la raza humana, debemos
reconocer que la raíz de toda aflicción y las terribles cosas que ocurren en
nuestra vida y en el mundo es un problema llamado “pecado” y sus consecuencias
de largo alcance.
Muchos consideran que la palabra pecado es
un concepto religioso anticuado. Pero, ¿Qué es el pecado? Si es real, ¿Cómo se
volvió parte de nuestro mundo? Para responder estas preguntas, necesitamos
explorar el origen de la humanidad.
EL
COMIENZO DE LA HUMANIDAD.
Nuestro mundo fue diseñado para ser una
expresión de nuestro Creador y de Su carácter, no para estar lleno de dolor y
sufrimiento. Cuando Dios formó la tierra, hizo primero el ambiente físico,
incluyendo las plantas, los peces, las aves y todo lo demás animales y los
llamó “buenos”. (Génesis 1. 1-25). Después hizo a los seres humanos para ser
como Él, de Su misma esencia: “Y Dios creó al ser humano a Su imagen; lo creó a
imagen de Dios. Hombre y mujer los creó”(Génesis 1.27). Dios no creó seres pecaminosos;
los hizo a su propia imagen, como un reflejo de Su amor, bondad, poder,
integridad, creatividad y otros atributos. Después de crear a los seres
humanos, Dios declaró que todo lo que había hecho “muy bueno”, un mundo sin mal
(Génesis 1.31).
Un rasgo esencial de nuestra creación a
imagen de Dios es que somos seres espirituales. Las escrituras nos dicen que,
“Dios es espíritu” (Juan 4.24) , y cada ser humano tiene un espíritu eterno.
Cada persona también tiene un alma – mente, voluntad y emociones – y un
cuerpo,, que le permite interactuar con el mundo físico.
Adicionalmente, Dios les concedió a los
seres humanos el libre albedrió – incluyendo la habilidad para escoger entre lo
bueno y lo malo - . Nuestro creador no deseaba “robots” que hicieran automáticamente
lo que Él quisiera. Por el contrario, Él deseaba seres que entendieran y
apreciaran su propia naturaleza y que, por su propia voluntad, escogieran vivir
de acuerdo a esa naturaleza. Aún más, creó a la humanidad para que estuviera
unidad espiritualmente con Él, produciendo una relación profunda y cercana.
LA
“CAIDA” DE LA HUMANIDAD.
Al comienzo, el primer hombre y la primera
mujer vivieron en armonía con Dios. Sin embargo después, haciendo uso de su
libre albedrió, fueron en contra del único requisito que Dios les había puesto
– una condición establecida para su propia protección y bienestar -, pese a
Dios les había advertido que el resultado sería la muerte (Génesis 2.17).
¿Porqué los primeros seres humanos
escogieron desafiar a Dios? Ellos tomaron esa decisión después de haber sido
seducidos por el enemigo de Dios, Satanás, también llamado el diablo, o
Lucifer. Satanás fue creado como un ser angelical. No obstante, debido a que
intentó usurpar el trono de Dios, fue expulsado de la presencia de Dios, junto
con otros seres angélicos que se unieron en su rebelión (Isaías 14.12-13)
Deseando dañar a Dios, Satanás plantó una idea similar de rebeldía en las
mentes de los primeros seres humanos. Les dijo que si ignoraban las
instrucciones de Dios no morirían, sino que “serían como Dios, conociendo el
bien y el mal” (Génesis 3 .5) En realidad, lo que les estaba diciendo es que no
necesitaban a Dios para vivir y prosperar.
Desgraciadamente, sucumbieron antes la
sugerencia de vivir independientes de
Dios, y conscientemente siguieron su propia agenda. No se dieron cuenta que sus
vidas mismas dependían de permanecer conectados a su Creador y a su naturaleza.
Su decisión es conocida a menudo como “la caída” de la humanidad, porque los
seres humanos pasaron de un alto estado donde tenían la naturaleza de Dios y
reflejaban Su imagen, a un estado bajo en el cual poseían una naturaleza
pecaminosa y exhibían una imagen distorsionada de Él. Ese estado humano
alterado es el origen del mal y el dolor en nuestro mundo. Los primero seres
humanos fueron engañados por Satanás. Ellos si murieron como consecuencia de su
desobediencia a Dios. Primero, experimentaron la muerte espiritual, en la que
fueron separados de Dios, incluyendo Su gloria y la totalidad de su naturaleza.
Segundo, sus cuerpos comenzaron a deteriorarse poco a poco, y finalmente
experimentaron la muerte.
Además, a través de sus hijos, transmitieron
esos dos legados desastrosos – el espiritual y el físico- a toda la raza
humana. Como dicen las Escrituras: “Por medio de un solo hombre, el pecado entró al mundo, y por medio del
pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque
todos pecaron” (Romanos 5.12).
Por causa de nuestro pecado, nuestros
cuerpos físicos están ahora sujeto a las limitaciones del tiempo, el
envejecimiento y finalmente la muerte. Todavía más, aun cuando nuestros
espíritus son eternos, están muertos para Dios, separados de Su vida –a menos
que sean transformados a través de la fe, mediante la muerte y resurrección de
Jesús- . Es por eso que Jesús dijo que debemos “Nacer de nuevo” (Juan 3 .27).
Nuestros espíritus deben volver a nacer para que una vez más podamos reflejar
la naturaleza de Dios.
¿QUÉ ES PECADO?
Pecar significa violar las leyes y
mandamientos de Dios. Es vivir sin ley y rebeldía contra la Palabra de Dios.
Otros términos para el pecado son: transgresión e inequidad. Pecado es todo
aquello que no esté alineado a nuestro Creador y Sus caminos.
El pecado se manifiesta de varias formas. Lo
vemos en las persona que quieren gobernar sus propias vidas, tomando sus
propias decisiones independientemente de Dios y Sus caminos, tal como lo
hicieron los primeros seres humanos. Lo vemos en las personas que tratan de
“ganar” la aprobación de Dios o de ganar la entrada al cielo según sus propios
términos. Lo vemos en la gente que pelea activamente contra las leyes de Dios y
Sus mandamientos, convirtiéndose en su propia autoridad y determinando sus
propios estándares de lo que está bien y lo que está mal. Lo vemos incluso en
personas que saben hacer el bien y no lo hacen (Santiago 4.17).
En Su palabra, Dios nos da muchos ejemplos
de pecado, que incluyen “los ojos que se enaltecen, la lengua que miente, las
manos que derraman sangre inocente, el corazón que hace planes perversos, los
pies que corren presurosos a hacer el mal, el falso testigo que esparce
mentiras y el que siembra discordia entre hermanos(Proverbios6.17-19). Ciertos
comportamientos que Dios llama pecados pueden parecer normales y legítimos para
nosotros, pues son aceptables en nuestra sociedad. Sin embargo, eso no cambia
como se siente Dios al respecto, y no altera nuestra responsabilidad por ellos.
Si queremos estar en el reino de Dios,
debemos reflejar la naturaleza de Dios. Es por eso que la escritura dice, por
ejemplo:
¡No se dejen engañar! Ni los
fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los sodomitas, ni los
pervertidos sexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los
calumniadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios. (1Corintios 6.
9-10).
Las Escrituras enumeran otro comportamiento
corrupto que las personas cometen debido a su naturaleza pecaminosa incluyendo:
“idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades,
disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías y otras cosas
parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales
cosas no heredarán el reino de Dios (Gálatas 5.20-21)
Cuando las personas no reciben a Jesús,
están separas de Dios, así como o entienden Sus caminos. Por esta razón
constantemente caen en error y negligencia al no hacer lo que es bueno y justo,
lo que le traerá paz a sus vidas. El transgredir de continuo la naturaleza de
Dios mantiene al pueblo separado de su Creador, y tal separación resultará
siempre en la muerte espiritual y física. “Luego, cuando el deseo a concebido,
engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la
muerte” (Santiago 1.15). No hay pecado que, practicado de continuo, no resulte
en muerte. Independientemente de cómo las personas categoricen el pecado, si no
le dan la espalda, su final sin duda será desastroso.
Guillermo
Maldonado. ¿Por qué creer en Jesús? Poder.
Primera edición.2015. Editorial Ministerio internacional El Rey Jesús. Paginas 47 - 52