Opresión y liberación: la
mente en guerra
Lo mismo sucede
espiritualmente, después de que se liberan del pecado. Ven a alguien con quien
solían andar o drogarse, y sienten miedo porque piensan que podrían caer en la
debilidad de volver a estar con esta gente. A veces se resisten a los nuevos
líderes de la iglesia y no quieren realizar tareas de voluntariado. Es por esto
que Pablo le escribió a Timoteo: "Porque no nos ha dado Dios
espíritu de cobardía, sino de poder; de amor y de dominio propio" (2
Timoteo 1:7). Dios no le ha dado al creyente espíritu de miedo, sino de fe.
Una vez que nos sometemos a
la tarea redentora de Dios en Cristo Jesús, necesitamos aceptar que
anteriormente vivíamos en opresión. Como la liberación no implica libertad,
debemos también embarcarnos en la aventura de aprender a caminar en la
responsabilidad que en verdad nos haga libres. Como veremos en los capítulos
que siguen, el desierto es el lugar donde nos preparamos para la libertad,
aunque hay muchos que mueren allí sin llegar a ser libres.
Este espíritu de opresión en
el ambiente de la iglesia es fatal, porque impide que la gente haga aquello
para lo que Dios los creó. Temen salir al nuevo territorio, el territorio que
les traerá la libertad. y a menos que la revelación le haga cambiar de idea, el
nuevo creyente, cuando se ve libertado del pecado, seguirá haciendo lo mismo que
hacía antes, porque el pecado lo ha condicionado. Este es el poder de la
opresión. El hombre que es liberado teme ser productivo porque tiene miedo de
pasar las barreras que lo limitaban durante su opresión.
Baja autoestima
La baja autoestima es otro
de los efectos de vivir en opresión. SI alguien ha vivido oprimido comienza a
pensar que no puede salir del pozo, porque allí está su lugar. Si se le invita
a salir, dará una cantidad de razones por las que no puede hacerlo, porque no
le corresponde.
He observado este
sentimiento de baja autoestima en muchas personas de mi país, de las Bahamas y
de muchas otras naciones. La gente puede vivir oprimida por la ley, por un régimen
político por sus padres. Luego, cuando
logran cierto grado de liberación, aún deben luchar con su espíritu de baja
autoestima. Si uno los invita a un lugar bello, suelen responder: "Está
bien, no hace falta que me invites Si uno les compra algo lindo, dicen que no
hacía falta. Intentaran devolverlo. Y si uno logra que lo reciban, se disculpan
por haberlo aceptado.
Si la persona oprimida va a
un palacio donde le sirven caviar, no lo comerá. Estará demasiado ocupada
observando los tenedores de oro y los lujosos manteles. No cree que pueda comer
algo tan rico, porque no cree merecerlo.
El hombre libre y confiado
en sí mismo quizá utilice su mejor porcelana todos los días. Pero el oprimido
que nunca tuvo nada, no lo hará: guardará la porcelana en al armario. Le resulta
difícil creer que tenga valor así que todo lo valioso le parecerá demasiado. Lo
desafío a sacar los platos del juego de porcelana y a utilizarlos todos los
días. ¿Por qué? Porque lo merece, nada más.
Hace unos años le dije a mi
esposa que nuestros hijos utilizarían todo. ¿Por qué? Porque no quería que los
niños vieran los platos de porcelana creyendo que eran demasiado valiosos como
para que los usaran. Ese es el pensamiento del oprimido. El rey no pone su copa
de oro en el armario para utilizar una de plástico. Dice: "Soy un rey.
Merezco la copa de oro".
Esto puede parecer un asunto
menor, pero no lo es, porque quizás no se sienta usted del todo libre hasta
haber utilizado su mejor vajilla. Quizá no se sienta libre hasta haber puesto
la ensalada en la fuente de cristal, para que sus hijos usen los cubiertos de
plata, todos los días. Hágalo, use su mejor juego de porcelana. No está
reservado para que lo use el príncipe de Francia. Úselo usted. Usted es el
príncipe. ¿Hay habitaciones en su casa que no se utilizan? ¿Para quién las reserva?
Camine sobre la alfombra. Siéntese en esas sillas. Gástelas, y Dios le proveerá
otras. No se endeuda causando presión a su familia, pero si el Señor lo
bendice, aprecie las bendiciones y disfrute de los beneficios.
El opresor nunca permitirá
que los oprimidos se igualen con él, porque esto minimiza su superioridad, la
misma que utilizó para oprimir a otros. Debe reducirlos a menos de lo que son
para justificar su opresión. Por ello los oprimidos no se estiman a sí mismos,
porque no creen merecer nada bueno.
La baja autoestima los
persigue porque el opresor les hizo pensar que eran pequeños e insignificantes.
Pobre imagen de sí mismo
Este también es uno de los
frutos de la opresión. Hay personas a quienes se les ha dicho durante toda su
vida que no valen nada, que jamás llegarán a nada. Y, por supuesto, llegan a
creerlo. Y una vez que lo creen comienzan los problemas porque hace falta una
generación entera para borrar este espíritu de la pobre imagen de sí mismos, a
menos que haya intervención divina.
Es importante recordar que
todos los seres humanos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, y que
por ello somos del mismo valor.
Nadie puede hacernos
humanos. Todos nacimos humanos. Así que nadie tiene derecho a asignarnos un
valor o a desvalorizarnos. El valor humano no depende de lo que otros piensen
de nosotros. Es inherente a lo que somos, a causa de la creación de Dios.
El valor del anillo de oro
que llevo en el dedo no se ve determinado por lo que usted piense de él. Quizá
diga usted que el anillo es estúpido, o que no vale nada, pero seguirá siendo
de oro. Quizá diga usted que es de plástico, pero sigue siendo de oro. Quizá
diga usted que es feo, pero sigue siendo de oro. Lo que usted piense no tiene
nada que ver con lo que en realidad es.
Los derechos civiles pueden
hacer que yo siga llevando el anillo, aunque el valor de la cosa siga en
disputa. No confunda los derechos civiles con los humanos. En los Estados
Unidos Martin Luther King, Jr. fue un liberador, pero la libertad para la que
él abrió el derecho legal, todavía no es del todo entendida. Mi país se
independizó de la corona británica en 1973, y recién hace poco hemos comenzado
a entender la libertad nacional que nos permite pensar y trabajar como nación
libre. Al principio hubo desfiles y algarabía, como sucedió con Miriam y los israelitas
del otro lado del Mar Rojo. Pero cuando dejó de sonar la música, vimos cuánto
había que aprender antes de llegar a ser libres de verdad. Necesitábamos
educación y capacitación para prepararnos para ejercer la autoridad.
Tuve el privilegio de trabajar durante un tiempo como asistente del Secretario de Educación del gobierno de mi país, y pude participar de muchos de nuestros nuevos programas de educación. El tema principal no son los derechos civiles, aunque son importantes, claro. El tema principal son los derechos humanos. Son los derechos humanos, y no los civiles, los que hacen libres a las personas. Podría yo darle a usted permiso para votar, y aun así seguir considerándolo inferior e inhumano.
Su valor no se determina por lo que otros piensen de usted. Se determina por su origen, y usted vino de Dios. Fue creado a la imagen de Dios.
Myles Munroe. En busca de la libertad. Primera edición 2005. Editorial Peniel. Pag 109 a la 112.
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