8-. El soporto la muerte física, la muerte espiritual y
la “segunda muerte”.
Jesús experimentó la muerte física, como
cualquier ser humano. Sin embargo, Él comprende especialmente los pensamientos
y sentimientos de quienes mueren una muerte cruel en la flor de la vida, porque
Él sufrió horriblemente cuando murió.
Además, Jesús conoció la muerte espiritual.
Cuando Él cargó nuestros pecados sobre la cruz, Su espíritu humano fue
desconectado de Dios el Padre, algo que cada ser humano experimenta. Era necesario
que el padre se separara de Jesús y que desatará su ira sobre Él como castigo
por el pecado y la rebelión de la humanidad. Desde mi perspectiva, el peor
dolor de la cruz no fue experimentar el sufrimiento físico, pese a que éste fue
horrible. La parte más dolorosa para Jesús fue cargar en Su alma la
concentración de todo el pecado y la iniquidad de los humanos. La inmundicia y
la corrupción de toda la humanidad pecadora fue derramada sobre Él. Por primera
vez, el hijo de Dios que jamás había pecado, experimentó lo tenebroso de los
celos, falta de perdón, rencor, mentiras, injusticia, crueldad, perversión,
muerte y todos los demás pecados. Él recibió y pagó por todas las acciones de
la raza humana que ofende a Dios y nos aparta de Él –todo el pecado y la
iniquidad desde el comienzo de los tiempos hasta el final - . Por eso es que,
justo antes de su arresto y muerte, él oró, “Padre mío, si es posible, pasa de
Mí esta copa (con todos los pecados del mundo); sin embargo, quiero que se haga
tú voluntad, no la mía” (Marcos 26.39)
Además, Jesús sufrió lo que la Biblia llama
la “segunda muerte”. La segunda muerte no solo es una muerte física ni tampoco
una muerte espiritual producto del pecado. Es la permanente separación de Dios
en la otra vida. De hecho, Jesús descendió al infierno y experimentó lo que
significa recibir el castigo de los pecados por la eternidad, y Él hizo esto
por nosotros (Efesios 4; 9; 1Pedro 3.18-20). Allí Él recibió la ira de Dios por
los pecados y la iniquidad de la raza humana.
Jesús
tuvo que descender incluso al mismo infierno para experimentar todo el castigo
por el pecado de la humanidad –todo lo que los seres humanos experimentaríamos
sin Su salvación y gracia-, para de esta manera ser un fiel y verdadero
salvador para nosotros. Jesús permitió que lo acusaran injustamente, lo
arrestaran, lo juzgaran, se burlaran de él, lo torturaran, lo crucificaran y lo
mataran. Él hizo todo eso como nuestro sustituto, porque Él sabía que su muerte
podía pagar por nuestros pecados; y porque está era la única forma de romper la
maldición del pecado y la iniquidad que pesaba sobre nosotros y nos separaba de
Dios el Padre. El sacrificio sustitutorio de Jesús a favor nuestro fue total,
suficiente y final. Él sufrió y murió una vez por todos. Nunca más tendremos
que soportar el castigo y la ira de Dios; tampoco tendrá que soportarlo ningún
otro humano que reciba a Jesús y Su sacrificio por él.
Sin embargo, vemos a Jesús, que fue hecho un
poco inferior que los ángeles, coronado de gloria y honra por haber padecido la
muerte. Así, por la gracia de Dios, la muerte que él sufrió resulta en
beneficio de todos (Hebreos 2.9 NVI).
Sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de
entre los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en
cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; más en cuanto vive, para Dios
vive (Romanos 6.9-10).
JESÚS FUE RESUCITADO
PARA DARNOS VIDA.
Jesús padeció todo lo anterior por nosotros.
Entonces fue resucitado de entre los muertos, y ahora nosotros podemos
experimentar ¡La plenitud de Su vida de resurrección! Así él nos proveyó el
gran intercambio. Él nos dio su vida física y espiritual y nosotros le dimos
nuestra muerte física y espiritual.
La esencia de la cruz consiste en que Jesús
toma nuestro lugar. Él personalmente sufrió la totalidad del castigo que
nosotros merecíamos. En intercambio, nosotros recibimos el perdón, al igual que
toda la justicia de Jesús y las bendiciones de Su obediencia al Padre.
Hoy podemos vivir conforme a Su vida en nosotros,
recibiendo todos los beneficios de Su obra en nuestro favor, que incluye la
salvación, sanidad y libertad de las opresiones del diablo. Jesús fue
“entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra
justificación” (Romanos 4.25) Ser “Justificado” significa que, pese a que
éramos culpables, fuimos hechos justo delante de Dios en Cristo, como si
nunca hubiéramos pecado. Somos
justificados solo por medio de la fe en la eficacia de la muerte y
resurrección de Jesús por nosotros.
RESULTADOS Y BENDICIONES DEL GRAN
INTERCAMBIO.
1-. Jesús fue herido
para que pudiéramos ser perdonados: “El herido fue por nuestras rebeliones,
molido por nuestros pecado” (Isaías 53.5).
2-. Jesús llevo
nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores para que podamos recibir
sanidad: “Ciertamente él llevó nuestras aflicciones (enfermedades, debilidades
y angustias) y sufrió nuestros dolores (castigo)… y por los azotes (que lo
hirieron) hemos sido sanados y curados completamente (Isaías 53.4-5AMP).
3-. Jesús se
convirtió en pecador por nosotros, recibiendo nuestro castigo, para que
nosotros pudiéramos ser justificados: “Al que no conoció pecado (Dios) por
nosotros lo hizo (a Jesús) pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia
de Dios en él (2Corintios 5.21)
4-. Jesús murió en
lugar nuestro y fue resucitado para que pudiésemos compartir su vida eterna:
“Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, señor nuestro”
Romanos 6.11. Jesús pagó por nuestra pobreza para que nosotros pudiéramos ser
prósperos: “por amor a nosotros (Jesús) se hizo pobre, siendo rico, para que
nosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (“Corintios 8.9)
5-. Jesús sufrió
nuestra vergüenza para que pudiéramos participar de su gloria: “Porque convenía
a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas
subsisten, que habiendo llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionarse por
aflicciones al autor de la salvación de ellos” (Hebreos 2.10)
6-. Jesús sufrió
nuestro rechazo para que nosotros pudiéramos ser aceptados por Dios: “Para
alabanza de la gloria de Su gracia, con la cual nos hizo acepto en el amado”
(Efesios 1.6)
En cumplimiento de las verdades anunciadas
arriba, he visto muchas personas ser salvadas, sanadas y liberadas. Cuando
entendemos la obra perfecta de la cruz y la resurrección, podemos empezar a
recibir todos sus beneficios, incluyendo el poder sobrenatural de Dios en
nuestras vidas.
Jesús recuperó lo que la humanidad había perdido.
Jesús experimentó nuestra vida de manera que
nosotros pudiéramos experimentar la de Él. A medida que logró el gran
intercambio, Él recuperó todo lo que la humanidad había perdido cuando los
primeros seres humanos le dieron la espalda a Dios y pecaron. Veamos diversas
áreas en las cuales fuimos restaurados.
1-. Restaurados a nuestra unión y compañerismo con Dios
el Padre.
La culminación de la obra perfecta de Cristo
en la cruz y Su gloriosa resurrección es nuestra restauración a la presencia de
Dios. Jesús fue separado de Dios el Padre en la cruz, de manera que nosotros
pudiéramos vivir con el Padre por toda la eternidad.
A través de Jesús, tenemos unión con el
Padre una vez más, y eso nos da acceso a Su vida espiritual. “Pero el que se
une al señor, un espíritu es con Él” (1Corintios 6.17) Podemos disfrutar de la
unión y compañerismo con Dios en el presente no solamente en el futuro. Gracias
a Jesús, tenemos continuo acceso a Dios en su gloria, y tenemos unidad con él
ahora y siempre. Esto no hubiera sido posible si Jesús no hubiera muerto por
nosotros y hubiera sido levantado victoriosamente de la Tumba.
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